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CAPÍTULO 14

AIDEN

Cuando me transformé en un licántropo por primera vez nunca imaginé el nuevo mundo que abriría sus puertas para mí y me diera tantas oportunidades.

Inicié desde lo más bajo. El puesto que tengo ahora en la manada O'Pry ha sido producto de mi dedicación para ser el mejor. Nadie hubiera creído que un chico de diecinueve años se uniría a las tropas guerreras y que, un año después sería ascendido a uno de los mejores guerreros. Y mucho menos se esperaba que al no ser un licántropo de nacimiento, sería bendecido por la diosa de la Luna y me daría un lazo, una compañera.

Esa noche lo supe: El lazo era real e inevitable. No es algo que puedas controlar. No eliges quién será esa persona ni cuándo aparecerá, de eso se encarga el destino. Y hasta ahora no he escuchado a nadie quejarse de ello. ¿Cómo quejarse de algo que simplemente es perfecto? El lazo está hecho para que la relación funcione, es la unión de dos almas que se complementan, lo que todo el mundo busca y anhela encontrar algún día. Es algo especial, único e irresistible.

«Y Mia está destinada a tener eso con Ethan.»

Ni el sabor amargo del ron que invade mi boca es suficiente para ocultar mi disgusto.

No estoy de acuerdo con esa relación. Es demasiado pronto e incorrecto. Mia tiene diecisiete, ni siquiera tiene la mayoría de edad y ya está vinculada a Ethan, un hombre de mi misma edad que fácilmente podría ser su hermano mayor. De solo recordarlo mi sangre hierve en mis venas y me provoca ir a reventarle la cara.

Menuda mierda. ¿En qué estaba pensando la diosa cuando los emparejó? Por más que lo pienso y trato de ver de diferentes formas no logro comprenderlo.

Mi celular suena. ¿Quién llama a estas horas? Estoy a punto de colgar cuando veo su nombre en la pantalla y todo se detiene. Joder...

Tomo el celular y contesto de inmediato.

—Hey —soy el primero en hablar.

Escucho su respiración, serena, pegada a la línea.

—Hola—pasa unos segundos antes de que vuelva hablar: —. Vi tu llamada —hace una pausa— no pude contestar porque estaba ocupada, pero...

—Llamaste.

—Tú lo hiciste primero.

Sonrío indudablemente. Solo han pasado unos días desde que escuché su voz en la ceremonia y ya mi corazón estaba agitado.

—Echaba de menos oír tu voz. —admito en voz alta.

Silencio al otro lado de la línea. Se prolonga tanto que temo haya colgado.

—¿Estás...?

—¿Algún avance sobre la ubicación de tu hermana?

Intento ignorar esa amarga sensación en el pecho ante el cambio de tema. Sabía que esa naturalidad con la que hablamos la última vez fue una mera casualidad. Las cosas entre nosotros aún están lejos de volver a ser como antes.

—No.

—Lamento oír eso.

—Quería hablar de otro tema contigo.

—Te escucho. —la oigo moverse.

Me he quedado mudo.

Mi cabeza solo funciona para imaginar lo que debe estar haciendo. Es muy tarde así que quizás está yendo a la cama o al sofá a ver una película, eso lo hace cuando no tiene sueño. ¿Hoy será una noche de esas? Su voz no suena somnolienta. Recuerdo que algunas noches la encontraba en el sofá y me quedaba con ella, solo haciéndole compañía en silencio hasta que tuviera sueño y me decía para ir a la cama.

Extraño esos momentos.

La extraño a ella.

—¿Aiden?

—Perdón, tengo la cabeza en muchas cosas. —pellizco mi entrecejo cerrando los ojos con fuerza— ¿Alguna vez has oído sobre un lazo que se dé antes de los dieciocho?

Su respuesta tarda unos segundos.

—He oído algo. Son muy extraños los casos que se han presentado.

—¿Y por qué suceden?

—Una vez sucedió algo así con uno de los chicos de la manada. No recuerdo su nombre —hace una pausa—. Tuvo los sueños unas semanas antes de encontrar a su compañera, a veces la veía en problemas.

—¿En problemas?

—Si. Al principio él no entendía por qué, pero todo cobró sentido cuando la encontró y prácticamente la salvó de la muerte. —el aire se escapa de mis pulmones. ¿De la muerte? —Era una premonición. O iba a buscarla o...

—Moría y el lazo con ella. —termino por ella.

Hace un sonido de afirmación.

—Tenía diecisiete y él veinte.

No salgo de mi impresión.

Si Ethan y Mia son como ese caso, ¿eso quiere decir que ella...?

—¿Qué más puedes contarme?

