Capítulo 30
Luego del fin de semana en casa con su madre y hermanos, había una visita que ella tenía que hacer y que estaba postergando mucho, quizás, por el hecho que la dama en cuestión se había mantenido alejada de la casa. No se moría de ganas por ir a verla, pero era necesario dejar todo atrás...
Visitar a su suegra Jeder Jarper...
No podía negar que estaba asustada, conocía antemano la antipatía que, la mujer, le tenía a ella a su familia por el escándalo de su padre. Aunque también, estaba y el cariño desmedido a Antonella, de quien pensaba era la esposa perfecta para su hijo, por el lazo de amistad y de negocios entre ambas familias. No en vano, fue ella precisamente la que le dijo a "Nella" cómo cariñosamente le decía, donde estaba Niall cuando se fue tras ella a Piamonte y luego ocurrió lo que todos ya saben.
Soltó el aire y miró a Luigi, quien ese día era su chófer, Aliz estaba a su lado y había guardado silencio en todo el trayecto. Debía imaginar el cúmulo de sentimientos encontrados que llevaba Luciana esa mañana. Niall no estaba, pues había salido muy temprano a la policía luego de jalarla en casa.
— Si no quiere no entre, el señor no la ha traído hasta acá y por algo ha de ser — le habló Luigi y era una buena lógica. Pero si su futuro esposo se llevaba bien con su familia, ella quería hacer lo mismo.
— Necesito saber con qué me encuentro, seré su esposa y debo limar asperezas — sin contar con que Neall era lo suficientemente, inteligente para saber que Jeder no era su persona favorita hace años.
Se bajó del vehículo con Aliz pisándole los talones, tocó la puerta y esperó. Segundos después un hombre con muchos siglos encima y todo almidonado les abría. Debió conocerla, porque su rostro rígido se suavizó y se hizo a un lado.
— Llamaré a la señora, por acá señoritas — entró a la elegante mansión y observó el lugar. Bastante refinado, imaginaba cuantas reuniones no habrían visto ese lugar.
No sintió admiración por el sitio, la casa de su tío Alex era tan monstruosa como esa y ella acostumbraba a escaparse a ver a su tío y tía. El dinero envolvió a su padre en el odio y lo llevó a terrenos inimaginables, así que ellos crecieron en medio de lujos, pero odiándolo. Dejaron a Aliz en una sala y a ella la condujeron al jardín, en donde la refinada mujer tomaba el sol, mientras tomaba el té.
— La princesa de Marcos, — dijo al verla caminar hacia ella, para todos era muy conocido el apodo de su hermano hacia ella. Se levantó para abrazarla y se sintió aliviada.
Había superado el primer obstáculo.
— Buenos días, señora, Jeder, lamento llegar sin invitación previa...
— ¿Qué dices criatura? —respondió sacudiendo su mano derecha al aire, como desechando sus palabras — esta es tu casa, y puedes venir cuando quieras.
— Gracias — guardó silencio y la miró fijamente, recibiendo la taza que una de las empleadas le servía. — Sé que mi familia no es con la que ustedes hubieran querido que su hijo Emparejara.
Empezó diciendo y la sonrisa de la mujer se borró, pidió perdón a su madre mentalmente, pero ella entendía el rechazo de Jeder hacia ella. Su futura suegra, que tomó la mano libre de ella y la apretó ligeramente.
— Cometí un error, si no he ido a verte es porque Neall me lo ha prohibido. En este punto debo hacer lo que pide, me siento culpable por separarlos — alzó la mano libre al ver que ella iba a decir algo. — Confíe en las lágrimas de Antonella, la vergüenza de que un nieto mío andará por allí sin el calor nuestro me hizo hacer tonterías...
Luciana dejó en la mesa la taza, pues su mano empezaba a temblar. Desconocía si era el estrés, el miedo o los motivos que llevaron a ese lugar. Insistía en querer hace una reunión de cumpleaños para Neall, jamás habían compartido juntos ese día en familia y quería que eso cambiará.
— Déjame terminar, sé que tu madre te tuvo que haber contado mi falta de tacto y empatía ese día. Estaba el tema de tu padre, el escándalo... Me gustaría si es posible limar asperezas.
No pudo evitar reír al tiempo que la mujer lucía apenada, intentó disimular un poco. No quería parecer grosera, pero le resultaba cómico, lo que ella fue a buscar, era exactamente lo que le estaba pidiendo Jeder.
— Lo siento —se excusó — es que yo venía exactamente a lo mismo.
— Eso es magnífico...
— Ambas amamos a Neall, en ese momento usted consideró hacia lo correcto. — aunque intentar comprar a su madre fue excesivo, pero hablaban de limar asperezas, olvidar eso era muy importante para ese fin — Me gustaría hacerle una reunión a Neall por su cumpleaños, pero solo he recibido negativas.
— Es magnífico cariño y por él no te preocupes, ambas lo convenceremos — asintió y sacó de su bolso una libreta y un lápiz — ¿Qué has pensado?
— Por eso vine. Es decir, usted sabe de reuniones y yo de los gustos de Neall...
— Te entiendo — le dijo con una sonrisa y mientras pensaba un poco — Tenemos claro que es una reunión pequeña, a Neall odia lo ostentoso y aprovecharemos para decirles a todos de su compromiso contigo.
Entonces, si hubo emoción, el cumpleaños 35 de su hijo era para Jeder un momento único, no solo porque pensó que lo perdería y no volvería a celebrarlo, sino para que él no se sintiera mal por los recuerdos que ese día le traía. La llegada de una de las chicas, diciéndole que alguien estaba en el teléfono, las hizo interrumpir la lista de las cosas que estaban haciendo. Pidió disculpas y caminó a dentro de la casa, cerró la agenda y tomó el lápiz en la mano, cuando una voz habló detrás de ella.
— Usted hace que cualquier paisaje sea perfecto — Kurn... soltó el aire al reconocer su voz y si antes lo odiaba ahora lo hacía aún más. — Me dijeron que le hiciera compañía ¿Puedo? — preguntó sentándose frente a ella y mirándola de manera descarada.
— No tengo otra opción, esta no es mi casa — lo vio cruzar las piernas y llevar un habano que tenía en sus manos a sus labios.
— Lamento lo del matrimonio de su hermano. — alzó una deja, al no poder creer lo cara dura que era al tocar ese tema.
— Yo no, sinceramente sabía qué georgiana era incapaz de regenerarse. — replicó y él le sonrió.
— Es usted una mujer inteligente, igual a Luciano — dijo señalándole con el habano entre sus dedos.
— No espere que me sienta halagada, cualquier cosa que venga de usted es un insulto. — Pero él seguía ajeno a su mal humor y la miraba más divertido aún.
— georgiana simplemente es una mujer astuta y de negocios. Usted podría hacer negocios conmigo, si ocupa el lugar sé ella — hizo una pausa y sonrió de nuevo, ella apretaba los labios y sus manos ante ese insulto.
— ¡Deténgase! — ordenó — le aseguró que encaminó esta conversación hacia un lugar peligroso y yo no estoy en venta...
— Todos tienen un precio, algunos no son necesariamente monetarios... — soltó el aire y metió la libreta en su bolso.
Dejaría para después esta reunión, no compartiría el mismo aire que ese hombre. Estaba en lo correcto en la opinión que tenía sobre él, era una lástima que fuera el jefe de su hermano o lo pondría en su lugar.
— Quizás en el Mundo en que usted se mueva, o con las mujeres que acostumbra a frecuentar sea así...— hizo una pausa y tomó el aire y luego alzó la vista hacia el — le aseguro que yo no, además, amo a mi Neall un sentimiento que veo no está en usted.
Estiró su cuerpo hacia delante y eso la hizo reclinar el suyo por instinto. Lo que ocasionó que se burlara de ella abiertamente y la mirara con burla.
— ¿Acaso no estuvo usted con un actor para darle publicidad a la película sobre su libro? — simuló pensar y luego soltó — Eclipse de un amor —pero se negaba a ser vencida.
— Hablar de lo que desconoce es un acto vil y poco caballeroso. — se defendió — aún para una persona de su calaña.
— Piénselo, — insistió —georgiana regresaría a los brazos de su hermano y Luciano no conserva el puesto, sino que será promovido. — negó sin poder creer lo que ese miserable pretendía ¿Era así de fácil para él siempre?
Ese pensamiento le hacía erizar la piel.
— Su descaro no tiene límites...
— Y mi deseo tampoco — le interrumpió — Usted es una criatura, que me intriga y me calienta al mismo tiempo.
— Mal por usted, porque usted a mí solo me produce ganas de vomitar — se levantó con el bolso en sus manos y alzó la barbilla hacia él — acostúmbrese que hay cierto tipo de mujeres que no tenemos un precio.
— ¿No fue una deuda la que la hizo estar con Neall Jarper inicialmente? — su cuerpo se crispó y la mano que sostenía en bolso lo apretaron con más fuerza.
— Es usted un hombre despreciable ¡Por supuesto que no! — negó sonriente y sin dejar de verla con lujuria.
— Es buena mintiendo y eso le ayudará a ocultar nuestro encuentro... Le aseguro que pagó mucho más que él.
Empezó a sentirse mal, algo raro estaba ocurriendo en su cuerpo. Sentía un hormigueo en sus dedos, los de la mano derecha y el ojo de ese mismo costado empezó a hincarle. En mala hora su cuerpo le estaba fallando, ella no podía permitir que ese miserable la tratara así.
— Neall y yo nos conocemos desde que él estudiaba con Antonio, ese comentario está fuera de lugar. — se sorprendió por lo tranquila que salieron sus palabras pese a él malestar y el tormento que estaba sintiendo — No sé de dónde saca usted eso, pero le exijo respeto.
Negó sin dejar de morder el habano, mientras la miraba de arriba a abajo. Supo lo que deberían sentir las damas de compañía al ser escaneadas como si fueran una mercancía. Ese maldito no tenía reparos en mirarla con deseo y ella no podía más que mirarlo con enfado.
Aunque la taza con el café caliente le resultaba atractiva...
— No es lo que la historia que yo tengo, usted le debe a Jarper y le está pagando con su cuerpo ...
— Si es así, no creo sea su problema, pero le aseguro que de ser así... pagaría por servicios exclusivos y de por vida — no supo en qué momento llegó.
Se encontró soltando el aire al escuchar la voz de Neall y al sentir sus manos en su cintura y su aliento en su cuello. Mientras le arropaba con sus manos y frotaba su brazo, parecía saber que se sentía mal.
— Es una lástima, yo hubiera pagado esa deuda solo por una noche con usted. — dijo levantándose, mientras ahora la mirada iba dirigida a Neall. — y se ahorraría el de por vida, que suele ser un mal negocio.
— ¿Se basa en su experiencia? Si es así, le entiendo no me imagino tener que llamar cada hora para saber si mi mujer aún está conmigo — la sonrisa de los labios de Kurn se había borrado y ella contemplaba por primera vez la de un hombre fuera de sí. — Usted sabe a lo que me refiero, siempre hay alguien con más dinero que usted y nada le garantiza que se vuelva a vender al mejor postor. No soy un hombre que suela correr ese tipo de riesgos, pero debería saberlo, conoce a mi padre... Soy de la misma línea que él.
— ¿Me dice que usted no tendrá ese problema? — por un momento, logró encontrar las palabras para responder y parecía haberse repuesto de golpe recibido.
— Le digo que supe escoger a mi esposa, de ser lo que usted insinúa ¿No hubiera aceptado sus coquetos desde hace 20 días? — Internamente brindaba de felicidad al ver que era defendida de esa manera.
— ¿Negará que ella está con usted por una deuda?
— Una deuda que de existir la pude pagar con dinero familia señor Tomasevic — le dijo sonriente — tengo el 10% de los viñedos D'Angelo que jamás he pedido y las regalías de mis libros... Que nos son tres dólares precisamente.
— Encantador — dijo sin dejar de ver a ambos — la mayoría nos casamos ilusionados y ciegos, es el matrimonio el que nos devuelve la vista y que actúa como una droga potente, te hace salir de ese letargo que muchos llaman "Amor".
— Dos matrimonios fallidos y todos por infidelidad, debería ser motivo de alerta ¿No cree? Espero esta tercera sea la vencida. — la respuesta de Neall parecían estar en sus labios y salieron rápidamente de él, pero algo le decía que no tenía una buena cara hacia ellos — Vamos dentro princesa.
No miró más en esa dirección y estaba concentrada en caminar, pese al hormigueo en su cuerpo. Vio con horror que había durado más de la cuenta y que su vista se nublaba de un lado. Por fortuna, tenía a Neall que la mantenía, pegaba a él y le ayudaba a avanzar.
— ¿Todo bien? — negó mientras se tocaba el brazo derecho. — no debes dejarte provocar, no lo hace apropósito... Te hace daño.
— Tú no escuchaste lo que me dijo... — se defendió, pero le abrazó mientras se sentaba con ella en un cómodo sillón.
— Lo suficiente para querer golpearlo — guardó silencio y luego recordó lo que le había dicho al hombre minutos antes.
— ¿En serio las esposas se le han ido con otros?
— Sí. Es por eso por lo que dice todas tienen un precio, habla desde lo vivido — algo le decía que su amiga era el tercero, solo pedía que no llegara a la vida de su hermano y si lo hacía que no le diera oportunidad.
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