Capítulo 9 - 37
Debo hacer un paréntesis antes de este capítulo porque requiere mucha paciencia para las personas que no son de México por la información que contiene con tanta naturalidad. Voy a dejar un poco y espero que les ayude antes y después a comprender el capítulo mejor.
Torre Latinoamericana: es un rascacielos ubicado en la esquina que forman las calles de Madero y el Eje central Lázaro Cárdenas en el Centro Histórico de la Ciudad de México. (Wikipedia).
Palacio de Bellas Artes: es un centro cultural ubicado en el Centro Histórico de la Ciudad de México. (Wikipedia). Se encuentra en contraesquina de la Torre Latinoamericana. (No pude poner la imagen).
El centro histórico de la Ciudad de México se encuentra asentado sobre lo que antes fue un lago por lo que muchos edificios están hundidos inclinados, Bellas Artes es uno de ellos. (Corríjanme si me equivoco).
El son de la negra: Una de las canciones de mariachi más representativas de México. Pueden buscarla en youtube :)
Caminos de Guanajuato: Otra canción muy popular en México. Guanajuato es un estado y esta canción habla de varios lugares de ahí. Una de sus frases populares es La vida no vale nada. Pueden buscar la interpretación de José Alfredo Jiménez :)
Porfiriato: período de la historia de México durante el cual el poder estuvo bajo control del militar oaxaqueño (del estado de Oaxaca) Porfirio Díaz. (Wikipedia) Se considera entre 1876 y 1911. El Palacio de Bellas Artes fue comenzando a construir en esta época para celebrar el Centenario de la Independencia de México.
El capítulo también tiene varias referencias a la película de Titanic, espero que la hayan visto :O
Gracias :D
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Los disparos dan casi todos en donde deben hacerlo, bajo la pistola poniéndole el seguro y sonrío satisfecha, luego volteo hacia Guillermo esperando encontrar la misma expresión de orgullo, pero tiene la boca torcida y mira hacia el último objetivo con los ojos entrecerrados.
―¿Y? ―me impaciento.
―Bien.
―¿Solo bien? ―me río con ironía―. Eso estuvo increíble.
―Para ti, pero hasta podría ser regular ―En cuanto me pongo en jarras y él suspira―. Me refiero a que has mejorado...
―¿Pero de nuevo qué?
―No es suficiente, cuando nos vayamos al amanecer es tu vida y la de los que estén a tu lado la que está en juego. Ahorita estás tranquila y confiada y todavía así no es bastante.
Dirijo los ojos hacia otro lado tratando que no se note que me ha dolido, en parte tiene razón y en parte sé muy bien que dice eso para desanimarme y así impedir que vaya.
―Lamento ser sincero.
―No, no lo lamentas, no seas mentiroso. Vamos a hacerlo de nuevo.
―Está atardeciendo, recuerda que tenemos una cita. Y la fiesta de Walter.
―Y la fiesta de Walter, es verdad. Cuando el gato no está los ratones hacen fiesta.
El coronel Thompson, algunos otros soldados y otras personas, entre las que está incluido Scott, se han adelantado al resto en el camino hacia el sur para poder reunir a más personas que quieran unirse a nuestra misión a la que a alguien se le ha ocurrido que Argentina Final es un buen nombre ya que todos los que se han apuntado esperan encontrar la nave en el país del hemisferio sur. Guillermo me ha contado la mayor parte de lo ocurrido en la reunión, incluso que un soldado mexicano lo acusó de alienígena en cuanto explicó todo lo que sabía y que había pedido que lo encerraran, por suerte Guillermo tiene a tres personas importantes de su lado, el coronel Thompson que comanda a los soldados de Estados Unidos; el General Gastelum, que ahora comandará las fuerzas mexicanas y la coordinación con el resto de las personas americanas que se vayan uniendo en el camino; y una Sargento que cada día gana una reputación más respetada, Vivien Radcliffe.
