CAPÍTULO 11
MIA
Sangre.
Gritos.
Un cuerpo en el suelo.
—¡No! —grito.
Mis ojos se abren abruptamente al mismo tiempo que me impulso hacia adelante llevando mi mano al pecho ante la falta de aire. Mi sien duele más lo ignoro, estoy desesperada por la falta de oxígeno en mis pulmones que respiro por la boca que se llena del sabor salado de las lágrimas que caen sin control.
«Fue una pesadilla. Fue una pesadilla.»
—Dios Santo —jadeo.
—¿Mia?
Paso mis manos por mi rostro limpiando las lágrimas al mismo tiempo que escucho la voz de Hillary provenir desde el pasillo. Abre la puerta de mi habitación y la recorre con la mirada hasta que me encuentra en mi cama temblando.
—L-lo s-siento, no quise...— Mi voz se quiebra.
Agacho mi mirada abrazando mis piernas.
—Tranquila —Se sube a la cama. En cuestión de un segundo soy envuelta por la calidez de sus brazos—. Está bien, fue solo un mal sueño. Todo está bien.
—Fue muy real.
Las lágrimas no dejan de caer por mi rostro cada vez que recuerdo la última imagen.
—Sh, ya pasó.
Cierro los ojos ante el contacto de su mano en mi cabello, es un gesto reconfortante como el ritmo tranquilo de su corazón latiendo pegado a mi oído.
Nos quedamos en silencio unos minutos, en los cuales me mece de adelante hacia atrás como si tuviera a un bebé en sus brazos. Cuando abro los ojos y levanto mi mirada hacia me encuentro una cálida y dulce sonrisa.
—Lamento haberte despertado.
Sacude la cabeza.
—Está bien. No hay nada que disculpar —asegura.
Lentamente y con cuidado, sus brazos me guían hasta que termino recostada con mi cabeza apoyada en sus piernas. Toma mi cobija y nos cubre a ambas para volver a su labor de acariciar mi cabello.
—¿Quieres contarme lo que sucedió? —pregunta. Asiento tímidamente con la cabeza —Te escucho.
—Estaba en Portland —comienzo—, en la carretera hacia mi casa, era de noche y todo estaba tan oscuro que apenas podía ver frente a mí. Cuando llegué a la entrada... —cierro los ojos con fuerza, ocultando mi rostro en sus piernas. Me cuesta mucho terminar la oración, pero continúo: —Había gente tirada en el suelo. Muertos. Todos bañados en sangre y despedazados.
Ahogo un sollozo cubriendo mi boca con mi mano.
Sigo relatándole lo que vi. Nunca olvidaré ese escenario tan horrífico. Y no solo era eso, sino que algunos de ellos lucían como demonios con garras, los ojos abiertos carentes de vida eran diferentes a los de un humano y... otros parecían animales.
—¿Qué clase de animal? —pregunta Hillary.
—Lobos —balbuceo mirando a la nada. —Como si los hombres ahí se hubieran semitransformado, tenían la cabeza, patas y garras como la del animal... También había unos lobos de verdad. —mi mente me regresa a aquella noche de la fiesta. Los lobos de mi sueño eran muy parecidos a aquel me salvó. —Pero había alguien más.
—¿Tu padre?
Sacudo la cabeza.
—Era Paul.
—¿Quién es Paul?
—Mi mejor amigo. Él estaba ahí, muerto. —me paso las manos por el cabello. Volteo a verla, inquieta. —Hillary, yo no tengo este tipo de sueños. Siento que algo malo le ha pasado.
Hasta ahora conservaba la última imagen de mi amigo en su auto riendo como recuerdo. Esa imagen estaba opacada por esta pesadilla donde su hermoso cabello rubio platino estaba manchado de sangre, sus ojos celestes estaban abiertos mirando al cielo y tenía heridas en todo el cuerpo que destruyeron su ropa. El horror y miedo que debió haber sentido en sus últimos segundos de vida se quedaron grabados en su perfecto rostro.
—Mia, es sólo una pesadilla. No te dejes llevar por eso, cielo.
—Pero se sintió real. —insisto.
—Hay personas que tienen mucha imaginación y combinan la fantasía con la realidad en sus sueños. Tal vez eso te ha pasado con tu pesadilla. —propone, encogiéndose de hombros. —Tal vez tu miedo de volver allá se combinó con, no sé, algún libro o película de esa clase que hayas visto.
De pronto, se siente que el ambiente entre nosotras ha cambiado.
A pesar de que me mira con dulzura y serenidad, siento que hay algo más. Había notado que su mirada cambió cuando mencioné sobre los lobos, más lo había ignorado. Era como sospechas hacia mí y ahora intentara estudiarme para descubrir si escondía algo.
Aun así, continúo.
—No ese tipo de personas. —aseguro— Sé lo que vi. —me llevo la mano al pecho. —Algo aquí me dice que Paul no está bien. Yo... debo ir a buscarlo.
Sé inconsciente que es una locura querer volver después de haber huido. Pero estaba hablando de Paul, el chico que me había protegido durante toda la vida y de quien no me despedí.
—Wow, cálmate. —Se levanta de la cama poniendo sus manos frente a ella. —No estás pensando con claridad.
—Quizás ya descubrió que me fui. —hablo conmigo misma— Debe estar preocupado, tal vez quería buscarme y le pasó...
—Basta, Mia.
Cierro la boca ante el tono tajante y serio de Hillary al dirigirse a mí. La mirada casi maternal ha desaparecido en cuestión de nanosegundos y ahora posee una intimidante, una que causa escalofríos.
—Una pesadilla es una pesadilla. Es producto de nuestra subconsciente que revela hasta nuestros más profundos temores. Las pesadillas no se hacen realidad, sólo los sueños.
—"Nos prometieron que los sueños podrían volverse realidad. Pero se les olvidó mencionar que las pesadillas también son sueños." —murmuro.
—Oscar Wilde puede equivocarse.
Aparto mi mirada.
No creo que Hillary entienda mi preocupación, pero es comprensible. Hasta yo reconozco que estoy actuando como una loca.
—¿Por qué no lo llamas cuando amanezca? —propone. —Así también lo tranquilizas diciéndole que estás bien.
Asiento con la cabeza.
—Sí, tal vez lo haga.
—Deberíamos volver a descansar.
Paso mis manos por mi rostro limpiando las últimas lágrimas que empañaban mi rostro. Dudo bastante pueda dormir otra vez esta noche.
—Sí. Más bien disculpa la molestia. —me levanto para cerrar la ventana que había dejado abierta y de donde entraba una ligera brisa fría. Sin embargo, me detengo cuando ella se pone frente a esta, con su mano en el aire rozando la perilla. —¿Ocurre algo?
Su ceño se frunce al mismo tiempo que comienza a olfatear. Me sorprende cuando abre un poco más la ventana y se inclina hacia afuera. ¿Qué está haciendo?
—¿Hillary?
Como si la hubiera sacado de un trance, vuelve a enderezarse rápidamente cerrando la ventana y girándose a mí con una sonrisa.
—Descansa, Mia.
¿Eh?
Me deja un beso en la mejilla antes de caminar, abrir la puerta de mi habitación y volver a cerrarla detrás de ella. Por una fracción de segundo, logro ver a Elena y a Anna paradas en el pasillo.
Los murmullos comienzan y con ello mi curiosidad. La actitud de Hillary me ha dejado anonada así que, rompiendo la regla de no entrometerme en conversaciones ajenas, camino de puntitas tratando de no hacer ruido y escuchar detrás de la puerta.
—El aroma era intenso. Sin duda era de él. —habla Elena.
—Cela doit venir de l' extérieur. Il a Trouvé sont compagnon. —comenta Hillary en... ¿francés?
—¿Crees que estén cerca? —susurra esta vez Anna.
—No lo creo. No era tan fuerte.
—Será mejor dejar la conversación para otro momento.
El silencio vuelve a gobernar tras la recomendación de Elena. Pego mi oreja más a la puerta, con la esperanza de tal vez escuchar una conversación, pero no hay nada. Solo silencio.
Regreso a mi cama al mismo tiempo que sus puertas se cierran. Mi mente no deja de trabajar pensando qué acaba de suceder.
«Debe venir del exterior. Encontró a su mate.»
Por un tiempo estudié francés, y aunque no terminé mis estudios, aprendí lo suficiente como para haber logrado entender lo que Hillary había dicho.
Mate... ¿Qué rayos significaba eso?
El ruido proveniente del exterior me detiene antes de recostarme en mi cama. Camino hacia la ventana, apoyando mis brazos para ver la hermosa ciudad iluminada por las luces de los edificios y los faroles. Chicago tiene un mayor encanto cuando anochece. Quizás mañana salga a explorar. Si alguna de las chicas tiene tiempo libre para acompañarme, claro.
Mi ceño se frunce cuando veo por el reflejo del vidrio un paquete bajo mi cama. Por un momento los desconozco, pero entonces recuerdo que se trata del paquete que mi madre me envío y camino para recogerlo.
El colchón de mi cama rebota bajo mi peso mientras abro el paquete. Lo primero que descubro es una pequeña caja amarrada a un sobre con partes amarillentas. Dejo la caja a un lado y me concentro en inspeccionar el sobre.
Luce como un sobre de la época medieval. El sello que lo cerraba es como la cera que se utilizaba antes con la inscripción de una "B" en cursiva. A la vuelta mi nombre estaba escrito en una caligrafía perfecta, la tinta de lapicero era lo único que rompía con la estética.
Suelto un suspiro jugando con el sobre en mis manos. Me cuesta creer que sea de mi madre cuando nunca he tenido algo que me ayude a saber si esto era cierto. ¿Qué me asegura sea cierto? Podría ser una falsificación, una broma, una trampa...
—Qué mas da. —farfullo.
Rompo el sello y saco una carta doblada. Un olor a vainilla inunda mis fosas nasales mientras la abro para comenzar a leer con los nervios carcomiendo mi estómago.
Querida Mia:
No imagino lo confuso que debe ser para ti recibir esta carta. Si mi intuición no falla, imagino debes ser curiosa y ya tienes muchas preguntas en mente. Descuida, trataré de responderte todas en este papel.
Antes de empezar, quiero presentarme ante ti y sepas que esto no es un engaño. Soy Leticia Buchannan, tu madre.
Dios mío.
Es difícil para mí escribir esto cuando te llevo dentro de mí y mi mayor anhelo es conocerte. Pero mi enfermedad empeora conforme pasa el tiempo. Para cuando estés leyendo esto, habré muerto y tú debes estar corriendo el peligro del que no podré cuidarte, aunque es lo que más deseo en el mundo.
Mi único consuelo es que tú tendrás la edad suficiente para comprender y, de ser necesario, investigarás y aprenderás todo lo necesario para vencer aquellos peligros que están por cambiar tu vida.
Sí, Mia, peligros. Existen muchos peligros de donde provengo, donde la línea entre el bien y el mal es muy fácil de cruzar y donde muchas veces la sangre que corre por tus venas dicta tu destino.
Lamento no poder darte más, hay cosas que me prohíben darte toda la información, entre ellas, tu seguridad. Quiero creer que mientras más tarde en descubrir la verdad, tendrás más tiempo para prepararte y enfrentar a aquel mundo del que tu padre y yo intentamos escapar, pero terminó por alcanzarnos. Créeme cuando te digo que hicimos de todo por mantenerte a salvo a ti y a tu hermano, simplemente no funcionó por quienes somos.
En base a esa experiencia, te daré unos consejos:
La primera: No confíes en todos los que te rodean. Estoy segura que eres una chica que ve la bondad en todo el mundo. Lo sé, puedo sentir que eres luz pura y no sabes lo feliz que me hace eso saber que serás una mujer de buen corazón. Pero no todos son así, por más que creamos conocerlos, siempre hay una verdad oculta que puede resultar atemorizante. Mantente siempre alerta para que cuando te lancen el golpe puedas estar lista.
La segunda: Mente abierta. Observa a todo a tu alrededor, fíjate en los detalles más insignificantes que puedan parecer. Muchas veces marcan una diferencia que puede cambiarlo todo.
Nunca te dejes llevar por la primera impresión o lo que dicen los demás. Analiza a la persona y tú misma construye tu propio criterio. Puedes encontrar aliados en las personas menos esperadas.
La tercera (y más importante): Nunca dudes de Aiden. Sean leales el uno al otro, cuiden sus espaldas y ámense incluso en sus diferencias.
Espero te sirva de ayuda. Al principio será difícil, pero estoy segura que encontrarás a alguien que será ese apoyo para continuar tu camino. Sé que así será.
Y cuando finalmente descubras todo quiero que lo asumas con valentía. Acéptalo todo, Mia, porque forma de ti, de tu esencia y de tu poder. Ámate como yo lo hago desde el momento que supe de tu existencia y haré más allá de la muerte.
Sé fuerte, muy fuerte para luchar por la vida que te mereces. Pero nunca abandones tu identidad y la luz que hay en tu corazón. Estoy segura que Tessa hará un gran trabajo dándote todas las herramientas para convertirte en la gran mujer que estás destinada a ser.
Esto no es un adiós, sólo es un hasta luego para cuando nos volvamos a ver en la siguiente vida y nunca más vuelva a separarme de ti.
Con amor, tu madre.
Leticia Buchannan.
Posdata: En la caja te dejo un collar que me perteneció y ahora quiero que sea tuyo. No te lo quites nunca, te protegerá de todo.
Pierdo la noción del tiempo que transcurre mientras releo una y otra vez la carta con las manos temblorosas y mi corazón martillando mi pecho. Solo me detengo cuando las primeras lágrimas caen sobre la carta y la doblo de inmediato para volverla a su sobre.
Toda mi vida quise tener algo de ella, lo que sea con tal de poder aferrarme a su existencia, al hecho de que alguna vez fue real. Jamás creí que aquello que desee me destrozaría el corazón y a su vez me lo reconstruiría con el hecho de que me amaba y lo hizo hasta el último segundo.
No obstante, también tengo muchas dudas por resolver que ni sé por donde empezar para hallar respuestas.
Guardo el sobre en el único cajón de mi mesa de noche, abro la caja de donde saco el collar de mi madre y lo cuelgo en mi cuello. La cadena y el dije en forma de cruz con varios símbolos extraños y entrelazados en su interior están hechos de plata a excepción de la pequeña esfera azul que hay en el centro de la cruz. Es simplemente hermoso.
Mi mirada cae en el portátil de Elena que me prestó al terminar la cena. No tenía sueño y mi curiosidad estaba a su nivel máximo, exigiéndome haga caso a la recomendación de mi madre sobre investigar.
Así que, siendo dominada por el insomnio, abro el ordenador y trato de buscar las palabras exactas para poner en el buscador una vez se encendiera. En verdad no sabía por dónde comenzar...
Hasta que vi nuevamente la cruz.
Empezaría por lo más sencillo.
Una vez listo, abro el navegador y escrito en el buscador "Tipos de cruces". Vale, hasta yo me avergüenzo de lo estúpido que se ve eso. Comparado a lo interesante que suena las investigaciones que realizan algunos personajes en las películas, lo mío es muy patético.
Conforme pasan los minutos que me encuentro sentada frente a la pantalla comienzo a irritarme al no encontrar mi cruz en ningún sitio web. Al salir de la quinta página tomo la decisión de probar suerte en la sección de imágenes.
Nada.
Simplemente no...
Un segundo.
Me acerco más a la pantalla para ver con mayor atención y cuando confirmo que la imagen pequeña es la cruz que busco celebro con una sonrisa orgullosa.
Abro el enlace que me lleva a un sitio web donde el tema principal es la cultura celta, especialmente los druidas. Según la página, los druidas eran los sacerdotes de dicha cultura durante la Edad de Hierro y su culto estaba basado en el animismo.
Amplío la imagen de un cuadro donde estaban lo símbolos más importantes de sus creencias con sus respectivos significados. Busco con mayor prioridad a la cruz hasta que la ubico al final del cuadro. Significa protección -como dijo mi madre- y simbolizaba la civilización, privilegio e inteligencia.
Eso era... interesante. Pero, ¿Qué relación había con mi madre?
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