Capítulo diecisiete |Editado
"hazlo sufrir, quiero una muerte lenta y dolorosa, que se arrepienta de no haberme pagado."
Suspiré releyendo una y otra vez el mensaje que Marck me había enviado.
Miré a Clay, quien conducía muy concentrado. Llevaba las manos apretadas al volante y el entrecejo fruncido.
-no quiero hacerlo -solté de pronto.
Mi comentario lo tomó por sorpresa.
-Un par de años atrás amabas acabar con la vida de las personas -respondió espontáneamente sin apartar la vista de la carretera.
Estábamos en el trabajo, evidentemente no es momento de reír ni de hablar naturalmente.
Literal, estamos a punto de matar a alguien.
-ya no quiero hacer esto -dije frustrado -No quiero matar a más personas, no quiero traficar más droga. Estoy atrapado -dije mirando a través de la ventana.
-Ya hablaremos de eso en un rato, tu tranquilo. -dijo bajando del auto.
Había estacionado en un bosque al inicio de la ciudad vecina.
Sí, salimos de la ciudad.
Fui hacia el porta maletas del auto y saqué un abrigo negro que cubría gran parte de mi cuerpo. Junto a él saqué un arma de fuego y dos armas blancas.
Posicioné una dentro de mi abrigo y otra en mi zapatilla dentro del pantalón.
El arma de fuego era la más próxima dentro de mi abrigo.
Vi como Clay metía más cosas en un bolso.
Quizá un tiempo atrás me parecerían interesantes aquellos artefactos, ahora definitivamente ya no.
Miré a mi amigo y él solo asintió dándome a entender que todo estaba listo, era hora.
Nos escabullimos por el bosque intentando ser lo más sigilosos posibles.
Este sujeto es uno de los más importantes que pueden existir. Su seguridad debería ser demasiado alta, no dudaría si su despacho tuviere una contraseña para poder ingresar.
Antes de acercarnos más, leí otra vez los papeles rancios que Marck me facilitó. Encontré unas contraseñas que podrían servir.
A medida que más nos acercábamos, una contruccion enorme se abría a nuestro campo de vista.
La construcción estaba completamente abandonada y en ruinas.
Quizá algún día fue un hospital o una escuela, no lo sabía con seguridad.
Rápidamente ideamos un plan para distraer a los matones que tenía en cada metro que rodeaba el lugar, teníamos todo calculado.
Si no fallabamos, en menos de una hora Felipe Stuards ya no sería parte de esta tierra y volvería al lugar de donde vino.
El mismísimo infierno.
Miré mis vans un tanto asustado. No asustado de morir o de sentir daño físico, sino más bien asustado de nunca más poder encontrar mi mirada en los grandes ojos verdes que tanto me enloquecían.
-Espera -le dije a Clay mientras lo detuve tomando su brazo.
-No jodas, Evans. No tenemos tiempo, es peligroso.
-Antes dejame hacer algo -pedí suplicante.
-Está bien, apresurate. Tengo una esposa e hijo que me esperan en casa. -dijo muy serio.
Saqué mi teléfono del abrigo y escribí un mensaje de texto rápidamente. En el instante en que se envió lo tiré al piso y lo aplasté haciendo que estallara en mil pedazo.
No podía arriesgarla, no a ella.
Comencé a caminar y me escondí tras uno de los tantos árboles que estaban cerca de la entrada.
Clay me dio un apretón de manos y se dirigió al guardia de seguridad.
Saber absolutamente todos los nombres de cada uno de los que están aquí es una ventaja, puedes facilmente hacerte pasar por uno de ellos.
Estuve una hora memorizando sus nombres.
Vi como Clay se acercó al corpulento hombre de la entrada. Luego de tres minutos de conversacion y duras miradas, el hombre asintió y se fue donde Clay le indicó.
Eso había sido relativamente fácil.
Me acerqué al mismo tiempo que Clay se posisionaba "cuidando" la entrada y entré al edificio.
Nadie había sospechado nada.
Al entrar pude oler el musgo y ver las luces parpadear. Comencé a caminar sigilosamente por los vagos pasillos y tomé el arma oculta en mi abrigo discretamente.
En el momento en que doblé a la derecha, me tensé al ver a un hombre que caminaba en direccion opuesta a mí.
Oculté el arma atrás de mí.
No sospechará nada, no tendrás que matarlo. Tranquilo.
Al pasar a mi lado, el sujeto asintió en forma de saludo y yo por mi parte hice lo mismo.
uf, eso estuvo cerc...
Antes de poder pensarlo siquiera, el hombre me empujó muy fuerte por la espalda, lo cual me hizo caer hacia adelante chocando contra el piso.
joder.
Antes de que el hombre hiciera algo más, me puse de pie y golpeé su rostro. Intenté tomar su arma pero se me estaba haciendo difícil ya que era muy fuerte.
Con una de mis manos sostenía las suyas, evitando que su arma disparara hacia mí y con la otra aproveché para golpear su rostro reiteradas veces.
Él me proporcionó un golpe más fuerte cuando logró soltar mi agarre. Gruñí solo de la rabia que corría por mis venas.
El sujeto comenzó a golpearme más veces, las cuales con gusto le respondí. Esto se había tornado algo personal.
De pronto un disparo se oyó en el pasillo haciendo que me quedase estático.
Abrí ligeramente la boca y los ojos. El impacto había sido fuerte.
Mi visión se había tornado borrosa.
Mi respiración estaba agitada.
Vi caer frente a mis ojos el cuerpo del hombre que segundos antes me intentó matar.
Atrás el presunto responsable de esta hazaña: Clay. Se veía más serio de lo normal.
Asentí en modo de agradecimiento y sin decir más seguí caminando dejando atrás el cuerpo sin vida de aquel hombre mientras Clay se encargaba de ocultarlo.
Aunque con aquel ruido estoy seguro de que llamamos la atención de alguien. Había que hacer el trabajo rápido antes que fuera tarde.
Comencé a correr para ganar tiempo, quería irme lo más pronto de ese lugar.
Subí por unas grandes escaleras y me encontré topé con una puerta.
Sentí una tremenda furia en el momento en que un hombre la abrió alertado.
Era el mismo que había dejado inconsciente a Celeste. El mismo que yo había dejado inconsciente.
No podía creer este agradable regalo.
Le propicié un golpe con todas mis fuerzas y cayó al piso.
No tuve otra opción más que dispararle, pero lo disfruté.
Lo hice una y otra vez, la sangre escurría de su cuerpo.
Esto se había salido de control.
Seguí caminando más calmado después de eso intentando no sentirme culpable. A esta altura del edificio casi no habían personas, ni siquiera me tomé el tiempo de esconder el cadáver.
Realmente o yo era muy bueno escabullendome o su seguridad era un jodido asco.
Sin darme cuenta llegué a un pasillo cerca de donde se encontraba Felipe Stuards.
Esperé a Clay quien se habia encargado de vigilar. Solo segundos de caminata hacia la derecha y el objetivo estaría tras una puerta.
Ladeé mi cabeza para ver si habia alguien y justamente, lo había.
Un hombre grande y aparentemente fuerte estaba frente a la musgosa puerta.
Para ser Felipe Stuards, es bastante mediocre el lugar. Se confió demasiado.
Grave error.
Le hice un gesto a Clay quien había entrado en mi campo de visión para que se encargase del hombre.
Lo vi avanzar y me quedé atento a escuchar lo que pasaba mientras me escondía tras la pared, pero lo único que escuché fueron tres disparos seguidos que me desconcertaron completamente. Miré la escena aún con la mitad del cuerpo escondido tras la pared.
Clay no se andaba con pendejadas. Ahora solo quedaba el sangriento cadáver tendido en el suelo.
Avancé a pasos rápidos y miré la contraseña que había anotado en mi muñeca izquierda.
9*71#6^0*01#
Mis manos se encontraban sudosas. Anoté la contraseña, no pasó ni un segundo y la puerta se abrió.
Adentro lo que vimos nos desconcertó totalmente.
Era él, Felipe Stuards.
Pero había un pequeño detalle, ya estaba muerto.
El viejo rubio se encontraba tirado en el piso y a su lado un frasco de pastillas completamente vacío.
¿Suicidio? No sé.
Clay dio un paso con seguridad hacia la escena pero lo detuve rápidamente. No me calzaba todo esto.
Frustrado, tomé el arma de mi abrigo y me acerqué sigilosamente. Al llegar al lado de Stuards apoyé una rodilla en el piso y me limité a observarlo.
Agité mi mano en su rostro y posteriormente puse mi mano sobre su nariz para ver si respiraba.
Definitivamente este hombre estaba muerto.
Me puse en pie y me adentré en el despacho sin esperar la mirada asesina de Clay por tal riesgo.
-ya vámonos, el trabajo lo hizo por nosotros. -dijo dándose media vuelta.
Me perdí en otra parte de la habitación viendo unos documentos que a Marck podrían interesarle.
Los documentos se me cayeron de las manos cuando el sonido de un disparo llegó a mis oídos. Sentí una gota de sudor recorrer mi frente y corrí hacia la escena.
Apreté mis puños a mis costados cuando vi a Clay gritando desgarradoramente, puesto que su pierna sangraba.
El hombre que antes parecía muerto tenía una mirada asesina hacia mi amigo mientras lo apuntaba con un arma.
Mi corazón comenzó a latir rápido y sentí la furia recorrer mis venas.
Tomé el arma de mi abrigo y sin pensarlo más le disparé reiteradas veces al responsable del sufrimiento de Clay para luego verlo caer al piso con una mirada angustiosa.
-con mi hermano no te metes imbécil. -escupí a regañadientes con las palabras cargadas de odio.
Nuevamente le disparé pero esta vez en una de sus piernas.
Me sentía fuera de mí mismo, en ese preciso instante no sentía ni un poco de misericordia en mi ser.
-Estoy cansado de que personas que quiero sufran en frente de mis jodidos ojos. -confesé como si el moribundo Stuards frente a mí pudiera asimilar lo que le estaba diciendo.
Vi su expresión de súplica, sus lágrimas se mezclaban con la sangre que caía por sus narices. Su cara tenía una expresión que ya me había hartado de ver.
No tenía las fuerzas para pedir ayuda, así que moriría en unos cinco minutos desangrado.
Me di media vuelta y tomé a Clay quien lloraba y podía ver el leve susto en su mirada. Intenté no verlo a los ojos para no echarme a llorar yo también.
Él no temía por sí mismo, temía por su familia.
Una vez puesto en pie hice que se afirmara en mí para poder salir de ese jodido lugar.
Ese tiro fue intencional para dejar a Clay inválido de una pierna por el resto de su vida. Había que irnos, ya.
Salir fue más rapido de lo que pensé, porque no se cruzó absolutamente nadie en nuestro camino.
Sentí mi cuerpo tenso. Le repetí reiteradas veces a Clay que todo estaría bien.
Ya habíamos entrado a la ciudad.
Conducí lo más rápido posible hacia la casa de Thomas, un médico y socio de Marck.
Thomas tenía todo lo necesario en su casa para tratar a Clay y a cualquiera de nosotros. Le pagaban por eso.
Lo sé desde hace tres años, cuando me dispararon en la pierna derecha.
Fue aquí, en Crowbyills.
Ese día... Intentaba proteger a alguien que estaba sufriendo por mi culpa.
Fue el mismo Marck quien me disparó.
Luego de dejar a Clay en casa de Thomas y de contactar a su esposa me sentí realmente mal.
Por él, por ella y por mí.
¿Éste era mi destino? ¿matar gente? ¿vender drogas?
¿a qué he venido al mundo? a sufrir, a ser desamado, despreciado.
Realmente no entendía, joder, no podía comprender cómo mi corazón podía soportar tanta tristeza.
Me saqué el abrigo y me bajé del auto desanimado. Comencé a caminar sin rumbo alguno, había llegado a algún parque.
Así, cabizbajo podía tener el cuadro de mis zapatillas pateando cada pequeña piedra que se pusiese en mi camino.
Así mismo apartaba a cada persona que venía a mi vida e intentaba interponerse en mi camino.
Por eso estaba solo, pero lo hacía por su bien.
No me di cuenta que estaba llorando hasta que sentí el sabor salado en mis labios.
Fue ahí cuando me rendí y lloré con fuerza. Me lamenté como no lo hacía en meses.
Un quejido femenino me sobresaltó, supuse que habia chocado con alguien, pero no me importó. Seguí caminando hacia quien sabe donde.
-¿Daniel?
Me giré viendo de quien provenía esa voz.
Me sorprendí al ver a Celeste. Se veía confundida y aparentemente molesta.
No sé qué expresión tendría en mi rostro, pero su mirada se desencajó al verme y su expresión se suavisó al instante.
Suspiré intentando sonreir pero lo único que conseguí fue que una lágrima rodara por mi rostro.
Me acerqué lentamente y antes de asimilarlo tomé su rostro con ambas manos y la besé con ganas.
La besé con suavidad, con ternura, pero sobre todo con un corazón roto.
El hecho de que me respondiera el beso me reconfortó y no se imaginan cuanto...
No hubiera querido apartarme nunca de su lado si no fuera porque alguien me empujó hacia un lado haciendome caer.
Alcancé a escuchar un grito proveniente de Celeste y mi rostro perdió color. Todo pasó extremadamente rápido.
Un hombre tomaba sus brazos por su espalda y un arma apuntaba a su cabeza.
Definitivamente no era a ella a quien buscaban, sino a mí.
Joder, quería morir de angustia en ese mismo instante.
No solo me han encontrado a mí, sino que han encontrado mi punto débil.
Finalmente sucedió lo que yo más temía.
Descubrieron su existencia.
¿Y ahora qué? No había que pensar demasiado.
Haría lo imposible por salvarla.
Hasta lo más descabellado posible.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro