Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo treinta y Cinco |Editado

Celeste

Desperté pero no quise abrir los ojos. Sonreí recordando la tarde anterior, en donde Daniel y yo hicimos el amor como si hubiese sido la primera vez. Daniel no se había ido esa noche, durmió a mi lado, lo sabía porque él cayó rendido primero.

Ahora que lo pensaba, era extraño que se haya quedado dormido primero que yo y que no haya salido por la noche. Abrí los ojos de golpe esperando encontrarlo a mi lado, pero tal y como había sospechado no estaba ahí.

La sabana rosada estaba revuelta, la cama se sentía fría a mi lado. Admiré la habitación de Daniel y la combinación del rosa, blanco, negro y azul. Bastante extraña, pero acogedora.

A Daniel no lo encontré por ningún lado, y eso hizo que una mala sensación comenzara a emerger en mi pecho.

Me puse de pie intentando ignorarla y decidí acercarme al vestidor. Pará cuando lo abrí, me dí cuenta de que la mitad de las prendas de Daniel han desaparecido.

Casi podía asegurar lo que eso significaba, pero no quería aceptarlo. Realmente ayer todo parecía estar bien.

—¿Daniel? —pregunté elevando un poco la voz.

Rápidamente me vestí ignorando la extraña sensación en mi pecho, me sentía demasiado confundida.

Una vez vestida con lo primero que encontré, me dirigí hasta el pasillo. Comencé a abrir puerta por puerta, hasta llegar a mi antigua habitación.

Para cuando abrí la puerta la maleta sobre la cama llamó mi atención, era mía. Me acerqué a pasos lentos, el cuadro de Alejandro estaba en el piso y los vidrios esparcidos alrededor de éste.

Joder.

—¡¿Daniel?! —pregunté tomando el cuadro entre mis manos y saliendo rápidamente de la habitación.

No podía ser, no podía ser que Daniel pensara que aún sentía cosas por mi ex esposo. Después de todo lo había llamado equivocadamente por su nombre hace algún tiempo.

De todas formas creí que ese tema había pasado, quizás fue un error guardar ese cuadro en la maleta aquella vez que fui a mi apartamento.

Bajé la escalera gritando su nombre, la angustia que sentía no se podía disipar. El silencio de la escena sólo lo hacía más aterrador.

¿Dónde estaba Daniel?

—¿Ros...? ¡MAMÁ!

La angustia en mi pecho cobró sentido. Mi madre se encontraba tirada en el piso, en medio de la sala.

Corrí rápidamente hasta donde se encontraba y tiré el cuadro sin importar en donde cayera.

Tomé su muñeca entre mis manos, sus signos vitales eran muy débiles. No pude evitarlo, las lágrimas comenzaron a caer de mis ojos y si antes sentía angustia, ahora sentía mucha más que antes.

—¡ayuda! —grité. —¡Daniel! ¡por favor! ¡alguien!

Miré hacia todos lados desesperada, esperando que alguien me escuchara dentro de la gran casa.

—¡Daniel! —grité desgarradoramente mientras intentaba levantar a mi madre en vano.

Miré su rostro pálido y no pude evitar lloriquear como niña pequeña, sin mi madre, yo no vivo. No podría.

De pronto, la puerta principal se abrió. Rosa entró con una  expresión de derrota. ¿Recién llegaba? ¿Tan temprano era? ¿Y Sebastián?

Sus ojos se abrieron de par en par al vernos en el suelo.

—¡Dios mío!, ¿qué pasó? —dijo mientras corría hacia nosotras.

—no lo sé —lloré —la encontré aquí cuando baje la escalera. ¡hay que hacer algo! ¿y Daniel? —pregunté con los ojos ya hinchados.

—Hay que llevarla al hospital —dijo poniéndose de pie rápidamente. —¿sabes conducir? —preguntó angustiada.

—sí, claro —dije asintiendo frenéticamente.

—bien, ayúdame a cargarla hasta el auto.

Como pudimos, la montamos en el auto el cual normalmente manejaba Sebastián. Me subí en el lado del conductor y Rosa atrás junto a mi madre.

Antes de partir, di una rápida mirada a los alrededores de la casa y el auto de Daniel no estaba aparcado cerca.

De vez en cuando encontraba a algún guardia merodeando al rededor de la casa. Ahora no podía creer que no había nadie, pero absolutamente nadie.

Volví a concentrarme en mi madre y partí a toda velocidad mientras Rosa me iba indicando algunas direcciones. Mi madre era lo más importante ahora, lo demás podía esperar.

Una vez en la ciudad pude ubicarme perfectamente hasta llegar al hospital más cercano.

Frené abruptamente, mis manos temblaban. Me bajé del auto y abrí la puerta de atrás.

—¡ayuda! —grité acercándome a la entrada del edificio. —¡por favor! Alguien...

Rosa bajó del auto e inmediatamente llegaron unos para médicos. No dijimos nada, porque nadie sabía lo que había pasado. Subieron a mi madre a una camilla y se la llevaron.

—Querida, asegúrate de estacionar bien... yo iré mientras tanto. —dijo Rosa antes de ir tras la camilla aún con cara de derrota.

Hice lo que me pidió mientras me preguntaba dos cosas. La primera, ¿dónde estabaDaniel? Y la segunda, ¿cómo es que Rosa me permitió salir de casa sin ningún tipo de seguridad?

Algo raro estaba pasando, y no era únicamente la situación de mi madre.

Una vez ya al lado de Rosa, esperamos un largo rato el diagnóstico del médico. Mientras tanto un silencio sepulcral entre nosotras que no me agradaba para nada se hacía presente.

Iba a preguntar dónde estaba Daniel una vez más pero en ese entonces el médico apareció. Nos pusimos de pie ansiosas por saber el diagnóstico.

—doctor... ¿qué tiene mi madre? —pregunté mientras una lágrima silenciosa se coló por mi mejilla.

—señorita Black, Por favor. Le aconsejo que tome asiento.

Miré a Rosa instintivamente mientras asentía y tomaba asiento.

—por favor doctor, ¿es muy grave? —pregunté con suplica en la mirada.

Súplica, suplicaba porque no fuera nada grave. Pero todo indicaba lo contrario.

—Señorita, lamento decirlo. Esto es difícil. Verá, su madre... Su madre padece cáncer terminal. Lo siento —apretó los labios y tocó mi hombro en forma de apoyo.

¿qué? No. No podía ser cierto. Exploté en lágrimas.

—No puede ser, doctor. Dígame que es mentira —dije entre cortadamente poniéndome de pie. Más lagrimas.

—Señorita, cálmese. No puede estar mal, debe ser fuerte. —el doctor continuó.

Miré a Rosa quien parecía estar en un estado de shock. Miraba fijamente un punto en la pared.

—pe..ro, ella podrá salvarse, ¿verdad? —contuve la respiración unos momentos.

El doctor cerró los ojos un segundo y yo me espere lo peor.

—A tu madre... no le queda mucho tiempo.

Cerré mis ojos, dolida. No podía ser cierto, no podía pasarme esto a mí, ¿por qué? ¿por qué ahora, cuando todo parecía marchar bien?

—No... —estallé —por favor, no me diga eso —dije en un sollozo, con la voz estrangulada. —Dígame que no es cierto. Puedo pagar, lo que sea, pagaré lo que sea para salvarla.

—Intentamos ser lo más calmados para entregar estas noticias pero... la verdad no podemos ocultarsela —Insistió —Señorita Black, a su madre no le quedan más de dos días de vida. Si quiere puede pasar a verla en unos minutos más. Nuevamente, lo siento.

Se marchó sin más.

Y por primera vez desde que llegamos al hospital, pude escuchar a Rosa soltar un sollozo. Mientras que yo podía oír mi corazón partirse en dos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro