2. La Propuesta Indecente
— Me alegra que te guste mi aroma, Camus... ¿Querrías ir a otro lugar más privado para que puedas olerlo mejor? — su voz lo hipnotizaba.
Y él quería responder que sí...
Por un momento, se olvidó del mundo. No existían la fiesta, sus socios, los invitados, mucho menos la mujer que estaba frente a él.
Lo único importante eran esos ojos aguamarinas que atrapaban su atención como una red dorada que no le permitía escape.
Se encontró con la boca reseca, deseando con apremio que esos labios recorrieran su piel. ¿Si los mordía, gemiría como un tierno gatito o gruñiría como un tigre?
— Ah, si estás ocupado Camus, podemos dejarlo para otro día — se excusó Saori captando de inmediato la tensión sexual que emanaba de los dos hombres.
Eso lo sacó de su ensoñación. ¿Qué dijo? Sus ojos de rubí se fijaron en ella y parpadeó en tanto su mente se enfriaba. ¿Estaba loca esa chiquilla? Ella lo metió en este aprieto al buscarlo y ahora, ella le sacaría.
— No — fue tajante. — Me parece que es el momento adecuado para hablarlo, Saori. ¿Nos disculpa, monsieur? — tomó del brazo a la joven alejándose de Milo sin dedicarle una mirada siquiera.
Simplemente no podía digerir esta contienda erótica. Sí, lo reconocía. Estaba abrumado con la presencia del rubio. Exudaba sexualidad por cada poro y estaba impactado por cómo su cuerpo correspondía. Hacía mucho que no tenía una respuesta erótica tan intensa.
Necesitaba ahora mismo serenar su cabeza y pensar en frío.
En cuanto estuvo a una distancia prudente, atrapó una copa de champagne de una bandeja y salió con Saori a otro de los balcones ubicados en el extremo contrario de donde dejó al tal Milo.
Apenas salió, se obligó a respirar profundamente para llenar sus pulmones del aire de inicios de otoño. Incluso, dio un breve trago a la bebida fría. El sabor dulce del espumante hizo su efecto y sintió bajar el nivel de su nerviosismo.
No se fio demasiado de su compostura. Se tomó unos segundos más con los ojos cerrados hasta que su corazón fue al ritmo normal. Levantó los párpados y notó que su amiga le miraba con curiosidad.
— No.
— Ni siquiera he dicho nada, Camus — hizo un puchero cruzando los brazos.
— De cualquier forma, no voy a hablar de ello — la conocía bien para saber que iba tras eso, como un perro tras un hueso suculento.
Con aire majestuoso y actitud exasperantemente altiva, el pelirrojo dio otro trago al bebedizo. A veces, Saori tenía la costumbre de tirarle mucho de la lengua. Se conocían demasiado bien a pesar de los cuatro años de diferencia entre ellos.
— ¿De la subasta o del rubio al que miraste como si fuera tu crème brûlée favorita y sólo pensaras en comértelo de un bocado?
Casi escupió el champagne que estaba bebiendo encima de la deslenguada. Casi, porque a pesar del impulso, puso una mano al frente evitando la desgracia.
Su amiga (si se le podía llamar así a semejante serpiente), se apresuró a tomarle la copa y Camus buscó desesperado en el bolsillo de su traje su pañuelo. Se cubrió los labios con él entre toses, poniéndose aún más rojo.
Saori se dignó a darle palmaditas para que sacara el exceso. Después de unos tensos momentos, el francés pudo respirar mejor. Se limpió la boca y la barba censurando con la mirada a la chica que tenía la desfachatez de sonreír divertida.
— Me aleccionaste a que nunca te mintiera, Cammy — canturreó soltando una pequeña risita aprovechando que el pelirrojo se estaba secando las manos.
— Ja-ja-ja, mira cómo me río — ironizó negando con la cabeza.
— No podrás negarlo, Cammy...
— Camus — corrigió en el acto. Odiaba el apodo cariñoso con que le había bautizado cuando era cría.
— Vamos, Cammy — era caprichosa como ninguna, no lograría mucho en ningún aspecto. Ni en el nombre, ni en lo demás. — No seas terco.
— Mira quién habla — su cabeza se movió negando y se aseguró de que sus manos estuvieran limpias para doblar prolijamente el pañuelo y devolverlo a su sitio.
— No tendría de malo que tuvieras una noche de sexo salvaje, Camus Roux.
Los ojos de rubí se abrieron como puertas de par en par y sus quijadas cayeron al abismo. Saori exhaló con resignación mirando la copa que todavía sostenía. Camus la recobró y vació el contenido de un solo trago. Necesitaba valor para enfrentar esta situación.
— ¡Las cosas que dices, niña! — la reprendió para que entendiera que estaba cruzando los límites con él.
— En primera, no soy una niña. Tengo 23 años y esos son cuatro años menos que tú — levantó su dedo índice. Luego, elevó el dedo medio — en segunda, ¿Qué tiene de malo?
El gesto molesto del pelirrojo se ensombreció. Su mirada caída se llenó de recuerdos agridulces y su puño libre se apretó hasta ponerse blanco de la impotencia por la situación.
— Tengo que cuidar de... — puso instintivamente su escudo. Ese recurso se estaba convirtiendo en una penosa costumbre.
— Oh no, — le interrumpió con rapidez. — No vayas por ahí, Camus. No te estoy pidiendo que cambies tu vida, mucho menos que tengas una relación con el rubio... bueno sí, pero una coital, del tipo una vez y ya. Quizá dos o tres. No que te cases con él dentro de dos meses.
— ¡Niña! ¿Eso te enseñaron en la universidad? — resopló incrédulo mesándose frustrado los cabellos de la nuca. Cerró los ojos para no ver el gesto irónico en el rostro de su amiga.
¿Cuándo había madurado tanto?
— Tienes derecho de tener aunque sea, un buen orgasmo.
— Saori... — le volvió a censurar. Le estaba bombardeando y en los últimos meses, era más difícil ser el hombre ecuánime que lo caracterizó.
— ¡Es cierto, Camus! Entiendo todo lo que vives, pero basta. Ya fue suficiente.
Camus miró la copa de cristal como si fuera el objeto más interesante de todo el sitio. Entendía su punto, pero una cosa era que su mente lo aceptara y otra, que estuviera preparado para ello.
— Sólo te digo que... una noche loca sería buena para ti. Un poco de sexo, un orgasmo, sentir las feromonas después de la eyaculación, sentirte...
— Feromonas no, Saori, esas son durante el cortejo. A las que te refieres, son las endorfinas — corrigió fastidiado, pero sus labios se estiraron levemente a pesar en lo que decía. Su amiga tenía facilidad para darle un sermón y después, dejarle una sonrisa.
— Ay, bueno, pero son hormonas. ¿No? Las hormonas del sexo... Tú entiendes. Además, el rubio es hombre y tú hace mucho que dejaste de patear el balón a tu propia portería, así que no hay peligro de enamorarte — parloteó sacudiendo las manos porque ese tema la ponía nerviosa, pero se esforzaba a hablarlo porque quería mucho a su amigo.
Camus no sabía si reír, llorar, avergonzarse o acogotar ahí mismo a la chica. Estaba diciendo cada barbaridad.
— ¿Patear el balón a mi propia portería? — recalcó ese punto.
— Bueno, que eras gay y luego no eras gay porque fue tu etapa de exploración para ver si se sentía rico, pero no lo sentiste rico y te volviste un gay frustrado porque no querías que te dieran por atrás y... — iba diciendo mientras se balanceaba sobre sus talones con las manos unidas en la espalda, mirando para todos lados menos al rostro de Camus.
Saori estaba tan abochornada que sentía como si estuviera explicándole hipotéticamente a su mamá, que había perdido el virgo.
— Merde! ¿Quién te dijo tal barbaridad? — no podía creer lo que sus oídos escuchaban.
— Camus, ¡Ese lenguaje! — reclamó señalándolo con el índice.
— ¿A mí me retas cuando tú eres la deslenguada? — no podía creer su suerte. — ¿Y qué crees que deba hacer? ¿Ir con él y decirle "Bonjour, beauté, commen allen vouz?"
La chica lo miró, apretó los labios, se puso roja, le temblaron los hombros, apretó las manos unidas y cuando no pudo más, se partió de la risa.
La carcajada era tal, que varias personas del salón voltearon a mirarlos con curiosidad.
Camus sintió que una vena se formaba en su cabeza y en su humillación, sus manos hormiguearon con el oscuro deseo de meterla en un ataúd de hielo.
¡Seguro ni Seiya la sacaba de ahí!
Esperó obligándose a ser paciente respirando profundo y aprovechó que un camarero pasaba por ahí para cambiar la copa de champagne.
Llevaba la mitad del líquido espumante ingerido, cuando por fin Saori se serenó. Tenía pequeñas lagrimitas que corrían por el rabillo de sus ojos. El francés exhaló con fastidio y le tendió un pañuelo.
— Está sucio, ¿Olvidaste que te limpiaste la boca con él? — Saori se negó a tomarlo y puso cara de repelús.
— Éste es el otro pañuelo. Siempre salgo con dos. Ahora hasta tres y sabes por qué — sonrió tiernamente.
Eso hizo que su amiga alargara la mano, pero primero lo revisó exhaustivamente. El pelirrojo rodó los ojos dentro de las cuencas con fastidio. Una vez segura de que estaba limpio, Saori limpió su rostro.
— Bueno, en primera, Camus. ¿Cómo le vas a decir a un hombre "Hola, belleza, ¿Cómo estás?", es decir, "belleza"? Si no es mujer. Eres muy bueno en los negocios y un erudito cuando de cultura general se refiere, pero conquistando, eres una bazofia.
— ¡Gracias! — ironizó arqueando la ceja izquierda. — Si eso me dices como amiga, no me imagino lo que les haces con tus enemigos — dio un trago más a la copa. — No soy bueno en el juego de la seducción.
No le avergonzó reconocerlo. Era parte de su atractivo, al menos eso decían algunas mujeres. Se rascó la nuca desviando la mirada a la ciudad frustrado. Sintió la mano de Saori en su brazo y entornó los párpados.
— Siempre puedes dejar que él te conquiste... — la miradita soñadora de la joven le hizo reír.
— ¡Claro! Como Seiya hace contigo, ¿Verdad? ¿Ya logró darse cuenta que le gustas o sigues todavía atascada en la friendzone? — nada le impidió devolverle la puñalada porque era justo. Llevaba toda la velada acosándolo. — Es increíble lo avispado que es para las cosas banales y lo cegatón para las importantes. ¿Estás segura de que no necesita unas gafas de realidad?
Por una extraña razón, Camus sintió un delicioso escalofrío recorriendo su columna. Era como sentirse observado, pero no había nadie en el balcón más que ellos. Lo aludió al golpe bajo que le dio a la chica.
El bochorno de Saori fue satisfactorio. Incluso, hizo ese puchero encantador de cerrar sus ojos, fruncir los labios, cruzar los brazos y desviar la cabeza rápidamente a la derecha.
— ¡Bah! No hablemos de Seiya hoy.
Camus esbozó una pequeña sonrisa y metió la mano libre en el bolsillo de su pantalón. Siguió sus pasos mientras ella caminaba a la parte más alejada del balcón para ver la panorámica de la ciudad.
— Al grano. No creo que esto funcione, Saori — dio otro trago y no reparó en cómo ella ladeó la cabeza como queriendo mirar por encima del hombro del pelirrojo.
Camus se concentró en el líquido espumante degustando su acidez. Su mente recordó esos ojos aguamarinas y se reprendió ante la reacción de su cuerpo que volvía a estremecerse agradablemente. Odiaba sentirse así, tan vulnerable con un completo extraño.
— Ya te dije que no soy bueno en el juego de la seducción — repitió el hombre. Los ojos de Saori se abrieron como platos. Podría darle un pequeño coscorrón por la sorpresa que reflejaba en sus pupilas. — Y mucho menos sé cómo voy a encontrar la voz para decirle algo — la cabeza de ella se movió negativamente y boqueaba sin que saliera una palabra.
Camus no le hizo caso. Llevaba toda la velada jodiéndolo y ahora que el champagne había serenado su mente, la chiquilla quería callarlo. Quiso abochornarla más y dejarla tan inquieta como él se sentía recordando al rubio. Porque lo estaba, casi podía oler nuevamente su aroma envolviéndolo.
Así que apuñaló con satisfacción cuando dijo:
— Incluso, podría decirle: "Hey, rubio, ya sabes que me gustas. Me llama la atención eso de irnos a otro sitio para oler tu aroma. ¿Te parece si en vez de que estés en mis sueños húmedos, — Saori respiraba agitada, supuso que era mucho para ella, — aceptas mi propuesta indecente y te conviertes en mi pareja esta noche para tener una muy salvaje... — era tal el bochorno de Saori, que a Camus le pareció demasiado raro, — jornada de sexo y pasión? — terminó por inercia la frase y ella se hizo un facepalm.
Tal cual, Saori golpeó la palma de su mano contra su frente y la arrastró por todo su rostro. Camus dejó de mirarla y buscó enfocar a la Torre Eiffel ubicada en la estampa citadina. No, no podía tener tan mala suerte...
No de nuevo.
Nunca lamentó tanto en su vida, que su mente se enfocara en analizar la lógica y omitiera sus percepciones sensoriales. Porque su cuerpo se lo había avisado con ese hormigueo en su espalda. Le había dicho que...
— No me lo digas. El rubio está atrás mío... — la manzana de Adán se movió con dificultad al pasar saliva.
Saori asintió gimoteando. Su cabeza cayó unos centímetros con la cara roja como el cabello del francés. Camus apretó los párpados queriendo que el balcón se abriera y su cuerpo cayera miles de metros para que la tierra lo devorara.
Merde!
— Me alegra tu perspicacia, Camus — lo escuchó de nuevo en su oído que levantó más que su temperatura. Odiaba cómo su díscola entrepierna despertaba feliz sólo por captar el sonido de su voz.
Camus llevó sus ojos de rubí al dueño de ese timbre aterciopelado y sensual. La tensión podía cortarse con un cuchillo.
¿Cuchillo? ¡Ja! Camus sabía que ni una motosierra podría cortar esta atmósfera tan pesada que hacía estragos en su estómago sólo de saberse atrapado in fraganti.
Se mareó sólo de encontrar esos orbes aguamarinas que brillaban con una expresión de triunfo total.
— Y la respuesta es... "Sí, Camus. Acepto encantado tu propuesta indecente de ser tu pareja esta noche, para tener una muy salvaje jornada de sexo y pasión".
Merde! Merde! Merde!!!
Notas del Autor:
¡Hola de nuevo!
Ufff... creo que esto va tomando formita.
Antes que nada, doy las gracias a WilliamGSánchez porque apenas publiqué este fic, se teletransportó. O.o
También gracias a los que leen desde el incógnito y me regalan estrellitas :D
Desde ya, me disculpo por las negritas en el párrafo de Camus, pero quería que fuera clara la situación en tiempo "real". Es como sucede en la vida. Así como va Camus hablando tan campante, la otra (como buena "amiga") le va indicando con mímica que tiene a Milo atrás.
Espero haya logrado el efecto.
Y hasta aquí, ¿Qué te va pareciendo?
Confieso que cuando hice el esbozo de este fic, en mi mente veía que la propuesta sería de Milo hacia Camus. Y por supuesto, Camus le iba a meter en un ataúd de cristal para que ni se le ocurriera meterse con él, pero...
¡Ups!
¿Cómo crees que siga?
Aviso que este fic intentaré actualizarlo los Lunes y Jueves.
¡Hasta pronto!
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