Capítulo cuarenta y Uno |Editado
Sentí que algo se removió a mi lado y abrí los ojos. Estaba amaneciendo, se notaba por la luz que se apreciaba a través de las cortinas. Miré a Noah levantarse de la cama.
Otra semana. Había pasado otra semana y las pesadillas no se iban. Cada día era la misma pesadilla; alguien se desaparecía entre un gran bosque, como en el que está sumido esta casa. Cada día alguien se iba, lo único que cambiaban eran los rostros. Un día era mi madre, otro mi padre, otro Alejandro y finalmente Daniel.
En la última semana, Noah seguía viniendo cada noche y se dormía a mi lado arriba de las tapas. Creo que ya se nos ha hecho costumbre y no es algo bueno.
-Sigue durmiendo, es temprano -susurró adormilado. -Hoy me toca ir a la universidad.
Asentí y le di una leve sonrisa para después darle la espalda e intentar dormir. Iba todos los días a la universidad excepto los miércoles y festivos. Escuché la puerta cerrarse y miré la hora en mi teléfono. 07: 37 a.m.
Con Noah nos llevamos relativamente bien, pero estoy segura de que es así solo porque no hemos tenido muchas oportunidades para conocernos como realmente éramos. La mayoría del tiempo él está fuera de la casa en la universidad o en el trabajo que consiguió en un local de comida rápida.
A pesar de los errores que cometió en un pasado reciente, es un buen chico. Al menos eso ha demostrado las últimas semanas que lleva viviendo aquí. Se ha preocupado mucho de sus estudios, es bastante responsable con cumplir sus horarios y por lo que se ve su carrera no es nada fácil. Rosa está muy orgullosa de él.
Le envié un mensaje a Laura preguntándole si tenía el día libre. En mi loca mente hay muchos planes y no quiero salir sola para que nadie se preocupe.
***
Desperté y la calidez del sol en definitiva se sentía a través de las cortinas. Revisé mi celular y vi que ya eran las 10 a.m. Me había vuelto a dormir. También vi que Laura me había respondido.
Laura:
Obvio que tengo libre, soy la jefa;)
Celeste:
¿Quieres acompañarme al centro comercial? Tengo unos trámites que hacer y no quiero ir sola :(
Laura:
Por supuesto que sí, boba. Mándame tu dirección y en una hora estoy ahí.
Le envié mi dirección junto con las gracias. Nunca antes habíamos entablado algún tipo de amistad pero me he dado cuenta que simplemente era yo la que no estaba abierta a las relaciones afectivas de cualquier índole. Estaba tan mal. Todo el tiempo fui yo el problema.
Daniel llegó a mi vida para hacerme entender y a ayudarme a comprender que para ser feliz lo último que necesitas es una vida estructurada.
Pero Daniel me falló. Y no está más.
Quité los pensamientos de mi mente y entré a darme una ducha rápida. Comencé a esparcir el jabón por mi cuerpo y me detuve en mi panza.
-Tu mamá está desquiciada -solté de pronto. -pero te ama como nadie.
Mi panza cada día crecía y yo aún no terminaba de creer que sería madre. Debí hacer algo muy bueno para merecer aquel milagro.
Una vez vestida tomé mi bolso con las cosas necesarias, una carpeta del librero y bajé a tomar desayuno.
-Buenos días. -dije con buen ánimo al entrar en la cocina. Rosa y Sebastián estaban desayunando.
-¿cómo está mi bebé? -preguntó Rosa hablándole a mi estómago.
-Está creciendo demasiado rápido, ¿No crees? -dije sentándome en la isla.
-Mejor que sea así -dijo Sebastián emocionado.
Nos dedicamos a comer mientras conversábamos de cualquier cosa. De la casa, del bebé, de Noah, en fin.
-Tengo algo que contarles. -solté de pronto.
Rosa y Sebastián me miraron expectantes.
-¿es algo malo? -preguntó Rosa, preocupada.
-Nada de eso... es más, algo bueno -sonreí.
-Bueno pues, ¡ya dinos! -soltó Sebastián.
-Bien... ¿recuerdan ustedes que mi madre tiene una casa en Crowbylls?
Asintieron.
-Ya no volveré ahí, me quedaré aquí con ustedes por siempre. A menos que ustedes quieran, claro.
El rostro de Rosa se iluminó y Sebastián habló.
-Eso es algo muy bueno, Celeste. Nosotros pensábamos que cualquier día de estos te irías.
-por supuesto que nos quedaremos mientras tu quieras, es tu casa. -le siguió Rosa.
-No por mucho tiempo. -comenté.
-¿Qué quieres decir? -preguntó Rosa.
-Esta casa ahora es de ustedes. -mordí mi labio esperando su reacción.
Sebastián se atragantó con el café y luego se aclaró la garganta.
