Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 33

Capítulo dedicado a Belinda Ordoñez. Este va para ti, por tu amor hacia la historia. 

MIA

Paul siempre ha sido un fanático de los temas de fantasía. Desde niño devoraba libros, películas y series que involucraran la existencia de hombres lobo, brujas, vampiros, duendes, hechiceros y cualquier criatura que perteneciera a cuentos de hadas y mitos, él creía que nuestro mundo era muy grande para que solo los humanos viviéramos en este.

Y yo era buena escuchándolo, me gustaba ver como se entusiasmaba y se esmeraba en explicarme todo con tantos detalles, era muy contagioso y hacía que lograra su objetivo el cual era hacerme escapar de mi cruda y violenta realidad y encontrar un refugio en esas historias donde todo podría era posible.

Quién diría que años después ambos íbamos a descubrir que las historias eran ciertas y que formaríamos parte de ellas.

La luz que sale de mis manos se mantiene brillante y cubre la herida de Hillary. Tal y como dijo la mujer que está a mi lado observando lo que estoy haciendo, puedo sentir un líquido acumularse en mis manos envolviéndolas como un manto.

—Lo estás haciendo bien. —dice dándome su aprobación.

—¿Cómo sabré cuándo parar? —pregunto, preocupada. Sé que debo sacarle toda la sangre envenenada pero temo drenar todo. No tengo control de este poder y siento que lo perderé en cualquier momento.

—Cuando la luz sea opacada.

Asiento y miro atentamente la luz esperando que su brillo se vea reducido por la oscuridad del veneno.

No sé cómo explicar todas las sensaciones que tengo en estos momentos. Esa luz, sea cual sea su procedencia, tiene un efecto en mí que me mantiene relajada y me da la intuición de que todo estará bien si permito que haga su trabajo. Es como si yo solo fuera el conducto de esa luz para su lucha contra la oscuridad.

—Sabía que eras especial. —elevo mi vista cuando escucho la voz de Hillary.

Hay una débil sonrisa asomando a su rostro, su piel ha tomado un aspecto grisáceo, las venas de su cuerpo tiene un color negro visible dándole un aspecto aterrador. Tiene el aspecto de un zombie y me pregunto qué clase de veneno utilizaron con ella.

—¿Lo sabías? —inquiero alzando una ceja.

Asiente lentamente estirando su mano hacia mi mejilla. No me aparto a pesar de que su tacto se siente frío y áspero.

—Desde el primer momento en que te vi. —murmura recogiendo un mechón de mi cabello detrás de mi oreja. —Tu olor tan extraño te delataba —hace una pausa para inhalar hondo por la nariz moviéndose ligeramente—pero no sabía que era.

Oh.

Le doy una sonrisa boca cerrada y miro alrededor. Todos tienen los ojos posados en mí sorprendidos de lo que estoy haciendo, incluso el hermano mayor de Ethan. Se siente raro, me siento como animal de exhibición.

Mi sonrisa flaquea cuando no veo a dos personas en especial.

—Ethan... —susurro mirando a todos buscando una respuesta.— ¿Dónde está Ethan? ¿Dónde están Anna y Elena?

—Elena está bien, cielo. —una mano se posa en mi hombro. Giro mi rostro para ver a Adelaide, la misma mujer que conocí en mi primer día en Chicago. —Está descansando en su habitación.

Eso me alivia un poco, pero no lo suficiente. Incluso me siento un poco avergonzada de decir que no me importaba mucho saber de ella, mi prioridad son otras personas.

—¿Dónde está Ethan? —vuelvo a repetir.

Mi corazón late a mil cuando nadie dice nada, incluso Adelaide aparta su mirada de mí. ¿Acaso no me oyeron?

—Oye. —giro mi vista a Astartea quien me mira seria. —Enfócate en lo que estás haciendo.

—Solo quiero saber dónde están. ¿Están aquí? —vuelvo a preguntar comenzando a alterarme porque nadie dice nada.

Una repentina ola de ira invade mi cuerpo, estoy enojada y fuera de control, puedo escuchar los latidos de mi corazón en mis oídos y hasta juro que puedo sentir la sangre que corre por mis venas hacerlo con más fuerza. ¿Por qué no quieren decir dónde está? ¿Qué pasó con él? ¿Le pasó algo? Oh dioses, no por favor...

Todo llega y me golpea con fuerza. Tantos secretos, tanto silencio, tantas preguntas y tan pocas respuestas, simplemente estoy cansada de no saber nada, de que me guarden información. Ethan no me guardaba secretos, era un libro abierto conmigo, siempre dispuesto a aclarar mis dudas. Lo extraño. El sentimiento había estado dormido porque me forcé a creer que lo encontraría aquí, pero no está y... me siento fuera de control.

—Mia, por favor escucha...— pide Paul tratando de acercarse.

—¡No quiero escuchar! —exclamo en voz alta.

En el momento que dejo de hablar, una de las ventanas y el espejo de una de las vitrinas donde hay un montón de plantas y frascos, revientan salpicando y cayendo al aire. El único hombre de aspecto mayor debe jalar a Adelaide dando unos pasos atrás para que los vidrios no le caigan encima.

Pero, ¿Qué...?

Respiro agitada, como si hubiera hecho un gran esfuerzo. Observo a Hillary quien mira sorprendida lo que acaba de pasar. ¿No fue ella quien hizo eso? Y si no fue ella, ¿Quién lo hizo?

—Fuiste tú. —puedo sentir la mirada acusatoria de Astartea puesta en mí aunque no la esté mirando. Niego con la cabeza, rehusándome a creerlo. —Tú reventaste los vidrios.

No, yo no pude haberlo hecho, ni siquiera pensé algo como eso.

Mi mirada va a Aiden quien me mira desde la camilla con la boca abierta, incrédulo de lo que acaba de suceder. ¿Él también cree que fui yo?

—Sus ojos...— murmura Alina y muevo la cabeza con brusquedad.

—¿Qué pasa con mis ojos? —pregunto mirando a todos. Nadie respondo y siseo entre dientes, irritada. —Dije, ¿Qué tienen mis ojos?

—Uno es blanco y otro morado, Mia. —musita Paul con los ojos abiertos de par en par, ni siquiera puede cerrar la boca por la impresión.

¿Qué?

Alzo mi cabeza pudiendo observar mi reflejo en la ventana que se encuentra encima de la camilla de Hillary. ¿De verdad soy yo? Porque no lo parezco. El azul de mis ojos ha desaparecido por completo, el iris de mi ojo izquierdo es de un blanco puro y el de mi ojo derecho un color púrpura brillante. Parpadeo tratando de que desaparezca pero no sucede, intento nuevamente más rápido pero nada. Siguen ahí.

Nunca me había pasado algo de esa manera y no tengo ni idea de lo que pasa.

Una mano se posa en mi brazo. Giro mi cabeza y me encuentro con la mirada de Hillary quien me sonríe tranquila.

—Todo está bien, Mia.

Niego levemente.

—¿Dónde está Anna, Hillary? —pregunto en un susurro. —¿Dónde está Ethan?

Suspira antes de responder.

—Los vampiros me atraparon. —siento un nudo en el estómago al oír eso. Eso es mi culpa, nunca debí dejarla sola, debí insistirle para irnos juntas. —Me atacaron y... no recuerdo muy bien lo que sucedió. Solo recuerdo que lo vi peleando con los vampiros.

Suelto un jadeo tembloroso. Sus palabras son como una puñalada a mi corazón y una horrible sensación crece en mi estómago.

Esto no debería estar pasando, no les debería de estar pasando a ellos. Nunca tuve que dejar que Anna intentara pasarse por mí, debí haber entrado en el auto de Ethan por más que él hubiera dicho que no.

—Mia, ya es hora. —avisa Astartea dando toques a mi hombro con su dedo.

Miro mis manos. La luz blanca ha comenzado a ponerse negra y siento un peso acumularse con la sangre negra. Separo mis manos del abdomen de Hillary e inmediatamente la luz desaparece. La herida de Hillary ha desaparecido, sus venas han perdido el color negro, su piel pálida y enferma ha quedado en el olvido y ha vuelto a su bella piel bronceada.

En mis manos tengo la sangre negra que circula como una corriente, algo plateado se mueve entre ella e imagino que debe ser la bala excavadora con la que dispararon a Hillary. Muevo una de mis manos y la sangre se divide en dos corrientes, eso me da una idea. Pongo una distancia entre ambas manos y comienzo a moverlas como si hubiera una esfera en medio de ellas, logro que la sangre se mueva al ritmo de mis manos y voy acercándolas lentamente hasta que se forma una pequeña esfera. Alejo una mano y sonrío al ver que la esfera se mantiene intacta en la otra. Mi mano libre la sumerjo en la sangre y tomo el objeto que sentí hace rato, es de tacto duro y frío con una especie de alas planas y delgadas.

Abro la palma de mi mano para ver lo que había agarrado. Es una bala, pero no una bala normal hasta donde yo sepa, es plateada, la punta tiene forma de un taladro y la parte final de la bala se abre en 4 hélices. En su centro tiene una zona descubierta donde se ve un pequeño frasco vacío. A simple vista es una bala que considerarías rústica por no tener la cubierta completa y perfecta como deben tener las balas, pero sin ser una experta en estas cosas, podría decir que es una muy profesional y con el único propósito de matar y torturar a quien tenga la mala suerte de ser su objetivo.

La dejo en la mesita cerca de la cabecera de la camilla de Hillary y miro a Astartea.

—¿Qué hago con esto? —estiro mi mano con la esfera de sangre.

—Yo me encargo. —alza su mano hacia esta. —De na trì stàitean uisge, fàg do stàit leaghaidh agus bi nad chreig.

La esfera deja de moverse y se escucha en su interior como pequeñas grietas formándose hasta que la sangre se convierte en una roca negra con el borde perfectamente pulido.

No sé lo que habrá dicho ni que idioma utilizó, pero imagino que fue un hechizo para transformarlo en piedra.

—Lo hiciste perfecto. —me felicita Astartea y le estira la piedra al señor. —Guárdala en un lugar seguro. Contiene el veneno que podremos utilizar en algún futuro.

—¿Estás segura que es buena idea? —pregunta Adelaide mirando la piedra con desconfianza.

—Puedes botarla si quieres, pero en el futuro te darás cuenta que fue un error hacerlo y que debiste escucharme.

La postura de la mujer aumenta la confianza y determinación de sus palabras. Su rostro emana sabiduría, reflejando años de experiencia. Quizás siglos.

Hillary se sienta de inmediato y me rodea con sus brazos. No dudo en corresponder el abrazo con fuerza cerrando los ojos. Estoy tan feliz de verla bien.

—Gracias. Te debo la vida. —toma mi rostro en sus manos y besa mi frente y mis manos.

—Salvaste mi vida en más de una ocasión en el pasado, es lo mínimo que podía hacer después de todo lo que hiciste por mí.

Ambas le sonreímos a la otra. No es necesario las palabras, nuestras miradas lo dicen todo, estamos felices de ver a la otra bien aunque la preocupación persiste al no saber el paradero de nuestros amigos.

Miro por la ventana, aún hay luz del sol, suficiente como para no preocuparnos por la noche. Tal vez si llevamos a un grupo pequeño de...

—Bien, voy a dar la orden de toque de queda y le diré a los guardias que cierren las puertas. —giro mi cuerpo hacia Cedric quien se aleja del grupo y camina a la puerta. — Nadie sale de la fortaleza por esta noche.

Díganme que no está hablando en serio.

—Con todo respeto, —intervengo llamando su atención, deteniendo su caminar— creo que teniendo en cuenta que el alfa de la manada y una de sus mejores guerreras están desaparecidos, ocultarnos tras los muros es un error. He visto lo que esos vampiros pueden hacer. Debemos ir a buscarlos, no podemos dejarlos a su suerte.

Silencio. Nuevamente el maldito silencio reina en el lugar.

Observo a los demás esperando buscar apoyo, pero nadie dice nada y solo desvían la mirada. ¿En serio no harán nada? ¿Qué diablos pasa? Ethan me dijo que eran una manada donde la opinión de todos era escuchada, esto parece una dictadura donde todos esperan las órdenes de Cedric. ¿Acaso está al mando cuando Ethan no está? ¿O es porque intimida hasta doblegarlos?

—Cuando Ethan no está presente, yo tomo las órdenes. —responde ni bien termino de hablar. Su respuesta parece como si hubiera leído mi mente— Mi prioridad es velar por la seguridad de la manada, es peligroso que alguien salga tras un ataque de vampiros. Así que, vuelvo a repetir, nadie...

—No has visto a esos vampiros. —lo interrumpo caminando hacia él—Tienen poderes y casi matan a Hillary siendo ella un híbrido...

—Por la misma razón nadie saldrá. —me interrumpe. Aprieto mis manos en puños, tengo ganas de golpearlo. Está siendo irracional. —Hillary es una de las más poderosas en este lugar, si estuvieron cerca de matarla mayor razón para tomar precauciones, hay familias aquí y no pienso exponerlas a peligros. —da un paso hacia mí, obligándome a elevar mi mirada para no romper el contacto visual. —Si quieres salir, hazlo, no te voy a detener. Pero irás sola y bajo tu responsabilidad. ¿Entendido, Taobh a-muigh?

Un carraspeo se escucha detrás y ambos volteamos para ver de quién se trata.

—Mia, sé que quieres ir a buscar a tu compañero, es comprensible. —dice Astartea acercándose. —Pero como dijo Cedric, es arriesgado salir. Además, Ethan es un alfa, sabrá volver a casa. Después de todo, tú eres la mayor razón para que lo haga. Y dicho esto. —pasa por en medio de ambos y abre las dos puertas. —Quiero revisar a Hillary yo misma y necesito privacidad, así que por favor les pediré que salgan y me dejen la puerta cerrada.

***

—Estúpido licántropo. —mascullo pateando una pequeña piedra mientras salgo del interior de la fortaleza bajando unas gradas.

Fui la primera en salir luego de que Astartea pidió estar a solas. Estoy hecha una furia por la decisión que tomó Cedric. ¿Cómo puede? Se trata de su hermano, de su alfa. No entiendo la lógica de no ir a buscarlo. Agh, me da rabia de solo recordar su sonrisa cuando Astartea apoyó su idea. Me agradaba más cuando era serio y no hablaba.

Me encuentro con algunas personas en el camino y les sonrío forzadamente ignorando sus miradas curiosas. Qué incómodo se siente tener los ojos puestos en ti de esa manera, ahora entiendo lo que sentían los nuevos estudiantes cuando todos los veíamos con curiosidad en los pasillos.

Camino mirando al suelo, deteniéndome sólo cuando el césped termina. Elevo mi vista y un jadeo de asombro escapa de mis labios ante el paisaje. Como si no tuviera fin, un viñedo se extiende, con hectáreas de tierra cubiertas por plantas cuidadosamente alineadas, sus hojas verdes con motas amarillentas están divididas en filas entre uvas verdes y moradas, aunque son muy pocas que conservan racimos. La mayoría ya debe de haber sido recolectada para la producción de vino.

—Hermoso, ¿verdad?

Giro el rostro y Aiden se acerca a mí con las manos escondidas en los bolsillos de su pantalón.

Ha cambiado mucho. Ya no es el mismo chico de dieciocho años que recordaba. Su cuerpo, está definido por músculos que resaltan su madurez. La piel tostada, señal de haber estado mucho tiempo bajo los rayos del sol, marcan sus facciones de adulto, habiendo desaparecido en su totalidad los rasgos jóvenes. Sin embargo, su mirada todavía no ha cambiado del todo, sigue siendo seria como lo recuerdo, pero sé que detrás de esa expresión hay un tormento.

Asiento sin decir nada, sonriendo disimuladamente y vuelvo mi vista al viñedo. Los últimos avistamientos del atardecer bañan las hojas verdes, creando reflejos dorados que parecen bailar con la brisa. Sin embargo, no puedo evitar mirarlo de reojo cuando se detiene a mi lado, siguiendo con su mirada los mismos paisajes que los míos.

La situación es incómoda. Ninguno de los dos habla, solo mira en silencio. Recuerdo que por años esperé este momento, el momento de tener a mi hermano nuevamente a mi lado, incluso aprendí de memoria qué haría. Correría a él y me treparía como lo hacía de niña y nos fundiríamos en un fuerte abrazo. Sin embargo, ahora mismo no sé qué hacer ni qué decir, siento que estoy al lado de un extraño y creo que tengo razón porque ambos somos eso para el otro: Un extraño que en realidad no conoce más allá de las llamadas que compartimos por años.

—Lo lamento mucho. —dice de repente.

Me giro hacia él, encontrando una expresión desgarradora de tristeza, culpa y vergüenza.

—¿Por qué? —pregunto sin entender el motivo de sus disculpas.

Expulsa el aire que tenía retenido antes de seguir hablando.

—Por haberte abandonado. —mi corazón deja de latir por un segundo ante sus palabras. —Cuando mamá murió, fue el día más horrible y doloroso de mi vida, solo quería que regresara, pero eso no pasó y fue entonces que recordé las veces que yo me acercaba a hablarle a su vientre. Ella decía yo sería tu hermano mayor y que era mi deber protegerte, dijo que ibas a amarme mucho. —suelta una risa carente de gracia. Trago saliva, hace tiempo no escuchaba a alguien hablar de mamá. —Y fue ahí que le pedí a Tessa que me llevara a verte... y eras tan hermosa. Parecías una muñequita de porcelana envuelta en una manta púrpura con ositos blancos. Y lo supe, lo supe en ese momento que te amaba y que daría todo con tal de protegerte de todos, incluso de mí.

—Aiden...— trato de interrumpirlo, pero niega.

—Durante diez años lo hice, o bueno, intenté hacerlo de la mejor manera, lo que las pastillas contra el TEI me permitieran. —abro los ojos sorprendida ante su confesión. No recuerdo haberlo visto tomar pastillas o sufrir un ataque frente a mí. ¿Cómo pude ser tan ciega y no verlo? —Esa noche de mi graduación, al verte en esa cama te juro que quise matarlo. Maldita sea, nunca había deseado algo tanto cómo esa noche, pero sabía que no era lo correcto porque ibas a perdernos a los dos. Esa misma noche me convirtieron y de no ser por un buen hombre, hubiera sido esa despiadada bestia que atacaba a las personas en los cuentos y que solo sería detenida si me mataban. Yo no quería herirte, no quería que algo te pasara estando cerca de mí. Sabía que sin las pastillas haciendo efecto en mi sistema y con esa bestia en mi interior, no podría controlarme. Así que decidí irme lejos, para no lastimarte. —su mirada se cristaliza y yo parpadeo rápido, luchando contra el nudo en mi garganta.

No es mi momento, es su momento de desahogarse, de sacar todo lo que tuvo guardado en su corazón por tanto tiempo. Sufro con él porque en el fondo yo sabía que nunca volvió por algo más fuerte, y ahora lo sabía. Lo hizo por mí, nunca por él, siempre pensó en mí.

—Dejarte fue lo más doloroso que hice en ese momento. Me iba a perder tu graduación de secundaria, luego verte ir a la preparatoria y graduarte. Iba a perderme el privilegio de verte crecer. —el primer sollozo que sale de su boca y mi corazón se hace añicos. —Me odié por dejarte en manos de ese maldito psicópata. Varias veces pensé en volver, mandar todo a la mierda y traerte conmigo... pero entonces veía mis manos ensangrentadas y los cuerpos de personas sin vida a mi alrededor y el pánico crecía en mí de solo pensar que una de esas personas podías ser tú. —me mira antes de caer de rodillas frente a mí abrazándome de las piernas. El mundo se me viene abajo cuando lo veo destruirse frente a mí, duele tanto. —Perdóname Mia. Te fallé, no cumplí la promesa que hice a mamá y a ti. No te protegí, no cuidé de ti, no fui buen hermano. Por favor, perdóname. Te juro que haré las cosas bien a partir de ahora.

Sabiendo que no podré luchar contra su fuerza, me arrodillo también. Tomo su rostro en mis manos y lo obligo a mirarme. Ver sus ojos llenos de lágrimas, azules como los mío, quema mi alma.

—Aiden, voy a decirlo solo una vez, y no pienso volver a repetirlo. Así que escúchame y grábalo en tu cabeza. —empiezo, encontrando la fuerza que necesito para hablarle de lo más profundo de mi corazón.

No responde ni hace ningún gesto. Solo llora y seco sus lágrimas con mis pulgares.

—El hecho de que seas licántropo, no quiere que dejes de ser humano, Aiden. Y ser humano significa equivocarse, sentir y sufrir. Tú perdiste a mamá y tuviste que ver a Ashton ser un monstruo. No tuvimos la mejor infancia y adolescencia, pero te puedo decir que durante el tiempo que vivimos juntos, fuiste el mejor hermano del mundo. No pienses darme la contraria porque yo sí lo sentí. Sentí tu amor, y me lo demostraste muchas veces cuando me defendías de él y de cualquiera que se metiera conmigo. —suelto una risa amarga de solo recordarlo. — Cuando te fuiste, no te voy a negar, me dolió. Me pregunté qué hice para hacerte enojar y te vayas. Pero, nunca pude molestarme contigo. ¿Sabes por qué? Porque entendía que lo hiciste porque no soportabas ese infierno. Lo comprendí. Así que, no me pidas perdón solo porque pensaste que me abandonaste porque no fue así. Tuve a Tessa y a mis amigos que me cuidaron e hicieron que vivir ahí no fuera tan complicado. No me pidas perdón por haberte ido cuando sabes que lo hiciste porque estabas mal y necesitabas estar bien contigo mismo. Y, para terminar, no me pidas perdón como si creyeras que te tengo rencor porque no lo tengo, Aiden. Eres mi hermano mayor y te amo, te amé y te amaré para siempre.

Suelta otro sollozo y me envuelve en sus brazos con fuerza desesperadamente. Yo también lo hago, dejando que nuestras lágrimas se mezclen. Nos aferramos el uno al otro compartiendo el dolor que hemos callado y aliviándolo con nuestra presencia.

Mo phiuthar bheag. —susurra acariciando mi cabello y besar mi coronilla. —No volveré a alejarme de ti nunca más.

—Somos libres, Aiden, por fin lo somos. Olvidemos todo y seamos la familia que siempre tuvimos que hacer. —murmuro escondida en su pecho. —Que sea la última vez que lloremos, ¿de acuerdo?

Asiente besando mi frente.

—Te amo hermana.

Sonrío al escucharlo. Por fin no hay teléfono en medio para decírnoslo.

—Te amo hermano, siempre y para siempre.

Nos quedamos ahí. Él sigue llorando y dejo que lo haga mientras acaricio su espalda. Su vida no ha sido fácil como creí. Ha tenido que acostumbrarse a ser una criatura sobrenatural y controlar ese trastorno sin la ayuda de sus pastillas. No soy nadie para juzgarlo y mucho más ahora que me ha dicho sus razones, lo comprendo y lo sigo amando, nada ha cambiado. Después de todo, ambos hemos sido rotos por el mismo hombre que debió amarnos.

Pero ahora todo es distinto. Ashton está lejos y aunque sigue siendo una amenaza, los dos somos más fuertes que él. Ya no somos niños que nos asustamos con facilidad. Ambos hemos cambiado manteniendo intacto nuestra conexión. No importa cuánto tiempo nos lleve, trabajaremos para hacerlo más fuerte y recuperar el tiempo perdido. Vamos a sanar y dejar atrás la pesadilla.

—Hay tanto que debo contarte. —le digo separándome de él cuando ya no escucho sus sollozos.

Asiente secando las últimas lágrimas que caen por sus mejillas.

—Imagino que sí. Pero primero hay alguien que quiere verte. —su mirada va hacia el viñedo.

Frunzo el ceño y volteo para ver lo que está mirando. Y ahí lo veo, caminando hacia nosotros. No lleva ni zapatos ni camiseta, solo un pantalón negro que cuelga en sus caderas.

—Ethan. —jadeo y me levanto rápidamente.

Corro hacia él con todas mis fuerzas. El corazón se me va a salir del pecho mientras me acerco cada vez más a él sintiendo la tierra hundiéndose bajo mis pies. Él también comienza a correr hacia mi encuentro.

Cuando la distancia es mínima, doy un salto y me trepo rodeándolo con mis piernas y brazos. Ambos respiramos aliviados cuando tenemos nuestros cuerpos pegados, sin ningún milímetro separándonos. Él me tiene sujetada de los muslos y hunde su rostro en mi cuello, yo acaricio espalda cubierta con una capa de tierra a la que le resto importancia.

Mi prioridad es que tengo a Ethan aquí, frente a mí.

—Estás aquí. —murmuro.

—Y tú estás bien. —cierro los ojos ante las cosquillas que me causa su aliento cálido chocar con mi piel, sus labios rozan mi cuello enviando una descarga eléctrica por mi columna.

—Estaba tan asustada. —me aparto un poco para mirarlo. Me pierdo en la intensidad de sus ojos cafés. —Creí que no volvería.

Niega levemente y me acomoda cargándome con un solo brazo. Alza su mano y me acaricia la mejilla, ladeo la cabeza hacia sus caricias suaves.

—Memoriza algo a partir de ahora, Mia. —baja su mano y toma mi barbilla en sus dedos, acercando mi rostro lo suficiente para que nuestros alientos se mezclen. —Yo siempre volveré a ti. No importa el tiempo que me tome, siempre volveré a tu lado.

—Lo sé. —respondo acariciando sus mejillas, ambos nos miramos y relamo mis labios. —Lo sé, Ethan.

Sus ojos bajan a mis labios y luego vuelve su mirada a mí, sé lo que quiere sin la necesidad que lo diga en voz alta. Y yo dudo en hacerlo porque también lo necesito. Tomo su nuca con mi mano y lo atraigo uniendo nuestros labios.

¡MOMENTO MITHAN! 

Emoji de lobito y corazón azul si es que le gusta el shipp oficial de Mia y Ethan. 

Uff tantas emociones y tan diferentes en un solo capítulos. A todo esto, ahora los capítulos son un poco más largos, superan las 4 000 palabras. ¿Les gusta eso o prefieren capítulos cortos? Las leo.

Tenía pensado subir este capítulo el martes, pero no me contuve. Necesitaba que lo leyeran.

PREGUNTAS

¿Sorprendidas por el cambio de ojos de Mia? ¿A qué se deberá?

¿Alguien quiso golpear a Cedric con la decisión que tomó? 

¿Cuántos demonios han invocado tratando de pronunciar las frases en gaélico escocés?

¿Lloraron o se rieron con el momento entre Aiden y Mia? Yo lloré, me hicieron recordar que tengo feels. 

¿Más tranquilas sabiendo que Ethan está bien? 

¿Quién gritó con ese último beso? Se hizo esperar, eh.

VOTEN Y/COMENTEN

Mis redes sociales:

Tiktok: angella_248

Grupo de Whatsapp: Enviar mensaje al privado para ser agregado. 


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro