Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo treinta y Tres |Editado

Iba a decirle todo.

Miré sus ojos verdes, estaban brillantes. En sus ojos podía apreciar la duda, pero también podía ver amor.

Celeste me amaba y yo no era quién para merecer aquello. Realmente no había hecho nada bueno por ella, solo le había traído problemas, mis problemas. Los problemas que implican ser parte de la mafia.

Y todos eran mis testigos. Sebastián, Rosa, Jamie. Sí, ella. Decidí contarle todo antes de dejarla sola en aquel hotel de Crowbyills. Desde entonces nos hemos estado comunicando.

Lamentablemente era tan desgraciada como yo. "La diferencia es que ustedes se aman. Yo estoy casada con un hombre que ni siquiera conozco. Al menos le sacaré todo el dinero del mundo a ver si es tan divertido." dijo la última vez por teléfono.

Nos amábamos, sí. Pero ¿De qué servía? Maldita sea. Quizás si ella me conociese bien no me amaría.

Convertí a su propia madre en mi cómplice. La mujer que la conoce más que cualquier persona, hasta ella debía ocultarle cosas.

Ella no merecía esta vida. No merece estar corriendo por aquí y por allá como yo debo hacerlo. Estar viviendo juntos es un riesgo muy grande que le ha costado la vida a más de alguno de mis hombres allá afuera.

La estoy exponiendo a un riesgo muy grande a costa de vivir nuestro amor. Ella no merece correr por su vida, vivir en la clandestinidad ni en las sombras. Yo no permitiré que no pueda emplear su profesión de abogada por ser la novia de un prófugo de la justicia.

La amaba mucho para destrozarle la vida.

-¿en qué me has convertido? Soy un jodido llorón. -pregunté.

Y era verdad. Marck se burlaría de mí si viera que lloro casi todos los días cuando estoy al lado de Celeste. Y es que jamás creí que cuando te enamoras también sientes por el otro.

Celeste rió levemente. Entonces dejé todos mis miedos por un momento y la abracé.

La abracé con fuerza, con sabor a despedida pero no queriéndome alejar de ella. La abracé con amor, quería contenerla, cuidarla, protegerla. Se había convertido en mi mundo. Cerré los ojos y mi alma susurró.

-Yo también te amo.

Sentí su cuerpo tensarse levemente bajo mis brazos. Luego alzó los ojos y joder, no podía dejar de pensar en lo hermosos eran. Sus ojos eran grandes y el verde se veía hermoso en ellos.

-¿has dicho... ?

-Sí. Te amo y nada ni nadie podrá cámbiarlo, ni siquiera yo mismo.

-¿por qué lo dices?

Preguntó. Frunció el ceño y se alejó un poco.

-no es nada, es que te ves simplemente hermosa con ese vestido. Aunque déjame decirte un secreto.

Me acerqué a ella y olí su cuello seductoramente. La sentí temblar y sonreí.

Tal parece que el estúpido de su esposo jamás supo cómo seducir a una mujer. Lástima por él.

-Tú eres hermosa.

Sentí su respiración acelerarse y sonreí otra vez. Amaba saber lo que podía causar en ella.

No fue necesario decir nada más, comenzamos a besarnos. La tensión sexual era evidente. La deseaba.

No importó nada más que eso, nuestro mutuo deseo. Nos vimos envueltos en una sofocante pasión que necesitabamos descargar a toda costa.

Entre besos, susurros y jadeos, Comencé a desprender su vestido mientras acariciaba su piel. Ella suspiraba ante mi tacto.

Para cuando iba a entrar en ella tuve conciencia un momento.

-no tengo protección aquí -susurré jadeante.

-No te preocupes... Solo hazlo.

Su mirada se tornó melancólica, temí decir algo erróneo, pero sentí algo de miedo. No quería pensar incorrecto, pero por mi mente cruzó la idea de que ella quizás quería tener un bebé.

Pensar en un hijo era maravilloso, pero aterrador. Lo amaría tanto que no podría darle la vida que merecería.

Y no hablo económicamente.

Celeste me besó otra vez mientras tocó mi erección. Eso hizo que otra vez mi temperatura corporal subiera.

-Celeste -susurré con dificultad -Tú... O sea, no te importaria si pudieras quedar...?

-¿Embarazada? -cuestionó.

Asentí.

-No. No te preocupes por eso. Soy estéril.

Bajó la mirada e hizo un gesto como con intención de alejarse. Por mi parte no podía procesar bien lo que había dicho.

Una parte de mí también se desilusionó un poco. Pero no me culpen, realmente cuando te enamoras aunque hayan mil obstáculos siempre te imaginas un futuro con esa persona. Formar una familia y situaciones parecidas.

Más cuando nunca tuviste una.

Pero no era de vital importancia para mí. Con tenerla a ella era feliz y si para mí enterarme de esto era duro no podía imaginar como sería para ella.

-Amor, no... -me acerqué a ella. -No me importa, no llores, por favor. Te amo tal y cual eres. Te amo como sea, donde sea.

Sequé sus lágrimas y la besé otra vez.

-soy tan desgraciada que ni siquiera puedo darte un hijo.

-No. No permitiré que digas eso. No eres desgraciada y te amo de la misma manera. No. No te amaré de la misma manera, te amaré más.

Besé sus labios decidido y la atraje hacia mí. Otra vez fuimos uno solo pero ésta vez fue diferente. Ésta vez fue especial.

No pensé en nada más, en nadie más. Solo éramos nosotros dos haciendo el amor.

***

Desperté somnoliento. Celeste me miraba fijamente, descansaba plácidamente en mis brazos. Su pálida piel desnuda hacía que sus ojos se vieran más verdes de lo normal. La besé suavemente en los labios.

-¿qué hora es?

Pregunté en un susurro. Al mismo tiempo miraba el oscuro cielo que estaba por encima de nosotros.

-No sé -susurró de igual forma. -tampoco me importa, estoy cómoda aquí. Jamás creí que el sofá del observatorio fuera un buen lugar para hacerlo.

Reímos y ella besó mi pecho desnudo. Era muy agradable estar con ella.

Comencé a acariciar su cabello, el cual caía sobre su pecho, recorría su abdomen y llegaba hasta su cintura.

-me encanta tu pelo -dije contemplandolo. -realmente es hermoso.

-Hace mucho tiempo no lo corto, precisamente desde que mi padre falleció. Él decía que largo era más hermoso.

Terminó en un susurro y yo tomé su cabello entre mis manos pasando a rozar su piel. Toda ella era suave.

-a Alejandro no le gustaba. -recordó haciendo un respingo. -siempre decía que debía cortarlo.

Estúpido Alejandro.

Desearía que todo hubiera sido distinto. Desearía jamás haber sido botado en un hogar de menores, jamás entrar a trabajar a la mafia. Desearía haber estudiado y haber sido detective, que nos hubiéramos conocido en la universidad y nos hubiéramos enamorado.

Al parecer Celeste notó mi tensión y acarició mi rostro, eso logró el efecto que ella quería.

Por un momento me cuestioné como habría muerto Alejandro, pero no quise preguntar. Por ahora.

-Al parecer Alejandro era un estúpido.

Solté en un susurro más para mí mismo, susurro que Celeste alcanzó a oir. Ella rió levemente.

-Ya no pensemos en él. Después de todo no era tan bueno como parecía.

-Esta bien, amor. -besé su frente.

-Daniel... tú de verdad me amas, ¿no? -preguntó.

La quedé mirando pasmado, su pregunta me tomó por sorpresa pero no tenía dudas de mis sentimientos.

-Sí, te amo y demasiado. Nunca había amado a nadie de ésta forma en toda mi vida.

Celeste me besó en los labios, yo le correspondí gustoso.