-Es suya, ya hice los papeleos correspondientes. -insistí. Tomé la carpeta y la abrí frente a ellos para mostrarles el contrato. -Solo tienen que firmar. -Finalicé dejando un bolígrafo sobre la mesa.
Ambos me miraron estupefactos sin creerlo. Sabía que ellos trabajaban en esta casa mucho antes de llegar Daniel y yo. Desde que el dueño era Clay, el amigo de Daniel.
-No puedo creerlo -dijo Rosa con sus ojos aguados y las manos cubriendo su boca.
-Es demasiado Celeste, no podemos acept...
-Por favor. Sé lo que vale esta casa para ustedes -interrumpí a Sebastián. -Solo firmen.
Se miraron una vez más y luego procedieron a firmar. Me sentí realmente satisfecha.
-Gracias -dije. -Se lo merecen por ser personas tan buenas y por su dedicación a mí.
Luego de cruzar un par de palabras más y lloriquear lo suficiente, nos abrazamos.
-Esto no es todo. -dije una vez separándome de ellos. -Venderé la casa que fue de mis padres. Con el dinero haré una fundación de apoyo a madres adolescentes. Tengo todos los papeles listos, incluso el comprador de la casa ya está en contacto conmigo.
Solté la información rápido para no ser juzgada. Parecía una locura pero no lo era. De verdad quería hacerlo, ayudar a esas niñas que lo necesitaban.
En realidad, la idea siempre fue de Daniel.
-Vaya... me parece...
-¡Increíble! -soltó Sebastián. -Cuenta conmigo.
Le sonreí y miré a Rosa. Su opinión era importante.
-No tengo palabras Celeste... eres... tan buena y de verdad no te mereces todo lo que has pasado.
La miré a los ojos y tomé sus manos.
-Quizás no he sido tan buena como crees. -bajé la mirada.
-Nunca digas eso. Nosotros te hemos aprendido a conocer y no hemos visto más que un Alma a la cual le han hecho mucho daño, pero mira... Sigues en pie y más fuerte que nunca.
Le sonreí a Sebastián.
-Los quiero muchísimo. Gracias por todo y... quería pedir una última cosa.
-Dinos en qué podemos ayudar -dijo Rosa.
-Sé que el sustentador de la casa sigue siendo Daniel. No sé si ustedes siguen teniendo relación con el per...
-Para nada -Rosa interrumpió -Ahora sabemos de él lo mismo que tú.
-Pero... él, sustenta la casa, ¿no?
-No -dijo Sebastián. Luego titubeó -Bueno, algo así. Nosotros tenemos una cuenta bancaria y de ahí sacamos el dinero para los gastos de la casa y personales. Siempre ha sido así.
-¿nunca se ha acabado el dinero? -pregunte sorprendida.
-No, tal parece que siempre están depositando.
Mi corazón se aceleró.
-No lo pienses -dijo Sebastián -No sabemos donde está.
Hice una mueca y asentí.
-Por favor nunca más saquen dinero de esa cuenta bancaria. -pedí.
-Pero...
-De verdad, no se preocupen. Desde ahora yo sustentaré la casa.
Ambos me miraron con cara de "estás loca" así que rápidamente procedí a explicar.
-Mis padres eran dueños de una gran empresa. Cuando papá murió dejó todo en manos de mamá. Ahora que ella no está todo quedó en mis manos. -suspiré. -Tengo suficiente dinero como para no trabajar el resto de mi vida y sigo recibiendo ceros cada mes.
Ninguno me dijo nada y finalicé rápidamente.
-Ya sé. El privilegio de nacer en cuna de oro y no ganar nada por mi propia cuenta. La justicia social es una real mier...
-Ya, entendimos. -dijo Rosa cortándomde. -Vamos a olvidar a Daniel de una vez por todas. Dejar de vivir con su dinero es un gran paso.
-y el último -dije convencida.
Sentí mi teléfono vibrar y lo abrí. Era un mensaje de Laura diciéndome que estaba afuera.
-Tengo que ir a hacer algunos papeleos de la casa y todo lo demás. Iré con Laura. Crearé una cuenta bancaria para que ustedes puedan disponer de fondos necesarios -dije poniendome de pie.
Besé a ambos en el rostro y salí de la casa animada.
-¡los quiero! -grité antes de salir. Laura estaba afuera estacionada en su lindo auto. Su rostro irradiaba confusión al ver la casa y el ambiente tan natural.
-¿por qué carajo vives en medio de la nada? -preguntó una vez estuve a su lado.
Ay Laura, si supieras.
♡8♡
La mayoría de mis lectores son fantasmas. El escritor no es nada sin los lectores, después de todo, yo no escribo para mí. Necesito opiniones, ¡Gracias!
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