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CAPÍTULO 19

MIA

Ethan no mentía esa noche.

Sin exageraciones, puedo decir que es el único cliente en venir todos los días y retirarse a la misma hora, como si tuviera un horario. Viene con tanta frecuencia que ya conoce a todos mis compañeros, e incluso al dueño del restaurante con quien ya entablaron una especie de camaradería. ¡Ni yo he conseguido eso!

Es sorprendente cómo se ha ganado el cariño del personal, lo tratan como si fuera un viejo amigo que ha venido de visita. Si estuviera llevando la cuenta -lo cual estuve haciendo en secreto-, hoy se cumple una semana desde la llegada de Ethan.

—¿Sabes lo triste de esta telenovela? —dice Marcie a mi lado. Miraba a la nada con el trapo que usaba para limpiar las mesas y así agregar más drama a sus palabras. —Que cada día me hago más vieja y tú no me dices la verdad.

Sonrío.

—Marcie, ya te dije que no es mi novio. —coloco los vasos de la zona del bar en su lugar luego de haberlos limpiado.

—¡Los desconocidos no se miran así! —insiste. Por un momento, me detengo a verla esperando encontrarme con una niña haciendo rabieta. Casi lo es.

—Uno: No he dicho que sea un desconocido. Y dos: No lo miro de ninguna manera especial.

Entrecierra los ojos.

—Quizás quieres parecer profesional. Lo cual, por cierto, sería ridículo ya que no sería delito que venga a visitarte tu novio, y además consumir aquí. El novio de Violette lo hace.

—¿Violette tiene novio? —pregunto, sorprendida.

Violette es una señora que ronda los cincuenta años y ha dedicado la mitad de su vida a trabajar en restaurantes. Tiene la energía de una joven, es carismática y muy divertida, solo la vemos estresarse los viernes que es cuando más gente viene. En lo poco que habíamos hablando me dijo que ella nunca había estado en una relación oficial, tampoco es que le llamara la atención. Dedicó su vida a la cocina y eso le exigía tanto tiempo que nunca llegó a concretar algo con alguien.

—Es reciente. Pero va por buen camino. —responde Marcie.

Sonrío. Espero siga así. Cuando tenga oportunidad de hablar con Violette la felicitaré.

—Bien por ella, aunque insisto que no es mi caso. —replico volviendo a sacar mi "asunto" como tema de conversación.

Mi compañera suelta un gruñido que me hace reír.

—Pues él no ha dejado de mirarte en estos minutos que estamos hablando.

Hace un gesto con barbilla y vuelve a su deber. Volteo hacia donde me señaló y, en efecto, descubro a Ethan mirándome. ¿Lo impresionante? Es que no aparta su mirada, al contrario, sonríe abiertamente por unos segundos antes de seguir comiendo el croissant.

—¿Y crees que es mi novio solo porque me está mirando? — le pregunto a Marcie, dándole la espalda a Ethan. Era lo mejor, así evitaba la tentación de voltear y observarlo desde mi puesto.

«Y así dices que no pasa nada.»

—Bueno, hay otras cosas más.

Alzo una ceja.

—¿Cómo cuáles?

Voltea a verme con una sonrisa pícara que me pone de nervios. Nunca estoy preparada para lo que dirá Marcie.

—El hecho de que regresa todas las noches a recogerte —suelta. Así sin más. Directo a la yugular. Mis mejillas se ponen calientes y ella sonríe satisfecha antes de irse a atender luego de que una de sus clientes la llamara.

Mierda. ¿Nos había visto?

Otra cosa en la que Ethan no había mentido fue en venir a buscarme cuando mi turno acabara. No es que fuera un secreto, me esperaba en la entrada del restaurante con su sonrisa de siempre, pero creí que nadie nos prestaba atención.

Marcie no es nadie.

Sacudo la cabeza y voy a la cocina a buscar los últimos pedidos de mis clientes. Ya hay movimiento cuando entro, y ni siquiera es mediodía. Tengo que abrirme paso entre mis compañeros para tomar mis bandejas y salir nuevamente como si nunca hubiera entrado. Si algo he aprendido es que, si no eres del área de cocina, sé rápida y silenciosa para que no alteres a los chefs. Era muy fácil ponerlos nerviosos cuando tenían varios pedidos.

Cuando regreso al salón, mis ojos se desvían unos segundos hacia la mesa de Ethan. Me toma por sorpresa ver que no está solo. Hillary está ahí. Está de espaldas, pero la reconozco perfectamente. Sus manos están apoyadas en la mesa mientras se inclina hacia adelante. Ethan está recostado en su asiento poniendo más distancia, luce concentrado a lo que sea que Hillary le esté diciendo.

¿Se conocen? ¿Qué vínculo tienen? Por la forma en cómo está Hillary y la comodidad de Ethan son cercanos. ¿Qué son? ¿Amigos? ¿Novios? ¿Por qué eso parece importarme?

La idea de acercarme pasa por mi mente. No tendría nada de malo, Ethan es mi cliente. Pero... ¿realmente tengo que acercarme? Él no me ha llamado desde que le traje su pedido. ¿Con qué excusa iría? Aunque me intriga saber qué sucede, decido que no es mi asunto.

Contra mi voluntad, me giro y camino como si nada a la mesa donde hay un coro de celebraciones infantiles cuando traigo los milshakes con hotcakes, cafés y emparedados para los adultos. Espero a que ellos confirmen que su pedido está en orden para darles una de mis mejores sonrisas profesionales e irme.

Me pongo en un punto para ver que todos mis clientes estén bien cuando noto un movimiento. Es Ethan. Me está llamando, a pesar de tener a Hillary ahí.

No sé porque, pero me siento nerviosa mientras avanzo hacia ellos. Hillary sigue sin prestarme atención, está enfocada en hablarle a Ethan. Logro escuchar un tono exigente por parte de ella, pero él ya parece haber perdido todo el interés y no le está prestando atención.

¿Por qué, Ethan? ¿Qué te está diciendo?

Justo antes de llegar, Hillary bufa y se endereza. Mis pies vacilan.

Bidh thu a' dèanamh fìor mhearachd. Faigh air falbh bhuaipe. —la voz de Hillary tiene un tono de advertencia que nunca había escuchado usarla y que siento tomó más seriedad en ese idioma. ¿Cuál sería? La he escuchado hablar en francés, pero no sabía que hablara más idiomas.

Mi compañera toma su bandeja y camina a paso apresurado hacia las escaleras del segundo piso. Estoy atónita y me toma unos segundos reaccionar. ¿Qué había sido todo eso?

—¿Mia? —volteo a ver a Ethan, quien me lanza una mirada curiosa. —¿Todo en orden?

¿En serio?

Alzo una ceja.

—Creo que esa es mi línea. —me acerco hasta quedar frente a él, con solo su mesa puesta en medio— ¿Qué ha sido eso con mi compañera? ¿Algún problema?

Niega.

—Ninguno que no se pueda solucionar.

Entonces si se conocen...

—La conoces. —mi pregunta sale más como una afirmación.

—Sí, así es —me mira fijamente.

—Creí que esta era tu primera vez en Chicago.

—No, exactamente —sacude la cabeza—. De pequeños veníamos con mi familia a pasar unas vacaciones.

Alzo ambas cejas.

—¿Conoces a Hillary desde entonces?

Está a punto de responder cuando parece cambiar de opinión.

—¿Intrigada?

Me encojo de hombros.

—Tal vez.

—La curiosidad mató al gato, sabes —se recuesta en la silla.

—¿Qué se supone que significa eso? —frunzo el ceño ligeramente.

—Interprétalo como gustes. —se cruza de brazos y yo lo miro entrecerrando los ojos, tratando de descubrir por qué de pronto tomó una actitud... defensiva. —¿Qué te dijo tu amiga?

—¿Perdona?

—La vi mirarme mientras te hablaba. —estira su brazo y toma su bebida— No es tan discreta que digamos.

Buen punto.

—Piensa que eres mi novio. —digo fingiendo restarle importancia.

