Prólogo |Editado
Era una noche de verano, por lo que la temperatura era agradable. Había discutido con mi madre por teléfono.
Decidí salir a dar una pequeña vuelta al parque que estaba frente a mi apartamento para despejarme. En estos momentos me encontraba menos alterada que hace unos minutos.
De alguna manera me sentía tranquila porque me encantaban los parques. Tenía mil recuerdos de mi infancia en muchos de ellos, esa infancia que fue tan buena.
Algunos días como este, extrañaba tener esos momentos de ocio infantil. Extrañaba tener esa edad en la que no existían las responsabilidades, solo tenias que reír y jugar. Después de todo, era tan fácil en comparación a la vida adulta.
Últimamente mi trabajo como abogada me estaba estresando completamente. Entre los últimos meses había perdido más de un caso, aún así mi reputación no se vio tan afectada debido a los importantes casos que había ganado a lo largo de mi carrera.
Pero no debía confiarme en los casos que había ganado ya. Eso no era suficiente.
Detuve mi caminata un momento. Inhale y exalé, como me lo recomendó mi terapeuta hace algunos meses. Eso me ayudaría a ordenar mis pensamientos.
Estaba claro lo que debía hacer. No debía permitir que mi vida laboral decayera, en realidad mi trabajo es lo único en lo que dedico gran parte de mi tiempo.
Me vi caminando nuevamente, una tibia brisa hizo que mi cabello fuera a parar a mi rostro, obstaculizando mi visión.
Para cuando quité el cabello de mis ojos y lo acomodé, pude visualizar a lo lejos unas bancas, como en las que mi madre me observaba jugar con mis amigos.
Amigos... ya literalmente no tengo.
Mientras me fui acercando hasta aquel sector, pude notar una silueta humana en una de las banca, definitivamente era la silueta de un chico. Era evidente su anatomía masculina.
Era de madrugada y pude sentir miedo. Sin embargo, Seguí caminando hasta él.
Por todas las cosas que había pasado en mi jodida vida, ya casi podría decir que no le temía a nada, ni a nadie.
Podría haber dado media vuelta, a veces deseo haberlo hecho, pero no lo hice. No pregunten por qué, sólo se que antes de darme cuenta le estaba hablando a aquel desconocido.
-¿Hola? -dije en voz alta una vez a su lado. No podía ver su rostro, ya que se encontraba con el gorro de la sudadera puesto. Además estaba muy concentrado mirando el suelo de piedras.
Si se lo preguntan, no recibí respuesta alguna. Sin embargo, sentía un impulso a insistir. Quizás estaba sintiendo la compasión por primera vez en mi vida y no era tan témpano de hielo como para opacarlo.
Iba a levantar mi mano para tocarlo, pero él comenzó a moverse. Retrocedí un poco para darle espacio y al fin pude ver su rostro.
No diré que no me causó nada, porque sería mentira. Sus ojos estaban cristalizados, pero no fue ese el motivo para que mi corazón comenzara a latir más rápido de lo normal, sino su mirada. Era fría y penetrante; al igual que la mía.
-¿Qué quieres? -preguntó.
Si yo consideraba mi corazón un témpano de hielo, su voz me terminó de helar completamente. Era una voz gruesa, y muy grave.
-Nada, ¿Estás bien? -Dije demostrando poco interés.
Su expresión era muy intimidante, pero mi actitud fría, no cambiaría. Creo que jamás en la vida.
-Sí. -soltó cortante. -puedes irte por dónde viniste, sólo me molestas.
Su tono de voz era arrogante. Si en algún momento creí ver sus ojos cristalizados, ya nada de eso quedaba en su mirada.
Por algún motivo sentí enojo, pero conmigo misma. Nunca, jamás, en la vida le hablaría a un desconocido.
Una vez que lo hago resulta ser un completo imbécil.
-Imbécil -susurré lo bastante alto para que él escuchara.
Sin decir nada más, comencé a caminar lejos de allí. ¿Quién se creía este estúpido?
Todo fue rápido.
-¡hey! Espera. -escuché a mis espaldas.
tardé unos segundos en reaccionar, me giré confundida y cabreada.
Ahí estaba él de pie.
-Mi nombre es Daniel... -se acercó a pasos lentos. -Daniel Evans.
Jodido Daniel.
Tantas veces me pregunté por qué tuviste que aparecer en mi vida.
Tantas veces me pregunté por qué tuve que ir a ese jodido parque.
Tantas veces me pregunté por qué no seguí caminando.
Tantas veces me pregunté por qué me volteé.
Aún así, ¿sabes qué?
Me hubiese volteado mil veces más con tal de repetir nuestra historia.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro