Gula
I
Los amé. Les mostré mi amor de la forma más pura. Devoré sus cuerpos durante la cena, disfrutando la intimidad de las noches llenas de estrellas. Les dediqué amablemente cada uno de mis movimientos en la cocina, me moví con la gracia de una bailarina y la serenidad de un monje. Hice plegarias y dije sus nombres en voz alta antes de cada comida. Lamí cada centímetro de piel y engullí toda la carne bocado a bocado. Mastiqué con parsimonia mientras pensaba en ellos y solo en ellos, les honré. Les fui fiel, tomé solo uno a la vez. Combiné nuestras existencias porque ese es el mayor gesto de amor: ser devorado por completo, volvernos un solo ser. Porque los amé tanto que no desperdicié ni un solo átomo de sus cuerpos. No desperdicié ni una gota de sangre, utilicé todo. Los utilicé bien, retribuí a la naturaleza. Decoré mi casa de campo con sus huesos, utilicé sus órganos como fertilizante.
Les demostré mi amor de la única forma en que puedo hacerlo. Sin embargo, esta hambre, este vacío, no puede llenarse. Mi estómago duele, siento náuseas. Cuando me enamoro puedo aliviar esta sensación pero siempre vuelve. Siempre vuelve en forma de acidez, de dolor. No puedo soportarlo cuando vuelve. Nadie me ha dedicado el mismo amor.
Sus ojos solo me han visto con odio cuando les explico la manera correcta de amar. ¿Por qué nadie puede amarme? Aceptaría mi muerte si mi amado estuviera dispuesto a darle un buen uso a mi carne y honrara de forma delicada cada una de mis partes. Pero ninguno se atreve. Todos los ojos me han visto con desprecio, con miedo y con asco. ¿Por qué ninguno ha sabido amarme? Si les regalé el cuchillo, les señalé donde apuntar, les indiqué donde cortar para no desperdiciar. Lo tomaron como broma, me llamaron loca.
Los hombres son egoístas, no pueden amarme como deseo que me amen. No importa, yo sí puedo hacerlo, yo sí puedo amarlos. Me sé el ritual de memoria. Si ningún hombre puede amarme, quizás ya sea hora... No hay alternativa, ya no tolero este dolor, este infierno, este vacío que ruge en mi interior. Cada noche me pregunto qué he hecho mal, qué está mal conmigo. Lloro durante horas hasta quedarme dormida. Despierto con hambre, acidez creando remolinos en mi vientre, mi mente siendo consumida por pensamientos decadentes. Se repite la pregunta: ¿Por qué nadie puede amarme?
Siento que mi estómago se revuelve y emite sonidos que parecen alaridos, me paraliza la agonía. Pasa cada año, cuando las mariposas no he alimentado.
II
Tomo un cuchillo y corto mi dedo. Me regocijo de dolor. Trago la sangre mientras frío el dedo en aceite. Es la primera vez que pruebo mi propio sabor. Quiero amarme. Quiero amarme tanto, quiero amarme así como los he amado a ellos.
Pero no puedo amarme.
He devorado de mi brazo toda la carne.
He masticado mi propia piel.
¿Por qué? ¿Por qué no puedo amarme?
Corté mis dos piernas,
renuncié a la persecución de los amantes.
Aún no, aún no me amo.
Aún si devoro y mastico y trago mi carne...
¿por qué aún no puedo amarme?
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