prólogo
El destino; una carretera sin desvíos por la que, o avanzas, o te estancas.
Puedes patalear, oponerte, luchar, hacer lo imposible por detenerlo pero, tarde o temprano, el destino acaba por alcanzarte.
¿Acaso alguien nos pregunta si queremos seguir ese camino? En absoluto.
¿Y podemos culpar a alguien por ello? Yo sí.
Y es que en la ciudad de Aelion todos y cada uno de nosotros estamos condicionados por la Cinceladora de Propósitos; un ser eterno, sádico y manipulador que hace siglos reemplazó a los dioses a los que tanto venerábamos.
Ahora todo nuestro mundo le pertenece a ella. Nosotros le pertenecemos. Nuestras vidas, nuestros propósitos, nuestros destinos...
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