CAPÍTULO 23
Capítulo dedicado a todas esas mujeres que han sido víctimas de maltrato. Por las que se fueron y por las que siguen luchando por seguir adelante.
Advertencia: Este capítulo contiene escenas de violencia que pueden afectar la sensibilidad de la persona. Se ha tratado de escribir de la forma más respetuosa posible sin caer en el morbo.
MIA
Miro al hombre que tengo delante de mí sin poder creer que esté ahí. ¿No tuvo suficiente con todos estos años de tortura? Hizo que toda mi vida me sintiera miserable por haber nacido, me hizo sentir escoria y me humilló de la peor forma en tantas ocasiones que me hace falta manos para contarlas. Logré escapar, de rehacer mi vida, tener nuevos amigos, un trabajo, dándome la oportunidad de conocer a alguien... y vuelve a arruinarlo todo.
Resulta tan increíble que, en vez de llorar, quiero reírme por mi desdicha.
Fui una estúpida al creer que mis problemas se terminaban al irme de Portland. Es claro que no sería así mientras Ashton Walker y yo vivimos en el mismo mundo.
—He de admitir que estoy impresionado. —comenta, dando un paso al frente. Había olvidado lo alto que era. Su altura siempre me intimidó. Debería retroceder y volver a la cafetería a pedir ayuda. Pero conozco a Ashton y eso no lo detendrá para llevarme con él. No quiero poner a los demás en riesgo. —Me costó bastante ubicarte en este tiempo.
Me quedo callada unos segundos hasta que decido obedecer a la vocecita en mi cabeza que me grita que sea valiente y le eche cara. Me enderezo en mi lugar, manteniéndome firme. Estoy cansada de mostrar miedo.
—No lo entiendo. —digo negando la cabeza. —Toda mi vida me has dicho lo feliz que te haría que desapareciera de tu vida. Y cuando por fin lo hago, ¿vienes a buscarme?
—¿Crees que dejaré que te vayas de la manera que tú eliges? — pregunta sonriendo con arrogancia. —Estás equivocada. Tú desaparecerás de mi vida de la forma que yo decida, Mia.
—¿Según quién? ¿Tú? —pregunto, desafiante dando un paso adelante. La sorpresa en sus ojos no tiene precio. Está tan sorprendido como yo. Jamás lo había desafiado. Y se siente maravilloso hacerlo. —No te pertenezco, Ashton. Por años he permitido que me trates como quieras y decidas por mí, pero no más. Se acabó Ashton. Me pertenezco a mí misma y no permitiré que decidas por mí, mucho menos arruinar mi vida.
La furia reemplaza la sorpresa en sus ojos. No voy a negar que me da miedo su siguiente paso, pero no lo demostraré. Ya no más.
Por primera vez estoy demostrando fuerza y no dejaré de hacerlo.
—Insolente. — masculla antes de elevar su mano hacia mí, pero soy más rápida y lo esquivo dando un paso al costado y retrocediendo unos pasos. Me apunta con un dedo, está prácticamente temblando de ira. —Pagarás el haber huido y haberme hablado de la forma que has hecho.
—¿Y lo harás aquí? — sonrío mirando alrededor. Estábamos en plena calle y justo en hora punta donde la mayoría de personas salían de sus trabajos y se dirigían ya sea a sus casas o a un restaurante a comer algo. —Adelante, Ashton. Hazlo. No estás en Portland donde tu estúpido jefe de comisaría te salvará de ir a la cárcel.
Eso detona todo.
Hay dos reacciones que el miedo provoca: La primera, es la vulnerabilidad en donde te deja indefenso y expuesto ante el peligro a quien le haces frente; la mayoría quedamos petrificados ante esta reacción provocando nuestra ruina. Y luego está la segunda, que es la supervivencia. Aquella reacción que permite que saques fuerzas de donde no creías posible y te hace luchar para salvarte y convertirte en tu propio héroe.
En este momento, soy invadida por la segunda reacción.
Tan pronto Ashton estira su mano hacia mí, comienzo a correr. Correr lo más lejos posible de él, ignorando sus gritos feroces que me exigen que vuelva. Era iluso de su parte si creía que lo obedecería. Esos días han pasado a la historia.
Son cuarenta minutos de caminata hasta el departamento. Corriendo debe ser menos, sé que puedo lograrlo.
Ignoro las miradas curiosas de las personas, el dolor en las costillas por la fuerza que hago al correr o ese hormigueo que se instala en mis piernas. La curiosidad de las personas es efímera cuando me ven corriendo, ninguno me presta atención. No me sorprende.
Mis piernas me suplican que me detenga, pero lo ignoro y continúo corriendo mientras respiro por la boca. Estoy en mala condición física y sé que en cualquier momento tendré que detenerme. Solo espero que tenga que hacerlo cuando ya esté cerca de casa y pueda refugiarme al lado de las chicas.
El impulso de voltear atrás y ver si me está siguiendo es tentador. Sin embargo, me niego a ceder cuando sé de todas maneras que lo está haciendo. Rendirse no forma parte de su vocabulario. Y del mío tampoco.
Siento alivio al ver que ya estoy cerca. Es una calle a la derecha y estaré a salvo. Las chicas me ayudarán e incluso podría llamar a Ethan, aunque eso significaría revelar ese pasado que tanto quise ocultarle.
Tan pronto doblo la cuadra de mi edificio, una camioneta me cierra el paso incluso subiéndose a una parte de la vereda. Mis ojos se abren al verlo a través del vidrio. ¿Está loco? Pudo haber atropellado a alguien inocente.
Dado a la sorpresa, no logro a frenar a tiempo y choco con el capote. Me duele el abdomen, pero obligo a mis manos a apoyarse e impulsarme a atrás. En esos segundos, como si fuera cámara lenta veo su mandíbula tensa, muestra los dientes como si fuera un animal rabioso, sus labios forman una línea dura y sus manos rodean el volante con tanta fuerza que creo que lo romperá en cualquier momento.
—¡Súbete al puto auto, Mia! ¡No volveré a repetírtelo! — grita con violencia haciéndome brincar del susto ligeramente.
Está totalmente fuera de control. Me hace recordar a cuando me envió por primera vez al hospital. Luce como una bestia.
Niego lentamente mirando alrededor. Maldigo al ver que esta calle es estrecha y su auto es demasiado grande que acapara casi todo su diámetro, me tapa cualquier salida. Regresar por donde vine es una opción, pero tarde o temprano llegaría. Solo me queda una opción...
Entre el capo y la parte de la vereda a donde se ha subido, hay un espacio que puedo saltar si me impulso. Es mi única opción rápida.
«Madre, no permitas que me atrape.»
—¡Jódete Ashton! —grito.
Tomo impulso. De niña solía hacer atletismo y era buena saltando a grandes alturas, hubiera ido a campeonatos de no ser por él que negaba los permisos. Espero que esos años de práctica vuelvan ahora.
Sin detenerme a tomar aire, corro hacia adelante, apoyo las manos en el capo impulsándome hacia arriba y luego deslizándome hasta que mis pies tocan el suelo. Ni siquiera me tomo un segundo para estabilizarme. Sigo corriendo, aunque siento un tirón en la pierna que ralentiza mi ritmo.
No. No. No. No pueden fallarme ahora. No cuando estamos tan cerca.
Visualizo el edificio y una sonrisa se plasma en mi rostro seguido de lágrimas de alivio acumularse en mis ojos. Estoy tan cerca.
Pero, así como llegó el alivio de golpe, también llegó el terror seguido del dolor al sentir una mano agarrar la parte detrás de mi ropa, empujándome atrás con violencia. Me atrapó.
Sé que es cuestión de un segundo impactar con el suelo, pero siento como si demorara una eternidad.
Cierro ojos los ojos cuando mi trasero impacta con el suelo violentamente transmitiendo una sensación de dolor por la parte baja. Mis manos arden debido a que me apoyé en ellas para no caer de completo.
—¿Creíste que podrías escapar de mí? —su voz ronca y gruesa se hace escuchar. Abro los ojos y lo veo mirarme con satisfacción desde arriba. —Pequeña ilusa.
Luego de eso, viene la reconocible bofetada en la mejilla. Casi había olvidado lo que se sentía. Toda esa parte de mi rostro duele y pica. Me sorprende que esta vez no me haya hecho sangrar.
Chillo y trato de arañar su mano con la que sostiene mi cabello y me arrastra. Chillo, grito, pataleo, pero nada funciona. Él me gana en fuerza.
—¡Suéltame! ¡Déjame en paz! — grito conteniendo las lágrimas. —¡Auxilio! ¡Por favor, auxilio!
Suelta un gruñido y me impulsa hacia arriba para estar a su misma altura.
—Nadie vendrá ayudarte, Mia. Estás sola.
Vuelvo a gritar, pero mi grito se interrumpe de golpe. Mi cuerpo no reacciona, no siento los brazos ni las piernas para seguir luchando. Ni siquiera soy capaz de formular alguna palabra. Mis párpados pesan. Trato de mantenerlos abiertos.
La voz en mi mente me pide que resista, que no cierre los ojos. Es inútil.
Antes de cerrarlos, veo como Ashton me carga hasta lanzarme sin ningún cuidado a la parte de atrás del auto. Aprovecha mi estado para amarrarme de pies y manos.
Creo que es consciente de que aún sigo mirándolo porque alza su mirada hacia mí.
—Sería una lástima desperdiciar este momento ¿no crees? — pregunta sonriendo de manera siniestra. — Que se joda Michael. Primero voy a castigarte antes de entregarte a él.
¿Quién es Michael? ¿Dónde oí ese nombre antes?
Esa pregunta fue mi último momento consciente y, sobre todo, libre. Porque en el fondo sé lo que me espera.
Lo siento Tessa. Lo siento Aiden. Lo siento mamá. Lo siento Paul, Lena, Hillary y Anna. En serio quise luchar, pero ya no tengo fuerzas. Finalmente he caído.
***
Lo primero que percibo es agua. Gotas de agua caen por mi rostro y alrededor mío.
Parpadeo lentamente, acostumbrándome alrededor. Todo está oscuro a excepción de un cilindro de metal de donde sale fuego que ilumina débilmente el lugar. Mi espalda está apoyada a una columna y trato de mover los brazos, pero no puedo. Pasa lo mismo con las piernas. Sigo atada con todo el cuerpo doliéndome.
Esto no puede estar pasando. No otra vez.
Me duele mi rostro, mi cuero cabelludo arde por los jalones y la parte trasera de mi cuerpo la siento muy tensa. Me provoca náuseas que sea un dolor tan familiar que mi cuerpo parece acostumbrado.
—No tienes ni idea de lo patética que te ves.
Giro mi rostro buscando a Ashton. Está frente a uno de los cilindros calentando sus manos. La oscuridad y la iluminación que proviene del fuego hace un juego de sombras al contorno de su rostro que le da un aspecto casi diabólico.
¿Dónde estamos? Alzo mi vista y frunzo el ceño. ¿Es un puente? Puedo escuchar no muy lejos de aquí una corriente de agua. ¿Estamos cerca del río o uno de sus canales? Es difícil reconocer si estoy en un lugar que ya conozco.
—¿Por qué? —pregunto. Tengo que escapar, necesito tiempo para pensar qué haré. Incluso si eso significa seguir rompiendo mi corazón. —Toda mi vida me esforcé por hacerte feliz, enorgullecerte, quería que me vieras como miras a Aiden. Que me... amaras igual. ¿Por qué me hiciste tanto daño?
Me mira inexpresivo, hay solo frialdad en sus ojos.
—Porque te odio. —responde— Tú eres la razón de mis desgracias, quiero verte sufrir como yo lo he hecho desde la muerte de tu madre, quiero que experimentes el dolor y te odies tanto como yo lo hago.
Trago con dificultad, ignorando el nudo en la garganta. No, Mia. No llores. No le des esa satisfacción.
—Yo no tengo la culpa de que mi madre se haya muerto, Ashton. —mascullo entre dientes. —Soy inocente.
—¡Mentira! —contengo el aire cuando se acerca a paso airado. Se agacha hasta quedar a mi altura y me agarra la cara, clavando sus dedos en mis mejillas. Duele. —¡Tú asesinaste a tu madre! ¡Eras demasiado para su cuerpo! La mataste desde adentro. Mientras tú crecías, ella moría. Eres la causante de que su vida se apagara.
—No sabes cuánto la envidio. ¿Crees que no sé la vida que llevaba contigo? Decías amarla, pero amar no significa golpearla y abusar de ella. —escupo con rabia y resentimiento. Veo como casi pierdo el equilibrio, tiene la mandíbula descuadrada y sus ojos se abren de sorpresa. Sonrío victoriosa. —No eres mejor que yo, Ashton. Eres peor.
—Maldita.
—Acúsame de lo que quieras, cúlpame, pero ambos sabemos quién es el verdadero culpable. —no sé cómo he logrado decir todo esto, pero no pienso detenerme. Volteo a mirarlo y en ese momento, su mano rodea mi cuello haciendo presión. Me falta el aire, y, aun así, mantengo mi sonrisa. —Sé que donde sea que esté, ella es libre. Libre de tus humillaciones y maltratos. Así como yo lo seré en breve. ¿Crees que la muerte será mi castigo? Te equivocas, Ashton. —suelto una risa desquiciada, negando con la cabeza. —Por fin descansaré, voy a ser libre como mi madre.
Entonces comienza la rutina a la que he estado acostumbrada.
Los segundo son una eternidad mientras el dolor toma cada parte de mi cuerpo. Estoy callada, no me quejo, no grito, ni lloro. Nadie vendrá a salvarme, nunca lo han hecho. Cada vez que se desquita conmigo, siento que el aire se escapa de mis pulmones y me pregunto cuándo será el momento en el que no vuelva a ingresar a mi sistema.
Si puedo salvar algo bueno de esto, es que siento una paz en mi interior que no había sentido hasta ahora. ¿Será esta la sensación que dicen las personas a punto de morir? Los últimos siete segundos de tu vida, la transición a la muerte, cuando te das cuenta que todo está llegando a su fin. Si es así, es agradable.
Si es la hora de irme, está bien. Me alegra que al menos luché por cambiar mi vida y estuve cerca de cumplirlo. Hice cosas que antes resultaba imposible imaginar. Me duele que no volveré a ver a las chicas, nunca podré reencontrarme con Paul, Lena, Landon, Tessa, Dom y Aiden. Nunca podré saber cómo habría sido mi cita con Ethan...
Cierro los ojos esperando lo inminente. Esta no tengo miedo. Espero a la muerte como una vieja amiga que me ayudará a encontrarme con mi madre.
Pero ese momento nunca llega.
No sé si forma parte de la muerte, pero estoy alucinando que hay una mujer acercándose con la sombra de un gran perro acercándose.
ETHAN
Las alertas en mi cabeza se activaron tan pronto sentí un ardor en la mejilla que no me pertenecía. Era una señal de que algo iba mal. Algo estaba sucediendo con Mia.
Miré la hora en mi celular. Faltaba casi dos horas para encontrarnos. ¿Qué podría estar yendo mal? ¿Y si algo había sucedido en la cafetería?
Recuerdo que de niño solía dejarme llevar por los presentimientos que solía tener ante cualquier situación. Mamá trató de corregirme diciéndome que no siempre podían ser verdad, pero papá solía decirme casi lo contrario.
«En cierta parte, tu madre tiene razón. No siempre los presentimientos serán correctos, pero a veces debes dar un salto de fe, Ethan.»
Salgo del departamento en dirección al restaurante. No estaré tranquilo hasta no saber que Mia está bien, debo comprobarlo por mí mismo. Las llantas de mi auto chirrían en el suelo mientras conduzco sobre la velocidad mínima. Durante todo el camino trato de rastrear su aroma o leer sus pensamientos, pero hay una gran distancia entre nosotros que me limita. No tendríamos este problema de no ser porque nuestro lazo está regulado debido a que aún no la he marcado. Me desespera estas malditas reglas.
Estaciono el auto frente a la entrada sin importarme en lo más mínimo si lo hice bien o que está prohibido hacerlo. Abro la puerta y la busco desesperadamente con la mirada. No la veo y eso me pone enfermo. ¿Está en la cocina? Me tomo un momento para respirar hondo. Siento su aroma, pero se está desvaneciendo.
¿A dónde ha ido?
—Hey. —en mi campo de vista aparece Marcie. —¿Qué haces aquí?
—Hola Marcie. ¿Has visto a Mia? —pregunto, inquieto haciéndome crujir los dedos, un mal hábito que tengo desde niño.
—Se fue hace poco. —sonríe con picardía— ¿No aguantas las ganas de verla? Tienes que ser paciente, hombre. Te llevarás una gran sorpresa.
Así que ella no sabe nada y piensa que Mia se fue a arreglarse. Mierda.
—No lo dudo. —sonrío tenso. —Bueno, en ese caso también me voy. Cuídate, Marcie.
Me guiña un ojo amigable antes de alejarse para atender a sus clientes.
La angustia vuelve a mí mientras salgo del restaurante. Es entonces que me detengo cuando percibo un aroma. Mia. Pero hay algo extraño. No es un aroma cualquiera, está cargado de... miedo.
—¿Qué está sucediendo? —de reojo, la veo pararse a mí lado. Quizás sintió mi presencia que seguramente apesta a angustia. Suelta un suspiro de exasperación cuando no le respondo. ¿Qué se supone debo decirle? —Ethan, dime.
—Algo le pasó a Mia. —las palabras salen de mi boca con pesadez. Todavía sigo mirando la calle por donde sigue el rastro de Mia. —No sé cómo explicártelo. Solo sé que algo ha pasado.
Suelta una maldición en gaélico escocés, la veo moverse entrando al restaurante y en menos de dos minutos sale con sus cosas. Estoy por empezar a caminar cuando se detiene con la mirada perdida. Me vuelvo por completo, sus ojos se mueven de un lado a otro y reconozco enseguida que ha visto algo.
—¿Hillary?
Regresa en sí y lo que veo no me gusta en lo absoluto. Hay sorpresa y terror en sus ojos, se mueve nerviosa, como si no estuviera segura de qué hacer. Mira hacia la calle con suma atención, como si buscara algo. Al final chasquea la lengua y detalla en mi auto.
—Tú conduce y yo dirijo.
No necesito que lo repita dos veces antes de subirme al auto al mismo tiempo que ella. Enciendo el auto y pongo a toda marcha. Durante el camino trato de seguir el aroma de Mia, pero es muy confuso para reconocerlo con facilidad; así que tengo que confiar en Hillary que mira por la ventana con tanta atención y sin moverse que juraría está petrificada. Seguimos así hasta que me ordena que me detenga justo unos metros antes de la entrada a su edificio. Salimos del auto y camino detrás de ella hasta que se detiene en un punto donde se agacha para tocar el suelo.
Entonces lo noto.
Marcas de llantas. Se ven frescas y atraviesan todo el pasaje, señal de que se subieron a la vereda. Por la curva diría que el conductor frenó con tanta violencia que es una sorpresa que no se haya accidentado. Estaba tratando de cerrarle el pase a alguien... un momento, ¿cerrar el...?
No.
No puede ser eso.
Por Dagda, no puede ser.
Deseando que no sea lo que estoy pensando, comienzo a respirar hondo tratando de descubrir un olor diferente. Y para mi desdicha, encuentro el dulce aroma de flores silvestres.
—Ashton la encontró. —murmura Hillary a mi lado, arrodillándose para tocar las marcas. Jadea y se lleva una mano a la boca. Su mirada se alza por primera vez y mira en dirección a los edificios que están detrás de mí. — Oh Dios mío, la cazó y la persiguió hasta aquí. Se la llevó.
No.
No.
No.
Esto no puede estar pasando.
Miles de pensamientos pasan por mi cabeza ahora mismo, entre ellos recuerdos de Mia sonriendo, riendo, su mirada alegre, los momentos que pasamos juntos...
Esto no puede estar pasando. Siento que una parte de mí está muriendo.
El pánico se apodera de mí al ser consciente que está nuevamente con Ashton. Me mata imaginar lo que le hará ahora que la ha encontrado.
Si la mata, me muero. No puedo vivir sin ella.
—Búscala. —jadeo, sin aire. —Hillary, haz lo que tengas que hacer. Pero encuéntrala. —me llevo las manos al cabello.
—Ni siquiera debes pedirlo. —se pone de pie, sacudiendo sus lágrimas. Contiene las lágrimas que asoman sus ojos y respira hondo para concentrarse. Estira sus manos a sus costados, con sus palmas mirando hacia arriba. —Dea Lady, leig dhomh faicinn tro shùilean Mia.
Espero unos segundos que se hacen eternos antes que sus ojos se pongan en blanco mientras entra en un trance al que pocas veces la he visto.
—Ethan, debemos volver a tu auto. Deprisa. Vas a tener que guiarme.
Asiento, aunque no me vea y la tomo con cuidado de los hombros para llevarla al auto y ayudarla a subir y sentarse. Soy cuidadoso al momento de moverla, porque sé que la más mínima alteración puede romper su conexión.
Cuando pongo el auto en marcha, conduzco siguiendo sus indicaciones. En ocasiones volteo a verla por unos segundos para ver que esté bien. La sensación de vacío crece en mi interior porque hay muchos sentimientos que se reflejan en su rostro.
Dolor, tristeza, preocupación, miedo...
Rezo como nunca a los dioses para que no sea demasiado tarde. Odio no poder saber con exactitud qué sucede con Mia. Necesito que el lazo esté concluido, no puedo con esta incertidumbre.
Finalmente llegamos hasta detenernos cerca del puente que cruza arriba del Río Chicago. De alguna manera es un alivio saber que sigue en la ciudad.
En ese momento, Hillary sale de su trance y parpadea como vampiresa para ver a su alrededor. La sangre cae de su nariz y se limpia, restándole importancia. Se baja del auto y yo la sigo para rodear el lugar.
Voltea a verme y hay pura ira en su rostro.
—Transfórmate.
En cuestión de segundos, mis huesos se quiebran, mis extremidades se deforman hasta que mis pies y brazos son reemplazados por unas enormes patas peludas de un color negro como el carbón. En el suelo quedan pequeños trazos de mi ropa.
Sigo a Hillary, quien baja por unas escaleras de concreto poco cuidadas y hasta agrietadas. Caminamos sigilosamente por un sendero, atentos a cualquier movimiento o amenaza que pudiera estar vigilando, pero no hay nada. ¿Ashton estará trabajando solo sin Dane y Michael?
Nos detenemos cuando oímos unos sonidos próximos a nosotros. Son como... quejidos. Y en ese momento comienzo a sentir dolor en todo mi cuerpo, demasiado dolor que me hace tambalear por un momento. La respiración se me dificulta.
Esto no viene de mí. Es de Mia. El dolor es de Mia.
Me adelanto y troto guiándome de los sonidos entremezclados. La sangre hierve en mis venas y no apenas soy capaz de razonar. Maldito infeliz.
Cuando llego a mi destino, soy incapaz de seguir. Estoy petrificado por la escena que tengo al frente. Si estuviera en mi forma humana apenas sería visible lo que tengo ante mis ojos. La pequeña iluminación de los cilindros con fuego y mi visión nocturna me hacen ver todo claro. No tengo que ser adivino para saber quién es la escoria que tengo a unos metros de mí.
—¡Mírate nada más! ¡Tirada en el suelo donde perteneces! —masculla con diversión. Ella ni hace el intento de protegerse. Demonios, ¿Por qué no puedo reaccionar? Creo que lo sé. Nunca había sido testigo de algo tan crudo como lo que estoy viendo. Jamás había visto a un malnacido tratar a una mujer de una manera tan salvaje. Mis padres y mi manada me enseñaron que las mujeres eran valiosas. Unas princesas guerreras que debíamos respetar. —Me das tanto asco.
No soy yo cuando me lanzo hacia adelante.
Todo sucede demasiado rápido.
La distancia se corta hasta ser nula. El cuerpo de Ashton está debajo del mío y se sacude, me golpea con su brazo libre en el hocico en un vago intento de que suelte su otro brazo. Lo mataré. Pero no cedo, porque la ira es demasiada y solo fortalece la fuerza en mis dientes. Haré que pague. No reconozco mis gruñidos mientras lo zarandeo. Pagará muy caro haber tocado a Mia. Sus ojos destilan ira y luego... horror acompañado de un grito de dolor cuando un sabor metálico invade mi boca y su cuerpo cae al suelo.
Él se sacude sin dejar de gritar al ver el vació su costado. Se arrastra sosteniendo su hombro, en un intento de contener la hemorragia. Ve con estupefacción cómo dejo caer lo que estaba entre mis dientes. Ni yo mismo lo proceso, ya no está solo en mi boca el sabor metálico, está en el aire y en el suelo, oscureciendo esa zona.
En ese momento de duda y consternación, Ashton aprovecha en sacar algo de su bolsillo y desaparecer en una bruma. Me quedo observando el lugar donde hasta hace un segundo.
Huyó. El desgraciado huyó.
—Tú. O-otra v-vez... t-tú.
Giro mi cabeza hacia un metro de distancia. Hillary está ahí, sosteniendo a Mia entre sus brazos, quien trata de mirarme a través de los golpes. Su rostro está...Oh mi gatita, ¿Qué te hicieron?
Antes de pueda ver lo que hice, me acerco a ella, regresando a mi forma humana en el camino. Me acerco a ella, ignorando por completo la cara de horror de Hillary. Porque sí, ella lo vio todo y está tan sorprendida como yo.
—Gatita. —digo con dolor. Me arrodillo frente a ella, mis manos tiemblan y soy incapaz de tocarla. No me siento digno de hacerlo y menos estando manchado de... —Por los dioses, Mia, perdóname. No te protegí.
—Ethan. —susurra mi nombre débilmente y mi alma arde, porque a pesar de las circunstancias me llama con alegría. Dudo mucho que sea consciente de que estoy aquí realmente.
El horror se hace presente. Sus ojos están por cerrarse, su ropa está rasgada y sucia al igual que los contornos de mi boca. Creo que tiene varios huesos rotos.
Me está matando verla así. Dioses, no puedo describir lo que siento al verla bajo estas circunstancias. Es tan doloroso que me rompe el alma, me cuesta respirar y las lágrimas de ira, culpa y tristeza se acumulan en mis ojos. Quiero gritar y me maldigo por no haber podido llegar antes.
Mi mundo se derrumba. No la protegí. No llegué a tiempo y... fallé. Las palabras de Irina resuenan en mi mente. He fallado. No cumplí mi palabra de mantenerla a salvo.
Maldito Ashton, ojalá se muera desangrado y se pudra. Y de no ser así, yo mismo me encargaré de cazarlo y quitarle absolutamente todo para dárselo a Mia como un regalo. No me considero un hombre violento, pero por Mia me convierto en el mismo demonio de ser necesario.
Planearé mi venganza después. Ahora lo único que me importa es curar a Mia y llevarla a un lugar a salvo. Chicago ya no es seguro. Es hora de irnos a New Mystery.
—Estoy aquí gatita. — le aseguro, levantándome y caminando de regreso a mi auto. —Nos vamos de aquí.
NOTA DE AUTORA:
Este capítulo se lo dedico a todas esas mujeres que han sido víctimas del maltrato ya sea por sus parejas o por parte de algún pariente, conocido que traicionaron su confianza. Mi propósito al tocar este tema tan delicado que se ve ahora en la realidad que vivimos es hacerles ver a las jóvenes incluso niñas que no está bien permitir el maltrato por nadie. Eres mujer, vales oro, eres valiosa, eres una reina que merece ser tratada como tal. Nadie tiene el derecho a ponerte un dedo encima y a tratarte de la forma que quiere.
Acá en Mia vemos una historia que puede ser real en la vida cotidiana que podemos ver ya sea a nuestro alrededor o a en las noticias. Miles de mujeres asesinadas o al borde la muerte simplemente porque se callaron por miedo o por creer en falsas promesas. No esperemos a llegar al punto que Mia tuvo que pasar para abrir los ojos. Ante la primera alerta ponle un alto. No están solas chicas, uniéndonos podemos hacer el cambio.
PREGUNTAS
¿Alguien más sufrió con lo que nuestra Mia ha pasado?
¿Les gustó la forma en cómo quiso defenderse?
¿Alguien extrañará a Marcie? ¿O quieren que Marcie siga apareciendo?
Hillary tiene poderes, ¿Qué creen que sea?
¿Qué creen que sucederá en el siguiente capítulo?
VOTEN Y/O COMENTEN
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro