
Capítulo Cuarenta Y Tres|Editado
Miré en el espejo el pequeño relieve de mi estómago. Ya tenemos tres meses de embarazo.
Acaricié mi vientre y luego me puse una camisa blanca y un blazer gris que era conjunto con unos pantalones de tela ajustados del mismo color.
Eran aproximadamente las siete y media de la mañana. Hoy era mi primer día de trabajo después de tanto tiempo.
Me calcé los altos tacones negros de charol y me miré al espejo cuando ya estaba lista. Nunca pensé que volvería a utilizar un atuendo así, pero las cosas cambian. La vida cambia, nosotros cambiamos. Quizás ser una mujer formal estaba escrito en mi destino.
Tomé mi bolso con todo lo necesario y bajé a la cocina. Una vez allí comencé a preparar mi desayuno. La casa estaba en silencio, era extraño no ver a Rosa ni a Sebastián revoloteando por aquí y allá, pero deben estar dormidos y prontos a despertar. Claramente yo no los despertaría para molestar. Tenía manos y todo mi cuerpo sano para poder preparar el desayuno por mi propia cuenta y tenía mi auto estacionado allá afuera para poder transportarme.
Yo jamás fui una mujer dependiente, al contrario. No sé en qué momento comencé a ser tan consentida por las personas que viven en esta casa. Tan consentida por él.
Recuerdo todas las veces que fui despertada con un beso matutino y sorprendida con el desayuno en la cama. Realmente me había acostumbrado a sentirme amada, lástima que solo era una mentira.
Aunque Rosa diga que Daniel quiere protegerme yo no lo siento así. Siento que solo fui una piedra de tropiezo para su torcida vida y que se arrepintió de llevarme a vivir con él. Por eso me dejó.
Claro, para no sentir culpa va y me deja la casa como un "regalo". Como si la casa realmente fuera un consuelo. ¡Maldita sea! Ya no debo pensar en él.
Quité los pensamientos y me senté a disfrutar mi desayuno que consistía en avena con yogurt y frutas. Si no estuviera embarazada, el café no podría faltar.
De pronto la puerta se abrió de golpe y pegué un salto del susto. Su maldito perfume me embriagó por completo.
-Celeste -soltó impresionado.
Lo ignoré.
Seguí comiendo sin prestarle atención. Por el rabillo del ojo podía ver que me estaba observando, sin embargo yo estaba muy concentrada con mi avena mientras revisaba las redes sociales. O al menos eso fingía hacer porque en realidad en la cocina no llega señal.
Maldita casa en medio del bosque.
Una vez que dejé de sentir su mirada sobre mí, me atreví a observarlo. Estaba de espaldas a mí guardando el almuerzo en su mochila.
-¿vas a ignorarme toda la vida? -se volteó antes de que pudiera quitar mi mirada.
Sus ojos azules me miraban desafiantes. Quería responderle, pero mi ego no me lo permitía. Lo había estado evitando a toda costa este último tiempo.
-No sé qué te hice -prosiguió. -ni siquiera somos algo para que te hayas puesto así por mi beso con letty, además fue hace como un mes.
¿Letty?
Sentí rabia al escuchar sus palabras, mucha rabia. No sabía por qué, pero eso sentía.
-Solo estás despechada porque te botaron -soltó hiriente mientras salía de la cocina molesto.
¡Imbécil!
Si hubiera escuchado aquello hace un mes, habría llorado como estúpida, pero he aprendido a controlar mis emociones, ocultándolas.
Sentí el sonido de la puerta cerrándose, lo que indicaba que ya se había ido a la universidad.
Vi la hora en mi teléfono y se me hacía tarde también considerando que la casa quedaba muy alejada del centro de la ciudad.
Me monté en mi auto y me fui rumbo al trabajo. Al llegar allí todos me recibieron de muy buena forma felicitandome por mi embarazo.
Los rumores corren rápido. Me arrepentía de haberle dicho a Louisa que me había ido con un hombre casado, porque todos mis colegas creían eso.
De todos modos, haber estado con un hombre casado suena mejor que haber estado con un asesino.
Decidí apagar mi teléfono para concentrarme mejor en el trabajo, siempre solía hacerlo. Eliminaba cualquier cosa que fuera motivo de distracción.
-lleva estos papeles a la multicopiadora, necesito dos copias de cada uno y en portafolios. Bien ordenados. Los quiero aquí en dos horas. -dije extendiendole alrededor de 100 papeles a Sandra, mi secretaria. -por favor.
La extrañaba, cómo no hacerlo. Siempre fue tan eficiente. De todas formas no lo iba a demostrar frente a ella, no iba a demostrar nada.
Sus ojos se abrieron de par en par cuando mencioné la última frase y asintió energéticamente.
-los tendrá en media hora, señorita Black. -hizo ademán de irse y regresó -me alegra que usted haya vuelto, yo sí creo que tiene corazón.
Le dediqué una sonrisa cansada antes de que se fuera.
"yo si creo que tiene corazón".
¿Estaré volviendo a mi vida pasada sin buscarlo? ¿Será que mi destino es la soledad? No lo sé, pero creo que esconder lo que siento es el mejor escudo para no derrumbarme.
Cerré los ojos sin querer pensar más. Así transcurrió el tiempo, entre papeleos, reuniones y más casos que resolver.
En mi cita mensual de ayer la doctora dijo que no tenía nada de malo volver a trabajar, pero que no debía estresarme por lo que eso podía causarle a mi bebé. Así que aquí estoy.
Para cuando volví a mirar mi reloj ya eran las siete de la tarde. Guardé mis cosas en su espacio correspondiente y me marché de la oficina.
-¿qué tal tu primer día? -preguntó Laura. Estábamos tomando un café en la cafetería del edificio. Ella, porque yo solo podía tomar batidos.
-Excelente, como siempre -respondí -Cuando te gusta lo que haces, todo sale bien.
-Así es. -confirmó.
Cuando ya dieron las ocho, decidimos que era tiempo de irnos. Entonces llegué a casa a las nueve.
Puse la llave en la cerradura y sentí un mal presentimiento. Fruncí el ceño. Abrí y la casa estaba en silencio, las luces estaban encendidas pero todo era silencioso.
-¿hola? -pregunté al aire.
Prendí mi teléfono y tenía más de cincuenta llamadas perdidas, ya saben de quienes. Entonces caí en cuenta de algo.
Joder, joder, joder. No avisé.
Nadie sabía que era mi primer día de trabajo.
Deben estar preocupados.
Sentí pasos apresurados bajando la escalera. Sus ojos me impactaron, estaban furiosos.
-¡así que te dignas a aparecer! -dijo fuerte. Más bien gritó.
-Noah yo... -no me dejó terminar.
-Noah nada -se acercó amenazante. - ¡¿dónde coño estabas?!
Me hice pequeña en mi lugar.
-Solo fui a trabajar... Debería haber avisado. -confesé sincera.
-¿Trabajar? ¿Te das cuenta en las condiciones en las que estás? -dijo mirando mi estómago.
-¡Estoy embarazada no enferma! -grité ya alterada. Estúpido.
-Sí, lo que digas. -tomó su teléfono en sus manos y se puso a realizar una llamada. -Hola, sí. Ya llegó. Ok, nos vemos.
-¿Era Rosa? -pregunté.
-Quién más -dijo y no sonó a pregunta, sino a afirmación. Estaba enojado. -fueron a la comisaría.
-¡¿Qué?!
-Algo que cualquier persona normal haría. -dijo subiendo la escalera.
-Espera -dije siguiéndolo.
Entró a su habitación, la cual quedaba muy lejos de la mía. Iba a entrar tras él cuando hizo el ademán de cerrar la puerta.
-¡¿vas a dejar de ser un estúpido alguna vez en tu vida?! -grité molesta por su actitud. Seguido de eso entré a su habitación de un impulso.
-¿estúpido? -preguntó incrédulo. -¿Quién es la que ha dejado de hablarme casi un mes? ¿La que llora todas las noches y deja la puerta con llave para que yo no entre? -dijo acercándose peligrosamente -¡porque yo no he sido!
-¡Es tu culpa! -exploté, retándolo con la mirada.
-¿Mi culpa? Sí, claro. -dijo sarcástico.
-¡Sí! Tu culpa -dije apuntando su pecho. -tú eres quien se anda besuqueando con cualquiera por mi casa. -solté sin pensar.
-Y tú eres la que no deja de llorar por un idiota que quizás está al otro lado del mundo y no precisamente pensando en tí. -escupió.
-¿y? ¿Te duele? -lo reté.
-Sí. Joder, sí.
Me quedé callada unos segundos sin saber que responder, hasta que recordé lo que me dijo en la mañana.
"solo estas despechada porque te botaron."
-¡eres un Imbécil! -lo empujé -¡Te odi...! -su boca pegada a la mía no me permitió terminar.
Me besó. Así, sin más.
Su beso era fogoso, era hambriento. Como si ese beso llevase tiempo esperando ser correspondido, ser realizado.
Lo peor de todo, es que yo le estaba correspondiendo. Pasados unos minutos, finalmente nos distanciamos y su propuesta me dejó helada.
-Quédate conmigo esta noche.
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