Desde la noche anterior algunas personas miran a Guillermo con recelo, curiosidad y algunas con simpatía. También he notado que aunque un buen grupo se ha llenado de esperanza al enterarse que una misión va a acabar con los que nos atacan, otras personas más bien han aumentado su miedo. Giselle Méndez ha estado con Guillermo casi toda la mañana preguntándole un montón de cosas, ya que está chica súper inteligente aún no se decide si irá con la misión Argentina Final o se quedará a cuidar la guarida.
Walter por supuesto ha aprovechado la ausencia del coronel Thompson y de Scott para organizar una fiesta, que más bien significa que de algún lado ha conseguido mucho alcohol y cualquier persona está invitada, con esa pesada cargada de siempre que mañana podría ser muy tarde. No estoy segura que Radcliffe lo sepa pero apuesto a que no va a sonreír cuando se entere. Yo tampoco estaba muy convencida, ni de la fiesta de la cita que Guillermo quería, más que nada porque cada dos por tres pienso en Hilary y la impaciencia me carcome. Claro que hasta Radcliffe ha dicho que necesitamos hacerlo bien si queremos intentar rescatarla, aunque sospecho que Radcliffe ya no guarda ninguna esperanza de encontrarla viva y de hecho cuando yo empiezo a pensar en eso desvío mis pensamientos rápido. Prefiero no pensar nada de Hilary que comenzar a considerar esa horrible opción.
En cuanto llegamos a la colonia donde está la casa de Guillermo bajo de un salto de la Lobo y lo espero en el umbral de la puerta. Su humor ha mejorado, no estoy enterada de lo que planea con exactitud pero si lo hace feliz estoy de acuerdo, se lo merece.
―Esta es la regla ―me dice antes de que entremos a la casa―. Es difícil pero tenemos que cumplirla. Aleja todos los pensamientos relacionados con lo que hemos perdido, con la misión de Argentina y con lo que sea que pueda ponerte mal.
―Eso es imposible ―El solo hecho de que lo mencione hace que a mi mente venga la imagen de mi mamá en el cuarto de lavado como solía ser muy común y la de Santiago riéndose o coqueteando con alguna chica.
―Te pido que lo hagamos unas horas, por el bien de nuestra cordura. Si empezamos a pensar en eso nos vamos a sentir culpables. No quiero que te sientas culpable, quiero que te la pases bien.
―Entiendo tu punto pero... ―me muerdo el labio y me paso las manos por mi cabello trenzado― está bien, lo haré.
―Quiero que seamos los más felices por unas horas. Sé que es chocante...
―Shhh, ya no digas nada ―Tomo una bocanada grande de aire―. Lo haremos ¿Sí? Tendremos una cita y sé lo que quieres. No podemos alejar los pensamientos de todo lo que ha pasado y de lo que vendrá pero podemos no mencionarlo.
―Me parece una buena idea ―Se acerca y me besa la frente―. ¿Te parece si yo me cambio en la sala y tu arriba?
―¿Para qué?
―Porque no quiere verte antes de estar listos.
―¡No nos vamos a casar! No es de mala suerte ―Lo hago ver a propósito para iniciar con el ambiente relajado y lo logro porque él niega con la cabeza riendo y con las mejillas color rojo.
―Quiero que sea lo más normal que se pueda ―No aguanta al final y se ríe y lo amo por esto, tener la oportunidad de reír todavía, incluso si es a costa de ser medios ridículos―. Imagina que voy a pasar por ti a tu casa.
Respiro profundo, haré esto por él con todo lo que queda de mi esperanza. Me echo a correr escaleras arriba y ahí paso al menos media hora aprovechando lo que queda de luz natural, un tiempo récord en estar lista. Cuando salía con mis amigas o con Juan Pablo al menos me tardaba una hora en bañarme y escoger ropa. Esta vez no me ha dado un baño porque quiero reservarlo más tarde, lo más cercano a la partida, quien sabe si nos bañaremos al menos cada dos días.
Es un vestido amarillo el que me pongo, un color que alguna vez leí que era muy arriesgado, pero mi piel morena queda bastante bien con él, y no es un amarillo rompeojos, es un amarillo más discreto, canario tal vez, que luce más otoñal que primaveral, pero qué importa.
Uso pestañas postizas y un poco de sombra para cejas porque nunca he tenido muchas pestañas ni cejas, al menos tengo experiencia con el pegamento de las pestañas postizas o sería la hora en que aún no estaría lista. También un poco de labial, todo es robado de Perisur obvio y esas zapatillas que me probé ahí también. En una bolsa guardo unos tenis, por si acaso.
―¡Voy a bajar! ―le grito a Guillermo y oigo un Ok por respuesta.
Ni siquiera entiendo por qué estoy nerviosa, nos hemos besado, me ha dicho que me ama y lo hemos hecho ya, tal vez se trata de pensar que es una cita, que casi podría ser normal.
Al empezar a ver la sala lo veo a él también y el aire se me va, en todo el tiempo que llevo conociéndolo no me había detenido a pensar que podría verlo de traje alguna vez. Está guapísimo en color negro con una pajarita blanca, se ha peinado el cabello castaño hacia atrás en un esfuerzo por ponerlo menos ondulado y su cara está recién rasurada y por fin totalmente limpia, sin tierra o sudor.
En cuanto llego a su altura hace el teatro de tomar mi mano y besarla.
―Lo aprendí todo en Titanic.
―Ya sabía yo que el estilo era muy Jack Dawson ―señalo su traje, en general no puedo quitarle los ojos de encima―. ¿Después me llevarás a una fiesta de verdad con Walter y lo haremos en un coche viejo?
―Muy graciosa ―me observa de abajo hacia arriba―. Estás increíble María. Eres la mujer más hermosa que pude haber conocido.
―¿Ya viste mis pestañas? ―parpadeo varias veces.
―Sí, no estoy acostumbrado a verte así pero me gustas de todas las formas.
―¿Entonces a dónde me vas a llevar? Oh, espera, esa era la línea de Jack, fingiremos que me preguntaste a donde me llevas ―carraspeo y alzo un poco la barbilla―. A las estrellas.
―¿Qué estás diciendo? ―Él agita la cabeza intentando no reírse.
―¡Titanic! Es el diálogo que va antes de que Rose se dé a Jack, lo pasaban en la tele todas las navidades, no es mi culpa saberlo de memoria.
―En realidad en mi casa siempre hubo muchos canales ―Le doy un golpecito en el brazo por presumido―. Mi cena va a ser mucho mejor que toda la película.
―Lo que digas Wilhelm Dawson ―empezamos a caminar a la entrada y no puedo dejar de verlo― Estás muy guapo ¿Te lo dije? Creo que te va bien vestirte decente, y si te dejaras la barba de verdad parecerías un alemán de hace muchos años.
―Ya, deja de decir eso.
―Ohhh, que tierno, te avergüenza que te diga que eres muy guapo ―Abre la puerta y coloca su brazo para que yo lo tome, en definitiva tan Jack―. Estás como quieres papacito.
―¡Oye ya!
Se ha puesto tan rojo como la ocasión en que pidió que lo hiciéramos, me rio mientras cruzamos el patio pero cuando me detengo frente a la Lobo una memoria triste me recuerda que no me está permitido ser tan feliz.
―Ehhh, estaba pensando que podríamos llevarnos el carro de mi papá, ya sabes, es lo que hubiera hecho en una cita normal.
En mi mente lo agradezco, Guillermo me pide que espere un momento ahí en la banqueta y luego de un par de minutos un coche rojo descapotable sale de algún lugar. Él se baja corriendo y me abre la puerta del copiloto.
―Nunca me había subido a un convertible ¿sabes? ¿Qué es esto? Un...
―Un Mazda, pero eso no importa, bueno en realidad te mentí ―Cierra la puerta y pondría mis manos al fuego que está nervioso―. No estoy seguro si mi papá me lo hubiera dejado manejar.
No quiero arruinar el momento de Guillermo "estoy nervioso por tomar el auto de mi papá sin permiso" rompiendo su ilusión con un comentario pesimista acerca de lo poco que importa ahora y de lo solas que son las calles haciendo esa salida aún más irreal. Lo dejo en su papel, además quedamos que intentaría ser una encuentro normal, sin comentarios sobre la partida de mañana ni lo absurdo que es en realidad que estemos teniendo una cita.
El camino que toma indica que vamos de vuelta al centro y casi estoy a punto de preguntar si nuestra cita va a ser en la estación de Hidalgo con la temática de San Juditas. Pasamos de largo y se detiene frente al Palacio de Bellas Artes que se distingue apenas gracias a la luz lunar.
―¿Aquí?
Vuelve a salir rápido pero yo ya abrí mi puerta, me apoyo en su brazo y cruzamos lo que antes fue una calle muy transitada, al lado del cruce de peatones más concurrido de la ciudad, o al menos eso leí alguna vez.
La silueta de la Torre Latinoamericana me estremece un poco cuando miró hacia atrás, la intento ignorar porque nosotros vamos de ella hacia Bellas Artes.
Un solo sonido y unas luces se prenden, me tapo la cara y casi grito por creer que los alienígenas nos han encontrado. Tardó un segundo en asimilar que alguien nos ha alumbrado justo la fachada de Bellas Artes y aparte con una luz más romántica una mesita colocada enfrente, para dos personas.
―Oh.
―¿Te gusta?
―Esto no es para nada una cita normal.
Deben haber sacado la mesita de lo que fue el restaurante de Bellas Artes, donde varias veces llegué a tomar café o comer con mis papás. Un adolescente espera al lado de la mesa como si fuera un mesero y otra persona se acerca a nosotros, es Giselle Méndez. Ya veo de donde llegó la luz y todos los demás preparativos, está chica sabe de todo.
―Está todo listo ―le dice a Guillermo para luego saludarme y sonreír―. Había varios que se morían de ganas por ayudarte, está Juan ―Giselle señala con un cabeceo al adolescente emocionado―, que dice que trabajaba de mesero así que pensé que era la mejor opción. Isadora cocinó. Hasta Walter intentó entrenar a Rony para que les dejara los cubiertos pero le dije que no era buena idea porque podría llenarlos de baba.
―Gracias Giselle.
Guillermo retira una silla para que me siente pero él no va enseguida a la otra, sino que se aleja un poco con ella, no sé qué trato habrán hecho o tal vez es porque ella es una de las personas que sí lo apoyan y que se han enterado que ese muchacho podría tener la información de nuestra venganza. De algo están hablando, Giselle me cae súper bien, no solo por ser un tremendo cerebro, sino que es accesible y a veces te ayuda a mantener la cordura en medio de todo eso, justo como parece hablar con naturalidad con Guillermo.
No sé si antes de la epidemia, cuando Guerrero era ya un conocido lugar de asesinatos e inseguridad debido al narcotráfico, la vida empezó a valer nada como la canción de Guanajuato y tal vez es por eso que ella es mejor sobrellevándolo. He notado eso en personas que vienen de lugares que no eran los mejores para vivir o que tenían condiciones de vida más duras, eso me llena de muchas contradicciones, por una parte me es triste y por otra me da orgullo por el fuerte carácter que tuvieron que forjarse esas personas.
Me distraigo observando alrededor, frente a mí tengo la Alameda y todas las sombras de los árboles que han comenzado a crecer con más desorden; a mi derecha el Palacio de Bellas Artes y el esplendor de su estilo art nouveau que lo sé porque a un maestro en la preparatoria le encantaba repetirlo cada que podía; a la izquierda la avenida por la que alguna vez amé ir en los paseos dominicales en bicicleta; y a mis espaldas está la calle de 5 de mayo, y por lo tanto una de las entradas al Sanborns de Azulejos al que tanto le gustaba a ir a mi abuela cada que nos visitaba.
El adolescente sonriente se acerca a mí supongo que para no me aburra esperando a Guillermo, llena dos copas de un líquido rojo y no puede evitar mantener una cara serena.
―¿Tú eres Juan?
―Sí ―Me mira curioso y mientras Guillermo y Giselle se despiden me agrega algo más―. Y estaré atendiéndolos está noche.
No sé qué decir, eso está tan fuera de lugar. En ese momento regresa Guillermo y me sonríe mientras se sienta en la otra silla. Y mientras Juan se aleja y Guillermo hace que choquemos las copas un presentimiento recorre todo mi cuerpo, volteo hacia atrás cada dos por tres, muy segura que ese momento va a arruinarse de un segundo a otro.
―Estás muy nerviosa.
―Esto es muy raro Guillermo ―Arrugo la frente asustada de repente―. No deberíamos estar aquí.
―Por favor ―extiende su brazo y rodea mi mano con la suya―. Sé que es mucho pedirte olvidarte de lo que hemos vivido los últimos meses, pero creo que nos logramos esto. Te amo María y quiero que esta noche sea una de las cosas increíbles que recuerdes de nuestros momentos...
―No digas eso, suenas como cuando la gente presiente que va a morir y se despide. Retráctate.
―En realidad lo decía para que cuando tengamos nietos les cuentes que aún quedaban cenas románticas.
Me sonríe pero yo no puedo hacerlo. Se pone de pie al notar que estoy demasiado alterada para el instante. Quiero parar, me digo a mi misma que me calme un chingo, nada malo va a pasar, todo va a salir bien esta noche. Sí malinterpreté las palabras de Guillermo, no le va pasar nada malo.
Me besa un largo rato y me concentro solo en eso.
―Respira poco a poquito.
―Perdón, perdón, perdón. No entiendo que me pasó, me siento rara.
―Eso es ansiedad, tú tranquila ―me guiña un ojo y eso hace que me sienta mejor poco a poco―. Lo he visto cada vez más en varias personas desde hace semanas y no es para menos. Y a mi mamá... ―se encoge de hombros― le pasaba en mucho mayor medida.
Me vuelve a besar y se pone en cuclillas acariciándome las manos hasta que Juan vuelve con esa sonrisa de estar de lo más feliz y nos sirve unos platos hondos. Apenas los ha puesto en la mesa cuando un sonido de violín y guitarra me sobresalta, pero cualquiera sabría que eso es El son de la negra.
―¿Te molesta? ―me pregunta Guillermo al ver mi cara de sorpresa después del susto.
―No ―logro decir observando a los tres hombres que parecen traídos de una época más feliz.
En vez de deprimirme el hecho de que sean nada más tres en una tentativa de mariachi, me invade un sentimiento de familiaridad y orgullo, la música me alegra y casi quiero llorar por el esfuerzo que debió haber hecho Guillermo en eso.
―Un mariachi tal vez sí se acerca a una cita normal ―Mi voz sale temblorina en un intento de bromear para sentirme normal mientras los hombres entonan Negrita de mis pesares, ojos de papel volando, a todos diles que sí pero no les digas cuándo.
―Me alegra que te guste. Come un poquito, es crema de chayote* ―Guillermo señala con la mirada el plato.
―Guácala. No es cierto.
―¿Estás mejor?
―Sí ―Ahora comprendo menos cómo llegué a sentir tanto miedo de repente―. Me asusté sin sentido. Lo siento.
―No te disculpes. Y no es sin sentido.
Mientras pasamos a un tipo de sardina acompañada de espagueti que antes me habría parecido una combinación muy rara, el trío-mariachi solo entona música alegre a 5 metros de nosotros, observo Bellas Artes y logro sonreír, es todo tan hermoso. Vuelvo a la calma lentamente y de nuevo a pensar que mi acompañante se ve increíble.
―¿Te imaginas esto hace 100 años? Los carruajes y todo, creo que tú serías uno de los científicos ¿Tiene Bellas Artes 100 años? Se terminó de construir en el Porfiriato, ¿no verdad?
―La verdad no me acuerdo ―Una sonrisa de oreja a oreja se dibuja en su cara―. ¿Eras ñoña en la universidad?
―No creo. ¿Tú?
―Era bastante malo en realidad, te dije que no me gustaba y cada mes que pasaba tenía la certeza que no servía para eso y seguro para nada más ―Juan se acerca de nuevo y nos vuelve a servir más vino―. ¿Puedes llenar la copa de ella? Quiero que se emborrache, como casi no suele suceder.
―Ja-ja, eso lo vas a pagar ―Juan me mira de reojo, probablemente preguntándose si Guillermo habla en serio.
―¿Y cuál es tu color favorito?
―¿Es en serio? ―Suelto una carcajada―. ¿Son las cosas que preguntas en una cita normal?
―Tú contesta y ya.
―Verde ¿y el tuyo?
―Creo que rojo. El pistache nunca me gustó no sé por qué, me refiero al color, no al pistache en sí.
―Y... ¿Cuál es tu libro favorito?
―Ammm, eso es difícil ―Deja sus cubiertos a un lado pasándose una mano por la parte inferior de su cara―. Me gustó La Guerra y la Paz, aunque tardé como dos años en leerlo. También Harry Potter ―Ladea la cabeza.
―A casi todos los Millennials ―Me río porque hace tanto que no uso ese término. Nunca me gustó usarlo para referirme a mi generación.
―Y... mi mamá me compró unos que eran de unos niños que encuentran una civilización bajo tierra que para variar también quieren acabar con los humanos ―Nos reímos como bobos durante varios segundos―. Túneles se llama. Me gustaban bastante aunque nunca terminé la saga, me faltaba el último libro.
―Próximo asalto, la librería. Tenemos una enfrente, deberíamos aprovechar ―También dejo mis cubiertos a un lado―. ¿Crees que deberíamos hacer alguna especie de bunker para proteger los libros que se puedan?
―En uno de los refugios alguien lo estaba haciendo, claro que en inglés. Me parece que Giselle también mencionó que lo estaba formando, aunque no tengo idea de dónde ―Aplaudimos en cuanto termina Guadalajara y comienza otra canción―. ¿Tuviste fiesta de 15 años?
―No, bueno tuve una misa y después tuve una como pijamada, no solo con niñas ―Inclino la cabeza hacia abajo y lo miro directo.
―No me digas ―se ríe.
Nos quedamos en silencio y la música sigue mientras Juan vuelve para servir más vino, yo bromeo acerca de lo rápido que va y es un claro indicio de que se me está subiendo a la cabeza.
―Y... ―vuelvo a iniciar en cuanto Juan se aleja―. ¿Eres virgen?
―¡Esa sí me la vas a pagar!
Echo la cabeza hacia atrás para reírme tanto que casi siento que el aire se me va y que podría tener un accidente no muy agradable si no paro ya. Guillermo niega con la cabeza entre avergonzado y divertido. Cuando por fin paro me duele el pecho y me levanto de mi lugar de un salto para ir y besarlo y luego sentarme en sus piernas. Ya está, estoy mareada.
―No te duele ¿verdad? ―Toco su pierna.
―No, puedes quedarte aquí.
―Eh... el postre.
Me separo un poco de Guillermo para observar a Juan y los platitos que carga con duraznos en almíbar.
―Me caes bien Juan.
―Gracias ―Él vuelve a sonreír y se aleja otra vez al dejar el postre.
―¿Cómo le hará para ser feliz? ―Tengo los brazos colgados del cuello de Guillermo y entonces él se limpia lo boca con una servilleta de tela.
―Seguro tiene todo lo que necesita, aire en sus pulmones y un par de hojas ―Suelto una carcajada―. ¿Lo dije bien?
―Tonto.
―En realidad creo que, es uno de los afortunados que tiene a toda su familia con él en una estación. Ese tipo de casos que te levantan el ánimo.
O la envidia.
Sin pararme de sus piernas observo Bellas Artes con el alcohol acentuando su inclinación. Me pongo a pensar por cosa de un minuto si a todos los edificios que se hunden en el Centro les daban mantenimiento o algo así y que pasará, tal vez el antiguo lago reclame su lugar en cuanto empiecen las lluvias.
―¿Crees qué... si los alienígenas hubieran llegado en el Porfiriato, la gente habría sobrevivido?
―Mmmm tal vez hubieran pensando que era un castigo divino. ¿O la peste?
―¿Y quién nos dice que no es un castigo divino? ―Me volteo hacia él que alza y baja sus cejas rectas bebiendo de su copa―. Hay una canción de Shakira bastante viejita que hablaba de Dios y como se iba a dar un paseo después de construir todo y cuando regresaba lo encontraba hecho un desastre y lo despedían, bueno no sé quién lo despedía pero la canción mencionaba que se convertía en desempleado ¿crees que sepan tocarlo? ―señalo con la cabeza al trío-mariachi e intento tararear aquella canción pero no me acuerdo bien, creo que más bien estoy tarareando Ciega sordomuda.
―No sé. Cuando estuvimos separados ―Se pone un poco ceñudo, jugando con mi cabello suelto― consideré mucho la opción de estar equivocado. Creí que me estaba volviendo loco, y que me estaba inventando todo lo que soñaba. ¿Quién mierda era yo para creer que sabía la verdad? No podía dormir, y no dejaba de pensar que había perdido la razón. De vez en cuando todavía me detengo y siento que podría estar llevando a la muerte segura a todos los que creen en mí. ¿Qué tal si en realidad no sé nada de ellos? Eso me está...
No acaba de decirlo pero despega sus brazos de mí para moverlos de su cabeza hacia afuera.
No me había detenido a considerar esa opción. Cada que él me cuenta algo veo más claro todo su comportamiento extraño al volvernos a ver, me siento medio egoísta al pensar que Guillermo tuvo y tal vez todavía tiene una lucha interna y no la supe ver bien. Todos hemos sufrido, todos lo seguimos haciendo.
―Lo siento, no te pones a hablar de esas cosas en una cita normal ―Me abraza por la cintura e intenta sonreír―. Pero es por eso que preferiría que te quedaras, a veces no sé qué es real y qué no lo es y me da miedo que lo que está en mi cabeza sea cosa mía.
―Yo saqué el tema. Oye ―Sus tupidas pestañas castañas me hipnotizan un largo rato―, creo que no estás loco. Y no lo pienso porque lo que sabes pueda ser la última esperanza, más bien creo que es culpa de mí y de muchas otras personas que te hemos hecho dudar de que en verdad te transmitieron esos pensamientos. A veces cuando las personas no alcanzamos a entender algo las negamos, las hacemos aparte, las tachamos de locura, lo que sea menos aceptar que no conocemos es real ―Trago saliva―. Si alguien en el Porfiriato o en un época antigua hubiera dicho que los atacaban alienígenas tal vez muchas personas los habrían tachado de locos, muchas opciones hubieran venido antes que ellas. Siempre ha sido lo mismo, con la homosexualidad, con el universo, con la medicina. Las personas que a veces nos creemos muy sabiondas por desestimar las opiniones que rompen con lo "lógico o normal" somos las más tontas ―arrugo la frente―. Oh Dios, me estoy poniendo muy profunda y no te pones tan profunda en una primera cita con música de mariachi.
―Estoy 100% seguro que te amo. Y no eres una persona tonta. Ojalá fueras presidenta cuando todo esto acabe, te has vuelto más tolerante.
―No es cierto, soy bien intolerante y bien prejuiciosa a veces. Y no... ―No termino la frase <<Y no estoy segura que sigamos vivos cuando todo esto acabe>>―. Ya, basta. Dijimos que nos olvidaríamos de todo y sería una cena superficial y normal.
―Ok ―Aprieta sus labios e inclina la cabeza asegurándose que Juan esté lejos para luego hablar en mi oído―. ¿Lo haces en la primera cita? No estoy muy seguro de eso.
―Tal vez. Si van a una fiesta de un amigo y luego el chico te convence que vayas a su casa.
―¿Quieres ir a una fiesta con un amigo que se llama Walter y después ir a mi casa?
―Totalmente.
*Busqué en internet y según esto al chayote se le llama papa pobre en Chile, calabaza china o calabaza chilena en Perú, papa del aire en Argentina, chayota en Venezuela, güisquil en Guatemala y el Salvador, y pataste en Honduras.
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