ocho.
· • —– ٠ El chico de la cafetería ٠ —– • ·
La estancia en Busan con la peculiar familia Jeon había llegado a su fin. Para el primogénito, Jungkook, siempre antipático y distante, era una liberación. Sin embargo, para Park Jimin, el joven secretario que había encontrado un hogar entre ellos, la despedida estaba siendo una experiencia melancólica y nostálgica.
—Te extrañaré tanto —dijo Jihyo abrazando al rubio con fuerza—. Si hay algo que necesites, lo que sea, solo llámame ¿si? —sonrió y le dio un beso en la mejilla, para luego separarse.
Jimin asintió, regresándole la sonrisa llena de gratitud.
—Así lo haré, te llamaré.
—¡Y tú! Mas vale que cuides bien de él —Jihyo advirtió a su amargado hermano mayor, apuntándolo con su dedo índice—. Es parte de esta familia ahora, y no aceptaremos a nadie más que a él ¿entendiste?.
Jungkook puso los ojos en blanco.
—No me des órdenes, loca. ¿A quien más podría traer? Por los cielos. —desvío la mirada.
Toda la familia se terminó de despedir, pero Jimin no estaba listo para irse. Era sorprendente lo mucho que se había encariñado de los Jeon en solo una semana.
—Gracias por todo, en serio. —agradeció, haciendo una reverencia—. Disfrute mucho del tiempo aquí. Espero verlos muy pronto.
—Querido, nos veremos en la preboda —Hesu le recordó y el chico asintió, sonriendo débilmente—. Nos encantó conocerte, sin duda eres una hermosa adición a esta familia —miró a su sobrino—. Ya escuchaste a tu hermana Jungkook, cuida bien de tu prometido, no queremos a ningún otro más que a este encantador jovencito.
—Tia Hesu es usted muy... —empezó a decir Jimin, pero lo interrumpió.
—Ajá, nos vamos —Jungkook tomó las maletas y se dio la vuelta para ir hacia su auto. Finalmente el rubio volvió a agradecer haciendo una última reverencia, y luego subió al auto junto a su jefe—. No entiendo porque piensan así de mí ¿traer a alguien más? Están locas. —murmuró él colocándose el cinturón de seguridad.
—Al parecer no soy el único que conoce su naturaleza promiscua, jefe, debería tener cuidado. —espeto Jimin, mientras también se colocaba el cinturón de seguridad, con una expresión seria y estoica.
Ante esta respuesta, el pelinegro se sorprendió por tal atrevimiento, levantó una ceja ciertamente ofendido, pero se limitó a simplemente soltar un prologando suspiro, evitando increpar ante la osadía de su secretario.
—Como sea. No me importa su opinión de todas formas. —encendió el auto y se puso en marcha—. Enviaré a alguien a recoger tus cosas de tu departamento —le hizo saber.
—Puedo ir yo mismo por ellas, no se preocupe, jefe. —objeto Park, secamente.
Jungkook no entendía su actitud, frunció levemente el ceño y preguntó—. ¿Estás bien, Park?.
El rubio asintió, sin mirarlo. Entonces Jeon decidió no insistir más, y solamente condujo, pero no puedo evitar preguntase qué pasaba.
A medida que avanzaban, Jimin no podía evitar pensar en la nueva vida que le deparaba. ¿Qué pasaría cuando llegara a la casa de Jungkook? ¿Sería capaz de adaptarse? Las preguntas se agolpaban en su mente, pero no tenía respuestas. Solo sabía que extrañaría a su vida anterior.
El viaje en auto fue silencioso, solo roto por la radio.
Al llegar, Jimin estaba sorprendido por el gran lugar. La mansión de Jungkook era impresionante, con una arquitectura elegante y objetos costosos y brillantes en cada rincón. El balee abrió primero la puerta de Jungkook, y luego ayudó a Jimin a bajar del auto también.
—Señor Jeon, bienvenido. ¿Su viaje estuvo bien? —otro hombre, de edad mayor y bien vestido se acercó y le preguntó con una voz pacífica y amable.
—Baja el equipaje que está en la cajuela —ordenó Jungkook, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón, mientras subía las escaleras hacia la entrada principal.
Se adentraron y en el recibidor las sirvientas y la ama de llaves estaban esperándolos. Las tres hicieron una reverencia.
