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CAPÍTULO 2

MIA

Es curioso la forma en cómo tomamos importancia a cosas que antes ni siquiera tomábamos atención.

En mi caso, por ejemplo, he venido muchas veces a Salmon Street Spring a sentarme en el mismo árbol que probablemente lleva más años que yo en este mundo y ha tenido el privilegio de estar frente al Río Willamette, observando cada día los botes o pequeños barcos llenos de turistas o personas que se toman un respiro de su vida cotidiana para disfrutar de algo tan simple como un paseo. Nunca me detuve a solo ver, solo venía a pensar en mi desastrosa vida o en el mejor de los casos esperar a que mis amigos vengan para luego ir a otro lugar.

Pero ahora a tan solo días de graduarme e ir a la universidad, me doy cuenta de lo mucho que extrañaré este lugar en los próximos cuatro años que estaré fuera de la ciudad y, aunque suene estúpido, extrañaré a mi padre. Después de todo, él es el único pariente que tengo y quien se encarga de darme lo que necesito para vivir y estudiar. Además, es mi padre y una parte de mí siempre lo amará y va a tener la esperanza de que reflexione sobre lo hace, me pida perdón, cambie y seamos la familia que hemos tenido que ser.

Tal vez la distancia ayudará a que eso pase. Él podría darse cuenta con el tiempo mientras yo persigo mi sueño de graduada de Psicología en la universidad de Yale.

Tengo fe en mi misma de que he logrado entrar. Pasé los últimos años de la preparatoria esforzándome en sacar sobresalientes y talleres extracurriculares para conseguir los créditos necesarios para enviar mi carta de solicitud y me esforcé bastante en impresionarlos en la entrevista. Y ahora estoy aquí, esperando y revisando cada hora mi correo esperando el tan anhelado "Ingresó".

No sé qué haré si no ingreso. No envíe solicitudes a otras universidades, Yale siempre fue mi única opción y no entrar será un golpe muy fuerte para mí. Pero trato de no ser pesimista, quiero creer que lo he conseguido.

Voy a conseguir entrar. Seré psicóloga y ayudaré a las personas a superar sus problemas, seré quien los escucha cuando sientan que nadie lo hace y quien les ofrezca una mano cuando sientan que se ahogan en su sufrimiento o ya no puedan seguir avanzando. Sé por experiencia propia lo que se siente sentirse así, sola, incomprendida, atrapada en tus problemas y no poder hablarlos con alguien para no preocuparlo o ser criticado o menos preciado. Es una sensación dura que te mata, te consume lentamente. Y por saber lo que se siente es que yo quiero ser esa persona que esté dispuesto a ayudarlos, que reciban la ayuda que yo nunca recibí.

—¿Cómo está la chica más sexy del mundo?

La voz detrás de mí me toma tanto de sorpresa, que me encojo asustada pero me recompongo rápidamente para que Lena no se dé cuenta de que de verdad me ha asustado.

—No me grabes. —protesto cubriéndome el rostro.

La escucho soltar una risita.

—Solo es para mi Instagram. —se encoge de hombros sentándose a mi lado, cruzando sus tobillos. —Entonces... no has respondido a mi pregunta.

Me asomo para ver que haya guardado su celular y al no encontrar el cascarón de amarillo, bajo el bolso que me cubría.

—Estoy bien. —respondo llevando mis piernas a mi pecho y rodearlas con mis brazos. —Ansiosa por saber la respuesta de Yale, es todo.

—Deben aceptarte o se perderán a una excelente alumna. — me anima. —Aunque... —reflexiona— se están demorando en enviarte una respuesta.

Asiento suspirando pesadamente, consciente de lo que dice.

—Llamaré más tarde a la secretaria. Tal vez se les olvidó o se perdió.

—Es posible.

—¿A ti ya te respondieron?

Sonríe entusiasmada.

—Oficialmente estás frente a una estudiante de Columbia. —alza los brazos en modo de victoria.

Nunca entenderé porque estudiará Pediatría cuando ella no tolera a los niños por mucho tiempo. Siempre creí que estudiaría algo relacionado a comunicaciones dado que estaba en la revista de la preparatoria y sube tutoriales de maquillaje en sus redes, es una conocida youtuber. Pero supongo que no importa. Se ve feliz con la decisión y yo lo estoy por ella.

Después de todo, hemos sido amigas desde hace mucho tiempo y aunque somos polos opuestos, hemos estado para la otra en las buenas, malas y en las peores. Somos el típico cliché de amigas.

—Me alegro por ti Lena. — le digo con sinceridad abrazándola con fuerza.

—¿Y para mí no hay?

Ambas chillamos cuando Paul aterriza a nuestro lado.

Yo cierro los ojos con fuerza. ¿Hoy el día de asustarme?

—Sí, pero no vuelvas asustarnos de esa forma. —lo regaño antes de abrazarlo.

Él se unió a nosotras cuando estábamos en la primaria. Primero nos hicimos amigos ambos y luego le presenté a Lena. Ha sido ese amigo consejero, protector y compañero de películas, series y aventuras que he podido tener cuando mi padre sale de viaje o no está en casa. Es increíble y lo quiero mucho. Él junto con Aiden son los únicos chicos a quienes he querido y dejado tomar un lugar importante en mi corazón. Paul es como mi hermano gemelo ya que nacimos el mismo día, tenemos una conexión muy fuerte.

Nuestra amistad es tan grande, que ambos iremos a Yale. Él estudiará Fotografía y planeamos alquilar un departamento para nuestra comodidad. Ha sido nuestro sueño desde que los doce años, cuando a él le regalaron su primera cámara fotográfica.

—¿Por qué se tardan tanto en darnos una respuesta? — me pregunta un tanto nervioso recostándose y poniendo su cabeza en mis piernas.

—Ni idea. Sólo espero que se den prisa o sufriré un ataque de ansiedad. —juego con su cabello y hago pequeñas trenzas.

—Oigan, dejando a un lado sus preocupaciones. — interviene Lena sonriente. — Hoy habrá fiesta en casa de Landon. ¿Se animan a venir?

Landon es el novio de Lena desde hace dos años y lo hemos incluido a nuestro grupo desde aquel entonces y nos cae genial, es un chico muy divertido. Son el prototipo de la pareja perfecta que fueron los reyes del baile y que se espera se casarán y tendrán hijos. Yo pienso lo mismo. Ellos se aman con locura.

—Cuenta conmigo. —Paul alza la mano. —Será el baile de despedida.

—Y conmigo. —contesto seguidamente. —Mi padre no volverá hasta el día de la graduación.

Tras la agresión y el enfrentamiento de Tessa, mi padre se fue a Tokyo a negociar el nuevo lanzamiento de aparatos tecnológicos que favorecerían el mantenimiento de los hogares. Y según Dominic, quien lo llevó al aeropuerto y escuchó sus conversaciones, no regresaría hasta ese día para mantener las apariencias.

—¡Estupendo! —exclama la castaña aplaudiendo alegremente antes de que el chico que está detrás de ella cubra sus ojos con sus manos.

—¿Quién es la reina de mi vida? — pregunta el pelirrojo guiñándonos un ojo a Paul y a mí.

Lena sonríe ampliamente.

— Obviamente yo. — se levanta para rodearlo con los brazos y besarse un poco subido de tono.

Me sonrojo apartando la mirada. Nunca me acostumbraré a sus muestras de cariño.

—¡Oigan ya paren! Hay ojos vírgenes que no desean ver esas cosas. —se queja Paul haciendo una mueca de asco.

Me río ante su comentario y cuando me cubre los ojos con su mano.

—¡Por favor! Has visto cosas peores y te atreves a hablar de mí. —escucho a Lena chillar.

—Hablo de Mia, tonta. Está chiquita para ver esas cosas.

—¡Hey! —protesto apartando su mano.

—¿Van a ir a la fiesta? —pregunta Landon cambiando de tema y sentándose detrás de ella para que pueda recostarse en su pecho.

Ambos asentimos.

—Genial — dice alegre—. Por cierto, ya me respondieron de Columbia e ingresé.

Lena pega el grito más agudo que hayamos escuchado y lo llena de besos ambos cayendo hacia atrás, ignorando las arcadas que hace Paul.

