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Capítulo Nueve |Editado


Daniel

Luego de encontrarme con Celeste en el ascensor no podía dejar de pensar en que carajo estaba haciendo ella aquí.

Digo, su ciudad está prácticamente al otro lado del país, no entiendo absolutamente nada.

¿Es que el destino quería matarme de los nervios?

Joder, justo tenía que ser en la misma ciudad, en el mismo hotel y precisamente en un lugar tan cliché como el ascensor.

¿es en serio, vida?

¡Aparte que no me podía sacar a la rubia ésta de encima!

Bebí de mi cerveza un tanto irritado mirando como Jamie "preparaba" la cena.

Por suerte no se queda en mi mismo cuarto de hotel, eso no lo permitiría. Sin embargo estaba aquí con la excusa de que no quería cenar sola y bla bla bla.

Jamie era atractiva sin dudas, sin embargo, no era mi tipo.

Nunca me agradaron las rubias.

-ya está lista esta pizza Daniel, ayúdame a sacarla, esta muy caliente -chilló mientras fallaba su intento de sacar la pizza del horno.

Así es. El hotel era completamente amueblado.

La ignoré, estaba furioso con ella.

Ahg, es que me daba una inmensa rabia asimilar que ahora Celeste pensara que tenía novia.

Qué carajo, ni siquiera le había dicho mi nombre a ésta chica, solo lo supo cuando Celeste lo dijo.

Me paré del sofá y me senté en la mesa frente a Jamie.

La pizza estaba quemada.

Iba a decir que jamás comería eso, pero dije otra cosa.

-¿nunca te dijeron que hablar con extraños no era bueno? -dije revolviendo mi café.

-ya no eres un extraño para mí.-mordió un trozo de pizza inocentemente.

Hice una mueca de asco. ¿Cómo podía comer eso? El queso estaba fundido.

-¿segura? Podría ser un asesino, o un violador, soy mucho más grande que tú y tengo mucha más fuerza -intenté intimidarla.

Jamie tragó saliva y me quedó mirando fijamente con preocupación.

Sonreí cantando victoria, pero de pronto comenzó a reír.

-no jodas, no. Eres bueno, lo sé. –respondió.

Maldición.

¿estaba perdiendo el toque de chico malo o ella estaba cegada en mí?

Solo quiero que se vaya y me deje en paz.

-¿es que no sabes que cuando una persona te dice no, es no? Ya déjame en maldita paz. -dije poniéndome de pie un tanto molesto.

Miré su rostro, se notaba algo triste y avergonzada.

No sé si hice un truco de magia o qué, pero Jamie se quedó todo el resto de la cena en silencio. Felicidad pura.

Para cuando ya se estaba haciendo tarde, me encontraba fumando en el balcón y Jamie se acercó a mí.

-perdóname si te he molestado... -la miré desconcertado por su declaración. -perdóname si he sido irritante o chillona, es solo que... Me he escapado de casa, ¿vale? -suspiró y se apoyó en la baranda, al lado mío.

Asentí asimilando su situación.

-Toda la vida viví como una princesa de cuentos, mis padres me lo dieron todo y pensé que me amaban. Pero ahora que ya he crecido y he cumplido mi mayoría de edad ellos insisten en que me case con alguien a quien no amo. Alguien que siquiera conozco, algo por conveniencia nada más. Es por eso que he escapado, y no tengo a nada, ni a nadie... Aunque algo si tengo y es dinero, sin embargo la soledad nunca me ha gustado y siento que todo el mundo ha decidido darme la espalda. -sonrió con tristeza -perdóname por joderte la existencia, Daniel. -una lágrima rodó por su mejilla y sentí mucha compasión de lo que estaba pasando.

No pensé que podían existir matrimonios arreglados en pleno siglo XXl, pero bueno, cada día algo nuevo me sorprende.

-está bien Jamie, me hubieras explicado todo desde el principio y no hubiera tenido problema en ayudarte. Sin embargo, no soy la mejor persona que hayas encontrado, créeme. Puedo ser tu compañía y nada más que eso, pero no llores. -dije siendo muy sincero.

-entiendo y gracias, Daniel. -se alejó un poco -Me iré a mi cuarto, ya es tarde.

-bien, adiós -dije haciendo una mueca y moviendo mi mano hacia ella como saudo.

-y Daniel... Perdón por decir que era tu novia.

Asentí. Jamie sonrió y vi como salió por la puerta.

Miré el reloj del living. 22:36 pm.

¿Qué estará haciendo Celeste?

Recordé que ella debe estar a unos escasos metros de mí, sentí mi corazón prender de alegría, quería verla.

Pero como siempre, no escuche a mi corazón y fui a dormir.

O al menos eso intenté, porque no pude hacerlo, no pude dormir.

Miré la hora en mi móvil. 23: 48 pm.

Casi una hora moviendome de un lado a otro, sin conseguir ni una pisca de sueño.

No aguante y me vestí. Tenía que verla, ella era mi inquietud, quería oir su dulce y segura voz, quería ver sus grandes ojos verdes. Lo necesitaba.

Tomé las llaves de la habitación y dinero. Salí al pasillo y bajé rápidamente las escaleras hasta llegar a la entrada al gran mesón de madera.

-señor, ¿se le apetece algo? -dijo un jóven de unos veintidós años de edad.

-sí, sí. Me gustaría saber en que habitación se hospeda una persona. -dije mirando su reacción.

-lo sentimos, pero esa es información confidencial que no podemos entregar a nadie que no sea autorizado.

Saqué dinero de mi bolsillo y se lo ofrecí disimuladamente. -¿que es lo que acabas de decir? -pregunté mirándolo.

El muchacho no dudó ni un segundo en tomar el dinero y me dijo:

-eh, si, señor, ¿nombre de la persona que busca? -miró el ordenador.

-Celeste Black -dije triunfante.

-la señorita Black se encuentra en el piso número quince, habitación cuatro. -me miró.

-Ok, gracias -le guiñé un ojo y luego esperé el ascensor.

Bendito y maldito dinero.

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