CAPÍTULO 17
AIDEN
Siempre he creído que tengo una maldición.
He perdido a todas las personas que amaba y se preocupaban por mí, ya sea porque el destino me las quita o mis acciones los alejan.
Perdí a mi madre a muy temprana edad, con el pasar de los años he olvidado cómo era su voz, cómo se sentía recibir un abrazo suyo o cuál era el aroma de su perfume. Todo lo que queda de ella son recuerdos plasmados en fotos en mi memoria, pero temo algún día llegar a olvidarlo.
Perdí a Mia. Cuando Tessa me presentó a la bebé me prometí cuidarla de todo el mundo y ella sería mi luz, mi pequeño rayo de esperanza que me daría la fuerza para soportar cualquier golpe. Sin embargo, tuve que dejarla por años.
Perdí a Gerouk, quien en ese poco tiempo fue la mejor figura paterna que pude tener. Si bien Ethan me ayudó a mejorar mi control, todo empezó con aquel vampiro solitario que en más de una ocasión me repitió que le preocupaba y que creía que la vida me había dado una oportunidad al transformarme en licántropo.
Luego la perdí a ella haciendo que se aleje de mí.
El trastorno explosivo que sufro desde niño es una maldición, se siente como una. Solía ser un niño solitario, el raro y que todos temían luego de una crisis que tuve en el colegio, nadie quería acercarse a mí y hablaban a mis espaldas. Después de lo que sucedió con Geourk temía de mí mismo. La culpa es un sentimiento poderoso que tiene la capacidad de atormentarte toda tu vida de ser posible.
A veces pienso que vivir con la culpa es para pagar lo errores que cometí. Tengo que sufrir lo que otros sufrieron por mi culpa.
—Lo lamento. No debí preguntar.
Parpadeo. El rostro de Gerouk desaparece de mi mente. Volteo y un malestar se asienta en mi estómago al ver la mirada apenada de Paul.
—Tranquilo. Hace mucho no contaba esto, solo Ethan y... alguien más lo saben.
—¿Cómo conociste a Ethan?
—Meses después de mi primera transformación. Estábamos cazando por la misma área cuando nos encontramos.
—¿Estuviste solo esos meses? —Asiento. —Debió haber sido difícil.
—Lo fue —exhalo—. Lo peor fue cuando volví a mi forma humana y vi lo que pasó. Cuando era un lobo no era consciente de lo que sucedió, era como estar poseído. Los recuerdos de esa noche volvieron cuando vi a Gerouk a unos metros de mí... muerto. Ni siquiera pude disculparme o ayudarlo.
—¿Qué sucedió después?
—Seguí lo que una vez me dijo. Lo enterré en el jardín de su cabaña, quería estar siempre en su hogar. Voy dos meses al mes a visitarlo y ver que el lugar esté bien.
Pongo el auto en marcha nuevamente.
—Por la forma en cómo te refieres a él, le tenías mucho aprecio.
—Como ya he dicho, no estaría aquí de no ser por él. —piso el acelerador y volvemos a la carretera— Si algo he aprendido, es que puedes encontrar una familia en donde menos lo esperas. Gerouk fue más que mi mentor, fue el padre que siempre quise.
Nos quedamos en silencio.
De reojo lo veo mirando por la ventana. Debe estar pensando en su familia. Seguro lo están buscando, no me imagino la desesperación y el miedo que están sintiendo sus padres luego de que su hijo desapareciera tras celebrar la graduación con sus amigos.
Su caso no es tan diferente a otros licántropos que he conocido. Muchos renuncian a sus familias, a veces para siempre. Pero ese no será el caso de Paul, no lo permitiré. Cuando aprenda a transformarse a voluntad propia y pasar tranquilo las lunas llenas, será libre de visitar a su familia las veces que quiera.
Yo estoy contando las horas para volver a Mia. Ethan debe estar en camino a Chicago, cuando llegue le contará todo y vendrá a la fortaleza. Le explicaré y pediré disculpas de rodillas de ser necesario, recuperaremos el tiempo perdido y seremos la familia que siempre tuvimos que ser.
—¿Tienes compañera, Aiden? — pregunta el rubio repentinamente.
La pregunta me cae como un balde de agua fría. Mi corazón duele.
—Si, la tengo. —respondo luego de unos minutos. Percibo la dificultad con la que salen las palabras. Duele. Duele hablar de ella.
—¿Dónde está? ¿No se supone debería estar contigo?
Sin duda alguna, Paul tienen el talento de sacar tema de conversación por muy seca que sea la respuesta. Y, sobre todo, el talento de sacarte de casillas.
—Escucha, solo diré esto y permanecerás callado el resto del viaje ¿vale? —espeto dejando muy lejos la amabilidad. Mis nudillos se ponen blancos de lo fuerte que agarro el volante. —Sí, tengo compañera. Y no, no está conmigo porque Gerouk no fue la única persona a quien lastimé.
No responde. Y con eso, sé que entendió bien el mensaje y puedo conducir tranquilo.
MIA
—Aquí está tu croissant.
Dejo el plato en la mesa evitando la mirada de Ethan.
—Gracias. Lo necesitaba, no tienes ni idea del viaje que tuve.
—¿No eres de aquí?
Sacude la cabeza.
—He venido desde Portland. —levanto la mirada. Detallo su rostro mientras demoro una eternidad en colocar un portavasos. No debería estar hablando con un cliente, pero lo estoy haciendo. —Conduje más de treinta horas.
Mi boca se abre por la sorpresa.
—¿Más de...? ¿Por qué?
—Tengo que hacer algo muy importante.
—Debe ser bastante importante para preferir conducir treinta horas en vez de tomar un avión —dejo su vaso de limonada.
Sonríe marcando un hoyuelo en su mejilla.
—Si. Vale la pena. —me mira.
Ahí está nuevamente.
A pesar de que el cansancio se refleja en las ojeras bajo sus ojos, su mirada es... entusiasmada. Es contagioso. Sino estuviera trabajando me sentaría por mera curiosidad a saber qué lo tiene así, quiero saber más de este chico y su misteriosa historia.
Pero en el momento que me llama otro cliente vuelvo a la realidad.
—Uh, bueno. Si deseas algo más, avísame —digo apresuradamente antes de irme casi corriendo a atender al otro cliente.
El resto del día me lo paso así. Tomo órdenes y voy de un lado a otro, de vez en cuando volteo hacia la mesa de la esquina donde se encuentra Ethan... todavía. En mi poquísimo tiempo trabajando nunca había visto a alguien demorarse tanto en tomar una limonada y un croissant. De hecho, tengo la impresión de que se olvida que su comida está ahí, porque su mirada va entre su celular y luego ver la calle por la ventana. ¿Acaso nunca ha estado en Chicago? O... ¿No le gusta el croissant? ¿El queso no está bien derretido? ¿La limonada está muy ácida?
¿Por qué me interesa saber tanto de él?
Cuando era hora de cambiar el menú del pizarrón de afuera por el del almuerzo, fue el primero en asomarse a leer. Vi desde mi lugar cómo volvía a entrar, me buscaba con la mirada y cuando me halló me hizo un gesto para que me acercara.
Estaba desconcertada.
Mis pies se movieron rápidamente a su dirección.
—¿Si?
—Quiero pedir la milanesa con puré de papas. Y otra limonada.
—¿Almorzarás aquí? —no pude evitar preguntarlo.
Me mira curioso.
—Si... ¿Por qué?
—Yo... —tartamudeo jugando con el lapicero en mi mano. Trataba de pensar en algo inteligente que decir, pero mi cerebro estaba muerto. —El puré puede ser cambiado por papas fritas, si así lo deseas.
—¿Dices que el puré es feo?
—¡No! —chillo bajo. Mis mejillas se sonrojan— No, yo solo...
Me callo cuando comienza a reírse.
—Tranquila. Solo bromeo.
Entrecierro los ojos.
—Eres cruel.
—¿Yo? —se señala.
—Sí, tú —me enderezo para escribir su pedido—. El puré es delicioso, ¿vale? Nuestra cocinera tiene una gran sazón.
—¿Lo dices porque trabajas aquí o porque de verdad piensas eso?
Abro la boca ofendida.
—Porque es lo que pienso. Me encanta el puré. —me defiendo.
Vuelve a reírse.
—Bien. Entonces será motivo de volver mañana a probarlo.
¿Volver?
—¿Volver? —pregunto.
Asiente bebiendo lo último de su limonada.
—Me gusta la atención y la comida es buena. —se recuesta en la silla estirando sus piernas. Así era más evidente lo alto que es. —Y quiero confirmar por mi propia cuenta si ese puré vale la pena como lo dice mi mesera favorita.
—¿Soy tu mesera favorita? —digo, incrédula— No has conocido a mis compañeras.
—Ya te tengo cariño. ¿He sido un mal cliente, Mia?
—Por favor, no me llames Mia. —su ceño se frunce. Suspiro— Solo... llámame como en la placa.
Sus ojos viajan a donde apunta mi dedo.
—Dayanna —murmura— ¿No te gusta tu otro nombre?
Me remuevo incómoda.
—Es... una larga historia.
Nos quedamos unos segundos en silencio que se sienten una eternidad. Al ver que no dice nada y solo asiente con la cabeza, me giro para ir a la cocina. Menos mal no hizo preguntas, además tampoco es que las hubiera respondido.
«Esa no te la crees ni tú misma.»
—Dayanna —me detengo cuando escucho su voz. Se siente raro me llame por ese nombre. Me giro encontrándome con su característica sonrisa, pero esta vez más... amable. —No te olvides de las papas fritas.
Sonrío. Levanto mi bloc y lo muevo en el aire.
—Anotado.
AIDEN
—No vas a matarme, ¿verdad?
Ruedo los ojos e ignoro su pregunta, concentrándome en las canciones de Nirvana que están reproduciéndose y me mantenga en modo zen para no completar mis pensamientos donde lanzo a Paul por la ventana y lo dejo a su suerte.
Luego de dos días de viaje en donde he respondido a su infinidad de preguntas acerca de los reinos licántropos y vampiros en todo el mundo, por fin estamos a punto de llegar al lugar que ha sido mi hogar por tantos años.
El viejo cartel hecho de madera donde está la imagen de un lobo, un par de árboles y la frase "BIENVENIDOS A NEW MYSTERY, ESPERAMOS DISFRUTEN SU ESTADÍA", se hace ver a los pocos metros haciendo que una sonrisa se forme en mi rostro.
Nada tan bueno como regresar a casa.
Tomo el desvío donde la carretera se divide en dos, cruzando el río Tripoli y conduzco recto hasta pasar el cartel. Oficialmente estamos en el pueblo.
—Vaya —susurra Paul, moviéndose en su asiento para ver el pueblo que se abre camino ante nuestros ojos.
Mis hombros se relajan. Abro la ventana y dejo que el aire puro entre en el auto.
—Bienvenido a New Mystery.
Podría pasar un siglo, pero siempre me sentiría maravillado como si fuera la primera vez. Desde el primer momento que te adentras a sus calles y prestas atención a su historia y conoces a su gente, es imposible no quedarte cautivado por New Mystery. Es un pequeño paraíso verde del que todos nos sentimos orgullosos y colaboramos para mantenerlo así.
El pueblo está en su hora central. Hay muchas personas caminando por las calles, en su mayoría turistas, que se detienen a ver los shows artísticos o algunos pobladores que hacen sus actividades de siempre. El centro de la ciudad está repleto de restaurantes, bancos, tiendas y un pequeño museo cerca del ayuntamiento. La mayoría de las casas y departamentos se encuentran un poco más lejos, cerca del bosque para dar mayor privacidad. El pueblo mantiene una arquitectura colonial, aunque con el paso del tiempo se construyeron unas edificaciones de estilo más moderno, pero son muy pocos.
—¿Por qué no seguimos directo? —se queja Paul cuando doblo tres cuadras antes de llegar a la plaza central del pueblo.
—La fortaleza es por acá —señalo la curva.
Atravesamos una calle vecinal. En esta zona es donde viven las familias más antiguas, lo deduces porque las casas son más grandes y cada una tiene una placa con el año en que fue construida. Algunos ancianos están sentados en la entrada hablando entre ellos y disfrutando del cálido clima mientras los más jóvenes adornan las casas.
—¿Van a celebrar algo?
—En unos días se celebra el aniversario del pueblo —respondo—. Es una gran festividad. Todo el pueblo colabora y habrá muchas actividades.
—Dime que nosotros iremos.
Suelto un bufido.
—¿Qué?
—Claro que iremos. —lo miro— Nosotros somos los organizadores.
Cuando la calle termina nos volvemos a sumergir en el bosque. El auto se sacude ligeramente debido a los daños que hay en algunas partes de la carretera. Es poco transitada, solo los que vivimos en la Fortaleza la usamos para llegar al pueblo. Durante quince minutos avanzamos en silencio hasta que por fin se hace visible el gran portón de madera donde está tallado la inicial del apellido O'Pry.
Saludo al encargado quien abre el portón.
Paul se inclina hacia adelante con los labios entreabiertos.
—Wow.
La antigua pero imponente mansión yace frente a nosotros dándonos la bienvenida. Es una edificación de estilo colonial francés que le ha pertenecido a la familia de Ethan desde la fundación del pueblo, fue construida al gusto de su tatarabuelo, el primer licántropo de la familia.
Estaciono el auto al lado de los demás autos de las personas que viven con nosotros. Bajo del auto seguido de Paul quien mira todo dando vueltas en su propio eje, parece un niño que no quiere perderse nada de su primera visita a Disneyland.
—Esto es alucinante. Es... increíble. ¡Parece un castillo! —dice efusivo.
Niego con la cabeza, divertido. Miro alrededor y me detengo cuando veo al otro lado del camino a alguien muy conocido acercarse con las manos en los bolsillos de su chaqueta. No ha cambiado nada, empezando por su expresión arrogante en su rostro.
—Cedric —saludo— No sabía que habías vuelto. Bienvenido. —hago un gesto con la cabeza.
—Aiden. —responde, secamente. Sus ojos oscuros se posan en el rubio quien lo mira curioso. —¿Quién es él?
—Se llama Paul Gates. —me apresuro a hablar antes del rubio. Entiende la indirecta, ya que se mantiene callado a mi lado. —Es nuevo.
—Es evidente. No hay nadie que se apellide Gates. —ladea la cabeza mirándolo de arriba abajo. —Al menos, nadie conocido.
—Es un asunto que debo hablar con tu madre. ¿Dónde está?
Me escudriña con la mirada. Sabe que oculto algo, pero no conseguirá que hable. Solo respondo ante su madre y su hermano.
—En el jardín. —responde finalmente.
Asiento y me alejo haciéndole una seña a Paul para que me siga.
—¿Quién es él? —pregunta en voz baja cuando estamos lo suficientemente alejados.
—Cedric O'Pry, el hermano mayor de Ethan.
—¿El mayor? —sus cejas se disparan hacia arriba. Asiento con la cabeza —¿No debería ser el alfa?
—Problemas familiares que no te incumben —zanjo el tema.
Llegamos al jardín que conecta con el bosque y también con las hectáreas de nuestro viñedo. El negocio familiar son los vinos y otros productos que producimos y comercializamos. La familia O'Pry está al mando mientras que la mano de obra está a cargo de los licántropos que viven en la mansión y en las cabañas cerca de la propiedad.
Precisamente, veo a unos metros a la señora O'Pry hablando con los encargados de la cosecha de esta temporada y los productores. Agudizo los oídos para escuchar un poco de la reunión. Están coordinando que los vinos salgan a tiempo para el aniversario y si se puede hacer algunos merengues para ese día. Sonrió indudablemente al escucharla dar órdenes. La señora O'Pry se ha portado como una madre para mí desde que llegué al pueblo, es amada y respetada por todos en este pueblo. Además, es la alcaldesa y todos se sienten contentos con su gobierno, probablemente gane las próximas elecciones.
—¿Y ella quién es?
—¿Tú quien crees? La madre de Ethan.
—No, no, no. Ella no.
Frunzo el ceño volteando hacia Paul quien me hace un gesto hacia una joven chica que ríe abiertamente mientras juega con un cachorro que parece de juguete por lo esponjoso que es. Incluso sus ladridos resultan ridículos. Como si supiera que estamos hablando de ella, voltea y suelta un gritito para levantarse, sacudir sus rodillas y correr hacia mí y lanzarse a mis brazos.
—¡Aiden! Por los dioses, cómo te extrañé. —chilla en mi oído.
Suelto una carcajada abrazándola.
—Hola, Alina, qué gusto verte. —la bajo, apartándola para verla. —Vaya, sigues siendo la misma enana que conocí.
—Mentira. Crecí unos centímetros. —se pone de puntitas sacando la lengua. —En cambio, tú estás más viejo. Puedo ver las arrugas asomándose.
—Mientras más viejo el vino, mejor. —bromeo haciéndola reír.
—Tonto —me da un leve empujoncito.
—Hola.
Alina se voltea y retrocede un paso para ver a mi acompañante, quien la mira embobado. De pronto, ambos se quedan mirando al otro de arriba abajo, estudiándose confundidos.
—¿Cómo... te llamas? —pregunta Paul sin salir de su trance.
¿Qué diablos pasa aquí?
—Soy Alina. —dice la chica con voz ¿tímida? Se muerde el labio ligeramente mientras balancea su peso de un pie a otro.
¿Me estoy perdiendo de algo?
El rubio se apresura a estirarle la mano. Ella baja su mirada dubitativa, pero termina estirando la suya y uniéndolas. Ambos se sonrojan y miran sus manos como si...
Un segundo.
Oh mierda.
—Me llamo Paul. Eres... muy bonita, Alina. —sonríe como bobo.
Santos dioses...
Lo veo y no lo creo.
Conozco esas miradas. Ya lo he visto en años anteriores, también he pasado por eso. Pero... mierda, quiero reírme porque no pensaba que justamente Paul y Alina pasarían por eso juntos.
Ethan, prepárate para tenerlo como cuñado.
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