Luego de que terminan su sesión de besos, ambos lo felicitamos y para celebrar, propongo ir a nuestro restaurante favorito de hamburguesas a lo que no dudan en aceptar. Y es durante ese trayecto, entre risas, que puedo olvidarme de lo que paso a diario y me permito ser feliz.

***

El día pasa rápido y sin darme cuenta, estaba terminando de maquillarme para ir a la fiesta de Landon.

Cuando mi padre no está, la casa es un mundo diferente. La música reina en la casa y todos nos tratamos como una pequeña familia haciéndonos bromas o mirando películas y series. Solemos turnarnos para lo último. Hoy era mi día, así que Bruno Mars se escuchaba por los parlantes luego de que vimos Orgullo y Prejuicio durante la cena.

Una vez que termino mi maquillaje suave, observo el vestido que llevo puesto. Es de un color rosado palo que me llega hasta la mitad de mis muslos con unos tirantes gruesos y encima una chaqueta negra. Para terminar mi estilo, tenía unas zapatillas bajas de color blanco y mi cabello lacio con la raya en medio.

Bien, luzco presentable. Ahora toca practicar mi sonrisa frente al espejo. Mi padre es un hombre influyente en la ciudad, yo estoy en una de las mejores instituciones privadas y debo guardar apariencias.

Tengo algunas reglas que seguir para evitar más castigos.

No salir desarreglada a la calle bajo ningún término.

No cometer el ridículo que pueda ponerme en boca de todos.

Y trato de seguirlas al pie de la letra.

Debo parecer la hija perfecta con la vida perfecta y con un padre perfecto que me consiente en todo.

—Mia. —Tessa toca la puerta delicadamente. — Paul acaba de llegar.

Respiro hondo y chasqueo la lengua cuando noto mis dedos temblar. Sí, estoy nerviosa, como siempre cuando voy a salir con tanta gente que me conoce.

—Dile que bajo en un momento.

Escucho sus pasos alejarse.

Cierro los ojos y asiento con la cabeza.

Bien, todo estará bien. Sonreír, saludar a los demás y no alejarme de Paul en ningún momento. Es sencillo. Puedo hacerlo.

Guardo mi celular en el bolsillo de mi chaqueta y me cuelgo mi pequeño bolso donde llevo lo esencial en caso deba retocarme el maquillaje, las llaves de la casa y un poco de dinero.

Salgo de la habitación y camino por el largo pasillo hasta las escaleras, ahí me encuentro a Tessa subiendo las escaleras. Sonríe al verme y se detiene enfrente de mí.

—Estás preciosa, mi niña.

Sonrío ampliamente.

—Gracias. Te veo más tarde. —la beso en la mejilla a modo de despedida.

Bajo las escaleras y me encuentro a Paul con una camiseta celeste que combina con sus ojos, un jean azul ajustado con unas zapatillas negras esperando sentado en el sofá de color gris.

Al notar mi presencia, sonríe levantándose.

—Wow. De no ser por las zapatillas y esa chaqueta, daría por asegurado que estás yendo a los Grammy. —halada antes de silbarme.

Me sonrojo de inmediato y río como tonta.

—Digo lo mismo de ti. —confieso caminando con él a la puerta principal.

—Lo sé, soy guapísimo. —dice con tono presumido guiñándome un ojo mientras nos acercamos a su camioneta blanca.

Ambos nos subimos y nos alejamos de mi casa que está a las afueras de la ciudad entre el bosque y la carretera que conecta a otras pequeñas ciudades. Nuestra casa es la única en el sector, mi padre la heredó de un familiar desconocido que la construyó unas décadas atrás.

—Por cierto, —despliego mi mirada de los bosques hacia él cuando habla después de unos minutos en silencio. —no me había dado cuenta pero tenía la respuesta de Yale en correos no deseados. —ríe. —¡Ingresé! ¡Y eso quiere decir que ambos lo hicimos!

Nunca, pero nunca, había tenido que esforzarme tanto para no ponerme a llorar como en ese momento.

Sus ojos celestes brillan en la oscuridad del auto al igual que sus dientes al sonreír. No puedo oír sus palabras entusiastas porque solo escucho mi corazón quebrándose.

Él entró.