-promete... -me besó- que jamás... -me besó otra vez -vas a dejarme. -siguió besandome.

Me sentí muy feliz de tenerla, de poder ser el afortunado de sentir sus besos. Pero en aquel momento no me sentía seguro de prometer algo como aquello.

Debía irme.

Al menos por un tiempo, debía arreglar ciertas cuentas y poder salir de una vez de todo este mundo.

Por ciertas cuentas me refería a muchas cuentas. Pero volvería, eso estaba claro. Todo lo haría por ella.

-Te lo prometo... -susurré. Y seguí besandola con pasión.

Luego de pasar un rato más besandonos, abrazandonos, mimandonos y admirando las estrellas que se podían apreciar, decidimos levantarnos para cambiar las cosas de lugar.

A partir de ahora no dormiriamos nunca más separados, nos mudabamos a la misma habitación.

Quería aprovechar de estar con ella todo lo posible.

Decidimos elegir mi cuarto porque la vista era mejor, solo por eso, ya que de tamaño eran ambos iguales.

-y a ustedes, ¿qué vicho les picó? -preguntó Sebastian cuando nos vio bajar de la escalera riendo muy animadamente.

Era muy tarde, Rosa ya se iba a su casa.

-Las reconciliaciones siempre son maravillosas -interrumpió Rosa inhalando exageradamente.

Celeste le guiñó un ojo a Rosa y todos reímos.

Pasado el rato logramos pasar toda la ropa y las cosas de Celeste a mi cuarto.

Ahora tenía sábanas rosas y un cobertor negro. Reí ante mí cama.

La madre de Celeste por su parte se habia ido a dormir hace un rato. Solo a nosotros se nos ocurre cambiar el inmueble en la noche.

Cuando Sebastian fue a dejar a Rosa, y Celeste se encontraba en la cocina preparando una sopa liviana, me adentré al cuarto de Celeste en donde solo quedaba la cama desecha y los muebles vacíos y pude ver una maleta que no habíamos notado ya que estaba en un rincón.

Me acerqué entusiasmado para trasladarla. Cuando la tomé, la monté sobre la cama. La abrí para acomodar las cosas que estaban adentro en nuestro cuarto.

En el momento en que abrí la maleta, un cuadro volteado boca abajo fue lo primero que pude apreciar. Fruncí el ceño y tomé el cuadro en mis manos.

Lo que yo no sabía, era cuanto me afectaría ver a la persona de aquella fotografía.

El sonido estruendoso de vidrios quebrándose y los pedazos salpicando poco me importaron en esos momentos.

Mis manos comenzaron a sudar y a temblar.

Aquel hombre que estaba en esa fotografía, fue esa persona que estuvo conmigo cuando no tenía a nadie.

Aquel hombre, fue el que perdió la vida en un intento de defender la mía.

Aquel hombre, fue un amigo, y más que eso, un hermano.

Aquel hombre, murió por mi culpa. Y por esa culpa, no me atreví a entablecer relaciones de ningún tipo con nadie más.


Soy un estúpido. ¿Cómo no me di cuenta antes?

"Voy a casarme, hermano."

"lástima que no puedas venir, se nota jodido ser parte de la mafia."

"Me acosté con su mejor amiga. Sí, lo sé. Está buena"

"Estoy cansado. Ella no me quiere, Daniel."

"Voy a visitarte, realmente no aguanto sus desprecios. No quiere acostarse conmigo, llora todo el día."

"Vamos de joda, necesito unas putas buenas. ¡Qué se joda tu jefe!"

"Daniel, ¿Ése es tu jefe?"

"No, Daniel, ayuda. Hermano, ¡no dejes que me mate!"

-¡MARCK! NO LO HAGAS, ¡TE SERVIRÉ TODA LA VIDA SI ES NECESARIO!

Silencio.

Solo silencio y soledad por los siguientes años.

Aquel hombre fue John.

John Alejandro.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro