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Septiembre 20, 2016
09:00 de la mañana
Esto es una locura. No puedo vivir de recuerdos. Debo dejarlo ir. Olvidarlo. Dejar de arrepentirme por lo que no hice. Si no lo hice fue por algo ¿verdad? Claro, si no lo hice fue porque Dios estuvo ahí, tomando el control de esa situación tan bochornosa. Dios ya me ha hecho libre. La gente no vive de recuerdos, lo sé; claro que lo sé. Por supuesto que lo sé. Pero, ¡rayos! no quiero aceptarlo. Sé que debo buscarme una vida, mejorar mi relación con Dios antes de querer tener una aquí en la tierra. Dejar de tener miedo. No tengo miedo de la gente, solo tengo miedo que la gente piense que soy rara. Porque no soy rara ¿o sí? No, claro que no.
Estoy en mi lugar. Mi cuarto. Donde puedo ser yo misma, donde puedo pensar locuras y reírme de recuerdos sin que nadie me vea raro por reírme sola. Tengo mi móvil en la mano, tentada a enviarle un mensaje de buenos días para que sepa que todo el bendito día desde que me levanto hasta que me acuesto estoy pensando en él; pero sé que, aunque se lo envié, él no lo leerá aun, mucho menos lo contestara. El solo contesta después de las cuatro de la tarde, siempre después de la cuatro de la tarde y me reprendo internamente por estar deseosa a que lleguen las cuatro de la tarde.
Sé que no debería ser así; porque, aunque lleguen las cuatro de la tarde soy yo la que le escribo primero haciéndole saber que deseo hablar con él.
¡Caray! Dedo dejar que el haga ese diez por ciento que yo pretendo hacer por él, incluso cuando yo ya he hecho el noventa por ciento de ida y vuelta. Pero es inevitable, no puedo controlarme incluso a mí misma, no puedo controlar ni a mí mismo cerebro para que deje de pensar en él. El amor terrenal funciona de una manera extraña, queremos hacerlo todo pero a la vez nada. Y las emociones son más difíciles de controlar cuando sabes que debes agradarle a ese Ser Supremo que dio la vida por ti. Sé que Él no me querría ver así, sintiéndome miserable por algo que, probablemente no vale la pena. Tal vez y todo esto vaya en contra de su voluntad y este desagradándole.
Veo mi móvil, el fondo de pantalla de una imagen que tome de uno de mis libros favoritos.
Abro WhatsApp. Lo veo. Entro a su perfil. Las teclas del teléfono frente a mí. Su última conexión fue hoy a las 6:34 de la mañana.
Entonces escribo.
Yo: Hola, buenos días mi niño. Espero que todo esté bien por allá. Ya extraño hablar contigo.
Solo lo veo ¿Sera muy tonto decirle que lo extraño cuando tengo menos de doce horas de haber hablado con él?
Si. Creo que sí. Por supuesto que si ¿En que se supone que estaba pensando?
No borro el mensaje; en cambio veo la pared de mi cuarto llena de frases, textos bíblicos e imágenes favoritas y trato de recordar como lo conocí, aunque él no me conociera.
Agosto 12, 2011
03:15 de la tarde
Estaba en el tiempo del recreo. Por lo general no era de mi agrado salir incluso a los pasillos, menos a la pequeña plaza central que poseía el instituto en el que llevaba mi cuarto año de la secundaria. Pero esta vez fue diferente, mis amigas me habían insistido en salir y distraernos saltando la cuerda y para ser honestos, mis piernas estaban deseosas por ir y divertirme un poco.
− ¿Y si tropiezo? – Le dije a una de mis amigas – Me daría mucha pena que todos los de aquí afuera me vieran caer como una tonta.
− No te caerás, y si te caes; solo nos reiremos.
− ¡Uhg!
Íbamos caminando a la pequeña oficina del director para prestar la cuerda. Desde siempre había escuchado que el grupo del otro año era un desastre e incluso más conflictivos que nosotros. Pero jamás había visto realmente porqué ninguno de los maestros los quería; de hecho, no conocía a absolutamente nadie de la otra sección, ni de ningún otra. No conocía a nadie más del colegio, salvo a los de mi sección.
− ¿Por qué los maestros no quieren al otro grupo? – le pregunto a una de ellas.
− Porque son insoportables; además, todos ya son grandes, casi mayores de edad.
− ¿Tú le hablas a alguno de ellos?
− Una chica, que vive cerca de mi casa. No sé porque la dejaron en ese grupo. Es la única por la que diría que esa sección aún tiene gente civilizada.
No dije nada en respuesta, solo miré a algunos de los chicos que estaban cerca de la puerta de la sección. Puse mayor atención a uno en particular; loco, su cabello desarreglado, ojeras sumamente visibles, alto, delgado, un poco encorvado. Él era horrible. Pero lindo a su modo, a fin de cuentas era una creación de Dios. Estaba tratando de tomar por la cintura a una chica y ella trataba de refugiarse en la espalda de otro chico que solo reía de las locuras que ellos dos estaban haciendo ¿Serian novios? Amigos quizá. No lo sé.
Habían pasado quince minutos desde que habíamos comenzado a jugar. Yo había ganado un par de veces y estaba comenzando a aburrirme un poco. Fue cuando una chica llegó con un balón y decidimos jugar ping pong. Todo estaba marchando bien. Me divertía por como corría como loca tratando de no tirar el balón. Pero el viento se interpuso en mi camino y tire el balón donde no debía.
El balón había caído en la cabeza del chico que había visto minutos antes.
Los demás que estaban con él empezaron a reír y el solo reía y se tocaba la cabeza. Nosotras también estábamos riendo. Todas excepto yo.
− Buena jugada – me dijo Sami, podría decir que era la chica más malévola del grupo.
− ¡Ey! Par de locas, cuidado – dijo el, tirando el balón hacia nosotras.
− Lo siento, Rodrigo.
Entonces lo supe. Se llamaba Rodrigo.
Capítulo dedicado a:
milereyes05
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