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Capítulo 10

En algún lugar de América...

—Vamos Neall, tú puedes, uno, dos, tres. — tenía ambas manos en la barra y Thomas contaba por él.

Las venas se marcaban en sus brazos, por la fuerza que hacía para lograr levantarse esta vez solo y mantenerse en pie. Ya otras veces lo había hecho, pero con ayuda de Thomas y hoy quería hacerlo por sus propios medios.

— Te daré una galleta si lo haces — le escuchó decir y lo ignoró.

Contaba mentalmente, uno, dos, tres, cuatro... Hasta que logró levantarse y apoyarse en las barras. Bien, ahora tenía que soltarse, cerró los ojos y pensó en sus padres. En lo feliz que les haría que él ya podía caminar, en sus sueños lo hacía.

Necesitaba levantarse, caminar y volver a trotar, soltó una mano, esperó un tiempo y luego soltó la otra. Ya otras veces había caído al suelo y había tenido ayuda, ahora no lo haría, no caería al suelo. Porque él era un Jarper, era fuerte, por su padre, madre y por Antonio. Repetía mentalmente, las palabras que hace unos minutos les dijo su amigo y padre en videollamada.

Era tanta la constancia de decirla, que Thomas se sintió conmovido, pues pensó que estaba rezando. No supo cómo en qué momento sucedió, pero acaba de soltarse y de dar un paso. Solo se dio cuenta al escuchar los aplausos, al girar su rostro, observó a Luigi y a Thomas reír y señalarle los pies.

Había dado dos pasos, jamás supo la importancia de uno hasta hoy. Le dijeron que era suficiente, solo que él tenía la adrenalina al tope. Solo logró dar un paso más, pero fue lo suficientemente para llenar todo su ser de buena vibra.

Los siguientes días fueron de más avances, cuando llegó al mes ya podía levantarse con facilidad y dar unos pasos. Los ejercicios cambiaron y así supo qué había pasado a otra etapa. Laura, la enfermera, ya no era necesario, y la mujer se fue feliz porque él ya lograría caminar.

— Te diré la verdad, su felicidad es porque no soportara más tu mal humor. — ante eso Luigi y Alexa escupieron el café que tenía en su boca.

Eso los hizo mirarlo con mal gesto, ya tenía bastante práctica con la silla de ruedas, así que rodó hacia Thomas y lo enfrentó. El hombre era afroamericano, tan alto como él y fornido. Su cabeza era redonda y tenía la costumbre de raparse. Así que eso hacía que su aspecto luciera intimidante.

— ¡No me mires así! Sabes que eres un grano en el trasero. No eres el único cuya mujer lo ha dejado por otro. — ese recordatorio lo hizo girar y alejarse de él.

— No seas tan duro con él. — le escuchó decir a Alexa. — jamás ha sido mal jefe con nosotros.

— No puede seguir llorando a alguien que no lo ama y que quizás nunca lo hizo. Que no le importó dejarlo y sin darle oportunidad de explicarse — una vez fuera de casa y lejos de las voces.

Llegó hasta el sitio de ejercicio, allí había unas muletas. Unas que le dijeron que sería su premio en unos días más. Se levantó de la silla de ruedas, se apoyó en las barras y con ayuda de las barras metálicas llegó hasta las muletas.

Su único aliciente era la voz del tal Petter diciendo que el novio antiguo de ella no contaba, si contaba el último. Además de ella sintiéndole feliz y besándolo. En algún momento se sintió observado, pensó que le diría que no lo hiciera, no fue así.

Se soltó de las barras, Thomas le decía que le impedía caminar, era el miedo a caer. Pero que cada caída era un aprendizaje, si bien, sabía que no hablaba de su parálisis. Lo tomó literal en ese momento, se apoyó de nuevo en las barras al sentir un leve mareo.

Mientras, a unos metros, Thomas contemplaba la escena de brazos cruzados y sonriente. Sabía que mencionar a la chica, era el mejor de los motivos para hacerle caminar. Su padre y amigo le dijeron parte de lo ocurrido. No lograba entender cómo un acto tan estúpido los llegó a separar. Si hasta donde sabía y según lo dicho por Antonio, la chica lloró por mucho tiempo a Neall e incluso, el novio que tenía hoy día era parecido.

Aunque él en particular no le veía la semejanza, dio un paso adelante al verle tambalear levemente. Pero se detuvo al ver que se apoyaba de nuevo en la barra y cogía una de las muletas.

"Tú puedes campeón"

Le había tomado estima y era doloroso ver a alguien tan de buen humor dañado por el odio de esa manera. Tenía la certeza que podía caminar, había notado fuerza en las piernas en uno de sus ejercicios. Tenían casi un año con él en esas y estaba próximo a cumplir 34 años y quería darle de regalo eso.

¡Sí!

Dijo mentalmente al verle tomar ambos objetos y apoyarse en ellos. No apoyaba los pies y se sostenía con los brazos. No se había cortado el cabello, por lo que este ya crecía detrás de sus hombros. No le preguntó las razones, pues llevaba el mismo corte masculino pero largo.

— Apoya los pies — le ordenó — es lo mismo que la barra, pero en movimiento. — y eso hizo, solo que se calló, pero no se venció, lo vio levantarse, ese día y los que siguieron.

Se negó a volver a usar la silla de ruedas, esta vez recibió el apoyo de Thomas. La quiso lanzar desde el risco cerca al castillo, pero, el hombre le dijo que conocía a alguien que la necesitaba en el pueblo.

— ¿Te encuentras bien? — preguntó su padre cierta noche tres meses después.

— Mejor que otros días ¿Fuiste al control? ¿Qué te dijeron?

Su padre tenía una falla cardíaca y necesitaba de reposo. Antonio llevaba trabajando con él, casi el mismo tiempo que él tenía de no verle. Por lo que conocía al detalle la empresa y pudo tomar las riendas fácilmente.

— Mucho mejor y ahora que sé que puedes mantenerte en pie me sentiré mejor. — su voz sonó alegre.

Colgó la llamada y luego empezó a hacerle una videollamada. No quería decirle que ya caminaba con un bastón, quería ver su rostro cuando lo hiciera. Así que dejó el móvil a un lado en un tocador y se alejó un poco.

Lo primero que su padre vería era sus piernas en pie y la tercera (el bastón) mientras él veía el rostro confundido de su padre ver las piernas. Seguidamente, llamó apresurado a su esposa y está acudió a su lado.

— Neall — gritó su madre emocionada — ¿Desde cuándo?

— Dos meses, hace un mes con esto — le dijo alzando el bastón.

— ¿Cuándo vienes?

— Cuando ya no necesite de nada para moverme — le dijo decidido.

— ¿Lo prometes?

— Me lo prometió — le dijo su padre mirándolo y pudo ver sus ojos humedecidos — mucha soledad es mala y es hora de resolver cosas. No hemos hablado de todo lo que se dio, en torno a tu accidente antes y después.

— Lo sé, debo colgar, es hora de la caminata. — era de noche y le gustaba hacer el trote por la costa justo al pie de la carretera que daba al pueblo.

Lo primero que el turista veía era a la vieja edificación al pie de una pequeña colina. No era de su propiedad, en alguna época estuvo abierta al público. Pero hoy día la alquilaban por temporadas, a él le hubiera resultado más fácil y menos costoso comprarla. Pero francamente no quería algo que le recordara su época como tullido.

Había muchas cosas que no quiso saber, casi todas ellas las que rodeaban a Luciana. Desde que supo que tenía novio, dejó de leer o ver la prensa. De nada le serviría saber sobre lo bien que le iba o lo feliz que estaba.

Su tenacidad era tanta y sus ganas de volver a casa, que pronto dejó el bastón. Thomas ya no vivía con él y venía cada fin de semana a ver su adelanto. Empezó a trotar en las mañanas y también en las tardes. Los dolores aún permanecían menos leves los físicos, pero más fuerte los psicológicos, sobre todo cuando miraba su pierna ante el espejo y el costado Izquierdo de su torso.


Luciana.

Resultó que el día de su cumpleaños, sería el último en que vería a su amigo, se iba de gira y no tenía fecha de regreso. Por más que le rogó que estuviera en la boda, le dijo que no podía, le era imposible.

Su verdadera identidad se dio a conocer, algo que no ayudó mucho en cuanto a planear la boda tranquila que tenía. Aunque si le dio publicidad a la película, como era de esperarse, empezaron a querer saber más sobre ella.

Fue inevitable que no se supiera de quién era hija, de Luciano D'Angelo y a la gente no le importaba que ese apellido estuviera bien posicionado en el país, hoy día. El público estaba divido entre los que decían ella no tenía nada que ver y aquellos que cuestionaban diciendo que todo cuando tenía ella y su hermano fue por dinero manchado de sangre.

Era viernes en la tarde y Petter había pasado por ella para ir al lugar que sería la boda. Había planeado algo sencillo y se sorprendió que él pensara lo mismo. Sería en diez días y así le daría tiempo a su madre y hermano en venir. El silencio de Petter le fue extraño, pero se lo achacó a que la presentación de la película se había pospuesto o que había cancelado la sección de fotos por ir con ella.

— Debo ir a casa por algunas cosas. — dijo y ella solo asintió.

— Te espero aquí, si no puedes ir yo iré sola — le dijo, pero él no respondió.

Llegaron y salió del auto en silencio, ella solo llevaba un maletín pequeño con algunas prendas. El tiempo que ambos tenían era poco, se quedó en el auto por veinte minutos. Cuando se dio cuenta de que era demasiado tiempo, para buscar solo unas cosas. Recordó las palabras de Adam y llegó a ella que nunca había estado en ese apartamento.

Era curioso, pero era así, decía que era de otro actor del reparto y que era celoso con su privacidad. Como buena curiosa que era y con la Tula en hombros se bajó y caminó hacia el edificio. En la recepción no encontró a nadie, pero si un guardia cerca a los ascensores.

— Buenos días. — le dijo al hombre que estaba en pie ante ella y de uniforme azul.

— Buenos días, señorita ¿En qué le puedo ayudar?

— El apartamento de Petter Hangis, soy su prometida. — el hombre la miró unos instantes y pareció reconocerla.

— Si la he visto, es mi primer día, espere y lo busco — le indicó que se quedara cerca a los ascensores. Corrió hacia el área de recepción. — el Penthouse, último piso.

Mientras esperaba el ascensor, oraba porque él no bajara en esos momentos. Porque eso sí los atrasaría, recibió un mensaje de Luciano, preguntando si ya iba en camino y le dijo que no. Que habían ido a buscar algo a casa de Petter y se estaba demorando por lo que fue a buscarle.

— Bien, si es muy tarde, mejor no vayas, yo te acompaño mañana. — le indicó que si, en doce horas estaría allí.

El viaje le ayudaría a distraer la mente y este le dijo que habían traído el auto del taller. El regalo de cumpleaños de parte de Oliver, Petter y los miembros de la película había sido un auto.

Nada mal para ser su primer auto en ese país, le ahorraba bastante tiempo en metro y taxis. El ascensor se abrió en el piso indicado y a unos pasos vio la puerta abierta y unos gritos. Eran tres voces, dos de ellas claras y otra parecía por teléfono, porque se escuchaba lejana.

— Me prometiste que jamás me casaría — gritaba su prometido y al escuchar aquello su cuerpo se tensó.

— No lo harás... — ¿Oliver? — Tu solo baja y llévala a ese lugar que quiere y regresa. No te casarás, no habrá boda.

— ¿Cómo creerte? Me dijiste que solo debía salir con ella por publicidad. Que eso ayudaría a mi carrera, misma que se fue a mierda porque estoy comprometido con la hija de un ¡Criminal!

— ¡Nos mentiste! — decía una tercera voz y esa voz... — dijiste que solo eran unos meses, por eso acepté todo. Jamás me dijiste que él tenía que estar con Luciana.

— Guarda silencio Dayanne, tú no tienes nada que opinar ¿Crees que te irá mejor si saben que te casas con un hombre?

— Cuida tus palabras. — apoyó la espalda en la pared y mientras sus lágrimas salían de sus ojos.

Ella le conocía, era la secretaria de Oliver, entonces supo por qué Adam le dijo abre los ojos. Porque la desconfianza, su lejanía al ver que ella no aceptaba lo raro en Petter.

— No voy a callarme cuando destruiste su carrera.

— Me hiciste besarla y acostarme con ella...

— ¿No me hagas reír? Que es ella la que debe ofenderse por ese acto tan malo. Ni eso hiciste bien, ella solo tenía que olvidar a Jarper, odiarlo.

— ¿Por qué te fastidia tanto ese hombre? ¿Qué te hizo?

— Te pago bien y fue tu mejor papel, representar a Niall Jarper, no te quejes. Este escándalo solo te ayudará en tres meses, estarás casado con Dayanne — no lograba entender el porqué de todo eso.

— Si quieres que me vaya con ella dime ¿Qué tiene que ver ese Jarper?

— Sufrió un accidente, justo el día de su cumpleaños 32, casi murió ese día — puso las manos en su boca al escuchar aquello, ella recordaba ese día y muy bien — Según dicen está en coma y creí que eso era el negocio de mi vida. Solo que ese Hijo de puta de Antonio y Shung me dañaron las cosas. Así que su hermana y novia me pagara, espero que el este en el infierno o próximo a estarlo.

Corrió a los ascensores, Dios estaba de su lado, pues nadie lo había pedido, así que no tuvo necesidad de esperar mucho. Buscó en su cartera dinero, no quería que de momento él supiera que ella lo había escuchado todo. Cuando las puertas del ascensor se abrieron ya ella tenía un fajo de billetes considerables. Llegó hasta donde estaba el hombre y le dijo simplemente.

— Yo nunca subí — le puso el lío de billetes en el bolsillo y luego apretó sus manos y rogó — si usted tiene hijas podrá entenderme.

— Una de 22 ¿Qué sucede? — no tenía mucho tiempo, pero nadie había pedido el ascensor, así que les dijo la verdad a medias.

— Lo encontré con otra, solo quiero que le dé una razón "Decidí hacer el viaje yo sola". Que él puede ir a la sección de fotos que tiene. — el hombre asintió y le fue a devolver el dinero, pero ella se negó.

— Viene bajando, — le dijo al ver los números descender. — cruce a la izquierda, encontrará un taxi. Se llama Tanner. — tras agradecerle, salió corriendo hacia la calle.

Solo que una vez a fuera un taxi pasaba libre y se metió apresurada. Le insistió al taxista que acelerara y este al ver su rostro asustado y la mirada que daba hacia el edificio arrancó. Llamó a su hermano y este le contestó al primer tono.

— ¿Estás bien?

— Tengo que irme yo sola

— ¿Por qué? ¿Dónde Estás?

— Voy en un taxi hacia allá bájame las llaves — colgó la llamada y luego apagó el móvil.

Mientras Limpiaba sus lágrimas y se calmaba, jamás la dejaría ir si la veía llorando. Neall estuvo todos estos tiempos en coma y ella... Cerró los ojos recordando el día de su cumpleaños, él había llamado y su amigo contestó. Fue justo el día que supo que ese niño no era suyo ¿Dónde estaba?

No quiso decirle a su hermano todo, no era algo que se dijera por teléfono, no cuando el taxista parecía muy pendiente a esa conversación. Llegó en quince minutos, pagó, no esperó el cambio y corrió hacia el sótano del edificio. A donde su hermano le esperaba con un maletín y unas llaves.

— Quiero hacer esto sola...

— No, sabes que no te dejaré...

— ¿Me quieres? — le preguntó y lo vio observarla por unos instantes. — si de verdad me quieres déjame hacer esto sola ¿Sabías que era gay? Por eso no gustabas de él. — negó mientras le daba las llaves y le abrazaba.

— Lo odio porque no te quiere, y porque imita a Neall — beso ambas mejillas y le hizo entrar al auto. — ¿Cómo lo supiste?

— Los encontré, pero él no me vio — su hermano asintió, estaba obviando muchas cosas. Pero de saberlas todas llamaría a su madre y hermano, ella aún no quería ver su rostro diciéndole "Te lo dije" — Necesito tiempo, para saber ¿Por qué me hizo esto? — dijo sin nombrar a Oliver y su hermano se alzó de hombros.

— ¿Crees que tendrá la misma fama con chicas si saben su inclinación? Sé que hoy día eso no es tabú, pero por mucho que la gente diga eso no importa... Él solo tiene su físico, porque es mal actor. — cerró la puerta del auto y metió una mano en su bolsillo y movió la otra — si necesita más ropa o dinero avisa, cuando llegues a sitio seguro, también. Yo me las arreglo con él, no te preocupes.

Una vez lejos y tras varias horas de viaje, buscó en su bolsa las dos cadenas. Esas que pensaba arrojar al mar en ese lugar. Se las puso ambas mientras siguió conduciendo, no paró en ningún lugar. El tanque estaba lleno, no lograría dormir y menos comer algo.

El silencio del viaje le hizo recordar muchos interrogantes, uno de ellos era que sí estuvo tan grave ¿Quién le envío la cadena? Las fotos que recibía los primeros años entonces eran viejas.

— ¿Qué nos hicieron Neall? — murmuró empezando a recordar todos los momentos compartidos juntos.

La confusión siempre estuvo en su mente, ahora que lo miraba desde otra perspectiva. Había pequeños gestos imperceptibles de él en Petter. Oscurecía cuando vio en la cima de una pequeña montaña, el castillo que le indicaba había llegado. Estaba llorando, y aumentó cuando vio el anillo, se lo quitó de sus dedos y lo arrojó al mar.


Lo hizo en una curva, por lo que perdió el control del vehículo y vio con horror que no lograba estabilizarlo. Siguió en línea recta en dirección al mar, pero antes de ello golpeó en unas rocas, perdiendo el conocimiento al tiempo que el auto se sumergía en el mar.

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