Capítulo Doce |Editado
Un sonido insistente me despertó de mi maravillosa siesta, maldición.
Decidí ignorar el agudo sonido, cerré mis ojos e intenté seguir durmiendo pero no lo conseguí, el agudo sonido no dejaba de joder.
Abrí los ojos un tanto frustrada y me dirigí al living a ver que estaba sonando, tardé en darme cuenta que era el timbre.
Me dirigí hacía la puerta frotandome los ojos y la abrí.
Frente a mí se encontraba un señor con uniforme rojo, el cual aparentemente era parte del personal del hotel y tenía una linda caja blanca con un moño rosa en sus manos.
Fruncí el entrecejo.
-¿necesita algo? -pregunté Cortés.
Si, interrumpió mi siesta pero hay algo que se llama modales.
Esperen, ¿qué? ¿Desde cuando era tan Cortés?
-buenas tardes, ¿es usted la señorita Celeste Black? -preguntó
Asentí lentamente y él sonrió.
-esto es para usted de parte del señor Daniel Evans. -finalizó.
Estaba muy sorprendida.
-hm, gracias... -dije aún confundida mientras recibía la caja.
-De nada y ojalá le guste -guiñó un ojo y se fue.
Cerré la puerta y me quedé mirando la caja unos segundos.
Podría haberla arrojado a la basura. Eso debería haber hecho, pero no.
Corrí, sí corrí.
Como una niña pequeña hacia la habitación y me senté en la cama con la caja en mis piernas.
Lo reconozco, de un momento al otro estaba muy emocionada, ¿quién no lo estaría?
Antes de abrirlo vi la hora, eran alrededor de las cuatro y media, aún tenía tiempo para las seis.
Comencé a abrir la caja y lo primero que me encontré fue una nota escrita a mano.
Esa letra la reconocía a la perfección.
"Espero haber acertado... Espero te guste y sobre todo, Te espero a tí.
Daniel"
Sin más desenvolví el paquete, vi lo que habia dentro y me sorprendí mucho.
Era un hermoso vestido color rosa pastel y a un lado unos bellos tacones negros. Me pareció hermoso.
Saqué el vestido con mucho cuidado.
Era largo aunque no en exceso, el material era de seda y justo abajo del busto tenía un cinto negro brillante que me haría recalcar la cintura.
En la parte del pecho tenía pequeñas piedras brillantes las cuales no lo hacían ver hostigante sino más bien elegante.
Los tacones por otra parte eran de gamuza y tenían un taco fino que estaba acostumbrada a usar.
Este regalo habia pasado la cuenta, era demasiado, no pude evitar sonrojarme al pensar cómo lo habrá escogido.
¿Jamie lo habría ayudado? No lo sé y no me importa, solo puedo decir que es un detalle que me llenó de felicidad extraña y vomitiva.
Miré el reloj y ya casi daban las cinco, tomé una toalla y entré a la ducha.
Pensé en agradecerle a Daniel por un mensaje pero luego recordé que no tenía su número. Se lo pediría.
Para cuando salí de la ducha ya dieron las cinco y quince, me sentía retrasada y aún tenía casi una hora.
Comencé a vestirme y el vestido me quedó perfecto. ¿Cómo sabría mi talla? Otra cosa más que preguntar.
Era hermoso, me llegaba hasta la rodilla y me hacía ver muy elegante.
Busqué entre mi maleta con qué podría combinar el vestido, agradecí infinitamente traer un juego de joyas muy bonito que mi madre me habia obsequiado para navidad.
Me hice un delineado muy delgado solamente para darle un cambio a mi mirada y me puse rimel.
Pinté mis labios de un color que se camuflaba con el rosado de mis labios pero los hacía ver más grandes.
Como no disponía de mucho tiempo tuve que secar mi cabello con la secadora y luego lo planché.
Si seguía así me quedaría calva joven.
Antes de ponerme los zapatos le escribí a mamá diciendole que este día había estado durmiendo y que estaba bien.
Nunca le miento a mamá pero por esta vez decidí que lo mejor era omitir el hecho de que saldría con alguien.
Ella se volvería loca, así es.
Miré la hora, 17:48
Me puse los zapatos y ya estaba lista. Cogí un abrigo negro, era verano pero en esta ciudad el clima era bastante frío, eso me gustaba, y como no si era mi ciudad amada por sobre todas las cosas.
Además, adoro el frío.
Pensé que un bolso no era necesario ya que en los bolsillos de mi abrigo mis llaves y teléfono quedaban a la perfección, sin embargo opte por uno negro de cuero, plano y con forma rectangular que tenia cadenas doradas, el cual siempre llevaba en mi maleta.
Puse en él las llaves, mi billetera y el teléfono. También un espejo y el perfume que siempre uso.
Di una última mirada al espejo de la habitación y salí.
Mis tacones resonaban contra el pasillo del hotel, una vez dentro del asensor no podía dejar de mirar mi reflejo, me sentía bella como hace mucho tiempo no me sentía.
