Final feliz
Banana Fish - Fanfic
Verlo era como contemplar un espejismo, no podía apartar la mirada por miedo a perderlo. El viento acariciaba su cabello suavemente, recordándome de forma sutil que él también formaba parte de este mundo, que yo también podría tocarlo si me acercaba lo suficiente. Era así de fácil pero parecía tan difícil convencer a mis piernas que dejaran de temblar, para poder estar lo suficientemente cerca. Era como un espejismo y debía estar atento a como la naturaleza se doblaba ante él solo para recordarme que no debíamos estar en el mismo lugar. La vida que yo llevaba era demasiado peligrosa para para él, pero aun así insistía en permanecer a mi lado.
La primera vez que lo vi, creí que era solo un japonés ingenuo intentado salir de su rutina llena de orden y leyes morales estrictas. De cierta forma, no estaba equivocado, pero en el fondo había algo más. Siempre hubo algo más en su interior que lo volvía enigmático y fascinante ante mis ojos, aunque se vistiera como un chico simple. Sé que nada en este mundo es completamente simple. Me daba miedo estirar mi mano y no poder tocarlo; era molesto que en estos momentos así, ese fuera mi miedo más grande. Por eso quería tenerlo a mi lado, no quería separarme aunque sabía que eso era lo correcto. Eiji insistía en hacerme dudar entre lo que era correcto y lo que no en mi situación.
El peligro ni siquiera estaba a la vuelta de la esquina, lo teníamos de frente, justo en la punta de nuestras narices y moriríamos en el mas mínimo descuido. Acariciar su piel blanca era como entender que no todo era una mierda y ese sentimiento debía ser protegido. O eso creía. Eso quería creer. Quería aferrarme a su piel y a su esencia como un parásito, pero mi debilidad insistía en no apartar la mirada ante las alertas que me gritaban y señalaban el camino de sangre bajo nuestros pies. Él debía irse, volar hacia Japón lo antes posible. Pero esa sensación egoísta me hacía cosquillas desde el cuello hasta el estómago, mis brazos insistían en tomar su mano y mi mente repetía que morir a su lado sería lo más maravilloso de toda mi vida.
No pude soportarlo mas, no pude sostener su mano. Mis piernas aún no eran tan rápidas ni mi cuerpo lo suficientemente puro como para poder correr a su lado y quedarme ahí para siempre, o la fracción de tiempo que eso significase. Ni siquiera fui capaz de despedirme, mi orgullo y miedo me cegaron en todo momento. Ni siquiera la sangre que brotó de mi pecho sobre ese escritorio se comparaba con la sensación tan tibia de sus labios... rozando los míos.
Era un espejismo. Traté de convencerme y no ir corriendo hacia él en cuanto lo vi. Era una ilusión que solo puede ser vista desde el lado externo de la vitrina, como un adorno tan frágil que nunca debe ser tocado. Sus labios estaban curvados en una linda sonrisa y yo solo podía verlo desde lejos, tratando de convencerme a mi mismo de que esto era lo correcto. Pero, ¿realmente era correcto dejarlo ir cuando el lado tenebroso de mi vida había sido disuelto casi por completo? ¿Ahora que la primavera lo hacía lucir incluso más joven que yo y su rostro sonreía en medio de toda esa gente? Era como ver una flor en medio de un campo desierto, no podía apartar la mirada y tampoco quería hacerlo.
Mis piernas temblaban. Un turista que me acompañó en el viaje me dio unas palmadas en mi espalda, sé que se encontraba triste por mi culpa sin necesidad de verlo. Sabía que esa parte de mi historia ya había terminado, que el lince había muerto desangrado en ese escritorio. Pero, ¿podían echarme la culpa por querer verlo? Fue lo único bello que sentí cuando el resto de mi vida era un completo de desastre, cuando todo mi cuerpo olía al hierro que manchaba cada centímetro de mi piel con sangre, cuando todo lo que deseaba era vengarme del hombre que mató a mi hermano, quien me mató a mi sin mover un solo dedo; solo fueron necesarias algunas palabras para quebrarme casi por completo. Era solo un juguete y Eiji fue el único que supo cómo impedir que mi voluntad se cayera a pedazos, de llevarme a las nubes mientras mis dedos desataban el infierno en Nueva York.
Pero ya no era necesario tenerlo entre mis manos para ver la hermosura cegadora detrás de la luz del sol. Sí, lo amaba y estoy seguro que lo amaré por siempre. Sin embargo, nuestra historia llegó al final en cuanto él subió al avión y yo me quedé a enfrentar la otra mitad que le debía al destino y a la suerte. El viaje a Japón me empezaba a parecer innecesario luego de verlo, así que decidí regresar. Sin decirle palabra alguna, sin anunciar que seguía vivo. Solo me di media vuelta y abandoné todo lo que sentía por medio de un largo suspiro mientras admiraba cómo el viento mecía suavemente sus mechones oscuros. Eso era lo único necesario para que mi demacrado cuerpo pudiera seguir adelante.
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