Fallo terriblemente cuando la sonrisa de Ethan aparece y mi estómago revolotea por instinto. ¡Dios! ¿Por qué soy tan transparente cuando se trata de él?

—¿En serio? —se acerca a la mesa hasta apoyar sus codos en la mesa— ¿Y por qué cree eso?

Estoy aturdida. ¿Cómo cambió de estar a la defensiva a estar sonriendo?

—No te ilusiones. —respondo, siendo mi turno de poner una barrera entre los dos. Me inquieta que parezca no haya ninguna. Lo comprendería si lo conociera de hace mucho, pero siendo un completo desconocido es abrumador y aterrador. —¿Y en serio lo preguntas?

—Sí.

Suelto un bufido y cambio mi peso de un pie a otro.

—Ha visto que vienes a recogerme cuando mi turno acaba. Eso llama la atención e invita a pensar otras cosas, sin contar que pasas prácticamente todo el día acá. Y no trates de negarlo.

—No pensaba hacerlo. ¿Por qué ocultaría el hecho que vengo a verte?

Su honestidad me golpea que tengo que poner toda mi voluntad para no irme hacia atrás.

—Tú... —balbuceo— ¿hablas en serio?

—¿Por qué te mentiría?

—¿Por qué...? —no termino de formular mi pregunta, pero es suficiente para que él lo entienda y responda.

—A veces tampoco lo entiendo, —suspira pesadamente. Su mirada se desvía unos momentos y, por unos milisegundos, veo que está hablando sinceramente. Y eso genera una cierta empatía en mí ya que parece que no soy la única en comprender porque actuamos con tanta espontaneidad— pero he aprendido que hay muchas cosas que no deben entenderse. Solo dejar que tus instintos te guíen.

—¿Y a dónde te están guiando tus instintos?

Me mira fijamente, sopesando sus palabras.

—A convertirme en alguien en quien puedas confiar.

No sé cómo responder ante la brutalidad de sus palabras. Es uno de esos momentos donde siento que mi corazón estallará y una dosis de adrenalina es descargada por todo mi cuerpo, me siento inquieta e impulsada hacia él. Mi corazón grita que acorte la distancia y esté lo más cerca de él, que confíe.

—Te quiero hacer una pregunta y respóndeme con total honestidad. —regreso mi mirada a él. Asiento con la cabeza porque parece que espera que le confirme que lo he entendido. —¿Quieres que siga viniendo?

—¿Te refieres a venir al restaurante o a recogerme?

—Ambas, de hecho.

—Si digo que no... ¿de verdad dejarías de venir? —pregunto en voz baja, como si temiera su respuesta. Y, tal como esperaba, él asiente. —¿Por qué?

—Es tu lugar de trabajo y no quiero incomodarte de ninguna manera. —responde con simplicidad— Entonces...

Ni siquiera dudo en responder.

—No quiero que dejes de venir.

Una pequeña sonrisa vuelve a asomarse en su rostro. Hay un brillo en su mirada, creo que esperaba esa respuesta, y eso me hace sonreír también.

—Correcto —se pone de pie y saca su billetera para dejar unos billetes en la mesa. —Nos vemos más tarde. Avísame.

Dicho eso, pasa por mi lado, brazo rozando con el mío. Me giro sobre mis talones para verlo abrir la puerta y salir del restaurante tranquilamente.

***

El ascensor se abre y camino hasta el apartamento, sacando las llaves para abrir la puerta principal. Al hacerlo, entro y soy recibida por el agradable olor de que algo se está preparando en el horno.

—Hey, hola. —me saluda Anna desde la sala mirando la serie que la tiene enganchada. Si no me equivoco se llama Hemlock Grove.

—Hola —devuelvo el saludo con una sonrisa cansada mientras me agacho para quitarme los tacones.

—Hillary y Elena llegarán tarde. Así que cenaremos solo tú y yo.

—Oh.

—¿Qué tal el trabajo?

—Bien, muy tranquilo.

—Me alegra saberlo. —pausa su serie y voltea a mirarme apoyando su barbilla en sus manos. Sonríe divertida al verme plantar los pies con una expresión de alivio profundo—. Tranquila, te acostumbrarás. Yo lo hice.

—Jamás. Mañana iré con zapatos bajos. —apunto agradeciendo el frío contacto del suelo que funciona como un relajante. —¿Cómo te fue en la peluquería?

—Me enviaron a un evento. Tenía que peinar a una novia y sus damas de honor —rueda los ojos alzando las cejas —. Fue divertido, pero estresante. La novia cambió de peinado a último momento y me pasé como veinte minutos explicándole que su cabello no es lo suficientemente voluminoso para hacerle un moño del tamaño de una almohada.

—Menuda situación. —me acerco para sentarme a su lado.

—No sabes cuánto —se endereza en su sitio mirando la imagen estática de Peter Rumancek —. Por un momento consideré la idea de callarla con los ruleros.

Suelto una carcajada imaginándome la escena.

—Nadie te hubiera culpado. —pongo un cojín encima de mi abdomen y me acomodo en el sofá hasta quedar casi recostada. Miro de reojo el teléfono del departamento— Mmm ¿Tessa ha llamado?

Niega volviendo a reproducir su serie, pero bajando un poco el volumen para seguir conversando.

—No. No solía llamar seguido antes, pero supuse que lo haría más a menudo ahora que estás aquí.

Tuerzo el gesto.

—Ya —murmuro—. Yo pensaba lo mismo.

No puedo ocultar la decepción en mi voz. Ha pasado casi dos semanas desde que llegué a Chicago y Tessa no ha llamado en ningún momento para preguntar si había llegado bien. Ni ella, ni Dominic, no esperaba que las demás chicas que trabajaban en mi casa llamaran. Anna intentó llamarla, pero no contestaba salvo una vez que lo hizo y colgó sin darle tiempo a mi amiga de preguntarle cómo estaba. Eso me desanimaba tanto.

—Quizás lo hace para no llamar la atención de tu padre.

Un escalofrío pasa por mi espina dorsal ante su mención.

—¿Crees que esté buscándome?

Giro a verla. Su vista se mantiene en la pantalla, pero su mente trabaja en qué decirme.

—Puede que sí lo haga. —contesta finalmente. Su mano tantea a mi lado hasta encontrar mi mano y darle un suave apretón. —Tranquila, estás a salvo con nosotras. Primero tendrá que enfrentarnos antes de que piense que puede acercarse.

Trago saliva.

—Nunca podré agradecerles todo lo que hacen por mí. —hablo sonriéndole, aunque no me ve. —Gracias, Anna.

—No agradezcas nada, Mia. Después de todo, ya eres como de la familia. —se gira a guiñarme un ojo antes de seguir mirando su serie, bastante concentrada.

Fijo mi vista en la serie por unos minutos sin entender la escena.

—Te gusta el tema de vampiros y hombres lobo, ¿no?

—Me encanta —dice con una sonrisa. —¿Y a ti?

Me encojo de hombros.

—Un poco.

—¿Alguna vez pasó por tu mente que son reales?

Bufo una risa y niego haciendo que se gire a verme.

—Claro que no.

—¿Por qué?

—Es obvio, ¿no? —digo haciendo un gesto con la cabeza hacia la televisión. —¿Esperar a la luna llena para transformarte en un lobo? ¿Gente bebiendo sangre y ocultándose del sol? ¿Cuándo has oído de un caso así?

Sonríe con diversión.

—¿Eres de esas personas que necesitan pruebas para creer?

Ladeo la cabeza.

—Creo que todo tiene una explicación lógica y científica. Esto de la magia, los vampiros, los licántropos son historias que crearon con el fin de asustar a los niños para que vayan a dormir o contarlas alrededor de una fogata. Es solo una fantasía que hemos creado para sobrellevar la realidad.

—Sí... pero ni siquiera la ciencia ha podido explicar algunos casos como regresar de la muerte, sanarse de enfermedades terminales, la inmunidad...

—Errores en diagnósticos o alteración en el sistema del cuerpo humano.

—Desastres y ninguna muerte. Gente salvándose de una tragedia...

—Buena infraestructura o buenos reflejos. Hay miles de explicaciones lógicas.

Baja su mirada hacia mi cuello.

—¿Sabes qué significa esa cruz celta?

Mi mano va a mi cuello y saco la cruz que cuelga de mi cuello desde que lo encontré.

—Es un simbolismo. Los druidas eran sacerdotes de la cultura celta, creían que servía como protección.

—Sí, eso dice en internet. Pero hay más. Los druidas lo usaban para fortalecer su vínculo con Cernunnos, el dios de la naturaleza, quien les daba todos sus conocimientos sobre medicina y herbología, además de permitirles usar el poder de la naturaleza. Ah, y también está que lo usaban para protegerse de magia negra y de demonios. Como puedes oír, era usado más que una representación de sus creencias, tenía un propósito.

La miro detenidamente.

—¿Ahuyentar a espíritus malvados?

Sonríe manera misteriosa.

—Una vez oí un dicho que decía: «Las personas ven hasta donde creen que pueden hacerlo. En el momento que se quiten la venda, verán que el mundo es mucho más extenso». —recita con voz solemne— ¿Por qué usas el collar?

—Porque era de mi mamá.

Asiente.

—¿Y por qué crees que tu madre lo tenía y esperaba dártelo? Porque confiaba en su poder, en la creencia sobre lo que esto representa. —señala la cruz— E indirectamente tú también confías en eso, cada vez que te lo pones por tu madre. Es un patrón.

Frunzo el ceño analizando sus palabras.

¿De verdad podría creer en eso? Me resultaba imposible. Siempre había visto esos temas como entretenimiento, pero nunca algo con lo cual poder explicar lo que sucede en el mundo. Para eso siempre usé la ciencia, me considero una chica de ciencia que pasaba las tardes viendo esos casos de misterio y cuestionándolo al hacer mi propia investigación.

—¿Te interesa la cultura celta? —pregunto.

Anna mueve la cabeza.

—Donde crecí nos enseñan, además de aprender a hablar y escribir. Pero soy mejor escribiendo.

Una idea pasa por mi mente.

—Si pudiera repetirte unas palabras, ¿sabrías traducirlo?

Asiente lentamente.

—Supongo que sí. ¿Dónde has oído el escocés gaélico?

—En el restaurante —me acomodo.

Anna trae un bloc de notas con un lapicero y pasamos los siguientes minutos tratando de descifrar lo que Hillary dijo, solo omitiendo ese pequeño dato a mi amiga. Quizás Anna no sepa de Ethan como puede que lo que vi hoy no sea para tanto como para ponerla sobre aviso.

La veo luchar un poco mientras escribe en la hoja. Debe ser difícil intentar reconocer las palabras cuando la pronunciación fue tan deficiente, hasta yo me sentía avergonzada cuando trataba de recordar el sonido de las palabras.

—Vaya... —murmura.

Frunce el ceño viendo la hoja.

—¿Qué sucede? —interrogo mirándola. —¿Sabes qué dice?

—Pues... sí. Y no es agradable. —se mueve acercando la nota y señala cada palabra con el lapicero. Hay varios garabatos alrededor de una frase que está en el centro, imagino que fue su manera de descubrir las palabras en base a mi terrible pronunciación. —No logré descubrir todo por completo, pero sí logré una gran parte y dice: «Cometes un error. Aléjate». No me queda claro si se refiere a él o ella.

Me quedo en mi lugar, totalmente quieta porque sensación de frío corre por mi columna.

—¿Estás segura que dice eso?

Asiente firmemente.

—Sí. Dice: Cometes un error. Aléjate. Y, supongo que lo dijo en un contexto de advertencia o amenaza. Es raro —deja el papel a un lado. —Iré a ver la cena.

Se levanta mientras yo me quedo en mi lugar, asimilando sus palabras. Puede ser una advertencia... o amenaza.

¿Por qué Hillary amenazaría a Ethan?


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