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El aire estaba impregnado de expectación, y el cielo nocturno se extendía sobre JungKook y DaSom como un lienzo estrellado. Los dos amigos se encontraban en un rincón apartado del parque, donde las luces de las farolas apenas alcanzaban.
— ¿Kookie? — JungKook hizo un sonido con su garganta demostrando su atención en ella a pesar de estar viendo hacia las estrellas.— ¿Si te vas a Estados Unidos... crees que volverás alguna vez? — tras esa pregunta, JungKook giró su rostro hacia ella. Se veía tan triste como él.
JungKook, con su cabello oscuro y ojos brillantes, sostuvo la mano de DaSom. Sus dedos se entrelazaban con una promesa silenciosa. La luna, tímida entre las nubes, parecía observarlos con complicidad.
— DaSom — dijo JungKook, su voz apenas un susurro.— No importa cuán lejos estemos, siempre recordaremos este momento y nos encontraremos de nuevo algún día. — aseguró con sus ojitos redondos demostrándole el gran aprecio que le tenía.
— ¿Eso es una promesa? — preguntó con curiosidad la pequeña DaSom. JungKook asintió lentamente en respuesta.
— Lo sería si lo prometes tu también, sólo así se cumplirá. — le informó viendo en sus ojos el miedo de quizás perderle en la distancia.
DaSom asintió, sus ojos llenos de lágrimas y a su vez determinación.
— Lo prometo, JungKook. Aunque los océanos nos separen, nuestras almas siempre estarán conectadas. — murmuró girando su cuerpo para estar frente a él. Así llevaron sus puños al centro de ambos y sacaron el meñique entrelazando los mismos en un gesto de promesa tradicional.
El reloj marcaba la medianoche. Los fuegos artificiales estallaban en el cielo, pintando destellos dorados y azules. JungKook y DaSom cerraron los ojos, sellando su pacto con un abrazo fugaz.
— Te lo prometo. — murmuraron al unísono, como si el universo mismo hubiera escuchado su juramento.
Y así, bajo la bóveda azul, nació una promesa que trascendería el tiempo y la distancia. Una promesa que los guiaría a través de los años, hasta el momento en que sus caminos se cruzaran nuevamente.
۰⸼ ۫ Seis años después ۫ ⸼۰
— ¡DaSom, baja! Llegarás tarde — exclamó su madre desde el pie de la escalera.
— ¡Voy! — respondió en otra exclamacion desde su habitación y la mujer sonrió al escuchar como sus cosas se removían por estar apresurada.
Una vez llegó a las escaleras iba a saltarse un escalón por paso para llegar más rápido, pero no lo hizo al ver a su madre viéndola desde su posición.
— Que no se te ocurra hacer eso. Te puedes caer. — advirtió la mujer y DaSom sonrió con ternura. Sus botas negras estilo militar la hacían ver un poco más alta de lo que era, ya que siempre era la burla de su instituto por ser de baja estatura.
— Que tierna eres, mamá. — le apretó una mejilla y su madre le entrecerró los ojos.— Ya, no lo vuelvo a hacer. — rio al final y la mujer asintió desconfiada para guiarla a la cocina y así se pudiese comer el desayuno.— ¿Dónde está el bobo de Jimin? — preguntó quitando la mochila de su hombro para dejarla en el suelo.
— DaSom ¿Podrías al menos una vez dejar en paz a tu hermano? — preguntó con ironía, viendo en el rostro de su hija la malicia pura.
— Mamá. — colocó los antebrazos en la mesa y con las manos juntas la miró.— yo no te pedí compartir el útero con él... por qué simplemente no lo diste en adopción? — se quejó como una niña pequeña y su madre negó.
— ¡Te escuché! — dijo el chico pelinegro llegando a la cocina con su mochila igual al hombro. DaSom rodó sus ojos fastidiada para sentir a su mellizo sentarse a su lado.
— Dios, yo sólo te pedí un desayuno en paz. — juntó sus palmas en un suplicio hacia arriba y sintió como Jimin se acercó a su oído.
— No creo que Dios esté en el techo como el hombre araña. — murmuró y recibió un golpe de su hermana en el brazo.
— DaSom. — le dijo su madre en advertencia al girarse a ambos con los platos en las manos. Los colocó en la mesa frente a ambos y la chica la miró con sorpresa.
— Pero si él empezó. — se quejó y Jimin rio un poco empezando a comer. DaSom lo miró e hizo una mueca de desprecio.— Ojalá los huevos revueltos se vayan a tu nariz. — el chico sólo siguió comiendo mientras reía un poco.
Tras un desayuno, relativamente, en "paz" ambos se levantaron y se fueron luego de despedirse de su madre. Poco tiempo después de tomar un autobús, llegaron al instituto, bajaron del vehículo y se vieron en la entrada de la arquitectura.
— Bien. — la miró.— aquí no te conozco, ya sabes. — le apuntó con una sonrisa de lado y ella sólo le dio un puñetazo a su brazo cubierto por la chaqueta de cuero marrón que contrastaba con el negro de su pantalón y las botas del mismo color. No podía negar que su baboso hermano era tremendamente guapo.
— Eres un tonto. — murmuró viéndolo reír al caminar primero hacia la institución.
— Nos vemos aquí mismo a la salida. — dijo por lo alto sin mirar atrás, le hizo una seña con la mano y ella suspiró viendo a todos sus compañeros.
Las clases recién se reanudaban luego de las festividades decembrinas, aún había un clima frío pero soportable y eso le agradaba. Suspiró y con la mochila a un lado y los audífonos en sus oidos, se dio paso al edificio donde habían muchos estudiantes hablando entre sí sobre las pequeñas vacaciones.
Llegó a su casillero y vio allí sus cosas cotidianas: libros, notas pegadas a la puerta y otras cosas que mantenía allí para recordar en dado caso de que se le olvidara. 'Zero o'clock' en sus oídos le brindaba nostalgia y sentimientos encontrados; le recordaba a su viejo mejor amigo JungKook, más específicamente a cuando hicieron aquella promesa a la medianoche del primer día del año. Eso fue hace seis años, y fue parte de lo último que hablaron.
Una vez que JungKook se fue, estuvo escribiéndole al correo electrónico, ya que no usaban teléfonos. Así fue por unos meses, pero un día olvidó la clave de su correo y eso en su momento era lo peor que podía pasarle. No recordaba tampoco la dirección de correo electrónico de él para escribirle desde uno nuevo que su madre le creó... y simplemente perdió contacto. Lloró demasiado por días, pero siendo pequeña, lo superó un poco.
Al crecer y nacer nuevas formas de contacto como las redes sociales, ella lo buscó pero no lo encontró en ninguna. Fue decepcionante para una DaSom de catorce años... a la final, también lo superó y se empezó a concentrar en la escuela y en intentar hacer amigos.
Siempre habían sido ellos dos, y por eso se le dificultó mucho a la hora de socializar en su escuela.
Actualmente no diría que es la más sociable del instituto, pero al menos contaba con Monique, una estudiante extranjera proveniente de Francia que intentaba adaptarse a su nueva vida. Por suerte lograron ser buenas amigas y eso les ayudó a ambas.
— ¡Hola, DaSom! — trotó sonriente hacia su amiga y ella la abrazó. Monique tenía una hermosa cabellera castaña pero en unos rizos de infarto que combinaba con sus ojos azules.
— ¡Hola! ¿Disfrutaste tus vacaciones? — la abrazó cuando llegó a ella y quitó uno de sus audífonos.
— Sí, la abuela me dijo que a pesar de todo sigo siendo más francesa que el croissant. — ambas rieron por el tono que aplicó al decir el nombre y luego de eso DaSom cerró su casillero.— ¿Y tu? ¿Qué hiciste sin mi? — preguntó un tanto curiosa.
— Nada más que soportar a mi hermano fastidioso y pasar el tiempo con mamá y papá. — ambas empezaron a caminar por el pasillo hacia el aula mientras DaSom contaba su vivencia.
— ¿Le dieron permiso a tu padre por las navidades? — preguntó y DaSom la miró sin ganas.— Ash... que molesto. Tanto que ha hecho tu padre y no le valoran ni un poquito el esfuerzo.
El padre de Jimin y DaSom era comandante en una de las bases militares de Corea, y por ese alto cargo sus vacaciones fueron aprobadas para enero; es decir, en una semana o dos estaría con ellos por sólo quince días.
— Sí. — alargó sin ganas y suspiró.— de todos modos lo esperamos con ansias para así poder disfrutar de nuestro tiempo de calidad.
— Eso es muy lindo de ustedes. — ambas sonrieron y entraron al aula.
DaSom junto a Monique se sentaron en los asientos de en medio y al final ella vio a Jimin sentado junto a un chico con el que hablaba. El chico estaba con su teléfono, por lo que no pudo ver de quien se trataba.
— Buen día, clase. ¿Cómo pasaron sus vacaciones? — preguntó la profesora Kang con una sonrisa amigable. Era la profesora más cariñosa del instituto.
— Bien. — dicen al unísono pero sin ganas. Parecía que todos tenían sueño aún.
— ¿Cómo se supone que me debo tomar eso? — preguntó con una sonrisa y sus brazos cruzados. Todos soltaron una risita y sacaron sus cuadernos.— Chicos hoy tenemos una pequeña notificación que hacer. — anunció captando la atención todos.— desde hoy a nuestra clase se une un alumno nuevo y espero que lo traten con cordialidad. — todos miraron con disimulo entre sí y nadie veía nada diferente.— Por favor. — indicó la profesora con su mano hacia el alumno sentado a un lado de Jimin.
Cuando se levantó y caminó al frente, DaSom no lo pudo ver bien por la cantidad de estudiantes que habían. Parado al frente de todos, empezó a hablar y DaSom alzó la mirada para buscar ver entre las cabezas de los estudiantes.
— Hola, mi nombre es Jeon JungKook, espero llevarme bien con todos. — murmuró un poco tímido aunque tranquilo.
¿JungKook? ¿Era JungKook?
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