Entró a Yale.

—¿Cuándo te enviaron la respuesta? —interrogo en voz baja deseando que no note el dolor en esta.

Aparentemente no porque me sigue mirando sonriente.

—Hace dos semanas. ¿Puedes creerlo? ¡Dos semanas! Y nosotros tan preocupados. —vuelve a reír negando.

El hueco en mi pecho no hace más que agrandarse.

Hace dos semanas que enviaron las respuestas y la mía nunca ha llegado ni en físico o electrónico. Jamás lo ha hecho y cuando llamé en la tarde no me respondieron porque estaban en otra llamada.

Mi cabeza da vueltas y palpita pero nada comparado a esa horrible sensación que tengo en el pecho que me duele, arde y provoca que me clave las uñas en las palmas de las manos y mis ojos me piquen.

¿Por qué? ¿Es que fui tan mala que ni querían perder tiempo con decir que fui rechazada?

De pronto mis sueños comienzan a ser solo eso, sueños que desaparecen con facilidad. Desilusión, decepción y frustración son todo lo que soy ahora. No puedo creerlo. Es mi culpa, sí, es mía y solo mía. Debí hacer más, mucho más, no fue suficiente las noches sin dormir o las interminables horas en la biblioteca estudiando. Nada fue suficiente. Estoy arruinada, acabada.

¿Qué haré ahora? ¿Esperar al próximo semestre? ¿Sola en Portland mientras todos se van? Oh Dios, voy a morir.

—¿Mia?

Giro para verlo y veo como su sonrisa se borra al verme.

—¿Por qué lloras? —se detiene a un lado de la carretera.

No puedo decirle que no entré, no ahora. No quiero arruinar su felicidad, él se esforzó mucho, pasó muchas horas dedicándole tiempo a la edición de sus fotos para mostrar en su entrevista, se merece ser feliz porque su trabajo ha tenido los frutos deseados.

No puedo ser mala amiga, no quiero serlo.

Así que hago lo que mejor sé hacer.

Mentir.

—¿Acaso no te das cuenta? —río que se mezcla con un sollozo. —Nos largamos de Portland. ¡Nos vamos a Yale!

Entonces él ríe y me abraza con fuerza atrayéndome a su cuerpo.

—¿Ingresaste?

No.

—Sí. —digo riendo y alejándome. —Pensaba decírtelo allá para celebrar.

Estalla en carcajadas y vocifera un grito de triunfo.

—¡Ingresamos a Yale, maldita sea!

Río asintiendo y dejo que las lágrimas se deslicen por mis mejillas.

Que piense que lloro de alegría, y en realidad lo son en parte. Estoy feliz por él, porque seguirá nuestros sueños, conocerá Yale, recorrerá los pasillos y estudiará allá.

Ya lloraré más abiertamente cuando esté en mi habitación.

Veinte minutos después de tanto hablar sobre nuestro futuro apartamento y las opciones que ha visto, llegamos a la casa de Landon donde hay varios autos reconocibles de algunos compañeros de instituto.

Al bajar, la música electrónica suena hasta la entrada. No nos preocupa mucho los vecinos porque vive al inicio del bosque. Técnicamente, es mi vecino más cercano.

Paul y yo entramos tomados de la mano saludando algunos conocidos e intercambiando algunas preguntas antes de seguir en búsqueda de refrescos. La primera media hora la pasamos entre bailar y descansar, no hay rastros de Lena y Landon por algún lado. Seguramente están por ahí.

—Ya vuelvo. No te vayas. —anuncia Paul en mi oído antes de irse de mi lado.

Lo veo acercarse a una chica muy guapa que si no me equivoco es del equipo de porristas y se mezclan entre la improvisada pista de baile.

Genial. Y yo que pensaba que no me alejaría de él.

Camino cerca de nuestra ubicación y me detengo cuando el grupo de Lenguaje me pasa la voz. Me acerco y hablo con ellos hasta que siento mi celular vibrar en mi cintura.

Pido disculpas antes de alejarme para sacarlo y coger la llamada pero esta cuelga en el momento que lo saco. Llamada perdida de mi hermano.

Mascullo entre dientes una palabra grosera y salgo por la puerta trasera de la cocina hacia el bosque. Hay demasiado ruido en la casa y sería imposible poder hablar con él.

Me detengo a una distancia considerable y marco su número. Qué raro que me llame dos veces seguidas, hoy en la tarde también lo hizo.

—¿Por qué tan sola, preciosa?

Alzo mi mirada y me pongo recta cuando veo a un hombre mayor con una barba pronunciada vestido como cazador acercándose con una sonrisa que me provoca asco. Sus pasos son torpes. Está borracho. Demonios.

—Déjeme en paz. —respondo cortante retrocediendo.

Su sonrisa se hace más grande y me mira de arriba abajo, deteniéndose a la altura de mi pecho.

—Cielos, eres una muñequita. Nos la vamos a pasar muy bien. —se acerca más hasta que solo hay un metro de distancia.

El corazón me va a estallar.

—No se me acerque puerco.— retrocedo más rápido.

Debo volver a la casa lo más pronto posible. Fue una mala idea venir sola.

—Ah no. Tú no te vas a ir a ningún lado.

Y en un fragmento de segundo, adelanta sus grandes pasos y me toma de la cintura, cargándome y adentrándome más al bosque.

—¡No! ¡Suélteme! ¡Auxilio! ¡Por favor, que alguien me ayude! —grito con fuerza golpeándolo pero nada lo detiene. —¡Por favor, auxilio!

Me quejo cuando me deja en el suelo y pega mi espalda con un árbol tomándome las muñecas por arriba de mi cabeza y separando mis piernas a pesar de que pongo resistencia y me remuevo. Todo en mí se petrifica cuando pega su cuerpo al mío. No, no, no. Esto no me puede pasar, no a mí, por favor.

—Cállate. —aprieta mis mejillas con una mano mientras acerca su rostro a mi cuello, puedo sentir su asqueroso aliento en mi piel. —Si eres buena, no te haré daño. Verás que lo disfrutarás.

—Por favor, no. —gimoteo con las lágrimas acumuladas en mis ojos.

No escucha mis peticiones e ignora mis movimientos, lloriqueos e intento en vano de zafarme. Es inútil, él es mucho más fuerte y grande que yo.

Cuando está a punto de besarme en la boca, siento un azote de aire que me aparta del árbol, pierda el equilibrio y caiga al suelo apoyando mis manos en el suelo.

Me giro para descubrir quién me apartó de ese hombre y el aire se va de mis pulmones cuando veo a un enorme lobo negro gruñir delante de mí con la parte delantera de su cuerpo agachada como si en cualquier momento se lanzara encima del cazador que trata de ponerse de pie mientras mira al animal aterrorizado.

—Oh mierda. —jadea sorprendido.

Cuando logra levantarse, corre entre los bosques, desapareciendo entre la oscuridad del bosque. Menudo cobarde, aunque no lo culpo de tenerle miedo a este lobo. ¿Cuánto mide esta cosa? Es más grande que cualquiera en su especie, es igual o un poco más grande que yo.

—Tranquilo, lobito. —murmuro cuando veo que regresa a su posición normal. —No me comas, por favor.

Me levanto rápidamente y retrocedo cuando este se gira a verme con sus grandes ojos cafés.

Por alguna razón desconocida, no puedo dejar de verlos. Son muy hermosos, brillan ligeramente en la oscuridad y me tienen hipnotizada, como en un pequeño trance del que no puedo salir.

—Gracias. —musito sonriéndole levemente.

De inmediato mis mejillas se sonrojan. ¿En serio acabo de agradecerle a un animal? Debo sonar estúpida hablando con uno, pero teniendo en cuenta que me ha salvado de ser violada...

Pego más mi espalda al árbol detrás de mí cuando da un paso hacia mí. Noto como sus fosas nasales se agitan. ¿Me está oliendo? Dios, me va a comer a pesar de que le di las gracias. Sin embargo, él solo resopla antes de agachar su cabeza y yo, con el miedo carcomiéndome, estiro mi mano temblorosa hasta que las yemas de mis dedos hacen contacto con su pelaje duro.