—Bienvenido señor Jeon. —dijeron al unísono—. Ahora que ha vuelto de su viaje, ¿desea comer algo... junto a su invitado? —preguntó la ama de llaves sonriente, captando al jovencito rubio a un costado de su jefe.
—Esperaremos hasta la cena —ordenó Jungkook—. Park, ellas son mis empleadas domésticas Emma y Sol, la ama de llaves Katherine y ya conociste a Hyun, mi mayordomo.
Jimin las saludó con una sonrisa tímida, y un gesto con su mano.
—Ustedes —las llamó—. Él es Park Jimin, mi prometido.
La expresión en el rostro de las tres señoritas fue de pura sorpresa. Se miraron entre sí, confundidas.
—De ahora en adelante, él vivirá aquí, así que atiéndalo debidamente —ordenó—. Park, si quieres puedes ir por tus cosas, un chofer puede llevarte, o le puedes pedir a Katherine que te lleve a tu habitación, puedes hacer lo que te plazca. Yo estaré en mi despacho atendiendo algunos asuntos. Nos veremos hasta la cena.
—Está bien, mañana puedo ir por mis cosas —respondió el rubio—. Y prefiero ir a mi habitación de una vez.
—Claro, joven amo —respondió la ama de llaves—. Por favor, sígame y le mostraré su alcoba.
Mientras Jimin seguía a la ama de llaves, Jungkook se dirigió a las sirvientas.
—Voy a advertirles una cosa —espetó llamando su atención—. No quiero chismes sobre lo que sucedía en esta casa antes de que Jimin llegara, cuiden lo que dice porque él puede llegar a escucharlas. ¿Entendieron?.
—Sí, señor Jeon —respondieron las sirvientas, asustadas por la demanda. Bajaron la cabeza e hicieron una reverencia de 90 grados.
Luego de la advertencia y la respuesta gustosa, Jungkook se fue por su propio camino.
—No puedo creerlo —chillo una de las sirvientas—. ¿Realmente es él prometido del señor Jeon? Es tan difícil de creer, pobre chico, se nota a leguas que es un joven muy amable.
En eso llegó el mayordomo con las maletas y se unió a la conversación.
—¿De qué están hablando? —preguntó.
—Sobre el joven lindo que acompaña al señor Jeon —respondió Emma—. Resulta que es su prometido. ¿Puedes creer eso?
—¿Es así? —preguntó el mayordomo sorprendido como ellas—. Yo creí que solo era uno más de los chicos que siempre...
—Basta —interrumpió Sol—. El señor Jeon nos advirtió que nos dejáramos de chismes. Además, seguramente esa vida que llevaba el señor antes ya se terminó. Ahora que está comprometido debe ser fiel ¿verdad?
—¿No es obvio? Además, su prometido es bastante bonito y amable, no tendría porque ser infiel —acotó la otra sirvienta.
—Por ahora, porque lamentablemente una de las debilidades del señor Jeon siempre será el placer —finalizó el mayordomo, a lo que las jovencitas estuvieron de acuerdo—. Bueno, jovencitas. Es hora de trabajar. Déjense de habladurías y díganle a la cocinera que prepare la comida.
—A la orden, señor Hyun —respondieron las sirvientas, retirándose.
[...]
—Su habitación joven amo, sea usted bienvenido, siéntase libre de estar donde usted quiera, y si necesita algo no dude en llamar a cualquiera que formé parte de los empleados domésticos, estamos a sus órdenes. —hizo una reverencia Katherine con una sonrisa—. Mi nombre es Katherine y estaré complacida de servirle.
—Muy amable, gracias —Jimin sonrio de forma tímida por tanta formalidad—. Mi nombre es Park Jimin, y no se preocupe tratare de no dar problemas. —hizo también una reverencia.
—Siéntase libre de hacer lo quiera, insisto —replicó—. Dejare que se instale, con su permiso. —la ama de llaves hizo una reverencia y se retiró cerrando la puerta.
Jimin comenzó a mirar toda la habitación, la cual era bastante cómoda y sobre todo grande, incluso podría decir que era del tamaño de su departamento completo.
Junto la ventana había un sofá, se sentó y se quedó mirando el exterior, los jardines que era su vista. Aún analizando todo lo que estaba sucediendo y lo que sucederá después, y a decir verdad sentía un poco de miedo, el simple hecho de vivir con un hombre como Jungkook lo atemorizaba, y más después de enterarse sobre la vida llena de libertinaje que lleva.
