Capítulo 4
Horas antes del accidente en Londres
— ¿Cuántas veces te dije que no lo forzaras? — Neall lucia bastante molesto con su esposa, a quien tenía justo enfrente.
Su hijo se había ido enfadado afortunadamente, había sido en taxi porque de conducir él podría causar un accidente. Dejó a su esposa en la puerta, con sus pensamientos y regreso a la casa de su socio. Bajaban las escaleras cuando él entraba nuevamente, Enrico lucia más afectado, pues Anella seguía con el rostro altivo.
— ¿Por qué? —quiso saber.
Desde hace días empezó a sospechar, tras la llegada al mundo del bebe, el extraño comportamiento de madre e hija en no querer que ellos se acercaran y menos estuvieran con él solos, eso y la insistencia de su hijo que era inocente. Decía desconocer lo que había sucedido esa noche, solo estaba seguro de que no se había acostado con ella.
— Desde pequeños estaban enamorados — empezó a decir Anella, guardó silencio pues, lo que diría no era nada caballeroso. — siempre fue nuestro deseo que Antonella y Neall se casaran, pero tu hijo incumplió esa promesa.
— Mi hijo jamás dijo que se casarían con ella, eran adolescentes ¡Por el amor a Dios! — dijo Jeder, tras de él — me siento terriblemente mal, no solo con mi hijo, también con los D'Angelo.
— Es una familia de criminales —Enrico bajó los escalones que faltaban y se puso enfrente a su socio— ¿Prefieres mezclarte con ellos?
Negó mirando escaleras arriba, en donde Antonella se asomaba, la mirada era de tristeza y algo de miedo. Tenía los medios para hacerles resarcir el daño ocasionado a Neall, sin embargo, aún debía esperar que decisión tomaba su hijo.
— Prefiero la felicidad de mi hijo y esos chicos no tienen por qué pagar de los errores de su padre —tomó la mano de su esposa y antes de salir sentencio — considérate retirado de mi empresa y por ende mi sociedad, la venta de las acciones son canceladas.
— Neall...
— En cuanto a lo que sucedió aquí — esta vez habló su esposa — entenderás que debo limpiar el nombre de hijo, descaradamente han estado hablando a la prensa porque él se niega a registrar a Enrico.
— Nos haremos cargo al niño — dijo de forma apresurada Anella Bertucci, interrumpiendo su andar apresurado hacia la puerta — lo registraremos a como hijo nuestro, ellos pueden tener otros hijos...
— ¿Está demente? ¿Crees que tienes aún autoridad para decirme a mí o mi hijo que hacer? — Neall, que hasta el momento estaba tranquilo y pese a estar con la rabia que parecía quemarme las entrañas no pudo soportarlo más.
Ante su explosión la mujer retrocedió, no solo el timbre de su voz había cambiado, su rostro estaba descompuesto. Sus cejas oscuras juntas, pupilas dilatadas, puños apretados a lado y lado de su cuerpo, y el fuego que parecían despedir sus ojos azules. Lo hacían lucir como alguien peligroso, y lo era. En ese instante el que se atreviera a dañar a su hijo y ofenderle lo destrozaría con sus manos.
— Mi hijo ¡Jamás se casará con uno de los tuyos! Nuestra sangre jamás será mezclada con los Bertucci. Luciano D'Angelo es un criminal, pero ni siquiera él, fue tan miserable para vender a su hija — siguió gritando —me habló muchas veces, preocupado por su hija, de hombre a hombre. Nunca hizo una propuesta extraña o un comentario como negocio, algo que ¡Tú! — dijo señaló a su ex socio que se había puesto entre su esposa y él — si hiciste.
— Seriamos familia, es lógico que quisiera unir más nuestro lazo...
— ¡No mientas! Querías vender a tu hija al mejor postor, — la mano que su esposa le tenía sostenida se apretó un poco y eso lo hizo bajar el tono de voz. — Antonella hacía más que perseguir a Neall y te lo advertí. Te insistí en que la controlaras, porque mi hijo no estaba interesado en ella.
— Estaba enamorada de él. — la voz de Antonella se escuchó por primera.
— ¿Embarazada de otro? — Jeder la miró decepcionada — me hiciste hacer el ridículo, intentado que mi hijo te amará y aceptará a tu hijo...
— Fue solo una noche y jamás pensé que tuvieran consecuencias. Él también andaba con Luciana — jamás había escuchado tantas tonterías en un solo día, pensó Neall fastidiado por todo.
— Andaba con su novia, —le corrigió — pese de no haber formalizado nada. Yo si había hablado con Luciano y le había pedido el consentimiento para que mi hijo pretendiera a su hija. — confesó por primera vez — solo que era muy celoso y temeroso por la diferencia de edad. La vida disoluta de mi hijo tampoco ayudaba, era por eso por lo que era estricto...
— Podemos encontrar una solución...
— Apártate de mi camino Enrico. — advirtió.
Salió de allí, con la rabia que brotaba por los poros y una sensación de quemadura en su pecho, pero se lo añadió a la ira que en esos momentos abarcaba todo su ser. Escuchó a su esposa, hablar por teléfono con alguien, pero no prestó atención y tampoco le diría que no lo hiciera público.
Era mejor si eran ellos, los que contaran la verdad, de ser al contrario contarían las cosas a su manera. En ese relato, el villano sería su hijo y él no quería eso. Internamente, oraba porque su hijo fuera escuchado, dejó a su esposa en la casa y le dijo que iría a hablar con Anella, pero D'Angelo.
Una vez llegó allí, le dijeron que no estaba, pero que si quería la podía esperar en el salón. Aceptó sin muchos problemas y le llevaron un té, que encontró más delicioso que el servido en casa de los Bertucci, o era el ambiente calmado en la casa.
— Más te vale que mi hija y Neall se casen o tu hijo lo lamentara — escuchó claramente la voz de Enrico, minutos después.
Se levantó del cómodo sillón en el que se encontraba y observó por la ventana, sin abrir las cortinas. Enrico y Anella, estaban amenazando a la esposa de Luciano.
¿Cuánto más miserable se podía llegar a ser?
Se cuestionó.
Parecía que no notaron su auto. Aunque no fue su intención, este estaba oculto detrás de otro vehículo propiedad de la pequeña Luciana y que estaba detrás de unos arbustos. Los vio marcharse y seguidamente la mujer marcar por teléfono estaba llorando, así que supo estaba transmitiendo a su hija el recado.
Dejó la tasa de té vacía cuidadosamente en la mesa de centro y caminó rumbo a la salida. La encontró apoyada en su auto, aun con lágrimas en sus ojos, puso una mano en sus hombros y ella giró asustada.
— Neall ¿Qué haces aquí? — preguntó limpiándose las lágrimas y el gesto elegante lo hizo admirarla. Era sin duda una mujer fina y de buena familia, lamentaba profundamente su situación.
Sonrió abiertamente, al ver los nulos intentos de la dama por parecer fuerte y fingir que no estaba llorando, cuando la verdad este acto era muy obvio. Aun así, se le sumaba el acto de entereza al permanecer erguida y el rostro serio ante él.
— Vengo a que hablemos de nuestros hijos — le dijo sinceramente — escuché lo que te dijo Enrico, te aseguro que no tiene los medios para dañar a Antonio.
La mujer negó y está vez si no ocultó sus lágrimas, mientras sacaba de su bolsa un papel que entregaba a él. Estaba algo arrugado, lo abrió y leyó rápidamente. Le habían congelado las cuentas y el banco embargaría la casa familiar.
— El ambiente de trabajo de Antonio no es el mejor. — empezó a decir y él imaginaba que sería así — sus empleados y compañeros de trabajo se burlan de él constantemente.
— Podría trabajar en otro lugar — le dijo para tantear el terreno y ella negó entre llanto.
— Lo intentó, desde antes que le dieran el puesto de su padre. — se sacó el pañuelo que le ofreció y al recibirlo la abrazó para conducirla dentro de la casa. — los tres querían trabajar independientes y no necesitar de su tío. Las cosas han llegado a un punto crítico, he empezado a vender las cosas.
— ¿Qué cosas Anella? — cuestionó.
Ella hizo una pausa y se alejó de él apenada. Al tiempo que sonaba su nariz y Limpiaba sus lágrimas. Se aclaró la garganta y luego le respondió.
— Las joyas de la familia, pero me dan un precio que es casi un insulto... ¿Podrías comprarlas? — el desespero en su voz era doloroso, como también ver a alguien como ella rogar — Por favor, sé que no las necesitas, pero no me gusta ver a Antonio así... Llora de frustración.
— Muéstrame tus cuentas — ordenó y caminó con ella hacia el estudio.
Había olvidado que el motivo de su visita fue de ayudar a su hijo. Pero de momento, la situación económica de la dama le preocupaba. Una mirada a las cuentas pendientes le hizo enojar, el precio de la deuda del banco era muy por debajo del valor de la mansión.
Recogió los documentos y la observó salir de la oficina, intrigado por su comportamiento la dejó ir. Mientras él hacía unas llamadas a su abogado y al contable, diciéndole que se apersonaran de la situación financiera de los D'Angelo Carrissi.
Al terminar la última llamada la observó entrar con un fino joyero y lo abrió ante sus ojos. Había sin lugar a dudas una fortuna allí, las prendas eran antiguas y la pedrería fina.
