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Septiembre 20, 2016
09:27 de la mañana.

Dejo de pensar en todas esas cosas que lo único que hacen es hacerme sentir más miserable. Sé que debo dejarlo ir, olvidarlo y seguir adelante. Dios me tiene preparado algo mejor. Pero es tan difícil. Creo que no solo me gusta, creo que también lo quiero.

− Juliana, es mejor que ya te levantes. Ven y ayúdame a preparar la comida – me grita mi madre. Y más vale que me levante y le obedezca, ella odia que me levante tarde y no le ayude a hacer nada en la casa.

Entonces me levanto y trato de estar ocupada para sacar al menos por un momento al chico que sin permiso ya se ha adueñado de mi cabeza.



Septiembre 21, 2016
05:15 de la mañana.

Esta vez si debo ir a clase. Ayer había decidido no ir. Claro que por eso obtuve un buen regaño de mi madre, aparte me toco ayudarle a preparar la cena. Cosa que odio rotundamente. Me levanto de la cama y me dirijo al baño. Está haciendo un frio de muerte; pero yo siempre tengo frio, aun cuando está haciendo mucho calor por la mañana, yo siempre tengo frio. Yo siempre odio bañarme tan temprano. Yo siempre odio levantarme tan temprano. Cuando salgo del baño, me voy directo a mi cuarto y me visto enseguida. Veo y celular y de inmediato pienso en él.

Ayer no le envié ningún mensaje.

Ayer el prometió que me hablaría.

Yo estuve esperando que lo hiciera.

Pero su mensaje no llego.

Sacudo mi cabeza y deseo poder hacer lo mismo con mi cerebro y mis pensamientos. Definitivamente esto no es vida. Pensar en alguien que probablemente no está pensando en mí. Llevar en mi cabeza y probablemente en mi corazón a alguien que ni recuerda todo mi nombre completo, es una verdadera locura.

Pero... Dios ¡Cuanto amo esta locura!

¡Y cuanto odio amar esta locura!

Luego de ser una completa tonta y estar pensando en él mientras me alisto para ir a la escuela, decido de una vez por todas centrarme en lo que estoy haciendo. Que es, ir a la universidad.

− Ya me voy, se me hace muy tarde – le digo a mi madre.

− Esta bien, ten mucho cuidado. Y no vengas tardes – mi madre gruñe al decir esto último y luego yo hago lo mismo.

− Que fastidio – digo en respuesta. Mi madre hace una cara como si deseara matarme tan temprano y privarme del privilegio de seguir pensando en Rodrigo.

Rodrigo...

Rodrigo...

Rodrigo...

¡Alto!

Estoy en la estación del autobús. Esperando que llegue el indicado para ir a la universidad. Me quedo viendo una hoja seca que se mueve con el viento de los demás autos. Esa hoja algún día estuvo sujeta a un árbol, alguna vez tuvo vida. Pero ya no más, hoy está muerta; y muy pronto se deshará totalmente. Muy pronto ella...

Paro de mi éxtasis sobre la hoja porque veo que la gente sale corriendo como loca. Es mi autobús. Yo hago lo mismo y logro estar dentro del autobús. Es tarde, de seguro llegare con la clase comenzada, pero una vez en el autobús no puedo hacer nada más a esperar que llegue y luego tratar de correr para no llegar demasiado tarde.

Estoy sentada, viendo por la ventana como todas las cosas se quedan atrás y nosotros seguimos. Me doy cuenta que es imposible no pensar en él cuándo no estoy haciendo nada; y... ¡Vamos! Seamos honestos, aun si tuviera mil cosas que hacer, siempre pensaría en él. Necesito una oración urgente para borrarme este pensamiento.

Pero hoy quiero pensar en él. Recordar cuando estuve por primera vez cerca de él.





Febrero 08, 2012
02:15 de la tarde

− Muy bien... − dijo la maestra a cargo de nuestra sección – Esta vez será diferente. Este año será mejor que el anterior, así que esta vez yo designare lugares para cada uno de ustedes.

− ¿Qué? – dijeron muchos de los alumnos. Incluida yo. Todos comenzaron a hablar y protestar por la grandiosa idea de la nueva maestra que ya detestábamos.

− No – dijeron muchos otros.

Mis amigas y yo estábamos sentadas en la parte trasera de la sección. Ese año nosotras dominaríamos la parte de atrás, salvo que a la maestra se le había ocurrido ubicarnos conforme a nuestros apellidos; y, para mi desgracia mi apellido estaba a una milla de distancia que el de mis amigas en el alfabeto.

Eso era un caos.

Eso era un problema. Y uno muy grande.

− Yo no me quiero ir – le dije a ellas. Todas nos estábamos viendo asustadas, sin saber que decir o hacer.

− No te preocupes, a ella se le olvidara en un par de semanas y luego podrás venirte acá con nosotras, o puedes cambiar lugar en las otras clases.

− Nadie quiere estar adelante – dije casi molesta con ellas. Porque ¡Vamos! ¿Quién iba a ser tan tonto para cambia conmigo y estar casi en las primeras sillas de la sección? Por supuesto que absolutamente e indudablemente que nadie. Nadie.

La maestra comenzó a llamar por lista, según el orden alfabético. Todos los que habían sido movidos de lugar se estaban quejando y ya era un hecho que todos odiábamos a la nueva responsable de nuestro grupo. Aun no llamaban a ni una de nosotras, pero muy pronto llamaría mi nombre; estaba segura de eso.

Y lo hizo.

− Rinetti Juliana – dijo la maestra leyendo su carpeta y luego levantando su cabeza para ver de quien se trataba. Ella ni siquiera nos conocía y se había dignado a hacer semejante atrocidad.

Con timidez levante la mano y ella de inmediato me localizo; eso era algo que debía de admitir de estos maestros; se les daba bien buscar entre las multitudes. No importaba que nuestra sección estuviera llena de estudiantes. Cuarenta y ocho para ser más exactos. Ellos tenían la habilidad de poder verte en cualquier parte de la sección.

− Tercera fila, segunda silla – dijo como si eso no fuera lo más traumático que se podía hacer a una estudiante de último año de la secundaria que aspiraba en ir a la universidad y ser una profesional.

− Esto apesta – le dije a mis amigas viéndolas con enfado y lastima. Todas ellas me dieron una cara de lástima porque me iba ¡Cuánto odiaba esos rostros! Pero esta vez las necesitaba. Tomé mi bolso y mis cuadernos y me dirigí a mi nuevo lugar. Lejos de mis amigas, a las únicas a quien les hablaba.

La maestra siguió llamando por lista y yo parecía un bicho raro cerca de todos los que estaban a mí alrededor. Delante de mí había quedado una chica nueva; al menos ella no tenía amigos y podía hablarle. A mi derecha estaba un chico raro, a leguas se veía que no era muy sociable; me agradaba, tal vez y podía hablarle. A mi izquierda una chica rara, más adelante todos la llamarían la novia de chucki, pero esa es otra historia. Y detrás de mí estaba un chico que al parecer su pasatiempo favorito era reírse y sonreírle a todo el mundo. Lo digo porque en cuanto llegue a mi nuevo lugar, él me sonrió.

− Rodríguez Rodrigo – escuche que dijo la maestra. Mi pulso acelero por arte de magia. Que tonta había sido, no sé porque no lo había recordado. Este era el penúltimo año de secundaria y lo que el año anterior habían sido dos secciones distintas, hoy éramos una sola. Eso significaba que aquel chico estaba justo aquí.

Y había acertado.

Voltee mi cabeza tratando de disimular, y el llego de la parte de atrás de la sección; del lado opuesto de donde antes era mi antiguo lugar.

− Cuarta fila, primera silla – dijo la maestra. El saludó al chico que estaba a mi derecha. Al parecer eran amigos, aunque podía decir lo mismo de la mayoría de la sección. Aquí todos eran amigos. Excepto yo de todos ellos.

− Espera, espera, espera – anuncio de repente la maestra – Alguien más... este niño. Rushelbelt – ella levanto la cabeza de su cuaderno de apuntes – que apellido más extraño. Tu – dijo dirigiéndose al tal Rushelbelt – Tú vas aquí, cuarta fila, primera silla. Así que eso significa que tú, Rodrigo, vas en cuarta, segunda silla.

Mi pulso acelero aún más y no sabía qué hacer. Si salir corriendo de la emoción, o abrazar a la maestra por haberme puesto en este lugar. Porque desde ese momento en adelante, estaba segura que amaría mi nuevo lugar.

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Capítulo dedicado para
milereyes05 

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