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4. Al mal tiempo, reviéntale la cara.

Milo entró a su cabaña desprendiéndose del abrigo y sacándose con furia la corbata de moño. Las arrojó con fastidio al sillón de tres cuerpos de su living y caminó como energúmeno al bar. Una botella de whisky fue elegida y se sirvió una buena cantidad. Lo bebió de un trago y dobleteó.

Sentía un furor inusitado apoderándose de su cabeza. Sintió la tirantez de la americana y acto seguido, terminó violentamente desechada junto a las dos primeras prendas. Echaba humo por las orejas. El segundo vaso se vació al tiempo que desabrochaba los tres primeros botones de su camisa.

Recordar lo sucedido hacía menos de una hora, le llevó a servirse una tercera medida de licor. Esta vez, llevó el vaso al balcón para recibir el aire prematuro del otoño en el rostro confiado en que bajaría su fiebre temperamental.

Buscó con afán su cajetilla oculta y se sintió un poco mejor al encontrarla todavía pegada con cinta aislante bajo la mesa. Lo que no estaba, era el encendedor. Era la maldición de todos los fumadores: tenías cigarros, pero no fuego. O al contrario, tenías fuego, pero no cigarros. Buscó desesperado hasta conformarse con las cerillas de la chimenea, volvió al balcón y encendió un un cigarrillo con manos temblorosas. 

La primera bocanada le sirvió para maldecirse por el amargo sabor y recordar que hacía cuatro años que abandonó el vicio. Así de afectado e inquieto le dejó el francés. 

Paseó la punta de su lengua por sus labios que aún tenían el sabor de esos besos, esa piel de pecado y su simiente... ¡Oh, su simiente! Ese sabor tan íntimo, tan exquisito y potente, dejó a Milo en el marco de las puertas de su propio orgasmo. 

En aquél precario instante, tuvo que hacer acopio de toda su experiencia para cortar de tajo las alas de su virilidad con una feroz presión para auto infringirse dolor. No fue fácil calmarse, los gemidos y la manera en que Camus disfrutaba sus orgasmos, eran sublimes y provocaba en el rubio, la urgencia de tomar todo de él.

Y cuando se dispuso a prepararlo para hundirse en sus entrañas...

Francés cobarde... ¡Soy virgen! — recordó con fastidio dejándose caer en la silla. — ¿Y eso qué? Como si no hubiera tenido vírgenes en mi cama o activos que me rogaron ser pasivos en cuanto llegó el segundo orgasmo — resopló frustrado quemando con otra succión, parte del cigarrillo.

Sin embargo, ninguna de sus mejores tácticas funcionó después de eso. Ni le permitió llegar siquiera a besarlo o tocarlo otra vez. ¿El resultado? Aldebarán, su chofer, tuvo que ir a llevar el auto del francesito porque se negó en redondo y exigió histérico largarse de ahí.

En lugar de pasar la noche con lo prometido, se quedó con un palmo de narices. Y no había algo que lo hiciera enojar más, que estar frustrado sexualmente. Demasiado ofuscado.

¿Cómo se atrevía ese francés de pacotilla a negarle lo que ya estaba servido en charola de plata?

Y no se lo explicaba esta locura por el francés si había mejores que él y menos problemáticos. 

Le tenía incrédulo cómo lo erotizaba el desgraciado con esas miradas esquivas, con su indiferencia fingida, con su desdén. Era como un cubo de hielo ante los demás y a Milo le encantó besarlo y lamerlo como a una deliciosa paleta hasta convertirlo en agua hirviendo, porque cuando se dejaba llevar... era puro fuego y entrega erótica al máximo nivel.

Esos gemidos, sus reacciones a las caricias, su voz ronca, sus jadeos y besos... bien valían la pena el esfuerzo de perseguir a tan esquiva presa.

Porque Milo estaba desesperado por tenerlo, por marcarlo tan íntimo, que ningún otro hombre pudiera tocarlo. Era sorprendente cuánto le gustaba el dueño de esos ojos de rubí, la manera en que le hacía sentir y lo provocaba a cazarlo. 

No existía ningún motivo más... sentimental. Era atracción sexual pura. Mientras la novedad por él siguiera en pie, quería poseer de todas las formas posibles a ese pelirrojo y grabarse en esa piel como hierro ardiente para que sólo reaccionara a su presencia e ignorara a los demás. 

Hasta que todo el furor se apagara y apareciera el próximo que ocupara el lugar de ese remilgado...

Ya lo dijo el dios Ares... "Al mal tiempo, reviéntale la cara" — se sonrió con malicia poniéndose en pie para ir a por su computadora. 

Se había decidido, nadie le ponía un alto y se quedaba tan tranquilo. Empezaría la cacería y lo iba a cercar hasta que no tuviera opción más que ceder. Con su ordenador en la mano, lo llevó de nuevo al balcón y se ocupó de teclear: Camus Roux mientras encendía un segundo cigarrillo.

Hagamos que te arrepientas de esto, Roux... has destapado la cloaca que te llenará de mierda hasta el último de sus días. Ya veremos si no terminas rogándome porque te la meta y esta vez, no seré tan amable. Prometo que cada que camines o te sientes, me recordarás, — se prometió revisando con detalle cada una de las entradas que le arrojó el buscador.

Nadie rechazaba a Milo Antares y vivía para contarlo. Lo que pudo ser sólo un affaire*, se convirtió en algo personal.




Camus estacionó su automóvil en el cajón que le correspondía en el lujoso edificio en la Rive Gauche. Apagó el motor y se recargó en el respaldo pensando en lo que sucedió. Simplemente, no pudo. Milo podría ser el hombre más sexy del mundo, pero llegar al punto de entregarse pasivamente era imposible para él. Significaba dar demasiado de sí a un completo extraño.

Golpeó con su puño el volante con impotencia y recordó el brillo asesino en las aguamarinas del rubio. Debería sentirse amedrentado por la forma en que mostró sus ganas de asesinarlo. Esa vena que sobresalió en su sien o la rigidez de su musculatura le hicieron consciente de que si el rubio decidía obligarlo, Camus no podría detenerlo. 

A pesar de ello, Milo no discutió más e hizo venir a su chofer con el auto y lo dejó partir. Camus no entendía por qué, pero respiró con alivio y al mismo tiempo, se descubrió molesto con el otro por rendirse tan fácilmente.

El pelirrojo era consciente de que nada bueno podía salir de este rechazo. El aire contenido en sus pulmones fue sacado con fuerza y un sonido sibilante. Se preparó y tomó sus cosas arreglando sus prendas caminando hacia el elevador. Metió la huella digital en el lector y subió hasta el pent-house. No tenía fuerzas para mucho más que darse una ducha y meterse en la cama.

Faltaban dos horas para el amanecer y se obligó a cerrar los ojos. El agotamiento mental y emocional, le concedió dormir al menos cuatro horas y luego de ello, su día comenzó con pequeñas  exigencias. Sonrió al mundo, a pesar de todo, él era Camus Roux y no había alguien que pudiera detener su mundo...


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Oficinas de Diamond, Inc.


Esa mañana de viernes, casi una semana después de que se había encontrado con Milo, el pelirrojo recibió una visita inesperada en su oficina. 

¿Hermano? — se puso en pie acercándose para darle un fuerte abrazo. — ¡Qué sorpresa!

Hola, Camus — el peliverde correspondió el gesto y ambos tomaron asiento. 

Me alegra de verte, Dégel, le pediré a mi secretario que...

No quiero que nos distraigamos en asuntos triviales. Esto es importante y el motivo por el que viajé tantas horas — de su maletín sacó una carpeta y se la entregó. — Julián Solo me llamó para informarme que lo contactaron para vender las acciones de Diamond, Inc. a un intermediario misterioso. 

Eso dejó a Camus clavado en su sitio. Julián era un gran empresario y los Roux tenían asuntos con los Solo desde hacía ya dos generaciones atrás. Abrió la carpeta revisando los datos mientras Dégel seguía hablando.

— Como bien sabes, Julián tiene un puñado de acciones, pero después de una investigación somera, resulta que no fue el único que fue contactado. Este intermediario ha conseguido ya el 40% de las acciones. Si logra conseguir que Surt le venda, estaremos en un grave aprieto, Camus.

Eso significaba que podrían perder la mayoría en el consejo de administración de la empresa. Revisó con un dedo tembloroso los nombres de aquellos que cedieron y quiénes faltaban por hacerlo. Habían elegido a peces que tenían un buen número de acciones y sólo con tres de ellos, tenían ya ese porcentaje. Era peligroso que siguieran avanzando así.

Tienes que amigarte de nuevo con Surt o esto será un pandemónium, Camus.

Como si eso fuera tan fácil, Dégel — rezongó el otro. — Te recuerdo que Surt y yo, tenemos asuntos inconclusos desde la juventud.

Haz que sea fácil, Camus o pierdes la empresa. Si Diamond cae en otras manos, Julián me prometió que cancelará los negocios que tiene contigo. Y ambos sabemos lo que eso significa.

Merde! — no tenía que pensar mucho en el desastre que se vendría en seguidilla como perdieran los contratos con las empresas de Julián. — Lo entiendo, pero insisto, no es tan fácil, Dégel...

Sé que Surt participará como asistente en la subasta que organiza Saori. Y si te postulas como...

No, me niego a ser carne en venta — aseveró con tozudez.

Calló al escuchar un puño golpear la madera del escritorio. Dégel ponía orden de esa forma.

Carne en venta, gigoló, prostituta, sumiso, amo, no me importa Camus. Pon tu empeño en esto o yo me encargaré de que tu rechazo por cogerte a Surt sea la menor de tus preocupaciones — sus intensos ojos violáceos se oscurecieron peligrosamente. — La metes o te la meto, hermanito...

Siempre tan gráfico cuando se trata de negocios, Dégel — arrojó la carpeta a un lado de su escritorio con fastidio.

El peliverde puso ambas manos sobre la superficie de caoba del mueble que los separaba y se acercó de forma tal, que Camus podía recordar perfectamente las ocasiones en que fue motivado  para hacer lo que a su hermano mayor se le antojaba.

Es eso o investigar quién es el que está metiendo la cola en nuestros asuntos y cercenársela... decide qué labor prefieres. Y no te mientas. Ambos sabemos que mientras tú sigues sin nadie a tu lado como apoyo por tu necedad, sabes a quién tengo conmigo y no hay nadie mejor que mi carta maestra para deshacerse de la competencia.

Otra vez Dégel le restregaba en la cara su buena suerte. Desde que consiguiera a ese connard*  como mano derecha en sus negocios, su hermano no dejaba de hacerle ver que su postura de desconfiar de todos, era errada. 

Era cierto, ese as bajo la manga tenía un talento único para aparecer en un sitio y lograr que los empresarios más cerrados flaquearan consiguiendo cualquier cosa que se proponía. Sin embargo, Camus no encontró a alguien que pudiera tener una décima parte de la lealtad que la mascota de su hermano poseía.

Claro, tu  amante  siempre hace el trabajo sucio mientras tú te pavoneas frente a las cámaras — reprochó con disgusto.

En los negocios como en el amor, no existen los grises. Se destruye a quien estorba y se conquista a quien se desea. Cuando lo comprendas, Camus, dejarás de molestarte porque mi mano derecha también me dispense sus mejores trabajos en la cama... Ahora, levanta ese maldito teléfono, contacta a Saori y dile que aceptas ser parte del pool de subastados. En cuanto te vea, Surt no dudará en pujar por ti como parturienta hasta conseguirte... 

El silencio que siguió, fue apenas roto por los molares de Camus restregándose los unos contra los otros.

Y si tienes que quitarte la ropa, Camus, asegúrate llevar suficiente viagra y condones. Más aún, que al final, Surt tenga la garganta destrozada de tanto gritar y el culo tan dolorido, que ni siquiera soporte el roce de su bóxer. Usa tus artimañas y experiencia para que su obsesión por ti crezca al máximo y que no venda hasta que mi mano derecha atrape al intruso. Y cada que intentes recular, sólo recuerda que se sacrifica todo por  tu familia, hermanito... 



Cheírôn & Neméas, LLP



Éstos son los datos conseguidos hasta ahora, Milo. 

El hombre tras el escritorio puso al alcance de la mano una tablet. El rubio la tomó por el otro extremo sin dignarse a revisar nada, más interesado en fijar sus aguamarinas en los zafiros de su interlocutor. 

Al grano, Aioros. ¿Esta reunión es para regañarme por despilfarrar mis recursos o...?

Lo que hagas con tu fortuna me tiene sin cuidado, Milo — zanjó el asunto rápido. —Como líder de tu equipo de asesores legales, me veo en la necesidad de informarte que tus movimientos están siendo arriesgados. Vas a granjearte una denuncia por acoso si insistes en continuar con tus procedimientos — su átona voz era acompañada por una mirada neutral.

El rubio sonrió divertido recargándose en la silla acolchonada. Para hacer tiempo, analizó la estancia en la que se encontraba. Era de tipo minimalista con un escritorio antiguo, a combinación con dos libreros; una pequeña sala con tres tipos de sillones y una mesa de apoyo. Dominaba el color del nogal con el beige de las vestiduras, paredes y pisos. Era simple y distinguido, como el abogado frente a él.

¿Y qué dice mi amante? — su sonrisa se ensanchó dirigiendo una mirada ardiente a los labios del castaño.

¿Otra vez vuelves a esgrimir ese banal argumento? — de ánimo neutral, Aioros recargó su mano sobre el escritorio. Tenía la pierna cruzada sobre la otra y distraídamente, la punta de su zapato se movía.

Dime que no te gustaría, Aioros...

No importa la respuesta, contraatacarás queriendo asaltar mi boca. ¿Crees que no te conozco?

Milo sonrió depositando la tablet sobre sus muslos. Llevó ambas manos a su nuca y la sostuvo entre sus palmas. Acto seguido, arqueó la espalda hasta que un sonido emergió de sus cervicales. 

Ahhh... me estresas, Aioros. Le quitas lo divertido al juego. 

Se concentró en la tablet dando un sorbo a su café. Analizó fríamente cada escenario hasta que...

Dégel Roux... ¿Lo conoces? — inconscientemente, su índice acarició con intensidad las cuatro letras del apellido. Recordó al pelirrojo que deseaba aplastar contra una pared mientras se deslizaba por su recto. Quería impregnarlo con su simiente entre esos gemidos y suspiros que eran protagonistas de sus noches más húmedas.

Roux — repitió el abogado revisando los datos en su computadora de escritorio. — Aquí está. La familia Roux lleva en el negocio de la purificación de agua salada y distribución de agua tratada desde hace ya tres generaciones. También tienen negocios sustentables y sus empresas se diversificaron con Fluorite, la madre de Dégel, que incursionó en el diseño industrial para insertarse en el mercado doméstico. Mientras que el susodicho se hace cargo de negociar el grueso de sus productos con Estados y las industrias; su hermano Camus es el que maneja Diamond, Inc., que se encarga de la parte tecnológica y doméstica.

Eso ya lo sé... dime, ¿Cómo es el tipo? 

Aioros devuelve su mirada de zafiro al rubio. Su diestra se eleva para tocar la pequeña banda carmesí que acostumbra usar como sello personal.

¿Por qué no le preguntas mejor a tu hermano?

Eso descolocó a Milo que aleteó sus largas y tupidas pestañas con azoro. 

¿Qué? ¿Por qué a él?

Por primera vez en toda la reunión, Aioros mostró una sonrisa sincera y casi burlona.

¿Acaso no lo sabes? Deberías hablar más con tu familia, Milo...




Mansión Kido en París


Saori fijó la mirada hacia las peonias rosadas que florecían temporalmente en el jarrón de porcelana, en tanto meditaba la pertinencia de la decisión de un amigo en particular.

Le parecía sorpresiva la determinación de Camus en último momento y no alcanzaba a comprender por qué el cambio de opinión, cuando huía de las subastas tanto o más, como de las cazafortunas. 

Saori sabía que el resultado de la licitación podría causar un enorme conflicto en la vida de Camus y para evitarlo, calculaba qué tanto podría hacer daño si le proporcionaba una suma considerable a Hilda de Polaris para que pujara por su amigo. A finales de cuentas, podrían pasar una interesante noche juntos. 

Unos pasos interrumpieron su meditación. Dirigió la cabeza hacia la puerta y abrió sus ojos sorprendida por la figura que dominaba el marco. 

Señor Julián Solo, me sorprende verlo por aquí — se puso en pie para hacer una grácil reverencia e invitarlo a tomar asiento a su lado. 

El hombre se acercó hasta quedar a una distancia prudente de ella. Extendió su mano y Saori entregó la suya reconociendo la solicitud silenciosa. El beso que Julián depositó en su dorso dejó una marca electrizante y la sensación recorrió flagrante desde el sitio donde puso sus labios hasta su codo.

Él permaneció en la postura un par de segundos más, antes de dirigir sus increíbles ojos hacia ella. Saori sintió asentarse el sol de verano en su boca, dejándola sedienta. 

Al separarse, la jovencita alcanzó a disimular su turbación y guardó su mano sensible bajo la palma de la otra, depositando ambas frente a su regazo. 

Me tomé el atrevimiento de venir a tu casa para dejar claros algunos puntos para el evento de mañana — le aclaró el varón tomando asiento donde ella le indicase al inicio.

Usted dirá...

¿Has confirmado la asistencia de todos los interesados? 

Una de las mujeres del servicio sirvió una taza de té al invitado. Hecha su labor, Saori indicó con un movimiento de cabeza y las tres empleadas prestaron atención.

Pueden retirarse, por favor. Les avisaré si las necesito, gracias por todo — una vez estuvieron solos, Saori llevó la taza de fina porcelana a sus labios y dio un pequeño trago. — Sí, incluso hoy acaba de confirmarme Camus Roux que estará en el pool de subastados.

La sonrisa de Julián fue elocuente. Saori lo estudió con detenimiento. Su sexto sentido le dio una pequeña idea del porqué se dio el cambio de opinión de su amigo.

¿Hay algo que deba saber, señor Solo?

Julián, por favor. Llevamos conociéndonos desde hace más de diez años. ¿Cuándo dejarás las formalidades?

Si por Saori fuera, nunca. El hombre era peligroso y presentía que sus constantes atenciones hacia ella, se debían más por un interés comercial que por la cordialidad. 

Me temo que mi hermano Apolo no me permitiría tal desliz, señor Solo. Bien sabe lo estricto que es con algunas normas.

Apolo... ya veo. Bien, entonces hablaré en su oportunidad con él.

Le avisaré que se comunique con usted en cuanto vuelva de su viaje de negocios por Delfos — dijo con tono neutro para quitar hierro en el asunto. — Ahora, me gustaría saber qué está pasando, por favor. Lo que menos espero es un disgusto en la subasta cuando el objetivo casi se consigue.

Julián le dirigió una pesada mirada. Saori sintió la necesidad de removerse en su asiento, pero se contuvo con esfuerzo. Era difícil estar tranquila cuando esos ojos de mar se volcaban sobre ella. Parecían llamarla a sumergirse en ellos y para su sorpresa, algo en su interior le rogaba a hacerlo.

El objetivo está asegurado, Saori. Te lo puedo prometer. Sólo procura que Surt Eikschnir se entere de tu nueva adquisición entre los subastados y verás que no tendrás de qué preocuparte. Te aconsejaría que lo dejes llegar más allá de los 25 millones de euros antes de cerrar el remate.

¿Invitar a Eikschnir? Saori vio el peligro ahí. No necesitaba demasiados antecedentes para saber que Surt era indudablemente, una de las piedras más grandes en el zapato de Camus.

Ya veo... así que otro de mis eventos vuelve a ser usado como otra de sus trampas, señor Solo — el disgusto se percibía en su voz.

Detestaba que este hombre se considerara a sí mismo casi un dios, por la fortuna y el peso que tenía su apellido en el ramo marítimo para hacer con los demás, lo que le viniera en gana.

Tu percepción es discutible, Saori... — bebió otro trago de té y esta vez, sus ojos se quedaron mirando las ondas que se formaron después de depositar la taza en la porcelana de soporte. — El cóctel del sábado pasado fue interesante, ¿No crees?

¿A qué te re...? Perdón, ¿A qué se refie...?

Tutéame, Saori. Si bien tu hermano no está, yo mismo me encargaré de que se entere cuánto me incordia que estés obligada a mantener la distancia entre nosotros. 

La voz masculina si bien recordaba a las melodiosas olas del mar, tenía un timbre que dejaba clara su postura. Julián no iba a permitir que ella siguiera escapándose a sus deseos. 

A finales de cuentas — continuó, — no creo que a Apolo le guste perder tan buena relación conmigo por una nimiedad, como un cambio en el tratamiento de mi persona — esa sonrisa era diabólica.

Estaba atrapada como un ruiseñor en una jaula de oro. A pesar de ello, Saori se obligó a recordar el punto en el que dejaron la plática.

Ah... ¿Y a qué se... te refieres con lo del cóctel? — se corrigió en la marcha.

La sonrisa de Julián se extendió hasta mostrar su perfecta dentadura blanca. Incluso, se reacomodó en el asiento como amo y señor de la estancia entrelazando sus dedos y acomodándolos sobre su firme y plano abdomen. Parecía encantado con que ella hubiera cedido por fin  a sus deseos.

Me refiero a que parece increíble cómo las Moiras tejen los hilos del destino. ¿Quién iba a decir que Camus conocería a Milo Antares en ese evento?

¿A-Antares? — se le fue el aire de golpe. 

Así es — hizo una pausa dramática a sabiendas de lo que pasaba por la mente de la joven. — Soy Julián Solo y tengo oídos en todas partes del mundo, mucho más en París. No fue difícil que me informaran sobre la tensión sexual entre ambos y que se fueron juntos esa noche. Por cierto, debo pedirte un favor, Saori — su voz adquirió una oscuridad indescriptible. — Me tomaría como ofensa personal que por cualquier medio le informes a Camus que Antares, es Milo...

Saori estaba conmocionada con el primer descubrimiento como para oponerse al segundo. Era una traición para su amigo ocultar tal dato, pero si abría la boca, ella también terminaría aplastada por el peso del torbellino que arrastraría a los Roux.

Me alegra saber que eres tan inteligente. Visualizas muy bien la precaria situación en la que se encuentran — bebió de nuevo.

La joven temblaba de espanto. Sabía que la intromisión de Antares en la vida de Camus era inevitable, pero que se conocieran y después se fueran para tener sexo el sábado sin saber quiénes eran, anticipaba no un maremoto en la vida del pelirrojo.

Era el diluvio universal desatado en su ya de por sí, castigada existencia.

Saori apenas pudo mirarlo, con las manos temblorosas y el corazón acelerado, apenas tuvo voz para reprochar. 

¿Haces esto sólo por negocios, Julián? — sus pupilas echaban chispas de indignación.

Un par de mares se fijaron sobre ella. El silencio continuó.

¡Al menos ten la decencia de responderme, Julián! La vida de mi amigo no necesita más golpes — exigió con fiereza.

Te recomiendo que le avises a Eikschnir de la subasta. Al menos, la búsqueda de meterse en la cama de Camus, deberá darte la mitad de lo que necesitas recaudar y si no lo haces tú, me aseguraré de informarle yo — dijo poniéndose en pie con intención de irse.

Saori no se quedó con la respuesta. Se levantó y le atrapó del brazo para que la mirara.

¡Dimelo! ¿Tanto lo odias? — no podía creer tal saña contra un hombre que sufrió tanto los últimos tres años.

Julián se acercó tanto a ella, que la dominó con su tremenda estatura. Se quedaron desafiándose visualmente.

— No seas ilusa, Saori. No puedo odiar a  ningún Roux. 

La mirada del hombre se suavizó un poco y una mano acomodó un mechón del cabello de la mujer tras la oreja con suavidad, acariciando en el proceso su mejilla. 

Entonces... ¿Por qué? — le temblaba la voz y se aferró a la mano de Julián.

Te lo diré para que te quedes tranquila — meditó antes de continuar. — Camus está en una situación comprometida. Está a punto de perder Diamond. Si este conflicto no estalla pronto, te aseguro que Antares es un escorpión demasiado venenoso y lo va a hacer trizas antes de que Camus tenga tiempo para verlo venir... Y tú hiciste una jugada maestra en el cóctel — sonrió con aprecio, recorriendo con sus ojos el rostro agraciado de la mujer. — Sólo estoy construyendo sobre lo que cimentaste... Cuando todo se descubra, espero que estén  tan enganchados sexualmente, que resuelvan sus conflictos en la cama y no matándose.



Notas del Autor:

¡Hola! ¿Cómo va?

Lista la siguiente entrega de Propuesta Indecente. Lo que sigue será TRE-MEN-DO, pero ya tienes un anticipo. 

TRIVIA:

¿Lograste saber quiénes son los personajes en la imagen de la portada? Déjame tu comentario aquí y si lo adivinas, te mando un privado para saber qué pareja te gustaría shippear en este fic. 

Aclaraciones:

Connard* - estúpido (otra palabra más que agregaremos al vocabulario de groserías de Camus xD).

Affaire* - es una relación amorosa o sexual que no implica un compromiso.



Pues nos vemos el próximo JUEVES (recuerda que actualizo lunes y jueves) y gracias por todo.

¡Hasta pronto!


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