Pero quien sabe que le depararía el futuro, podría suceder cualquier cosa, incluso lo inimaginable.
[...]
Se reunieron para cenar en el comedor, Jungkook disfrutaba de su plato, mientras que Jimin apenas tocaba los vegetales. La incomodidad en el ambiente era palpable, solo rota por el sonido de los cubiertos contra los platos.
Pero sorprendentemente, Jungkook fue el que rompió el hielo—. ¿Te gusta tu habitación? —le preguntó.
—Sí... es linda y espaciosa —contestó Jimin bajito, sin despegar la mirada de su plato.
—¿Qué hay con tu actitud? —se atrevió a preguntar Jungkook—. Estas portándote seco y no entiendo por qué es.
—No es por nada que deba preocuparle, son tonterías mías —suspiró.
Jungkook era un hombre de poca paciencia, así que frustrado, limpió con la servilleta las comisuras de su boca, luego la soltó bruscamente en la mesa y miró al rubio enojado.
—Solo dime qué mierda sucede. No esperes que deduzca tus pensamientos porque no lo haré. Estoy cansado, estoy tratando de disfrutar mi cena, pero en cambio obtengo este ambiente de basura, joder —golpeó con sus puños la mesa.
Tanto los empleados como Jimin estaban un poco asorados.
—¿De verdad quiere que le diga qué está pasando? —preguntó.
—Sí —respondió Jungkook.
—Imagino lo que mi madre le dijo cuando habló con usted, pero no quiero que haga nada de lo que ella le pidió que hiciera. Es más, preferiría que no me dirigiera la palabra si no es por asuntos de trabajo —demandó Jimin con voz firme y con fuerza—. Para usted es muy fácil cambiar de pronto su actitud y tratar de amenizar esto pero... para mí no lo es.
—¿De qué estás hablando, Park? —lo miró confundido.
—¡De qué no quiero sus buenos tratos fingidos! —replicó Jimin—. Entiendo el hecho de que nos vayamos a casar casi obligados con un contrato de por medio, y que quiera relajar el ambiente para "pasarla mejor" —agregó, y la servidumbre se sorprendió ante esto, pero disimularon para no ser sacados de la sala y continuar escuchando—. Pero está haciendo todo lo contrario, y me siento como un idiota, porque imagino cosas que no debería ¡porque al final usted jamás va a dejar de acostarse con quien se le ponga enfrente!
—Así que es eso —inquirió Jungkook.
—Eso y muchas otras cosas más —continuó—. Ya se lo había dicho, pero lo vuelvo a repetir. Deje de fingir algo que realmente no quiere hacer, dejó en claro cuáles son nuestra posiciones y los límites que debemos respetar, y así quiero continuar porque de lo contrario... no creo poder soportarlo. —espetó, impactando un poco a Jungkook.
—¿Entonces quiere que te traté como basura? ¿Eso quieres, Park? —enarcó una ceja.
—Como basura no pero... mantenga su distancia, sigamos siendo jefe y empleado, no quiero que me pregunte si estoy bien, no quiero que se interese por mis pensamientos, no quiero sus amabilidades falsas —respondió Jimin, decidido.
—Y qué te hace creer a ti, Park, que voy a obedecer lo que dices —lo miró fijamente con la barbilla en alto—. Además no sé de qué estás hablando, no he tenido ningún acercamiento a ti que rebase los límites marcados. Y te recuerdo que yo hago lo que quiera, cuando quiera y como quiera.
—Si usted desea que esta boda se lleve a cabo, deberá cumplir con lo que le estoy pidiendo, solo no finja, es todo. De lo contrario, terminaré con esta farsa.
—Así que ahora me estás amenazando —se rió entre dientes Jungkook—. Esto es una total mierda —soltó con un suspiro de pesadez.
—¿Eso cree? —se enfadó Jimin, levantándose precipitadamente de su silla—. He perdido el apetito, prefiero ir a trabajar, buenas noches. —se retiró del lugar.
[...]
Jimin despertó en una habitación desconocida, en una casa desconocida y con una vida desconocida. Apago el despertador y con cierto desgano se levanto como pudo e hizo lo que normalmente, se ducho y preparo para un nuevo día de trabajo en la oficina.
—¡Joven amo! —tocaron la puerta, enseguida el rubio la abrió encontrándose con el mayordomo—. Buenos días joven amo, vine a decirle que el señor Jeon se fue más temprano a la empresa, pero nos dieron órdenes de preguntarle ¿si deseaba que le prepararan algo de desayunar? Y que después lo lleven a la empresa.
—Ummm... —Jimin no supo que decir, jamás había sido tratado de esa forma, él siempre se había encargado de hacer su propio desayuno y de ir hasta la oficina en trasporte público—. Bueno, creo que no hace falta el desayuno, compraré algo de paso y me iré en trasporte público —respondió con una sonrisa.
—Joven amo, al parecer no me di a entender claramente, la única pregunta era sobre el desayuno, lo de llevarlo hacia la empresa es una orden que se debe de acatar —volvió a decir.
—Bien, amm, claro ¿bajo ahora? —preguntó.
—Si está listo, el chofer tiene órdenes de esperarlo.
—Entonces no lo hagamos esperar más —Jimin entro por su mochila, la coloco en su espalda y salió de la habitación—. Estoy listo, Hyun ¿cierto?.
—Así es joven amo —replicó, mientras caminaban por la pasillo.
—Puedes decirme Jimin si quieres.
—Lo haré joven Jimin.
—Pero sin el... olvídalo.
El rubio subió al auto en la parte de atrás, era su primera vez teniendo un chofer y se sentía realmente extraño. Finalmente se pusieron en marcha, el viaje fue tranquilo y normal, pero durante el trayecto, el estómago de Jimin rugió por hambre.
—Amm, hola —se inclinó llamando la atención del chofer—. Heee, ¿crees que podamos pasar a una cafetería? Compraré algunas cosas.
—Claro, joven amo —respondió el chofer con una sonrisa mirándolo por el retrovisor—. Hay una cerca de la universidad, haré la parada allí.
—Muchas gracias, ¿cómo te llamas? —preguntó Jimin.
—Jackson, joven —respondió el chofer.
—Muchas gracias, Jackson. Puedes llamarme Jimin, todos en la casa me llaman joven amo y es un tanto extraño —pidió con una sonrisa.
—Entiendo, joven Jimin —respondió Jackson, y al parecer él tampoco entendió el punto.
Minutos después, el chofer se aparcó frente a una cafetería, Jimin bajó y se apresuró a entrar a la tienda.
—Buenos días, ¿en qué podemos servirte? —el cajero lo atendió amistosamente.
—Buenos días, quiero un americano sin endulzar y un late con vainilla, dos panecillos de chocolate y un sándwich de pavo, por favor —pidió Jimin, el chico tecleó en la máquina la orden para después sacar el ticket con el precio, Jimin le dio el dinero y entonces esperó en la barra del fondo como le indicaron.
Un trabajador dejó sobre la barra un envase, Jimin pensando que era suyo, pues no había nadie más en la barra esperando pedido, lo tomó sin detenerse a mirar el nombre que estaba escrito en el vaso. Pero de pronto una voz profunda llamó su atención detrás de él.
—Uhmm, disculpa —se volteó encontrándose con un chico alto, de piel morena, labios gruesos y cabello platinado—. Ese café es mío, tiene mi nombre —le dijo con una voz tranquila y tímida—. Ahí, mira —apuntó el nombre en el vaso y Jimin lo miró.
—¿Namjoon? —murmuró, y enseguida volvió a dejar el envase en la barra apenado—. Lo siento tanto, no fue mi intención, es solo que...
—No te preocupes, está bien, solo fue un error —le sonrió, tenía una bonita sonrisa que ocultaba sus ojos y dejaba ver un par hoyuelos en sus mejillas. Jimin también le sonrió.
Miró a su alrededor, el chico traía consigo una caja con diversas plantas pequeñas, esto le pareció curioso.
—¿Son todas tuyas? —quiso saber apuntando la caja.
—¿Las plantas? No, son para un proyecto, estudio en la universidad de aquí cerca, ¿también estudias allí? —preguntó Namjoon.
—¿Qué? No, gracias al cielo, yo ya me gradué —respondió Jimin.
—Oh, lo siento, es solo que en esta cafetería vienen muchos estudiantes a menudo, y si me lo permites, te ves muy joven —señaló Namjoon con una sonrisa.
—Gracias, sí, solo pasé a comprar algo para comer en el trabajo, si... —empezó a decir Jimin.
—Bueno, ammm, ¿debería tratarlo de usted? No quiero ser mal educado —le preguntó frunciendo el ceño levemente.
—No, no, no debes preocuparte, solo tengo veintiséis años, así que... puedes ser informal —respondió con cierta pena.
—Bien, entonces... mucho gusto, mi nombre es Kim Namjoon, estudiante de segundo año de biología en la universidad KUC —el chico extendió su mano y el rubio la estrechó con la suya en un saludo.
—El gusto es mío, Park Jimin, secretario ejecutivo en las empresas Jeon —ambos soltaron una pequeña risilla, en el moreno sonó natural, pero en Jimin fue un poco gracioso.
La orden de Jimin salió, el empleado dejó los envases y la comida en la barra.
—Bueno, Park Jimin, debo continuar con mi viaje y volver al infierno que llamo facultad, hasta pronto —se despidió Namjoon, tomando un vaso de la barra.
—Claro, y yo tengo que ir también a mi propio infierno que llamo oficina. —chistó, ambos soltaron una risita para luego despedirse, y mientras el chico caminaba hacia la puerta no dejaba de mirar al rubio hasta que salió del establecimiento, un poco atontado.
Jimin tomó sus cosas de la barra y luego volvió al auto, Jackson lo miró por el retrovisor.
—¿Todo bien, joven Jimin? —preguntó.
—Sí, todo bien, gracias —respondió él, aún pensando en el chico que acababa de conocer.
—Bueno, entonces, ¿continuamos hacia la empresa o quiere hacer otra parada? —le preguntó.
—No, vayamos a la empresa, por favor —respondió, abriendo su maletín para sacar algunos papeles.
[...]
Al llegar a la oficina, como ya era costumbre, Jimin le llevó el café a su jefe, él estaba mirando su computadora tan concentrado como siempre, pensó que pasaría desapercibido como siempre, pero se llevó una sorpresa cuando Jungkook le habló.
—¿Dónde has estado? —preguntó.
—Solo paré a comprar algo para comer en el camino. —respondió Jimin, evitando su mirada.
—Bueno, entonces, ¿qué tal si nos ponemos a trabajar? —ordenó, volviendo a mirar su computadora—. Hay una serie de gráficas que están mal, debemos revisarlas y modificarlas.
Jimin asintió.
—Sí, claro. Envíemelas y las revisaré enseguida, después le enviaré todo corregido.
Por un momento todo se volvió a sentir como antes, y por alguna extraña razón eso hizo sentir un poco tranquilo a Jimin, luego de estarse lamentando todos esos días por sentir algo que no debía por su jefe que ahora era su prometido. Jungkook jamás iba a sentir lo mismo por él, eso estaba dolorosamente claro, así que dejar de lado ese intento de actos de recompensa y volver a la rutina de antes, lo hacía sentirse menos ansioso.
Así que se dio la vuelta listo para ir a hacer su trabajo. Pero la voz de su jefe de pronto lo detuvo.
—¿Quien es Namjoon? —preguntó Jungkook.
Jimin se quedó helado y desconcertado, ¿como es que sabía del chico dulce que había conocido en la cafetería? Se volteo y se encontró a Jungkook mirando con el ceño frunció su envase de café.
—No es nadie, al parecer me equivoqué al tomar los envases —respondió nervioso.
—¿Es así? Deberías poner más atención en lo que haces, Park. Por suerte también es un americano pero con endulzante. ¿Estás seguro que no es nadie? —insistió, enarcó una ceja mirándolo fijamente.
Su mirada como de costumbre lo hizo temblar.
—Solo es un chico que conocí en la cafetería, platicamos mientras esperaba mi orden y al parecer ambos nos equivocamos, lo siento de nuevo, jefe. —replicó apenado.
—¿En que cafetería?.
—Pare en una cerca de una universidad, el chico era de hecho un estudiante, incluso me preguntó si yo también pertenecía a la facultad por lo joven que parezco —replicó con las mejillas levemente sonrojadas, sintiéndose halagado.
—Aja... así que Namjoon... bueno, ya puedes retirarte a hacer tu trabajo.
—Claro, jefe, con permiso —hizo una reverencia y se marchó a su oficina.
Mientras trabajaban, Jimin no podía dejar de pensar en Namjoon, el chico que acababa de conocer. Se preguntaba qué sería de él, y si volverían a encontrarse alguna vez.
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