La criatura cierra los ojos al sentir mis manos acariciar la zona entre estos. No se mueve, permanece quieto respirando suavemente mientras acaricio el pelaje de su cabeza, incluso me he acercado a él sin darme cuenta. Es preciosa, nunca había visto un lobo de cerca pero es muy hermoso como puede mezclarse con la oscuridad del bosque. Pero no solo eso me desconcierta, sino que también... me siento protegida a su lado.

—¡Mia, ¿Dónde estás?! —me separo bruscamente del lobo cuando los gritos de Paul se escuchan cerca.

Giro hacia el lobo quien mira en la misma dirección que yo.

—Debes irte. —rasco su cabeza antes de alejarse y borrar con mi zapato las huellas de sus pisadas. —Vete ahora mismo. Se asustará.

El lobo me dio una última mirada antes de irse trotando por la dirección contraria a la que se fue el cazador. Me apresuro a borrar sus huellas todo lo que pueda hasta que Paul llega a mi ubicación. Sin duda alguna, hoy se ha apoderado la locura de mí. Jamás me imaginé estar protegiendo a un lobo de ser descubierto.

—Oh gracias al cielo, aquí estás. —exclama Paul mirándome aliviado. —Me asusté cuando me dijeron verte venir aquí. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué has venido hasta acá?

Parpadeo lentamente recordando todo de golpe. La presencia del lobo me había hecho olvidar por un momento la mala experiencia.

—Yo... recibió una llamada de Aiden. No respondí a tiempo así que vine aquí a intentar llamarlo. —tartamudeo abrazándome a mí misma. Los escalofríos me recorren el cuerpo al recordar la mirada perversa de ese hombro. —Pero un cazador ebrio me trajo hasta acá y... —trago saliva. —él quiso violarme.

Me quedo muda cuando veo a mi mejor amigo. Sus ojos se abren de par en par, sus pupilas se han dilatado a la velocidad de la luz y juro que puedo ver la vena de su cuello hincharse. Y yo retrocedo por instinto, a la defensiva.

—¿Dónde está? —brama enojado y yo me encojo por instinto apartándome un poco. —Maldita sea, Mia, ¿Dónde está ese hijo de puta? Voy a matarlo. Voy a destruirlo.

Cierro los ojos brevemente antes de responder, evitando mirarlo. Su mirada me da miedo en estos momentos.

—Se fue. —señalo el camino que tomó hace unos minutos. —Escapó cuando escuchó tus gritos. —miento.

Paul se gira y resopla apretando sus puños a sus costados. Mi frente se llena de sudor al ver sus nudillos blancos.

—Maldito. —ruge llevándose una mano al cabello para apartarlo de su frente. —No vuelvas a entrar al bosque sola y mucho menos en la noche. —aconseja relajándose y rodearme con sus brazos, apoyando mi cabeza en su pecho. —Cielos, si algo te hubiera pasado no me lo perdonaría nunca. Prométeme que nunca lo harás, Mia. ¿Y si algo te pasaba? ¿Cómo crees que íbamos a poder superar las personas que te amamos tu perdida?

—Perdón. —murmuro sintiéndome culpable. Él tiene razón, nunca debí venir sola. Quién sabe qué hubiera pasado si el lobo no se interponía. —No volveré hacerlo.

Suspira y me aleja posando sus manos en mis hombros.

—¿Estás bien?

Asiento ligeramente.

—Estoy bien, tranquilo.

Después de eso, ambos regresamos a la casa más calmados y prometiéndonos no decir nada sobre lo ocurrido. No era necesario tener la conversación porque eso planeaba hacer, no conozco al hombre, podría ser cualquiera y la policía no le prestaría atención por no haberse consumado la agresión.

Durante el resto de la noche, Paul no se vuelve alejar de mí y mi compañía aumenta cuando Lena y Landon finalmente aparecen bailamos entre los cuatro riendo o grabando pequeños videos para el Instagram de mi amiga. Pero a pesar de estar divirtiéndome, no dejo de pensar en el lobo que me salvó. ¿Habrá regresado a su hogar? ¿Estará bien? Me preocupa que le hagan daño. Si hubo un cazador, pueden haber más.

—Voy al baño. —comunico alzando la voz para que me escuchen. — Ahora vuelvo.

