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Junio 02, 2012
07: 14 de la mañana.
La maestra de orientación nos había dejado un trabajo grupal. Rayos. Odiaba socializar demasiado aun con mis propios amigos. Y un trabajo grupal significaba eso. Todo lo demás había ido muy bien. Con Rodrigo, las cosas eran mejores. Con Jeremy, las peleas sin sentido habían aumentado. Con mis amigas, las cosas habían mejorado un poquito; aunque sabía que ellas odiaban a Jenny. Con Nelson y Michael, ellos seguían siendo mis mejores amigos locos.
El día anterior debíamos buscar un lugar donde practicar. Todos habían dicho un rotundo no. No había opción. Todos ellos irían a mi casa.
Así que ese día me levante temprano (mi madre me había levantado temprano) y había limpiado. Mi madre recibió una llamada de la abuela, así que tuve que ir a su casa. Eso me tomaría una media hora. Y nos habíamos citado a las ocho de la mañana.
Estaba en casa de la abuela, ayudándole con un par de oficios cuando recibí una llamada.
− Aquí está el primero, July – dijo mi padre.
− ¿Qué? Pero si apenas son las 7:40
− Bueno, sí. Pero él ya está aquí.
− Bien, dile que llego en die.
− De acuerdo.
Iba caminando en la calle, nerviosa. Se supone que sería yo quien le abriría la puerta. No el a mi (porque de seguro, el abriría la puerta) cada vez estaba más cerca de casa. Respiré hondo y decidí llamar.
Como lo imaginaba. Él había abierto la puerta. Cuando alguien llegaba a casa, mis padres solían desaparecer en su cuarto.
− ¿Qué desea, señorita? – pregunto él. Yo solté una risita.
− Busco a... Rodrigo, pero no recuerdo su casa ¿podría ayudarme a localizarla, por favor?
− Oh, claro. Esta es la casa.
− Que bien – le dije – hola – le susurré luego.
− Hola – susurro el también − ¿Dónde estabas? ¿Dónde se supone que salgas tan de mañana? Estaba algo avergonzado con tu padre.
− ¿el abrió la puerta?
− Si. En un millón de años hubiese preferido que abriera tu madre.
− Lo siento – le dije. Ambos sonreímos. Estábamos sentados en la entrada de la puerta principal. Nos habíamos quedado en silencio y la única forma de comunicarnos era nuestro contacto visual. El tomo mi mano y la sostuvo con delicadeza. Sus manos estaban heladas, hacia frio. Quería que sostuviera mi mano eternamente. Yo no hice otra cosa más que reír y bajar mi cabeza, luego volví mi mirada al él otra vez y parecíamos dos tontos sin saber qué hacer. Él jugaba con mi mano entre las suyas.
− Romántico – escuche que alguien dijo. En seguida solté la mano de Rodrigo y me puse de pie. Claro, quien más que Nelson −... pero lo siento. Tenía que romper su momento mágico o de otra forma estoy seguro que hubieran estado así por los próximos mil años y eso solo significa que reprobaría la clase y no pasaría al otro curso y jamás iría a la universidad y sería un desempleado más y...
− Cállate, eres un exagerado – dijo Rodrigo abalanzándosele encima y tratando de hacerle una llave. Ellos rieron y luego por arte de magia ellos habían olvidado lo que había sucedido hace cinco minutos.
− Eso es trampa, yo mismo te enseñé esa llave – oí que dijo Nelson mientras yo entraba a la casa por algo de beber.
− Parecían algo más que amigos – dijo mi padre de pie frente a la ventana.
Me había llevado un susto a escucharlo hablar − ¡Papá! Que susto. Solo somos amigos.
Cuando todos habían llegado comenzamos con el trabajo, fue muy sencillo porque la mayor parte fue hecha por Nelson y Michael. Rodrigo y yo estábamos sentados uno al lado de otro, dándonos pequeñas patadas por debajo de la mesa, tocándonos inconscientemente (conscientemente) nuestro rostro, haciéndonos cosquillas en secreto, y riéndonos de cualquier tontería.
− Oigan, en serio. Olvídense el uno del otro por un momento y dennos una mano con esto – dijo Michael. Por primera vez no estaba sonriendo.
− ¿Ah? ¿Qué? – dijo Rodrigo sonriendo y tratando de enfocase en su amigo. Aun no soltaba mi mano por debajo de la mesa.
− Que se suelten la mano por debajo de la mesa y nos ayuden.
− Claro, claro... − dije haciéndome a un lado. Rodrigo se puso de pie, junto a Michael.
− Oye, Michael. Creo que estás celoso – le dijo Rodrigo.
− ¿celoso, yo? Tonterías – dijo Michael sonriendo otra vez y tratando de hacerle una llave a Rodri. Nelson también se unió y Jenny y yo éramos las únicas espectadoras del combate de lucha libre que se estaba dando lugar en el patio de mi casa.
− ¿Ese idiota te gusta? – pregunto Jenny. Ella estaba riendo porque sabía que le defendería. Se había equivocado.
Cuando habían derrotado a Rodri, Michael hablo: − Claro que no estoy celoso; July es como nuestra tonta hermana menor que debe ser protegida por tipos como tú.
− Oye – dijo Rodri – jamás le haría nada malo. Y se supone que deberías estar a favor mío. Me conoces antes que a ellas.
− Oye – dije yo – déjalo que este a favor mío. Tú ya perdiste tus privilegios de mejor amigo.
− Ya la oíste, hermano – dijo Michael cruzado de brazos y riendo.
− No por mucho – me dijo Rodri mientras se acercaba a mí para hacerme cosquillas. Una vez más, sus manos estaban sobre mí.
− Aquí va la pareja otra vez – dijo Jenny.
¿La verdad? Quería a mis nuevos mejores amigos.
Era como si Dios los hubiera enviado a mi vida. Y estaba agradecida por eso.
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