Capítulo 31
Quince días después...
Sintió el roce de unos dedos en su pecho, esa fina caricia le hizo erizar la piel. El instinto le hizo buscar aún con los ojos cerrados a la dueña de esas manos mágicas y una vez se topó con su cintura la acercó a él, para luego tirarla a cama.
— Feliz cumpleaños mi vida — escuchó su voz decir — te vi en el baño hace una hora y ahora dormido...
— Intenté despertar, pero la cama es una tentación. — no quería decirle que no pudo dormir, por el recordatorio de su cumpleaños.
Lo vivido un día como hoy le habían marcado de por vida. Aún tenía latente las marcas de ese día, las llevaba físicas y en el alma. Eso y saber que la maldad de algunos no tenía límites, lo hacían odiar su día de cumpleaños.
— ¿Sabes que te amo? — le escuchó decir cerca de sus labios. — No tiene por qué ser recordado con dolor, ya no estás solo.
Suspiró al tiempo que se instalaba encima de ella y la sentía jadear al sentir su erección en su vientre. Se suponía que no deberían tener esa clase de encuentros, pero ella besando su cuello con ese babydoll rojo de encaje transparente, hacían su trabajo imposible.
— Yo también Te Amo cielo —dijo con voz ronca, al tiempo que ella llevaba una mano en un lazo que sostenía la prenda. — Es inevitable no recordar, sé que estamos juntos en esto y te agradezco mucho.
Lo miró con preocupación, él no quería que ella se preocupara, no por él. Puso la palma de su mano en su ombligo, y le miró con una sonrisa. El contacto hizo que ella se estremeciera y era como la chispa previa al fuego que consumiría todo a su paso.
— ¿No abrirás tu regalo? — no tenía idea de dónde había sacado esa tentación roja, pero desde ya daba las gracias.
— Usted no puede obsequiarme algo que ya es mío — respondió acercando sus labios a los suyos.
Correspondió al beso tan, urgido como él, pero debían tomarla con calma, algo casi imposible teniendo en cuenta el tiempo que llevaban sin estar juntos. Dormir abrazados, si bien era romántico extrañaba sus besos. Se alejó un poco de ella, para acariciar su mejilla, esta vez fue ella quien eliminó la distancia que los separaba, pasando una mano por su cuello.
— No quiero olvidarte nunca, tengo miedo... — y él también, solo que tenía que ser el quién le diera seguridad.
La besó como nunca le había besado, saber que ella tenía el mismo miedo que él tuvo por años le reconfortó. Aunque su miedo era distinto, lo suyo era el dolor de saberse olvidado y cambiado por otro. Tiró del lazo de forma lenta, pese a ver por la transparencia de la tela, su tez blanca y sus pezones erguidos. La aureola rosada sobresalía por encima del fino encaje. Llevó uno a su boca por encima del encaje, mientras una mano acareaba el otro. Gruñó al sentir sus manos juguetear por su pecho y descender.
— Despacio princesa — le habló al sentir su mano en su erección y tirar de ella de forma lenta, Arriba y abajo. — es imposible no pecar, si haces eso.
Inmovilizó sus manos encima de su cabeza, al sentir que ya no podía aguantar por más tiempo. Sonreía al sentir a su miembro en su entrada y negó, ella podía ser su cielo o su infierno si se lo proponía. La disfrutó como quería, despacio y sin prisas, besando sus labios al tiempo que iniciaba un lento vaivén que ella acompañaba arqueándose y lanzando esos gemidos lentos.
El mejor regalo de cumpleaños pensó al tiempo que la sentía llegar y segundos después lo hacía él. Sus labios esbozaron una sonrisa, al verla pegarse a él, rostro sudoroso, mejillas sonrosadas y su cabello que se pegaba a su frente.
— No te alejes nunca, no creo poder vivir sin ti — dijo mirándolo fijamente y sus ojos se humedecieron.
— Eso le decías a Adam el día que se supo de la muerte de Petter — lo soltó sin más, quizás inconscientemente o porque era algo que tenía atravesado y que le perturbaba.
— Lo sé y hablaba de ti. — la miró en búsqueda de alguna señal que mentía, pero no halló ninguna — Tenía miedo, había aceptado tu propuesta solo para estar a tu lado. Pero no quería verte con otra mujer, no podría soportarlo.
— No me alejaría de ti, haría lo que sea para que estés conmigo y si llegas a olvidarme... Me aseguraré de que me recuerdes. — pasó sus manos por sus hombros y la atrajo hacia él.
— Quiero operarme... Sé que es un riesgo, pero confío en ti — fue lo último que dijo antes de quedarse dormida.
Había leído alguna vez que, en el sexo, sabes que has hecho un buen trabajo cuando luego de acabar ella duerme. Con la imagen de Luciana dormida se levantó de la cama con cuidado, su piel blanca contrastaba con el negro de las sábanas. Decía que le agradaba el color, que no quería que las cambiara y la verdad ella se veía hermosa, así desnuda debajo de ellas.
*****
— El coágulo ha disminuido, pero no lo suficiente — le dijo el Dr. Richards, su mentor colega y amigo — en este punto ¿Estamos de acuerdo en el paso a seguir?
— Es lo que ella quiere. — respondió.
Hay que operar...
Y aunque confiaba en el profesionalismo del hombre mayor y sin parecer egocéntrico en el suyo propio, tenía miedo. Sin embargo, era algo que todos estaban de acuerdo, hasta ella y su familia. No quería casarse con él, sin estar segura de que estaba sana del todo.
— Hay riesgos que se deben tomar — y era la mejor opción. — el tratamiento es muy agresivo y las secuelas que puede dejarle es peligroso.
— Hablaré con ella, cuanto antes mejor — todos estuvieron desacuerdo, era mejor si vida se detenía unos meses, pero después lo retomaría.
Ella estaría feliz por ello y si tenía que ser sinceros el también. Recogió los documentos, exámenes para luego estrechar las manos de los hombres que tenían la vida de Luciana en sus manos.
— Lo habíamos olvidado — alzó la vista y Richards le tendía un sobre blanco sonriente.
Era un hombre de 60 años, con una capacidad intelectual que muchos jóvenes desearían, casado desde hace 35, tres hijos y 5 nietos. El Dr. Richards tenía el modelo de hogar y matrimonio que Neall desearía, una buena esposa, estilo de vida saludable, hijos y nietos que darían la vida por él. Tomó el sobre con curiosidad y lo abrió con cautela, se encontró con una reservación a un restaurante para dos personas.
— ¡Feliz cumpleaños! — hablaron todos al tiempo y recordó el despertar de esta mañana.
— Habíamos pensado en una suite, pero ella no debe tener emociones fuertes. Espero estés cumpliendo eso al pie de la letra. — hoy no pude con la tentación, quiso decir, pero guardó silencio.
— Ya tendrás tiempo para ello, lo queríamos dar en la reunión de esta noche.
— No podremos asistir, tenemos compromisos inamovibles — lo entendía y ojalá todos estuvieran en la misma tónica.
— No se preocupen y gracias a todos, por esto y por lo que harán por Luciana.
— Tú harías lo mismo por nosotros Jarper, te dejamos ir a casa tranquilo. El jueves a primera hora aquí — asintió y tras estrechar sus manos salió del lugar.
Las cosas en América estaban bastante avanzadas, la policía había arrestado a Oliver por la muerte de Dayanne y de su novio Petter y un juez lo envío a prisión sin posibilidad de salir bajo fianza. Fue curioso ver como tuvo que morir para que la verdad sobre su orientación saliera a la luz y como este secreto solo encontró apoyo en su público y seguidores.
— Por qué está muerto — había dicho Adam en una conversación por videollamadas con ambos la noche anterior — de estar vivo hasta en la hoguera lo hubieran querido lanzar.
Quizás fuera así, pero Neall pensaba que no se las jugó todas por su felicidad, misma que no puede depender de terceros. Sin embargo, era consciente del acoso que eran víctimas y de las burlas de los demás, imaginaba que él las había sufrido de alguna manera para no decir su orientación.
Salía de la clínica y chocó de frente con Antonella Bertucci, retrocedió un paso al estar cerca de ella y vio que sostenía las manos de un niño rubio, lo reconoció de manera instantánea.
— Venía a hablar contigo — se quedó en silencio, contemplándola.
La policía no había encontrado nada que la culpara y su marido o amante, se lo había tragado la tierra. Nadie sabía de él y sus tarjetas no habían sido usadas desde hace quince días aproximadamente.
Los Bertucci eran otra historia, no había manera de enlazarlos por lo menos hasta donde había averiguado hace un par de días. Asintió mientras daba media vuelta y le indicaba una cafetería que estaba al lado de la clínica. Fue lo suficientemente inteligente para mantener distancia, aunque dudaba que a estas alturas Luciana fuera capaz de hacerle una escena de celos.
— ¿Quieres tomar algo? — le preguntó y la vio mirarlo con nostalgia.
— Un café, por favor. — alzó una mano, le indicó a la mujer del mostrador que necesitaba atención y luego volvió la mirada a ella.
— ¿Tú dirás?
— Aún hoy día no te atreves a mirarlo — dijo acariciando la cabeza del niño y lo vio de reojo. — es un buen niño, cariño, saluda a Neall.
En ese instante él era como Herodes, la presencia del niño le aterraba. Era un ser inocente, que no merecía quizás vivir en ese hogar y con ese tipo de padres. El pequeño alzó su redondeado rostro y mostró una sonrisa, estiró sus manos hacia él por encima de la mesa y la recibió apresurado.
— Hola — dijo para soltando sus manos rápidamente y colocándola en su regazo.
— Soy Neall, Enrico, ¿Cómo te tratan? — tenía el rostro bajo y miró de soslayo a su madre, luego a él.
— Puedes decir la verdad Enrico...
— Es muy importante decir la verdad Enrico, siempre en todo momento. — lo vio asentir y alzar el rostro hacia él.
— El abuelo me golpeó y mamá se enojó, el abuelo dice que debo quedarme en una casa con otros niños y yo no quiero. — demasiada información, pensó.
Miró a Antonella y la vio bajar la cabeza, ahora que la veía con más detalles, estaba más delgada. Sus pómulos estaban sobresalidos y cabello normalmente bien peinado estaba descuidado. Vio a Luciana en la puerta de la cafetería mirando en su dirección y alzó, le indicó acercarse.
— Lamento mucho esto Enrico, pero quizás podamos hacer algo para que te quedes con mamá — escuchó la respiración de su madre detenerse y el niño sonrió feliz.
Se veía aliviado, no imaginaba el tormento de esa criatura al saber que sería separado de su madre. Se levantó al ver llegar a Luciana y mirar a Antonella sería, pero su rostro se suavizó al ver al niño mirarla con curiosidad.
— ¿Qué le pasó a tu cabello?
— Enrico...
— Tranquila, no me molesta, fue un accidente... — dijo señalando la cicatriz.
— ¿Te duele?
— Ya no ¿Cómo estás? Ya tu mami acaba de darme una pista sobre tu nombre — Neall se levantó y tras saludarla le dio espacio y se sentó justo frente al niño.
— El abuelo quiere dejarme en una casa con otros niños — él parecía bastante contrariado y sus ojos mostraban terror.
Luciana miró preocupada a Neall y luego a Antonella que solo acareaba la cabeza de su hijo. Le narró lo sucedido y se quedaron en silencio, escuchando el relato. Su padre estaba enojado porque y ella se negaba a cooperar, sin darle más datos que eso. Imaginaba que era por la presencia del niño, no tenía rastros de Anrow desde hace unos días.
— Ya fui allá y dije lo que sé, papá se enojó y me tiró a la calle. Enrico ha cambiado mi vida, mi deseo es que sea un buen hombre y eso solo se dará con mi ejemplo. — miró a Luciana que solo tenía ojos para el niño y sonrió divertido.
— ¿Tienes problemas legales?
— Hice un acuerdo con la policía y dicen que no — asintió y guardó silencio, desconociendo para qué lo quería a él exactamente. — papá ha prohibido a sus amigos que me den empleo.
— Nosotros no somos sus amigos — y aquí es donde Luciana lo comprometía.
Había conocido la maldad y de la peor manera, tenía sus reservas con Antonella. Pero estaba de por medio el niño y eso hacía que su futura esposa se derritiera en estos momentos con él.
— ¿Quieres una torta? — le dijo Luciana al niño y este asintió, para luego mirar a su madre.
— Ve y no se te olvide, dar las gracias — lo vio bajarse de la silla y tomar la mano de Luciana. — ¿Estará bien?
— Eso esperamos ¿Qué sucedió Antonella? — Soltó el aire y miró en dirección a su hijo.
Amaba a Anrow y pensó que él también, cuando salió embarazada le dijo que se fueran juntos y él se negó. Para obligarlo a que se casaran les dijo a sus padres de su embarazo y lo rechazaron, hasta esa noche que lo encontró borracho. Lo que siguió fue solo para no ser lanzada a la calle y para que Anrow no la dejara.
El día que todo se supo lo llamó y le dijo que era lo mejor. Quería que él niño creciera con su padre, pero él volvió a negarse. En adelante se alejó de todo y no quiso saber nada, Anrow se encariñó con el niño al ver la semejanza con él y le dio el apellido.
— ¿Por qué quieres dejar al niño en un orfanato? ¿Por qué imagino que es allá donde quieres llevarlo? — cuestionó.
— La policía llegó a casa hace unos días, papá negó todo y me dijo que no tenían nada en su contra. Que si abría la boca me quitaba a Enrico y lo dejaría en un orfanato, él escuchó...
— Entiendo ¿Qué tienes en mente?
— Mira, sé que no soy la mejor de las mujeres y que actúe mal. Pero no quiero que mi bebé sufra, cuando se sepa todo lo que hizo su padre. — ella tenía tantas razones, como las tuvo Antonio en su momento.
La única diferencia que no se trataba de adultos, sino de un niño. Una mirada a Enrico lo vio sonriendo con el rostro lleno de crema mientras Luciana le Limpiaba, de ayudarle no lo haría por ella, lo haría por él, aún se sentía mal, por no sentirse unido a él ni en esa época ni ahora.
— ¿Qué pasa si Anrow aparece? Lo has delatado a él y a tu padre, eso te traerá problemas. — la vio negar abrazando su bolso. — ¿Dónde te estás quedando?
— Anrow me dejó un dinero y con eso puedo subsistir, él me dijo que, si pasaban diez días sin saber de él, que me fuera del país... Solo quiero un empleo en otro país. — su padre estaba por abrir una sucursal en América, pero ese era un tema que tratar con Antonio.
— Necesitas del permiso de su padre para sacarlo del país...
— Él me lo dio la última vez que lo vi y me dijo que no lo buscará, sé que está muerto. — dijo esto último en medio del llanto.
— Dame unos días y mientras te dejaré en un buen lugar para que estés a salvo — iba a tomar sus manos y la alejó rápidamente — no lo hago por ti, es por él y porque de alguna manera estoy en deuda con él. Solo si la policía dice que puedes irte, de lo contrario mi ayuda no será posible.
— Gracias — dijo levantándose, caminando hacia Luciana y abrazándola.
La reacción la tomó por sorpresa, pero logró luego de unos minutos apoyar la mano en su espalda. Neall asintió mientras el niño solo las veía a ambas con curiosidad.
— Te quedarás con mamá, pero harán un viaje largo — le explicó y lo vio sonreír, mientras se pagaba a las piernas de su madre. — ¿Qué tan sucio está tu padre en esta historia?
— No querrás saberlo... — respondió.
— ¿Y tú? — siguió cuestionando.
— Lo suficiente para sentirme realmente mal ahora que me has ayudado, lo supe y pude alertar el segundo accidente. Pero el terror de que me quitaran a mi hijo me impidió hablar. — volvió la mirada al niño y luego a ella.
— La policía tiene la última palabra. — dependiendo de eso, él podía ayudarla o no.
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