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Capítulo Veintinueve |Editado


Abrí los ojos de par en par. Mi estómago rugió y lo primero que hice fue recordar lo pasado la noche anterior.

Sonreí como estúpida pero mi sonrisa se desvaneció al percatarme de que Daniel no estaba a mi lado, tampoco me había despertado.

¿no había llegado?

Miré la hora en mi escritorio y daban las 10:27 am.

Daniel siempre me despierta cerca de las diez.

Me levanté extrañada y luego de bañarme comencé a vestirme. Inevitablemente las imágenes de la noche pasada se hicieron presentes.

Me puse un vestido blanco y dejé mis pies descalzos.

Bajé las escaleras rápidamente tropezando en el último escalón. Antes de reaccionar estaba cayendo de cara al suelo.

Solté un par de maldiciones pero me puse de pie y seguí caminando mientras me reía de mi misma.

De verdad había dolido.

Entré a la cocina riendo y saludé a Rosa animada.

-no sabes la caída que acabo de tener -besé su rostro. -¿preparando el desayuno?

Rosa solo asintió con una sonrisa forzada y me pareció extraño. Ella suele hablar demasiado.

-¿estás bien? -pregunté tomando una manzana de la frutera.

Le di un mordisco y la miré esperando su respuesta.

-Rosa, si Celeste despierta le dices que fui a...

Me volteé.

Solté un chillido y la manzana que estaba comiendo cayó al suelo.

Daniel tenía el ojo morado y moretones dispersos por todo su rostro. Tenía un corte en la ceja y en el labio, sin mencionar las ojeras que carga a diario.

Tapé mi boca con ambas manos.

-¿que te pasó? -corrí hacia él. -¿estás bien?

-tranquila, no fue nada. -dijo restándole importancia.

Miré fijamente su rostro para descifrar la broma.

-¿no fue nada? ¡mírate! -le reproché - Te exigo ahora mismo que me digas que es todo esto. -escupí enfurecida.

Daniel huyó de mi lado evitando mis reclamos.

-¡oye! ¿no me vas a decir nada? -exclamé luego de verlo cruzar el humbral de la puerta.

Daniel se giró y me miró fijamente.

Su rostro me causaba lástima, pero su expresión era dura.

-No me obligues a mentirte, no quiero hacerlo. -finalizó dando un portazo.

Maldita sea.

Me sentí frustrada y así me devolví a la cocina. Después de todo, el desayuno me esperaba.

***


-Estabas así por Daniel. Lo sabías, ¿no? -le pregunté a Rosa mientras pelábamos papas. Ya era hora de almuerzo.

-no -suspiró- bueno, sí. Pero no es solo eso, es que... mi nieto, ¿lo recuerdas?

Asentí.

-bien, -prosiguió- simplemente está más rebelde que nunca y ya no sé que hacer. A veces no llega a casa o llega todo golpeado, borracho, qué se yo... quizás hasta drogado.

Sus ojos se aguaron y dejé lo que estaba haciendo para darle un abrazo.

-tranquila, sé que debe ser difícil, pero ya pasara, supongo. ¿dijiste que era un adolescente, cierto? -pregunté separándome.

-No, mi niña. Mi nieto ya es un adulto, pero tiene 25 años y ni siquiera puede valerse por si mismo... y yo... no podré vivir toda la vida para protegerlo. -soltó un par de lágrimas.

Hice una mueca, ¿como podría alentarla? Al parecer su nieto si que era un gran estúpido.

Pensar que yo nunca tuve abuelas o abuelos, y él que la tiene, no sabe valorar.

Rosa es la persona más amorosa del mundo.

-Celeste -Rosa interrumpió mis pensamientos- creo que tendré que irme de esta casa.

La frase me había tomado realmente desprevenida. Abrí ligeramente los labios queriendo responder pero nada salía de mi garganta.

Ella era quien había estado siempre conmigo desde que llegué, le tomé mucho afecto y con lo que me cuesta llegar a considerar a alguien como especial.

No podía simplemente irse.

-¿Cómo? -pregunté dolida- tiene solución, Rosa... no puedes irte, te necesitamos. ¿necesitas más dinero? Podemos aument...

-no, Celeste -me interrumpió- no es dinero. Con lo que aquí me pagan es suficiente e incluso me sobra. Lo que me complica es... el horario

Bajé la vista dolida.

-Mi nieto no tiene quién lo controle. Se tiene que cuidar solo mientras yo tengo que...

-cuidarme a mí -Completé -Entiendo, tranquila.

Solté el cuchillo y luego de lavarme las manos salí disparada de la cocina.

Subí los escalones molesta pero más que eso, triste.

¿acaso todo era mi culpa?

Yo no pedí que el mundo girara a mi alrededor como pasaba en esta casa.

