Capítulo Diez |Editado
Por primera vez luego de mucho tiempo, me sentí nervioso.
Me encontraba en el ascensor a punto de ver a la mujer que sin querer inquieta mi mente y revoluciona mis hormonas.
Sin querer y sin un motivo, lo que me pasaba era algo que no podía comprender.
El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron, estaba en el piso quince.
Comencé a caminar lentamente y aún muy nervioso, mis manos sudaban y miré hacia las cuatro puertas que estaban a mi alrededor.
A un lado la número uno y la número dos, al otro lado la número tres y finalmente la número cuatro.
Me arme de valor y caminé hasta allí, me quede unos segundos frente a la puerta blanca mientras dudaba si estaba haciendo lo correcto.
No me di cuenta cuando mi mano se encontraba golpeando a la puerta. Retrocedí un poco esperando que pasaría.
¿Y si no había nadie?
Volví a tocar y pasados unos segundos la puerta se abrió mostrando a una chica con el pelo mojado, los ojos bien abiertos y un pijama de unicornios con helados.
Sonreí. Era ella, Celeste.
-hola -sonreí como estúpido viendo sus hermosos ojos.
-Daniel, ¿qué haces aquí? -se notaba un poco tensa. Creo que no se lo esperaba.
-tranquila, solo vine a verte, ¿te das cuenta de que no hemos tenido momento de entablar una conversación normal? -solté, nervioso.
De verdad esperaba que no me cerrara la puerta en la cara.
Celeste se limitó a asentir lentamente.
-pasa -dijo por fin.
Me adentré en el lugar y no me sorprendí ya que nuestras habitaciones eran exactamente iguales.
Pedí "permiso" al entrar y me senté en el gran sofá del living.
Algo de educación que haya adquirido en el hogar.
-¿Cómo supiste mi número de habitación? -me habló desde la cocina.
-eh... Bueno, eso. -dije un tanto incómodo y sorprendido.
¡Era obvio que ella preguntaría eso!, era tan imbécil a veces.
-¿me seguiste? -preguntó saliendo de la cocina. Sostenía un termo en sus manos.
-¡no! –dije rápidamente —O sea, ¿si? Ah no, espera no. Bueno digamos que, le pague al chico del mesón para que me dijera el cuarto donde te quedas.
Esperé su reacción.
-Increíble -hizo una mueca muy exagerada. -¿debería tener miedo? - preguntó.
La situación era extraña.
En todo este tiempo habia visto a Celeste en tres distintos lugares y en dos de ellos estaba con pijama.
La situación es tan extraña porque cuando normalmente conoces a alguien sueles verlo en pijama luego de mucho tiempo de confianza y amistad.
Ahora había sido muy distinto, todo había sido muy distinto.
Desde verla por primera vez en un parque a la madrugada, velar sus noches cada día en un hospital aún sin conocerla bien, hasta encontrarme con ella en una ciudad tan lejana y en el mismo hotel.
-lo siento, es que quería verte. -agaché mi cabeza tímido, fui sincero. No encontraba ni una pizca del insensible Daniel.
-la verdad me alegra que estés aquí, quería preguntarte un par de cosas -dijo mientras servía agua en una taza que estaba en la mesa de centro. -¿quieres un café? -preguntó.
Mis ojos brillaron, yo amaba el café.
-claro, me encanta el café, puedo prepararlo yo si quieres.
-oh no no, ¡yo lo hago! Cortesía de la casa -guiñó un ojo -pero ven, puedes ver como lo preparo.
Esta versión de ella misma era muy distinta a la del primer día que hablamos. Me agradaba.
La seguí entusiasmado, así con pijama y todo se veía tremendamente atractiva.
Era muy guapa tanto física como psicologícamente.
Misteriosa y solitaria como ella sola.
Vi sus delicadas manos moverse agilmente, posicionó una taza y agregó dos cucharadas de café, me preguntó cuantas tomaba yo a lo cual respondí "tres" con una sonrisa.
Sacó un plato del mueble y puso varios dulces que sacó de una bolsa con el logo de una pastelería. Se veían deliciosos a simple vista.
Es increíble que un acto tan pequeño como prepararme un café pueda ser algo tan importante y que yo valoraria por siempre.
Algo que nunca jamás alguien había hecho por mí.
Luego de ayudarle a poner las cosas sobre la mesa de cristal que se encontraba entre el sofá y la gran televisión habló.
-Bien -dijo haciendo que me sobresaltara -sueltala.
Me quedé estático en el sofá y con un dulce en la mano a medio comer.
-¿que dices? -mordí el pastel.
-dime que no he imaginado las rosas multicolores y el peluche de unicornio que estaba en mi apartamento el día que salí del hospital.
Lo había olvidado completamente.
-Ah, eso, pues ¿te gustaron? -pregunté inocentemente. Celeste sostenía su café en una mano y su sonrisa se extendió.
-claro que me gustaron, te agradezco. Mi pregunta es ¿cómo llegaron hasta mi departamento? Y no solo eso sino ¿cómo sabes donde vivo? Eso me lleva a pensar que me estás siguiendo ya que te he encontrado en una ciudad lejana y en el mismo hotel también. -tomó café calmada.
La verdad ella estaba muy calmada y yo estaba siendo un idiota misterioso.
Si yo hubiera estado en su lugar me habría cerrado la puerta en las narices, tiene razón para desconfiar de mí.
-Bien, prometo contestar todas tus preguntas pero primero dejame decir que lo siento. -tomé de mi café.
Celeste me miró extrañada pero yo continúe hablando.
-siento que hayas estado en el hospital en coma por mi culpa. Lo siento, me sentí pésimo al pensar que quizás no despertarías, por lo que decidí ir a visitarte todas las noches. Tu dormías pero yo cada día te conocía más. Conocí tu vida, a tu madre y donde vivías, sin querer, lo prometo.
Vi que se tensó en el momento en el que nombré su vida y creo saber por qué, sin embargo al no recibir respuesta continúe hablando.
-cuando tu madre quiso pasar tiempo completo a tu lado yo no te visité más, sin embargo siempre estaba al tanto de tu situación hasta que supe que despertaste, quise darte una sorpresa nada más. Hablé con el conserje de tu apartamento y él me ayudó llevando el regalo hasta allí. -dejé la taza de café ya vacía a un lado y la miré. -prometo que no te he espiado, si estoy aquí es por trabajo y si estoy en este hotel solo ha sido porque Jamie lo escogió y ya.
En el momento en que la nombré supe que cometí un error, Celeste abrió los ojos y realizo una mueca con su boca.
-Ah si, tu novia... -negué con la cabeza.
-Jamie no es mi novia, solo es una chica que conocí en el aeropuerto y no se ha despegado de mi lado porque no tiene a nadie más.
Ella dudó un segundo, pero vi como finalmente sus facciones se relajaron.
-te creo y gracias, Daniel -dijo.
Mi nombre sonaba tan lindo saliendo desde sus labios, causaba en mi una sensación de calosfríos por todo mi cuerpo.
-¿gracias de qué? Solo te he traído problemas -me sentí mal.
-no, has sido muy atento conmigo... Créeme, supongo que ya sabes que no tengo muchas amistades.
Lo sabía, claro que lo sabía.
-lo sé pero no importa, eres muy dulce - sonreí cambiando de tema para no incomodarla.
-no me conoces -rió- puedo ser una chica mala -frunció el entrecejo torpemente y eso me causó ternura.
-¿quieres otro café? -preguntó entusiasta.
Y así fue como las horas pasaron y el efecto del café no tardo en llegar.
Eran alrededor de las 4 am y nosotros hablábamos de la vida como si no existiera un mañana, riéndo hasta llorar, sincerandonos, conociéndonos. Compartiendo experiencias, vivencias.
Siendo felices con tan poco.
-oye, ¿tienes sueño? -me dijo.
-¿en serio crees que tengo sueño? –cuestioné.
-¿veamos una película? -dijo alegre.
Esta chica me ponía muy nervioso, primero me prepara un café y ahora me ofrece ver una película.
Tanta amabilidad me mataría, seguramente si seguía a su lado su dulzura me causaría un coma diabetico.
-Me encantaría ¿Tienes cuenta de netflix? -pregunté.
-claro, pero... Joder -Celeste pasó de una actitud entusiasta a una de fracaso.
-¿qué pasa? -pregunté.
-me he dado cuenta de que esta tv no es smart tv, no podremos poner la cuenta.
Y tenía razón, pero recordé que durante el día en mi cuarto vi videos en YouTube desde la tv del...
Dormitorio.
-¿Celeste? –pregunté.
-¿si? -me respondió.
-¿del uno al diez cuánto querías ver una película? -dije.
-diez. -soltó.
Eso es todo lo que quería saber para soltar mi hazaña.
-hay una televisión que es smart tv.
Celeste me miró.
-el dormitorio. -dijimos al unísono.
Nos miramos silenciosos unos segundos y nos echamos a reír.
Celeste se puso de pie y le pregunte a donde iba.
-al dormitorio, ¿no vienes?
Joder.
Era oficial, Celeste Black me mataría de los nervios.
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