ETHAN

En mis veinticinco años jamás había visto o escuchado que una manada integrara a un humano. O incluso que sobreviviera a la mordedura.

Antes de que mi padre decidiera alejar a la manada del reino de los O'Brien estábamos bajo el liderazgo de Ian McFly, uno de los licántropos más viejos de nuestra historia, quien tenía una afición por hacer pruebas. Estaba seguro que podían transformar a los humanos como en los inicios de nuestra especie; secuestraban o venían voluntarios en búsqueda del "regalo de la inmortalidad". Todos murieron. Unos en el mismo instante de la mordedura y otros entraban a una agonía que duraba horas o días.

Dejaron de hacerse las pruebas cuando intervino el príncipe Nicholai y decretó una ley: Prohibido transformar a humanos.

Supongo que debo sentirme agradecido de que ya no responda ante esa ley. Pero teniendo enfrente a Paul que escucha en silencio lo que implica su nuevo ser, entiendo que más allá del riesgo está las consecuencias que mi padre me advirtió.

—Entonces, si no me mordías ¿hubiera muerto?

Asiento con la cabeza.

—Pero tuve que ser preciso sobre dónde morderte. —trago saliva. Está aterradoramente tranquilo, y eso me inquieta. Esperaba a un chico alterado, quizás enojado; no a uno que parece que ni está respirando. —La mordida es letal. No todos sobreviven al veneno, este ataca directamente al corazón y podría paralizarlo. Eso fue lo que Michael pudo provocar al morderte.

—No hay nada. —se lleva la mano a la zona entre el cuello y el hombro.

—Cuando te mordí alteré el efecto. Morderte en el brazo fue lo que salvó tu vida, el veneno se esparció por tu organismo antes de llegar a tu corazón. Eso permitió que tu cuerpo se adaptara.

Baja la mirada.

Este chico es raro. No percibo miedo ni confusión, solo una profunda intriga. ¿Acaso sabía de la existencia de lo sobrenatural? No vi nada en sus memorias cuando lo marqué. Es insólito. Bueno, todo su caso es insólito.

—Se siente raro... —me enderezo rápidamente, alerta. Se pasa una mano por la nuca y levanta la mirada frunciendo el ceño. —Tu presencia es... se siente como estar a la expectativa de lo que vas a decir.

Mis hombros se sienten ligeros.

—Es porque te convertí. Soy un alfa y tú mi...

—Beta. Sí, sé cómo funciona —su tono es creído.

¿Lo sabe?

Alzo una ceja.

—De acuerdo. Entonces sabes lo que tienes que hacer para no convertirte en un omega.

—¿Omega?

Sonrío de lado sin poder ocultarlo.

—Lobos desterrados de sus manadas. Pero esa no es la peor parte.

—¿Hay algo peor?

—Los lobos nunca están solos por una razón. La soledad los vuelve locos... llegan a perder la razón y —muevo la cabeza—, al final se pierden.

Resopla.

—Así que, además de las consecuencias hay un riesgo de volverme loco.

—¿Consecuencias?

—¿Cuál es el precio a pagar por la mordida? —se apoya en un estante y espera una respuesta.

Y esta es la razón por la que nunca se transforman a los humanos. ¿Cómo les explicas que deben renunciar a su vida para unirse a nosotros, que deben dejar atrás a sus seres queridos y amigos para su protección? No son decisiones fáciles, pero si quieres sobrevivir es necesario.

Y este chico tiene que sobrevivir.

—Los días de paz son escasos. Siempre habrá la posibilidad de que un mal surja y nos aceche. Quieras o no, ya estás metido en esto hasta el cuello. Pero si te unes a la manada, seremos compañeros de guerra y nos cuidaremos hasta el fin de los tiempos. Considera a la manada como una familia.

Respira con fuerza.

—Tengo familia. ¿Ellos también estarán en peligro?

—No, me aseguraré de que estén a salvo. Lo prometo —aseguro—. Por ahora, tu mayor preocupación será entrenar. ¿Tienes dieciocho?

—Cumplo en agosto.

Asiento.

—Tienes tiempo, pero es importante que estés listo para la luna llena.

—Bien. —asiente lentamente. Resopla pasando sus manos por su rostro— Mierda, esto es... una locura.

—Entiendo que cueste procesarlo. Puedes hacer las preguntas que necesites.

—¿Cuál es tu relación con Mia?

No es una pregunta. Me toma con la guardia baja ese tono demandante que combinado con su mirada es como si esperara que descartara una sospecha que tiene. El olor que desprende ha cambiado y tensa mis brazos. Son... celos.

—Eso no es de tu incumbencia.

—Lo es. Ella es mi mejor amiga.

Sonrío de lado.

—¿En serio sólo tu mejor amiga?

