Fueron los golpes contra la puerta lo que me despertó.

Gruñí entre dientes removiéndome. Ese hostal era el peor de la zona, pero el único que la había aceptado sin preguntarle por qué llegaba llena de golpes. No tenía que levantar sospechas, y la mayor parte del tiempo decidía quedarme en lugares en los que ni Dios se animaría a entrar.

—¡Maldición, levántate!

Me puse de pie casi arrastrándome. Mire el reloj de la pared; solo habían pasado dos horas desde que había llegado.

Eso me saco de quicio.

De un salto aparecí en la puerta y la abrí de golpe.

—¿Se puede saber que rayos te sucede?

Era el hijo del dueño del hotel. El chico parecía ser menor que yo, quizá tenía doce o trece años. Cuando llegué parecía tener poco interés en quienes entraban ahí. De hecho, podía asegurar que si yo llegaba manchada de sangre y con un brazo en mi mano, él ni siquiera se habría inmutado.

Es por eso que al verlo con sus ojos abiertos de par en par y agitado, comprendí que algo malo estaba sucediendo.

—Los Moderadores están requisando el lugar. Te debes largar si es que no quieres que te encuentren, dhampyr.

Asentí y le cerré la puerta en la cara. Ya sabia que hacer, era a lo que estaba acostumbrada.

Gracias a huir de esa manera desde que tenía unos cinco o seis años sabía que no debía llevar muchas cosas conmigo nunca. Solo lo esencial: dinero, una muda de ropa, cuchillos y una manta, aunque no último era más un gusto que una necesidad. Tomé mi mochila y metí de mala gana lo que me pertenecía para luego mirarme al espejo de pasada.

Mi cabello rubio y largo estaba suelto, pero no se veía mal. No tenía ojeras, ni heridas a simple vista. Si alguien me veía en la calle, no creerían que hace cinco horas había llegado a asesinar a la mano derecha de su alcalde.

Así, sin mirar atrás, salte por la ventana y me subí al techo. Había luna llena ese día; una excelente y conocida compañía.

Me quedé ahí unos segundos hasta rastrear a los Moderadores e irme por el lado contrario. No sabía si había más híbridos ahí, pero no me interesaba. Todos los que éramos de la misma especie sabíamos que era mejor estar solo en esos casos. Los rumores de traición para salvar su pellejo no eran nada raro. No existía fidelidad; un wiccan podía verte y ser amistoso, y estar colaborando con los Moderadores sin que tengas la más mínima idea.

"Te debes largar si es que no quieres que te encuentren, dhampyr."

Sonreí al recordar las palabras del chico. No era de extrañarse que él creyera que era un dhampyr. Después de asesinar a ese hombre había tomado un poco de su sangre, hubiera sido un desperdicio no hacerlo. Estaba segura que mis ojos estarían rojos cuando llegué. No era como si pudiera comprar sangre en un mercado. Denia conseguirla como pudiera, y siendo una asesina a sueldo era la mejor manera de lograrlo.

Lo que nadie se imaginaba en realidad que era el fruto de una absurda aventura entre un ángel y un vampiro. Aunque así era mejor.

Cuando sentí la esencia de los Moderadores, di un salto hacia el callejón. Ahora debía largarme. No dormir por un par de días no era un problema para mí, pero era tedioso. Cada vez las requisas era más seguidas, ningún lugar era seguro.

¿Por qué rayos ahora tenían esa necesidad de encontrar a los híbridos tan desesperadamente?

Solo deseaba descansar por una noche sin tener que pararme y correr a otro agujero sucio.

Mientras caminaba entre los callejones de ese pueblo alejado, la luz de la luna reflejaba mi sombra por las paredes y el suelo.

Desde que tenía memoria había sido mi única compañía en días como estos.

Y nuevamente, ahora adentrándose al bosque, me acompañaba en búsqueda de mi siguiente intento por vivir.