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First.

Hace muchos muchos años existió un reino se ensueños llamado Thinwell. Una gran colonia conocida por sus maravillosos paisajes nevados la mayor parte del año, un verdadero paraíso teñido de blanco en donde resaltaban las hermosas construcciones esparcidas por todo el pueblo.

Pero sin lugar a dudas, la más espléndida creación de las manos de los arquitectos en ese entonces era el gran castillo. Justo en el centro del poblado se alzaban sus altas torres con decoraciones extravagantes, aunque sin llegar a lo exagerado. Todo el complejo arquitectónico estaba rodeado por una reja con diseños de rosas, y una vez las traspasas lo primero que encuentras es un jardín cuidado dedicadamente.

Muchos pueblerinos disfrutaban de observar la hermosa construcción e imaginar como sería vivir siendo acogido por sus maravillosas paredes, ya que solamente los de sangre real podían permitirse esos privilegios. Claro, también los guardias y el personal del servicio, pero aún así nunca disfrutarían plenamente de los lujos del palacio como lo hacía la familia real.

Y ahora que la familia real es mencionada, no se puede pasar por alto mencionar lo mucho que el pueblo ama a ambos gobernantes. Tanto el rey como la reina han dedicado su vida por completo al bienestar de su reino, así como de sus habitantes. Y a pesar de que ellos habían sido los monarcas más apreciados y respetados en todo el reinado de los Choi, su tiempo de vida no era eterno, así que debían dejar el trono asegurado.

Por estas razones nació Choi Soobin, el primogénito de los reyes y heredero legítimo al trono. Desde el día de su nacimiento fue muy bien recibido tanto por sus padres, el rey y la reina, como por todo el pueblo. Incluso cada mes los pueblerinos dejaban regalos para el bebé junto a la reja del palacio.

Soobin era un bebé sano, muy animado y adorable. Los reyes no pensaron la idea de tener más hijos, pues con el pequeño de rellenitas mejillas era más que suficiente.

O ese fue su pensamiento hasta que transcurrió un año desde el nacimiento del príncipe, y es que la reina se sintió un poco decaída al ver a su bebé de un añito jugar completamente solo dentro de un castillo tan grande.

De esa manera y luego de una extensa plática entre ambos gobernantes, planearon el nacimiento de su segundo hijo, el cual sería llamado Choi BeomGyu en caso de ser varón, y Choi Eunchae si resultaba ser una princesa.

Todos estaban más que emocionados esperando la llegada del segundo hijo, algunos alegando que sería una niña tan hermosa como la madre, mientras que otros aseguraban que sería un niño con el carácter de su padre. Y no podemos olvidarnos de las señoras del servicio, quienes no paraban de felicitar a la reina por la nueva vida que estaba creando en su vientre, y por lo saludable que se había mantenido hasta el momento.

Pero toda esa felicidad y algarabía llegó a su fin el día del nacimiento del nuevo bebé. Se supo que era un niño, y por lo tanto su nombre estaba decidido, Choi BeomGyu. Pero el poco avance en el ámbito médico de aquel entonces no supo explicar la razón de que el pequeño príncipe recién nacido tuviera el cabello completamente blanco, así como sus cejas y pestañas. Y por si fuera poco, sus ojos tampoco eran del característico tono marrón oscuro que deberían, sino que estaban teñidos de un leve color violeta.

La condición del pequeño BeomGyu era totalmente desconocida para ellos, lo que trajo consigo curiosidad pero también miedo. El segundo hijo de los reyes no era "normal", y eso podía ser tanto positivo como negativo, muy negativo.

Fue por eso que tras el nacimiento de Beomgyu, la reina se encerró en una amplia habitación con su pequeño, encargándose de cuidarlo de la mejor manera posible y a su vez, protegiendolo de los posibles peligros que traerían el mundo exterior para un bebé distinto como lo era él.

Los únicos conocedores de la condición del príncipe Beomgyu eran sus progenitores y algunos miembros del servicio, los cuales se encargaban de dejarle todo lo necesario a la reina en la habitación que estaba ocupando para el cuidado de su hijo.

La reina salía varias veces al día para cuidar también de su pequeño Soobin, el cual estaba a solo meses de cumplir su segundo añito. Muy pocas veces le permitía a Soobin ver a su hermanito, y es que ella temía que la "enfermedad" de Beomgyu fuera contagiosa, por lo que no se atrevía a arriesgar a su primogénito.

Siguiendo esta misma rutina el tiempo avanzó hasta donde tenemos a un Soobin de 5 años suplicandole a su madre que lo dejara jugar un rato con su hermano en el jardín. La reina hubiera accedido de no ser porque Beomgyu tenía estrictamente prohibido salir de su habitación, así como exponerse al sol por demasiado tiempo. Y es que hace casi dos años habían descubierto que la pálida piel del menor de los príncipes era demasiado sensible, tanto que se irritó considerablemente por estar un rato bajo el sol de la tarde.

Luego de tanto tiempo transcurrido no fue extraño que entre los pueblerinos comenzaran a surgir rumores acerca del príncipe Beomgyu, y es que nunca nadie lo había visto, siquiera de lejos. La reina y el rey se vieron en la obligación de detener estos rumores al declarar públicamente que su segundo hijo había nacido tan enfermo que necesitaba constante cuidado.

En parte era cierto, Beomgyu no podía exponerse al sol y con el transcurso del tiempo descubrieron que también era débil visual. Mas en ningún momento dijeron acerca de la extraña "condición" del niño. Hasta el día de hoy ningún médico les había podido dar una explicación lógica a la falta de color en todo el vello del menor de los príncipes, o a la tonalidad violeta claro de sus ojos.

Era una tarde más dentro de aquel angosto palacio cuando la reina se dirigía al salón del trono, tenía algunos temas que discutir con su esposo que no eran posibles aplazar durante más tiempo. Pero antes de siquiera llegar a donde quería, dos pequeñas criaturas detuvieron su andar.

Soobin y Beomgyu correteaban por los pasillos, sus carcajadas haciendo eco por la soledad del lugar. Fue entonces cuando la reina sintió que su alma abandonaba su cuerpo para volar lejos.

—¡Choi BeomGyu! —exclamó horrorizada la mujer, ganándose la atención del infante mencionado y también de Soobin— ¡¿Qué haces fuera de tu habitación!?

El pequeño Beomgyu de cinco añitos bajó la cabeza, arrepentido de haberse escapado de su habitación para jugar con Soobin, juntó ambas manitos delante de su cuerpo y en ningún momento se atrevió a mirar directamente a los ojos a su madre.

—L-lo siento...

—Unas disculpas no arreglarán nada, ¿que pasa si alguien te hubiera visto? —inquirió ella, acercándose al infante con el entrecejo fruncido para tomar su brazo con poca fuerza.

—No mamá, no fue su culpa —Esta vez quien habló fue Soobin, estaba completamente dispuesto a recibir todo el castigo si de esa manera la reina no regañaba a Beomgyu—. Yo le dije que saliera, fui yo.

—No interfieras Choi Soobin, él sabe perfectamente que tiene prohibido salir de su habitación.

Y esas fueron las últimas palabras dichas por la reina antes de tomar camino rumbo a la habitación de Beomgyu, quien se mantenía a su lado cabizbajo. Lo que más deseaba el pequeño niño era ser normal, no quería estar enfermo, anhelaba poder corretear por los jardines del palacio junto a su hermanito.

Esa tarde lloró en la soledad de su gran habitación, envuelto entre unas grandes cobijas que ya no tenían la capacidad de mantenerlo calentito, pues dentro de su pecho el frío abrumador jamás desaparecía.

Cada noche Beomgyu se asomaba por su ventana y deseaba con todas sus fuerzas que hubiera un cambio en su vida, pero al parecer sus deseos nunca fueron escuchados ya que han pasado diesiete años de su vida y aún se mantiene cautivo dentro de aquellas cuatro paredes.

Actualmente los gobernantes estaban a punto de retirarse, pues su hijo mayor, el príncipe Soobin, estaba a punto de heredar el trono. Solo faltaba que se llevase a cabo su ceremonia de matrimonio con un hermoso príncipe de un reino lejano, Kim Yeonjun.

Mientras tanto Beomgyu continuaba con su monótona vida tal y como siempre, con la única diferencia de que su visión era más débil que hace años atrás y también contaba con una mancha de quemadura provocada por el sol en uno de sus brazos.

El peliblanco se encontraba sentado cerca de la ventana que permanecía cerrada durante todo el día, escuchando el trinar de los pararillos e intentando combinar ese hermoso canto con las notas que tocaba en su guitarra, mas parecía una tarea complicada.

Salió de su estado de concentración cuando escuchó unos golpeteos en la puerta, su guitarra pasando a segundo plano.

—¿Quién es? —preguntó Beomgyu con voz suave.

—He venido a traerle el desayuno, señorito Choi —informó una voz desde fuera de la habitación. El de cabello blanco como la nieve la reconoció enseguida, pues era la única sirvienta que tenía el deber de atender todas sus necesidades.

—Pase, señora Lee.

Beomgyu vió la borrosa silueta de la mujer adentrarse en la habitación, pudiendo verla de manera era más nítida únicamente cuando ella se acercó a dejar sobre la mesita la bandeja del desayuno.

—Muchas gracias —Con amabilidad agradeció el joven, levantándose de su asiento para dejar la guitarra sobre su cama y sentándose en ese mismo lugar luego de tener su desayuno en manos.

—No hay de que joven Choi, es mi deber —respondió la fémina, haciendo una inclinación de casi noventa grados hacia el menor—. Su madre, la reina Choi, me pidió informarle que luego del almuerzo tendrán una plática importante.

—Está bien, gracias por avisarme.

—Con su permiso.

Así era su día a día en aquel lugar, la persona a la que más veía recientemente era a la señora Lee y porque tenía la obligación de atenderlo. Su madre casi no lo visitaba, a su padre lo veía una vez cada mucho tiempo y Soobin, quien solía ir a verlo a menudo, últimamente ha estado demasiado ocupado con los preparativos de su boda y la ceremonia de coronación.

En otras palabras, justo ahora estaba completamente solo.

Volvió a ver a la señora del servicio cuando esta le trajo el almuerzo, un delicioso manjar qué Beomgyu devoró hasta no dejar nada. Pero la llegada del mediodía solo lo angustió, pues en cualquier momento aparecería su madre para hablar de ese supuesto tema importante.

Y no se equivocó, justo cuando estaba dejando su bandeja sobre la mesita dentro de su habitación, la puerta se abrió abruptamente y la reina se hizo paso al interior de la estancia.

—Beomgyu. La señora Lee debió avisarte que yo me iba a presentar aquí, ¿no es así? —inquirió ella, cerrando la puerta a sus espaldas y caminando para tomar asiento en la cama junto al peliblanco.

—Si, madre.

—Bien... —ella suspiró—. Quiero que sepas que vengo a hablarte de un tema complicado que tal vez no sea de tu total agrado, y es comprensible.

—¿A qué te refieres?

—El matrimonio —dijo sin rodeos—. En unos días tu hermano se casará y tomará el trono. Así que tu padre y yo hablamos mucho el tema y decidimos que lo mejor para tí sería contraer matrimonio con el príncipe del norte, quien está en busca de un esposo o una esposa para poder acceder al trono de su reino.

—¿Casarme? ¿Yo?

—Entiendo que sea complicado, más aún porque debes abandonar este palacio para irte a vivir con él, pero...

La reina continuó hablando, pero Beomgyu dejó de escuchar justamente en la parte de "abandonar este palacio" ¿Eso acaso significaba que saldría de aquella habitación? ¿Finalmente sería libre?

—¡Si quiero! —exclamó con entusiasmo, interrumpiendo las palabras de la reina y ganándose una mirada de asombro por su parte.

—¿Estás seguro? —preguntó ella aún un poco incrédula.

—Si madre, estoy dispuesto a casarme con él —respondió intentando reprimir una sonrisa de alegría—. ¿Cuál es su nombre?

—Kang Taehyun, el príncipe Kang —dijo la reina, levantándose y acomodando su elegante vestido antes de decir:— Entonces contactaré con él y le diré que estás dispuesto a aceptarlo, así puede venir cuanto antes y conocerte.

—Está bien madre.

Apenas la mujer abandonó la habitación Beomgyu se dejó caer sobre la cama, dando vueltas de la emoción. No le preocupaba casarse por conveniencia si así podía salir de aquel lugar, a lo mejor tenía suerte y Kang Taehyun resultaba ser un buen esposo.

Ah, finalmente sería libre.






















Debe ser muy obvio pero igualmente lo aclararé aquí. La "extraña condición" de Beomgyu es lo que actualmente conocemos como albinismo, pero que en este reino ficticio de hace muchos años aún no es algo normal.

El albinismo es un trastorno genético que afecta la producción de melanina en la piel, el cabello y los ojos, lo que resulta en una falta de pigmentación en estas áreas. Las personas con albinismo tienen una apariencia distintiva y pueden presentar problemas de visión, sensibilidad a la luz solar y mayor riesgo de cáncer de piel.

Unas imágenes para que se hagan una idea de como luce Gyu:

Espero que todo esté claro ahora, siento que en el capítulo no se explica lo suficiente TT^TT.

Eso sería todo, nos vemos en una próxima actualización.

R.O.D

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