— ¿Cuánto es lo máximo que te dan? — preguntó alzando un collar de perlas negras y al escuchar el precio, se dijo que tenía razón. — ese collar vale mucho más...
— Por todo Neall...
— Estafadores, —murmuró cerrando el joyero y tendiéndolo hacia ella. — Necesito a alguien de confianza...
La mujer retrocedió y apoyo sus manos en una de las sillas. Debía saber decir lo siguiente o corría el riesgo de ofenderla, ya de por sí estaba prevenida por lo que Jeder le había insinuado.
— Mi salud no es la mejor, sinceramente pensé en Lougina estaría primero en la vicepresidencia —dijo recordando a la antigua amiga de su hija —habíamos hablado de que estaría allí y luego pasaría a presidencia, Enrico... No creo que aun sepas lo que ocurrió...
— Estoy al tanto — le interrumpió — lamento mucho lo ocurrido, el pobre Neall debe estar mal.
— Yo también lamento mucho lo de Luciano y que tengas que alejar a tus hijos es una desgracia. — ella empezó a caminar hacia el de nuevo y respiró aliviado.
— ¿Has escuchado de todo lo que se le acusa? — asintió, sin formular un comentario, de hacerlo sería hiriente y ella no necesita más de ese tipo. — estuve casada con un Monstruo, recibir ese anillo siempre fue su deseo. En esa época era diferente, antes de recibir ese objeto después de tenerlo se convirtió más en una maldición. Recibir el poder de parte de su padre Alessandro, lo hizo cambiar.
— Quizás solo se mostró tal cual era, la gente no cambia tan rápidamente Anella... Muestra su verdadera cara — sintió su móvil vibrar y lo apagó sin prestarle interés a quien llamaba.
Ella por su parte permanecía atenta a lo que él le decía. El poder no era para cualquiera, la mayoría de las personas no sabrían cómo manera tanto dinero. Luciano no fue la excepción, dilapidó el dinero familiar, llevó a la empresa a la quiebra, por lo que su padre no tuvo de otra más que darla a su otro hijo.
— Su mal proceder perjudicó a Antonio, pues por lógica él sería el heredero de la empresa y otra sería su suerte hoy día — concluyó. — no quiero que pienses, que quiero comprarte o a tu hija. Lo que haga en adelante será un préstamo hacia Antonio, de mi cuenta privada. Si desea le será descontado de su suelto una pequeña parte, hasta que todo se resuelva y la justicia le entregue el dinero.
— No sé si él desee eso...
— Has que quiera, soy padre también y tengo en estima a tu hijo. — dijo ya levantándose y tomando las manos de la mujer que también lo había hecho — no olvidó que fue el único que cuando Neall tenía problemas, se ofreció a ayudar, creyendo que eran económicos.
— Hablaré con él y sobre Luciana y Neall...
— Esto no tiene que ver con ellos, solo quería pedirte que no intervinieras... Yo tampoco lo haré, si tengo que dar una mano es para unirlos
— Gracias — le dijo y con una leve inclinación de cabeza salió del lugar. Estaba dentro del vehículo, cuando la escucho gritar su nombre y correr hacía él.
— Neall, tuvo un accidente, debes ir a la clínica Bradford. — vio a la mujer rodear el auto, entrar a su lado y aceleró el auto. — Estará bien, es fuerte...
— Lo estará, no te preocupes — lo dijo tan segura que eso lo tranquilizó.
****
En la clínica Antonio caminaba de un lado a otro, sin poder entender cómo un auto que era el tesoro más valioso de Neall podía fallar. Ese coche, era revisado continuamente la última vez, fue hace un mes, recordaba que fue el padre de Neall que lo revisó. Así que no había lugar a fallos técnicos, de ver algo raro, el señor lo hubiera notado.
Era bastante amante a los coches y sabía mucho sobre ello, tanto, que ayudó a su hijo con la reconstrucción de uno. Llevaba a los autos en el corazón (palabras suyas) iba más allá de ser coleccionista, el mismo aseguraba que nunca ejerció la carrera por falta de oportunidad.
Miró a los padres de su amigo que abrazamos esperaban una noticia desde hace más de doce horas. Su madre estaba a sentada frente suyo y por más que le insistió no quería ir casa, hasta no saber qué le había pasado con Neall.
La prensa aún no sabía nada, pero el accidente fue en terrenos privados y los dueños fueron los que lo encontraban y auxiliaron. No sabía si el hecho que uno fuera ortopedista y el otro cardiólogo fue una suerte.
— ¿Crees que debo llamar a Luciana? — la voz de su madre le hizo detener y mirarla, estaba llorando.
Tenía en sus manos un rosario que no había dejado de rezar. Solo ellos dos eran los únicos particulares, pues los padres de Neall se negaban a que alguien más lo supiera.
— El señor Jarper dice que él no le gustara que lo vea así — le respondió — y francamente yo también lo creo.
— Si algo le pasa, ella no nos perdonará que no le digamos... Aunque algo me dice que estará bien — volvió a decir rápidamente y negó al ver que ella estaba bastante confundida.
— ¿Qué falló en el auto?
— Frenos — dijo un hombre caminando hacia ellos y que Antonio no reconoció — Dylan, mi hermano y yo estábamos cerca cuando lo vimos perder el control. — Al verle acercarse, los padres de Neall se acercaron al hombre de tez trigueña y mirada dura.
— ¿Sabe algo de lo que está sucediendo en cirugía? Esta espera nos está matando — dijo rompiendo en llanto Jeder Jarper.
— Todo está saliendo bien, no se preocupe, necesitará sangre AB negativo... De momento no hemos podido encontrar y él ha perdido mucha sangre — AB negativo, ese era el tipo de sangre de Neall y el mismo tipo de sangre de su padre.
— ¿Antonio a dónde vas? — escuchó al padre de su amigo decir, pero fue madre quien le respondió.
— Ese es tipo de sangre de su padre...
Miró la hora y aún no era horario de visitas era las cinco de mañana. Pero el abogado que Neall contrató para su padre, también era su amigo. Así que bien podía mover algunas fichas para hacer una excepción.
Promediaban las siete de la mañana cuando cruzaba el enorme portón de la cárcel. No sabía de qué ánimos encontraría a su padre y menos si quería ayudarle. Pero él era donador de sangre y de órganos, como todos sus hijos y esposa. Además, que le debía de alguna manera algo a Neall, pues estaba en un ala de la cárcel buena y recibía buen trato, pese a todo.
Lo llevaron a una sala, de aceptar, sería llevado a enfermería y allí los profesionales harían lo suyo. Esperó lo que pareció una eternidad, la verdad él y su padre siempre se llevaron bien. Sus notas siempre fueron altas, incluso mejores que las de sus primos, y eso se alguna manera era motivo de orgullo para Luciano D'Angelo.
— jefe ¿Qué sucede? ¿Le pasó algo a tus hermanos? — le dijo al entrar.
Se levantó de la silla y lo abrazó, era la primera vez en meses que podía. Porque siempre se hablaban detrás de una pared de cristal. Dijo en un hilo de voz que todos estaban bien y que ese no era el motivo de su llegada. Pero seguía abrazado a su padre, jamás pensó que podía llegar a extrañar a alguien tanto.
— ¿Qué sucede jefe? Ya me tienes en ascuas...
— Neall... Sufrió un accidente — le dijo y sus ojos grises lo miraron expectantes.
— ¿Luciana lo sabe? — negó y lo vio soltar el aire, mientras se pasaba una mano por los cabellos — ¿Qué tan grave está?
— Demoró catorce horas en cirugía — lo escuchó silbar y sentarse en la silla, mientras miraba hacia él esperando explicaciones — perdió mucha sangre, pero su tipo de sangre es...
— La mía, lo recuerdo — interrumpió — ¿Qué tan grave es? Aún no me dices.
— Se fracturó ambas piernas y la columna... No podrá caminar, si llega a salvarse — lo vio levantarse y mirarle fijamente.
— Hay dos o tres con mi mismo tipo allá dentro, no sé cómo será el protocolo. Pero de momento dime ¿Qué hago? ¿Me llevan a enfermería y allá me desangran como cerdo en matadero? — soltó una risa y lo abrazó fuerte, que sabía que había cometido un acto atroz, pero era su padre.
— Gracias papá, los Jarper te estarán agradecidos. — sacudió la mano en señal de protesta y un guardia lo volvió a esposar.
— No solo me dio un abogado, ayudó a mis hijos a salir de aquí. Si no que será el esposo de mi nena, jamás me perdonará que teniendo los medios no le ayude... — dijo ya yendo a enfermería.
— Básicamente, quieres ganar puntos — concluyó y su padre asintió.
— ¿Seguro que Neall Jarper quiere que su hijo lleve mi sangre? Mira que últimamente no soy muy popular. — sonrió al ver que no lo decía en mal plan, y que mostraba una sonrisa.
— No quieren que nadie sepa del accidente...
— ¿Por qué no?
— Todo indica que lo querían muerto papá, si está vivo es por dos hombres que al ver el auto perder el control, corrieron a auxiliarlo. — llegaron a enfermería y allí le dijeron que debía esperar a fuera.
Se despidió de su padre, pues también le dijeron que no podía volver a verlo. Salió de la prisión y se dijo que allí no había más nada que hacer y en el hospital menos. Así que se fue a la policía, a ver que le decían sobre el accidente.
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