Eso era porque estaba feliz.
Y luego de mucho tiempo no tenía ganas de morir.
Una vez abajo comencé a caminar hacia las puertas principales, pasando la recepción lo vi de pié con la vista pegada a su celular.
Decir que se veía espectacular no bastaba.
Entonces mi vestimenta tan elegante cobró sentido al ver el lindo terno color negro que traía, incluido el lindo corbatín que acompañaba a su camisa.
¿Dije que era guapo? Era muy muy guapo.
En el camino al reencuentro, levantó su rostro y su mirada se iluminó al verme.
Eso causó en mi una sensación de satisfacción que ni en mi otra vida alguien me habia hecho sentir.
-te ves increíble -dijo en tono de cumplido.
-lo mismo digo yo -sonreí tímidamente. -¿cómo supiste mi talla?
Así es, directo al grano. Que puedo decir... La curiosidad no tiene límites.
Daniel soltó una carcajada de esas que me hacían reir a mi también.
-eres muy curiosa arco iris, pero... -acercó sus labios a mi oído derecho y sentí que la temperatura de mi rostro comenzaba a aumentar. -...es un secreto. -completó.
Me estremecí y me limité a asentír mirándolo con los ojos entrecerrados.
-¿nos vamos? -dijo entusiasta. Puso su brazo haciendo un gesto para que lo tomase, cosa que hice con gusto.
Cuando salimos el portero del edificio nos abrió la puerta saludandonos educadamente a lo que respondi un "gracias" mientras Daniel le sonreía.
-¿dónde vamos? -pregunté mientras Daniel me soltaba y abría la puerta delantera de un moderno auto.
-¿éste es tu auto?
-primero, vamos a cenar y segundo, no, no es mío, lo alquile aquí.
-ah -dije alargando la "a" y haciéndome la entendida.
Tenía muchísimas dudas con respecto a él pero temía que se cerrase y no me hablara más. Debía controlar mi curiosidad.
Cuando ambos subimos al auto nadie habló, yo decidí que no preguntaría y al parecer eso a Daniel no le molestaba.
Durante el viaje íbamos en silencio pero un silencio muy agradable.
De pronto Daniel habló sacandome de mis pensamientos y me sorprendió.
-se que tienes dudas Celeste, y prometo responderlas, solo dame un poco de tiempo.
No supe que decir, él era misterioso, pero era un misterio que me atrapaba y me incitaba a estar cerca de él. No podía evitarlo.
Verlo vestido así me hizo recordar el día en que me casé. Alejandro también era guapo sin embargo Daniel parecía un verdadero modelo.
Sacudí mi cabeza eliminando todo tipo de pensamientos.
-¿te sucede algo? -me observó.
-ah, no, nada -intente sonreír pero creo que en vez de eso solo conseguí hacer una mueca.
No soy buena mintiendo, soy abogada, no suelo mentir.
-Dile eso a tu rostro.
De pronto tuve ganas de contárselo. Mi pasado, decirle que estuve casada.
Sí, apenas lo conocía y nunca he hablado de esto con alguien que no sea mi madre, pero sentía que debía decírselo.
Decidí callar por el momento, no quería que Daniel me viera llorar.
Reconozco que nunca estuve enamorada de mi esposo, pero eso no quiere decir que no lo haya apreciado, la verdad él luego de mis padres fue lo más preciado que tuve en la vida.
Aunque eso no bastó para amarlo.
Aparté los pensamientos de mi cabeza cuando me di cuenta de que el coche se había detenido.
-¿llegamos? -pregunté
-si arco iris, hemos llegado.
-¡genial! -comencé a sacarme el cinturón de seguridad.
Antes de poder abrir la puerta él ya la había abierto por mi.
Extendió su mano y la tomé para salir. Intenté ignorar la satisfacción que sentí cuando su mano atrapó la mía, eso no puedo describirlo muy bien.
-gracias... -dije mirándolo fijamente.
-ha sido un placer. -dijo mirando nuestras manos entrelazadas.
Parecía irreal. En todo sentido.
Desde ese día esperé que nunca soltara mi mano otra vez.
Estábamos ya sentados en una mesa de un lujoso restaurant cuando se acercó un Garzón a entregarnos unas tarjetas con mucha variedad de comida.
Cuando ya habíamos ordenado, quise decirle algo pero no sabía qué ni cómo.
En serio, nunca me había costado tanto sacar tema de conversación.
Así que pregunté lo primero que se me vino a la mente y lo más estúpido que podría haber preguntado alguien en la vida.
-¿eres real?
Daniel soltó una enorme carcajada y me sentí avergonzada porque se estaba burlando de mí.
Pregunté algo ridículo, pero él me ponía nerviosa.
-oye, no te burles de mí -hice un puchero y agrande los ojos. Luego de eso me largue a reír con él.
-lo siento arco iris, es que eres muy graciosa, de verdad. ¿Recuerdas cuando nos conocimos? Desde ese día que tu inocencia me ha inundado -dijo tomando un suspiro y dejando de reir.
-claro que lo recuerdo, ¿como olvidarlo? Fuiste muy grosero. -recordé.
Me arrepentí inmediatamente de decir eso.
La expresión del rostro de Daniel fue indescifrable. Era como si hubiese recordado algo que habia olvidado y era de vida o muerte.
Vi como se disculpó poniendose en pie.
-vuelvo en un momento. -dijo y se fue.
No supe que pensar, siempre que eso pasaba no era nada bueno.
Él escapándose, ¿de mí?
¿Y si todo el tiempo se intentaba alejar de mi?
No. Si fuese así no me hubiera invitado a cenar, no me hubiera buscado.
Joder, ¿por qué era tan misterioso?
Nuestro pedido llegó y Daniel no había regresado.
-gracias -dije al mesero amablemente.
Podría llamarlo, pero no, no tenía su número, y mejor ni intentaba conseguirlo o quizás me dejaría de hablar.
Pensé en irme si Daniel no volvía en diez minutos, pero pasado tres minutos él volvió a mi lado.
-una flor para una rosa -dijo poniendo muy cerca de mi rostro una flor color rosa pálida como mi vestido.
Entonces todo el enojo que pude sentir se derritió con ese pequeño acto.
Tomé la flor agradeciendo y hablé.
-¿dónde estabas?
-tuve que hacer una llamada a mi jefe, discúlpame.
Y yo pensando que él me habia abandonado y resulta que era por algo tan importante como su trabajo.
A veces era muy idiota.
-¿en qué trabajas? -pregunté cuando comenzamos a comer.
Daniel se quedó pensando un momento antes de responderme.
Siempre imaginé que debía ser algún empresario, de tan solo verlo te puedes dar cuenta de que es adinerado. Ya sea por su forma de vestir, el auto que trae, su iphone de ultimo modelo y cosas así.
-lo único que te diré es que gano mucho dinero -dijo desviando la pregunta -tanto que podría desperdiciar lo como quisiera y no se me acabaría. Sin embargo el dinero no me hace mejor persona. -reflexionó dando un trago a su bebida.
Me sorprendió lo último que dijo.
Quizás su familia tendría dinero igual que mi padre y tal como yo, se avergonzaba de decirlo.
-¿por qué dices eso? - pregunté y después comí pollo, Estaba delicioso.
-¿qué cosa? -preguntó.
-Que el dinero no te hace mejor persona.
Daniel tragó y dejó los servicios a un lado. Me miró.
-¿crees que el dinero te hace una mejor persona? -se veía algo ofendido.
Claro que no. Eso jamás.
-no, nunca he pensado así -dije resentida.
-¿entonces? -respondió y siguió comiendo.
-nada, es que es como si me dijeras que eres una mala persona. -le dije ahora un poco molesta.
-no me conoces. -respondió cortante.
¿Dónde quedó el amable chico que me invitó a cenar?
Se estaba comportando como un mismísimo imbécil. Igual que la primera vez que hablamos.
-eso es porque tú lo has querido así. -dije tajante.
Daniel suspiró y nuevamente dejó los servicios a un lado.
-se me ha quitado el hambre. -dijo mientras pedía la cuenta.
-a mi igual -respondí mirando mi celular.
Era mentira, apenas estaba empezando a comer y estaba delicioso. Aún así no iba a verme débil frente a él, no le rogaría.
-Qué imbécil -dije en un susurro. Estaba enojada.
Escuché a Daniel reír y levanté el rostro. ¿Me escuchó?
-¿nos vamos? - preguntó mirándome. No se veía enojado, se estaba riendo.
Mi enojo fue pinchado como un alfiler pincha un globo.
-¿al hotel? -dije desilusionada. Me arrepentí de llamarlo imbécil, quizás si lo ofendí.
-pfff, ¡no! La noche es joven -dijo mientras recibía la cuenta.
Mis ilusiones otra vez comenzaron a tomar vida.
-entonces, vamos. -respondí sacando dinero de mi bolso.
-¿qué haces? -preguntó mirándome cuando extendí en mi mano la mitad del total.
-¿pagar lo que he comido? Duh -respondí obvia.
-estas loca si crees que te dejare pagar, yo te he invitado. -dijo devolviéndome el dinero.
-¡pero tengo mi dinero! No soy aprovechada -cuestioné.
-¿te dije que eras aprovechada? ¡Mujer! -exclamó -Yo pago, fin. -finalizó dejando dinero sobre el objeto que el mesero dejó unos minutos antes.
-está bien -dije resignada. -para la próxima yo invito. -dije.
-Me parece perfecto -respondió poniéndose de pie.
Cuando nos subimos al auto Daniel dijo que no conocía muy bien la ciudad, a lo que yo respondí triunfante que me conocía cada rincón.
-¿quieres conducir? -preguntó.
-Me parece perfecto. -dije bajando del asiento de copiloto.
Estaba feliz de poder escoger el lugar donde ir, sería increíble.
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