CAPÍTULO 30
Capítulo dedicado a KarlaRamos389
AIDEN
«Lo siento. El número que usted ha marcado, no se encuentra disponible.»
—¡Maldita sea!
Cuelgo la llamada antes de escuchar el timbre del buzón de voz. La ira me gana y lanzo el celular al otro lado de la habitación.
—¡Aiden! —chilla Alina, sobresaltándose en su sitio. —Cálmate, por favor. Me estás poniendo nerviosa.
Le lanzo una mirada incrédula. A ella y a la miniatura que llama perro, el cual suelta un ladrido como si demostrara su apoyo. ¿Cómo me puede pedir eso ante las circunstancias? ¡Mi hermana está desaparecida! ¡Su hermano está desaparecido! Debería estar igual de alterada que yo.
—¿Que me calme? —repito, exaltado— ¡Mi hermana y tu hermano podrían estar desaparecidos! ¿Cómo mierda quieres que...?
—No le hables de esa manera —Paul sale en su defensa. Su mirada es una clara advertencia mientras da un paso hacia mí, dejando de moverse por la habitación y apartando el celular de su oreja.
—Sigue llamando. —le ordeno, ignorando su forma de hablarme.
—No me contestan ninguno de los números que me has dado.
Siento un nudo en el estómago. ¿Ninguno? ¿Ni ella?
—Intenta otra vez. —insisto.
—Ya llamé a cada uno. Tres veces.
—Pues vuelve a intentarlo.
Sabía que esto pasaría. Lo supe desde que el último mensaje que recibí de Ethan era que habían parado en una gasolinera. Cuando intenté decirle que era mala idea, ya era demasiado tarde. Los mensajes no le llegaban y las llamadas no eran respondidas.
Estoy a punto de perder la cordura.
—¿Por qué estamos perdiendo el tiempo? —pregunta Paul. La ansiedad en su tono de voz me está enloqueciendo, al igual que verlo caminar de un lado a otro. —Debemos ir a buscarlos. Convoquemos un grupo de licántropos para ir.
—La ruta desde Chicago abarca muchos kilómetros, Paul —explica Alina—. Podrían estar en cualquier parte. Además, Cedric no permitirá una búsqueda a ciegas.
—Pero... si no está Ethan, el que está a cargo es Aiden. —siento la mirada de Paul puesta en mí, esperando que confirme que está en lo correcto. Está tan desesperado que percibo su disposición a acatar cualquier orden.
Oigo a Alina suspirar.
—Es más difícil de lo que parece.
Sus palabras son como cuchillos afilados clavándose en mi cuerpo. Sé a qué se refiere, y la situación se pone peor. No soporto escucharlos más, me pongo de pie de un salto. Salgo de la habitación sin mirar atrás, dando un portazo que los deja en un tenso silencio.
Camino entre los pasillos, con mi mente pensando a mil por hora. No es tan fácil ir divulgando que Ethan está desaparecido. No sólo alteraría a nuestra manada, también al pueblo. De por sí, Ethan ya llevaba casi un mes fuera de New Mystery antes de conocer a Mia. Eso se pudo cubrir. Pero cada vez se está haciendo más difícil. Si esto llega a las manos equivocadas podríamos enfrentar una rebelión o peor, una invasión.
Necesito encontrar a Cedric o algunos de nuestros líderes de mayor confianza, aunque no me guste la idea, es momento de actuar.
Entonces, en medio de todo ese tornado que se forma en mi mente, llega como una brisa fresca un aroma que detiene mi corazón. Lo reconozco. Y me desestabiliza, porque a pesar del tiempo que ha pasado, lo tengo fresco en mi memoria. Una mezcla de jazmín, romero y vainilla que me dan la sensación de estar en casa.
Es ella.
Ha vuelto.
Estoy por dar un paso más, pero otro olor se asoma. Este es todo lo contrario al primero. Es asqueroso, nauseabundo y tóxico. También lo reconozco con facilidad.
Wolfsbane.
—¡Despejen el camino! —la voz autoritaria de Cedric truena en la fortaleza. Escucho sus pisadas fuertes y apresuradas, los murmullos y exclamaciones de las personas que se encontraban en la primera planta y sus corazones latiendo con fuerza y preocupación.
Empiezo a correr, llevándome a varias personas conmigo en el camino. No me disculpo, pues mi mente está en blanco a causa de la sorpresa. No puedo formular ninguna palabra, tampoco puedo respirar. El corazón me quema como si me hubieran atravesado con un hierro ardiente.
Me detengo con brusquedad a mitad del pasillo cuando veo quienes acaban de aparecer en las escaleras. Cedric lleva un pañuelo envuelto en su rostro a la altura de la nariz. Está cubierto de tierra de pies a cabeza llevando puesto solo un pantalón desgastado, algunos cortes
Mi corazón arde al ver el cuerpo que tiene en brazos. Su cabello se balancea en el aire, su brazo presiona con fuerza su abdomen donde la sangre cae dejando un rastro en el suelo y su ropa está hecha un desastre, está rasgada y manchada de sangre. Puedo escuchar desde aquí su respiración débil.
¿Por qué? ¿Por qué debíamos reencontrarnos de esta manera?
—¡Oh dioses! —Alina sale detrás de mí, corriendo en dirección a su hermano mientras grita su nombre.
—Alina, aparta. Debo llevarla con Rupert. —ordena Cedric. Su hermana obedece y se pone a un lado, pero los sigue mientras ametralla con preguntas.
Yo les sigo detrás, casi pisándole los talones.
Ella abre sus ojos lentamente y gira su rostro hacia mí. Siente mi presencia. Hago contacto visual con su mirada azul y siento como el aire ha salido de mis pulmones. Porque no la había visto hace años, porque nunca pensé volver a verla y porque la última vez que la vi esos ojos que alguna vez me miraban con dulzura y amor fue opacado por el dolor y la decepción que yo le había causado.
—Aiden —susurra.
—Hillary.
—Guarda fuerzas. Después hablan tú y tu novio —interrumpe Cedric abriendo la puerta principal de una patada.
Adelaide y nuestro médico, Rupert, se levantan de sus sitios al vernos llegar. La mujer a la que todos vemos como una madre ahoga un grito llevándose las manos al pecho, horrorizada.
—¡¿Qué ha pasado?!
Su hijo mayor deja a Hillary en una de las camas y esta se queja de dolor, haciendo una posición fetal. Rupert no tarda en acercarse poniéndose unos guantes quirúrgicos para revisar sus heridas. En ese momento alguien más pasa la puerta de la enfermería. Elena se detiene en la entrada con la respiración agitada.
—Le dieron con una bala de Wolfsbane hace una hora.— le informa a nuestro médico. Me mira de reojo y sigue su camino como si nunca hubiera estado ahí.
—¿Estás bien?— le pregunta Alina, inspeccionando el aspecto de la rubia. Está igual de cubierta de tierra que Cedric y tiene alguna que otra herida visible, pero no son de gravedad. Conociéndola, no me sorprendería que todo el trabajo lo haya hecho Hillary.
Asiente en respuesta, sacando del congelador una bolsa de hielo y ponerla en su rostro.
—Un maldito grupo de vampiros nos emboscaron en el camino.
—¿Y el resto? ¿Dónde está? —inquiere Cedric.
—Nos dividimos. —responde. La tensión se hace palpable en la habitación. Alina se lleva las manos a la boca, mirando a su madre. —Yo iba con Ethan y Anna, pero me rodearon y tuve que ir por otra ruta para tomar ventaja...
Dejo de prestar atención a su historia y me concentro en Hillary. Rupert está cortando su camiseta y doy un paso hacia adelante para ver la herida. Me mantengo en silencio, sin saber qué hacer o decir. Mi mente es un caos. Estoy preocupado por Mia, por mi novia, por Ethan y Anna. Yo sabía que esto pasaría. Tenía el presentimiento que esto no saldría bien y podría haber heridos. No puedo evitar pensar que hubiera preferido que sea cualquiera menos Mia y Hillary.
—Ha rozado el hígado. —dice Rupert, limpiando con una gasa la sangre negra de alrededor para ver mejor. Alrededor del agujero de bala, las venas han comenzado a ponerse oscuras y su piel es más pálida. —Tengo que hacerle una ecografía para...
—Es una bala excavadora —interrumpe Hillary. Lo mira tragando saliva.— Puedo sentirlo.
La cabeza me da vueltas. Me aferro al borde la cama, clavando mis puños para mantener el equilibrio. Sus palabras son como una sentencia al más destructivo dolor que haya experimentado. Ya he vivido esto, hace años, pero no hay punto de comparación.
La tarde que regresé de mi sesión con la terapeuta y encontré a mi mamá sentada en un charco de su propia sangre mientras sostenía su abultado vientre entre sollozos, mi cerebro se desconectó de mi cuerpo. En todo el camino al hospital y luego la espera de horas en esa sala fría con Tessa tratando de consolarme no reaccioné. No hablé. No lloré. Era como un espectador que sabía el final y aún así estaba atento a lo que sucedía. Por eso, cuando el doctor salió del quirófano y le dijo a Tessa para hablar en un lugar privado, no dudé en seguirlos para escuchar lo que ya sabía desde hace horas.
«Hicimos todo lo que pudimos. La señora Walker no soportó la cesárea.»
Mamá se había ido. Y no era capaz de demostrar el dolor que me causaba pensar que no volvería a abrazarla ni vería su dulce mirada y su cálida sonrisa. Era lo suficientemente grande para saber que mi mamá se había ido, que ya no volvería a abrazarla o ver su cálida sonrisa cada vez que regresara a casa. Ella se había ido a un lugar mejor, lejos del monstruo que era mi padre, lejos del dolor que le causaba estar condenada a estar a su lado.
«Deja de atormentarte. Yo no moriré.»
Elevo la vista hacia ella, sorprendido. ¿Puede...?
«Sí, puedo oírte. Nunca he dejado de hacerlo.»
Aparto la mirada, con los ojos ardiendo por las lágrimas acumuladas. Podrán pasar mil años y Hillary siempre será la única que podrá atravesar los muros de mi corazón y tomarlo en sus manos para hacer lo que quiera con este. No la merezco. Siempre he creído que los dioses se equivocaron al darle un compañero como yo, roto, inestable e incapaz de cuidar a las personas que quiere. Ella se merece lo mejor. Por eso la dejé ir hace tanto tiempo.
—¿Puedes sacarla? —La voz de Adelaide me regresa a la realidad.
Rupert toma unas pinzas y las acerca a la herida. Ni siquiera hace contacto con su piel cuando Hillary vocifera un grito de dolor, arqueando su espalda. Lágrimas gruesas se deslizan por sus mejillas mientras su cuerpo tiembla por los sollozos.
Intento comprender lo que ha pasado, pero nuestro lazo hace presencia y siento el dolor en mi propio sistema que me nubla la mente. Comienza con una presión en mis músculos que va escalando hasta sentir que se abren y me quema el rastro que deja. Se pone peor con cada segundo.
—No la toqué. —se apresura a decir Rupert.
—Esa bala se ha movido —digo, con la mandíbula apretada. Trato de respirar profundamente. —Cuando lo rozaste... se movió. Lo sentí.
—Su herida se está cerrando. —avisa Alina.
—Es la autosanación. —anuncia el médico, viendo perplejo la herida— Los tejidos van a comenzar a cerrarse y no podré ver la profundidad en la que se encuentra la bala. Y... según lo que dice Aiden, el más mínimo movimiento, la bala va a escarbar más.
—¿Cuáles son las sugerencias? —pregunta Cedric.
—Eso no importa. —interrumpe Hillary. Su voz es entrecortada, su respiración es agitada, su corazón late cada vez más rápido y me asusta pensar que pueda detenerse en cualquier momento por el shock. —Busquen a los demás... busquen a Mia.
—¿Quién es Mia? —pregunta el hermano mayor de Ethan.
—¿Dónde está?— pregunto.
Bajo mi mirada a la herida en su vientre, la sangre negra no deja de salir y temo lo peor. Está envenenando su sangre y atacando sus órganos. Si no logramos quitársela...
No. No pasará.
No la perderé como a mi madre y a Gerouk.
Toma una profunda respiración antes de abrir los ojos y mirarme fijamente.
—En el bosque —dice con dificultad—. Sigue en el bosque.
MIA
La espera comienza a impacientarme. He perdido la noción del tiempo que llevo esperando a Hillary. El mínimo ruido que llega a mis oídos me alerta, esperando sea ella. No sé qué hacer. Ethan dijo que el pueblo no estaba tan lejos. Podría intentar caminar, no me importa hacerlo. Lo que me detiene es que no sé nada de Hillary. ¿Y si los vampiros la atraparon? ¿Y si cuando me voy, ella aparece y no me encuentra?
Dioses, ¿Qué debo hacer?
—¿Piensas quedarte aquí todo el día?
Miro de reojo a David, quien está apoyado en un árbol a un metro de distancia, tal como se lo pedí. No sé porqué se ha quedado después de ayudarme, pero por si se atreve a algo tengo una daga que llevaba además de su espada.
—Ese no es tu problema. —respondo secamente.
—Estás en desventaja —resopla— No estás en un lugar donde puedas camuflarte. Sin mencionar que no sabes defenderte.
Le lanzo una mirada mordaz.
—Claro que puedo.
—¿Así? Sólo mira cómo sostienes la daga. —apunta mi mano que la sostiene, apoyada en mi rodilla flexionada. —No estás alerta. No lo sostienes con la fuerza suficiente para lanzarte a un ataque y la punta ni siquiera está dando al exterior. Hasta un vampiro novato podría desarmarte en cuestión de un segundo.
Me tenso, sintiéndome ofendida por decirme que soy un blanco fácil. Trato de arreglar la postura de la daga, pero lo escucho burlarse y mi molestia aumenta.
—¿Te parece gracioso?
—Admiro tu valentía, pero no es suficiente. —se cruza de brazos— Si me dejaras enseñarte...
—No confío en ti.
—Entonces considérate acabada. —se encoge de hombros, alejándose del árbol y caminando en dirección opuesta a la mía.
—¿A dónde vas?
—¿No es obvio? Me voy —se detiene, girando medio cuerpo para verme— Verás, creí que si te daba tiempo de pensar y calmarte, podría ayudarte. Sin embargo, eres reacia a recibir ayuda y aunque sea inmortal no me gusta desperdiciar mi tiempo.
Aprieto los labios, sopesando mis opciones. O me quedo con él, un vampiro experimentado que puede enseñarme a pelear... o me quedo sola tratando de sobrevivir en este bosque. Por mucho que desconfíe, me trago el sentimiento y elijo la opción más sabia.
—De acuerdo. Enséñame —cedo. Cuando vuelve a acercarse y está a suficiente distancia levanto la daga, apuntando a su corazón.— Pero si intentas algo, te demostraré que no necesito aprender a cómo clavar un cuchillo.
Su mirada tiene un brillo especial. Es como... respeto.
—Entendido. —retrocede, poniendo una distancia entre nosotros para moverse a una velocidad sobrenatural. Estoy anonada y mareada, me cuesta seguir su ritmo con la vista. —Primera lección: No pongas tu confianza en los ojos. Tienes oídos. Úsalos para identificar dónde estoy.
Respiro hondo, asintiendo. Empuño la daga, poniendo la punta mirando hacia afuera como señaló. Entonces me obligo a escuchar los sonidos a mi alrededor: El aullido del viento, las ramas moviéndose, autos pasando por la carretera... y el crujido de ramas y hojas rompiéndose a mi derecha. Abro los ojos y giro instintivamente, levantando la daga al aire.
Pero antes de poder reaccionar. una mano fría como el hielo toma mi muñeca, doblándola y pegándola a mi espalda, haciendo que suelte un alarido de dolor y sorpresa. Me quedo sin aliento cuando la misma daga que tenía ahora rodea mi cuello.
—Muerta —susurra, junta a mi cuello, erizando mi piel con su frío aliento. —No solo te desarmé. También te inmovilice para drenarte hasta dejarte seca.
Me suelta y doy traspiés, jadeando por la conmoción. Giro para quedar frente a frente. Su mirada es seria cuando me devuelve la daga.
—Otra vez.
Repito la acción. Una, dos, tres hasta cuatro veces. En todas me derriba desde diferentes direcciones. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero me duele todo el cuerpo. David no tiene compasión al demostrarme que estoy fallando, su fuerza me sobrepasa y debo tragarme mis palabras cuando me señala mis errores. A estas alturas he perdido el miedo, estoy sumida en la adrenalina y en el deseo de ser capaz de anticipar sus movimientos y atacar.
Para la quinta vez, escucho el crujido y espero un poco antes de moverme. Noto un siguiente movimiento a la izquierda y ataco en esa dirección. David deja de ser una mancha en el aire y se detiene, bloqueando mi ataque. Trata de quitarme el arma y pongo más fuerza en mi agarre para evitarlo.
Estoy a punto de sonreír cuando habla:
—Mejor, pero no es suficiente.
—¿Qué?
—Lograste lo básico. Cuando logres derribarme es cuando puedes considerarlo una victoria. —responde él.
Aprieto los labios bajando la mirada. ¿Básico? ¡Logré saber su próximo movimiento! ¡A un vampiro! Mis hombros tiemblan de la impotencia.
—No estás siendo justo —murmuro.
Se detiene a mi lado, a menos de un metro de distancia. Me toma de sorpresa sentir sus dedos en mi barbilla para levantar mi rostro y obligarme a verlo.
—No sé cuándo volveré a verte. Así que aprovecharé este tiempo para convertir tu miedo en fuerza —habla en voz baja—. Veo potencial en ti, Mia. Si soy blando creerás que es suficiente cuando no es así. Un potencial como el tuyo no es solo para alcanzar la sobrevivencia, es para convertirte en alguien indestructible. ¿Entiendes mi punto?
Asiento lentamente, motivada por sus palabras. ¿Era posible eso? ¿Ser indestructible? No estaba segura, pero si David lo creía tal vez yo también debería seguir su ejemplo.
***
Ha pasado mucho tiempo cuando David considera que es momento de un descanso. Mi cuerpo cae como peso muerto cuando me siento en el suelo, apoyada en un árbol. Tengo la boca seca y el estómago me ruega por comida. Ignoro esa necesidad detallando en la daga.
Es hermosa, perfecta y letal. La hoja curvada de plata refleja la luz del sol, fue modelada para cortar cuellos. Así dice David. Su empuñadura es de acero con un diseño sofisticado que lleva incrustaciones de pequeñas lágrimas de zafiro que forman figuras geométricas. Su vaina tiene el mismo diseño que cubre ambos lados y está bañado en oro. Debe valer millones.
—¿Te gusta? —pregunta, parado a mi lado.
—Es un hermoso trabajo. —comento— Solo había visto esto en los museos.
—Lo hice yo mismo.
Alzo las cejas, sorprendida.
—¿En serio? —pregunto. Él asiente con firmeza. —Es... tienes un gran talento.
—Lo sé —cambia su peso de un pie a otro— Se está haciendo tarde. ¿No tienes a dónde ir si tu amiga no viene?
—Hay un pueblo cerca... pero de solo pensar en dejarla atrás me siento muy culpable.
—¿Por qué?
Muevo mis piernas distraídamente. Mi mente recrea el accidente en la moto y los últimos segundos que estuve con Hillary y siento un malestar en el estómago.
—Los vampiros que nos seguían venían por mí. Nos atacaron en la carretera, ella salió volando por los aires y yo quedé atrapada debajo de la moto. Me rompí la pierna y...
—¿Te rompiste la pierna? —interrumpe. —¿Eso cuándo pasó?
—Hoy. —señalo mi pantalón roto a la altura de la mitad del muslo. La sangre se ha secado y ha sido cubierta por la tierra. Levanto la vista para mirarlo y lo descubro mirando mi extremidad fijamente, como si la estuviera analizando. —Fue ahí cuando nos separamos.
—¿Y te levantaste como si nada? ¿O usaron magia?
Niego con la cabeza.
—Eso fue extraño. Hillary vino, me quitó la moto de encima y... mi pierna estaba bien. Y antes de que lo digas, no fue una alucinación.
—¿Hillary? ¿Hillary qué? Espera —levanta una mano, ladeando la cabeza— ¿A qué pueblo te dirigías?
—A New Mystery. Mi amiga se llama Hillary Cooper.
—Cooper —repite, sus ojos se agrandan por la sorpresa. —¿De la manada O'Pry?
Parpadeo lentamente.
—¿Los conoces?
—El reino al que sirvo está aliado con Ethan O'Pry desde hace mucho.
Me levanto rápidamente.
—¿Conoces a Ethan? —pregunto. Decir su nombre me causa éxtasis y dolor.
Me mira detenidamente.
—Eres su compañera —suelta.
Me sonrojo ligeramente, pero asiento a su afirmación.
—Vaya, mira qué casualidad habernos encontrado —bufa una sonrisa.
—Lo mismo digo.
—Bueno, para tu suerte conozco el camino al pueblo. —se endereza— Te llevaré con la manada y podrán planear juntos cómo encontrar a Hillary.
—¿En serio? —pregunto, sintiendo la esperanza llenar mi pecho.
—Por supuesto. No pienso dejarte sola en este lugar, y allá estarás segura.
—De acuerdo —respondo al borde del llanto, aliviada y feliz de que la suerte esté de mi lado. —¿Iremos caminando?
—Dejé mi auto a unos kilómetros. Había salido a cazar. —se encoge de hombros. Se gira, dándome la espalda —Súbete.
—¿Eh?
—Súbete a mi espalda.
¿Habla en serio?
—Oh, no. No es necesario...
—Llegaremos más rápido. Faltan pocas horas para el anochecer.
Miro el cielo y trago saliva. Pensar en que me lleve a caballito es desconcertante, pero tiene un punto. Caminar nos llevará más tiempo. Así que, tragándome la vergüenza, pongo mis manos en sus hombros para impulsarme enganchando mis piernas en su cadera. David me sujeta por mis muslos y mis mejillas se calientan a un nivel extremo.
—Sujétate fuerte. —ordena. Asiento, envolviendo mis brazos alrededor de sus hombros.
Suelto un grito cuando comienza a correr. Los árboles parecen manchas verdes y deformes conforme las pasamos, su velocidad supera a la velocidad en la que íbamos en la moto. Tengo una sensación de vértigo que me remueve el estómago por lo que cierro los ojos. No quiero vomitar ni marearme, tengo que soportarlo.
Allá voy New Mystery.
Ha pasado siglos, lo sé. No estoy pasando por un buen momento emocional ni familiar y con la universidad estoy peor. Sé que es molesto esperar capítulos ya sea por días, semanas o meses, pero recuerden que detrás de esto soy una persona que siente y que está tratando de sobrevivir a la vida adulta. Espero su comprensión. Me demoro en traerles capítulos, pero siempre dejo mi corazón en cada capítulo para que digan "valió la pena la espera".
PREGUNTAS
¿Se esperaban que Aiden y Hillary fueran pareja?
¿Hillary sobrevivirá?
¿A cuántas les gusta David?
¿Mia tendrá un descanso después de tanto? ¿O algo la espera al llegar al pueblo?
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