Paul asiente y me hace un gesto que lo llame si lo necesito a lo que alzo mi pulgar.

Camino entre los pasillos hasta subir las escaleras y en el camino, detenerme al chocar con un chico bastante algo y musculoso vestido de negro que me sujeta de los brazos cuando estoy por tropezarme.

—Lo siento. —me disculpo sonriendo nerviosa y apartando mis brazos de su tacto con suavidad, intentando demostrar que tocarme me ha tensado.

—¿Estás bien? —pregunta cerca de mí, casi invadiendo mi espacio personal.

Alzo mi mirada y me quedo boquiabierta cuando conecto con su mirada café que me mira con una expresión que no puedo descifrar.

Intento hablar pero es como si hubiera perdido el habla. Yo... simplemente no puedo hablar y no ayuda que él se acerque más hasta que nuestras narices se rocen. ¿Qué está haciendo?

—S-sí, estoy bien. —murmuro nerviosa sintiendo la boca seca.

El chico no deja de mirarme fijamente y alza lentamente su mano hacia mi mejilla mandando miles de descargas eléctricas a mi cuerpo. Acaricia mis mejillas sonrojadas en círculos antes de hacer lo menos inesperado.

Me besa.

Me. Está. Besando.

Es un beso delicado que solo dura breves segundos.

—Mia. —susurra uniendo nuestras frente y yo cierro los ojos por aquel contacto tan cálido.

Cuando los vuelvo abrir, no lo veo por ninguna parte y, aún sorprendida, me toco los labios recordando su beso robado y la textura de sus labios rosados. Es la primera vez que me roban un beso.

Entro al baño y después de hacer mis necesidades con la mirada perdida en un punto de la pared, me mojo las mejillas con cuidado de no estropear mi maquillaje. Me miro en el espejo y en vez de observar mi reflejo, el rostro del chico es el que aparece sin intenciones de desaparecer. Su mirada, cielos, de no ser por las luces de disco que Landon puso, pude haber visto mejor, era atractivo, mucho; y luego la forma en cómo dijo mi nombre también persiste en mi mente igual que si te estuvieras memorizando una canción que acabas de descubrir y se te ha pegado. Puedo escuchar como repite mi nombre en mi cabeza como si estuviera a mi lado. ¿Cómo se llama? No me lo dijo y sé que no va a mi instituto porque conozco a todos y jamás lo había visto. ¿Por qué me besó? Bueno, hay muchas alternativas a esa pregunta, tal vez estaba ebrio.

Quisiera decir que el beso no me gustó pero estaría mintiendo. Me encantó a pesar que fueron milésimas de segundos.

Resignada a no verlo, salgo del baño y miro a todos lados con la esperanza de verlo pero nunca pasa, él no está y lo más probable es que se haya ido. Lástima, tenía curiosidad de saber quién era.

De lo que estábamos jugando con otro grupo, Paul se olvidó que debía llevarme a casa y terminó ebrio así que no nos quedó más alternativa que avisarle a Tessa que nos quedaríamos a dormir ahí hasta el día siguiente, lo que ella accedió con la condición que debía dormir con Lena a la que aceptamos aunque mentimos. Ella dormiría con Landon y yo en una habitación aparte y Paul en otra.

Al día siguiente, nos levantamos temprano para recoger la basura y cuando todo estaba listo para que se lo lleve el camión de basura, fuimos a la cocina a prepararnos algo de desayunar. Fue en ese lapso que mi vi mi celular muerto y me olvidé de traer mi cargador. Ahora sí Tessa me iba a regañar.

Era el mediodía cuando me volví a fijar en la hora. Ya era momento de irme y se lo hice saber a Paul quien ya estaba mejor para poder llevarme. Nos despedimos de la pareja y ambos subimos a su auto. Durante el trayecto, ninguno habló porque seguía cansado por la fiesta hasta que llegamos a mi auto y vimos lo que menos esperábamos ver.

El auto de mi padre, estacionado en el lugar de siempre. El frío y el miedo se empiezan apoderar de mí, tiemblo y mi corazón golpea con fuerza al verlo mirarnos desde la ventana con esa mirada que ya conozco perfectamente.

Estoy en problemas.


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