Alguien toca la puerta, interrumpiéndonos y volteando a ver.

—Chicos —Astartea abre la puerta, asomando medio cuerpo. —, la cena está servida. Supuse que tendrían hambre. —mira a Paul y le sonríe estirándole su mano— Hola. Soy Astartea. Me alegra ver que has despertado.

—Soy Paul —acepta su mano— ¿Tú eres como él?

—No exactamente. Soy una bruja, pero de las buenas.

—¿Hay brujas buenas y malas?

—El bien y el mal existe tanto en la humanidad como en el mundo sobrenatural. —hablo acercándome a la puerta. Hago un gesto con la cabeza— Ven. Seguiremos con la charla durante la cena.

Los tres recorremos el pasillo hasta las escaleras. No veo por ningún lado a Aiden, me pareció oír que estaba hablando por teléfono. ¿Con quién? No tengo ni idea, probablemente con Tessa.

—¿Aiden cenará con nosotros? —pregunto mirando a Astartea.

—Dijo que bajaría más tarde.

—Eso es demasiada comida. —apunta Paul mirando la mesa llena de comida.

—Lo suficiente para alimentar a tres licántropos grandes.

Durante la comida, Paul vuelve a lanzar sus preguntas. No toca el tema de Mia, se concentra en ir descartando los conocimientos que tenía sobre la licantropía que se basaban en todas las películas, series y novelas. En algunos puntos estaba en lo correcto, otros eran tan ridículos que me pregunto qué pasaba por la mente de las personas al imaginarlo.

Astartea también es alcanzada por su infinita curiosidad de saber todo. Me gusta que quiera saber y tenga la mente abierta para comprender cómo funciona el mundo sobrenatural; pero si no se calla voy a meterle la servilleta en la boca y amarrarla.

Levanto la mirada de mi guiso cuando unos pasos vienen de la escalera. Antes de llegar al final, Aiden me mira y me hace un gesto para que vaya a un lugar apartado. Me levanto y camino hasta el otro extremo de la sala, cerca de una ventana.

—¿Estás...?

—Tienes que prometerme algo —comienza mirándome severamente.

—Te escucho —cedo.

—Acepto el lazo que tienes con mi hermana, pero necesito que te limites —alzo una ceja en su dirección. Prosigue: —. Tiene diecisiete, quiero que respetes eso. Encárgate de encontrarla y mantenerla a salvo, eso es todo. No intentarás sobrepasarte ni usar el lazo a tu conveniencia para que ella acceda a estar contigo. No está lista para eso. ¿Quedó claro?

Entiendo lo que quiere decirme en realidad: Tengo prohibido acercarme de esa forma a Mia. Aiden estaba marcando un límite que, a pesar que me frustraba, lo entendía. Podía ser su protector, quizás su amigo, pero no un compañero como tal. Y su mirada disparaba la advertencia y seguridad de que no dudaría en intervenir si viera algo de su desagrado.

Trago saliva y hago un gesto de afirmación.

—Lo prometo.

Su rostro se suaviza por el alivio.

—Gracias por entender.

Los dos regresamos a la mesa en silencio después de nuestra conversación. Saluda a Paul y le da los mismos consejos que yo, así como anunciar que él lo entrenará, reemplazándome. Toda mi concentración estará en encontrar a Mia y llevarla con nosotros New Mystery. El pueblo es nuestra fortaleza y el único lugar en la tierra donde no correrá riesgos.

—Yo también quiero buscarla—se ofrece Paul tras decirle que no seré su entrenador.

—No. —sentencio.

—¿Por qué no?

—Porque ese es mi deber y el tuyo es prepararte para tu primera transformación.

—Ella es mi mejor amiga —repite lo que dijo hace un rato en el segundo piso—. Tú no eres nada.

—Cuida tu tono. —mi voz es severa cuando me dirijo a él —Y estás equivocado. Ella me importa.

—¿Por qué? —vuelve a exigir.

—Porque están vinculados. —interfiere Aiden— Hay muchos términos para referirnos a esto, pero nosotros lo llamamos lazo. Ethan y Mia fueron unidos por la diosa de la luna desde su nacimiento. Son compañeros de vida.

El color se ha esfumado del rostro del muchacho. Sus ojos, incrédulos, pasean por nosotros esperando que alguien le diga que es una broma. Se niega a creer lo que eso significa.

—La fiesta —su mirada cae en mí. Su pecho sube y baja aceleradamente. —Lo recuerdo. Ella fue al baño y... te vi. Bajaste. Estuviste en la fiesta de Landon.

—Quería asegurarme de que estuviera bien. —explico— La salvé del cazador.

De su boca sale un jadeo encajando las piezas.

—Compañeros —repite—. Mia es tuya.

A mi lado, Aiden suelta sisea. Yo arrugo la nariz, disgustado.

—Mia no es un objeto como para utilizar ese término, Paul. —sentencio. Noto como parpadea cayendo en cuenta de lo que dijo, el rubor se expande por sus mejillas. —Es mi pareja, mi compañera, o como prefieras llamarla. Pero no vuelvas a referirte de ella de esa manera. Menos en frente de mí.

El silencio vuelve a gobernar la suite tras aceptar sus disculpas.

Todos nos retiramos a nuestras habitaciones, a excepción de Paul que se ofrece a lavar los servicios. Quizás por compensación, no estoy seguro. Pero me recuesto en mi cama con los oídos alerta por si intenta escapar.

Los licántropos novatos suelen ser impulsivos, no miden sus actos y eso les ocasiona problemas. Debo ser paciente, más aún con un chico que ha sido mordido. Es un territorio desconocido, tomará tiempo. Y mientras averiguamos, espero Paul no se meta en más problemas.

Mi celular vibra en mi bolsillo y lo saco. Al ver el nombre en la pantalla, respondo la llamada.

—¿Qué tal todo, pequeña?

—Te tengo buenas noticias —sonrío. Su voz suena alegra desde la otra línea, es contagioso.

—Te escucho.

—Ya tenemos todo listo para volver. —suelta un chillido emocionado— Tomaremos el vuelo en la noche y llegaremos mañana.

—Eso es muy bueno. Te echaba de menos.

—Y yo a ti. Espero una cálida bienvenida de tu parte.

—Si, sobre eso —pellizco mi entrecejo—. No iré al aeropuerto. Solo mamá.

—Pero, ¿por qué?

—Estoy fuera del pueblo haciendo algunas cosas.

—¿Más importantes que recibir a tus hermanos?

Cierro los ojos con fuerza por dos motivos: Su reclamo y el lamentable recuerdo de que no regresa sola.

—Alina, eres importante para mí. Y esto también. Lo entenderás cuando vuelva.

—¿Cuándo? —su tono ya ha cambiado. Es apagado.

—No lo sé.

—¿No lo sabes? —repite.

—No —respondo tajante—. Pero no será mucho tiempo.

—Por favor, prométeme que no se debe a lo que hizo que no irás.

Mi ceño se frunce aún más.

—No, Alina. No es por él. —mi tono es seco— Créeme que, si fuera por eso, no habría accedido a que volviera. Y lo sabes.

Hay un silencio en la otra línea. Sabe que tiene razón y que se ha excedido.

—Lo sé. Lo lamento. —su voz suena arrepentida de verdad. O eso quiero creer. Ha pasado tiempo desde que la vi por última vez. Las personas cambian, especialmente una adolescente. —¿Prometes volver pronto?

—Si. Lo prometo.

Hablamos –mejor dicho, la escucho hablar– sobre la despedida que le hicieron sus amigos y un poco sobre cómo está la situación allá. Aparentemente, más tranquila, pero tiene la sospecha que están contando los días para no verlos más.

Nos despedimos cuando escucho de fondo la reconocible voz masculina avisándole a Alina que bajara a cenar.

***

El chasquido de que acaban de quitarle el seguro a un arma alerta mis oídos.

Miro a todos lados buscando de dónde proviene los gritos y sollozos, pero no lo logro. Pareciera que viene de todos lados. ¿Dónde está? ¿Dónde está?

La desesperación me consume y solo logro aullar de agonía cuando vocifera el último grito seguido de un disparo.

¡Mia!

***

Me levanto de la cama con un dolor en la cabeza insoportable. Palpita con fuerza y un zumbido en mis oídos empeora mi situación. Abro los ojos y solo hay oscuridad en mi habitación.

Levanto la cabeza y, de no ser porque estoy sentado en la cama, me habría caído al ver los ojos color rojo carmesí que me devuelven la mirada en el espejo.

Maldita sea. Otra vez no.

La pesadilla lo activó, de eso estoy seguro. Incluso mientras estaba dormido podía sentir que estaba perdiendo el control. El miedo de que había perdido a Mia era...

Cierro los ojos tratando de calmar mi ritmo cardiaco.

Debo calmarme.

Todo está bien. Solo fue una pesadilla, solo eso.

Cuando vuelvo a abrir los ojos, mis hombros se alivian al ver el color café. Volvió a la normalidad.

«Lo tengo bajo control», me repito a mí mismo.

Lo repito tantas veces hasta callar a esa voz en mi cabeza que dice lo contrario. Solo debo encontrar a Mia, llevarla a New Mystery y todo estará bien.

Así será.

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