No pedí tener un guardia de seguridad personal, ni una persona que me cocinara y tratara como una madre. Era injusto que ahora simplemente me dejaran y ya.

Pero estaba siendo egoísta.

Me giré y comencé a bajar la escalera nuevamente intentando no tropezar.

Una idea surgió en mi mente y mi corazón comenzó a latir rápido.

Una vez que llegué a la cocina, Rosa seguía llorando mientras lavaba las papas. Ella no se lo merecía.

-Ven a vivir con nosotros. -Solté desde la puerta.

Ella me miró confundida, como si le hubiera soltado una broma, pero continúe.

-Y trae a tu nieto contigo.

***

Me encontraba acostada en el observatorio que teníamos en la casa. Aún era de día pero el tejado de vidrio era maravilloso.

Estaba muy cómoda acostada en el centro, la habitación era alfombrada pero se me había ocurrido una gran idea.

Trasladaría una cama aquí.

Me puse de pie y me dirigí a la salida del observatorio. La puerta era gris oscuro como las paredes, mientras que los muebles eran algunos grises, otros blancos o negros.

El observatorio contaba con varios telescopios, y una biblioteca gigante. Por eso me gustaba.

Una vez fuera del lugar, comencé a escudriñar los pasillos, eran muchas puertas y lugares.

Todo blanco y moderno. Parecería un manicomio si no fuera por los cuadros y plantas. Además de las grandes ventanas que habían en cada rincón, mostrando la naturaleza a flor de piel.

Bajé y subí escaleras, Abrí Muchas puertas y me encontre con baños, oficinas, cuarto de juegos, hasta con el dichoso gimnasio. Me topé con varias habitaciones pero no encontré ninguna cama que se viera fácil de mover.

Hice una mueca, tendrá que ser mi cama, me disponía a dormir en el observatorio. Sería maravilloso.

Después de todo lo mas probable era que Daniel no llegaría a dormir, lo típico.

Quizás por eso no compartíamos dormitorios, quizás sería muy doloroso no verlo llegar.

En cambio así yo no me daba cuenta que tantas veces estaba fuera de casa por las noches.

Nunca me quejé de eso y nunca hablamos de compartir cuartos como una posibilidad.

Fui a mi habitación y comencé a desarmar la cama, solo trasladaría el colchón y unas cuantas colchas.

Creo que mi cuerpo estaba muy débil, porque me costaba mucho moverlo.

Comencé empujando de lado, pero apenas pude correrlo.

Las heridas de mis manos por la caída dolían, maldición.

De todas formas seguí intentando.

Comencé a empujar el colchón hacia arriba logrando que quedara listo para arrastrarlo, sin embargo antes de darme cuenta estaba corriendo para no ser aplastada.

¡joder!

Suspiré irritada. Sentía mucho calor por la fuerza que había utilizado, así que antes de ir a buscar ayuda -porque, seamos sinceros, yo nunca podría mover esa cosa sola- me dispuse a abrir la ventana.

Abrí las cortinas de seda y luego el gran ventanal. Tuve ganas de salir al balcón y así lo hice.

Sí, tengo mucho tiempo de ocio.

Miré al cielo y a la naturaleza que me rodeaba, jamás me cansaría de decir que era un lugar hermoso.

Sentí el sonido de un motor y bajé la mirada rápidamente. Fruncí el ceño al ver que era Daniel, pero no venía solo.

Pude notar que cuando se bajó del auto se dirigía a abrir la puerta del copiloto.

Cerré los ojos con fuerza. Juro que si es Melissa o Jamie lo mataré a golpes.

Efectivamente, era una mujer. Pude divisar que tenía cabello rubio pero nada más que eso ya que estaba de espaldas.

fruncí el ceño.

Aquella mujer no era tan joven, lo note por su forma de vestir. Si no fuera porque estoy al otro lado del país diría que es...

En ese momento la mujer se volteó y casi me da un paro cardíaco. Sentí el corazón en la garganta.

Entré de vuelta a la habitación y comencé a correr.

Mis ojos se aguaron y mi cabello se movía violentamente por la velocidad en la que corría, bajé las escaleras fugazmente.

llegué abajo y allí la vi, parada en el umbral de la puerta.

Nuestras miradas se cruzaron y ella extendió sus brazos hacia mí. Yo simplemente corrí y me abalancé en sus brazos.

Mis lágrimas corrían sin parar, lloraba como una niña pequeña y no podía evitarlo.


-Ma...má -dije al fin entre sollozos.

No quería soltarla nunca más.

-Tranquila mi vida, ya estoy aquí. No volveré a dejarte. -susurró.






|¿significará algo que Daniel haya traído a la madre de Celeste?|

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