Capitulo siete
Y va. Ata con fuerzas sus zapatillas y se pone de pie.
1 2 3... Por donde caminas vas dejando huella y el mundo se vuelve el mayor de los escenarios.
¿Quién dijo que para bailar necesitas un traje elegante? Eres bailarina en el momento en que das el primer paso. Y no necesitas de ningún vestido con pedrería para resaltar tu belleza. Lo eres por naturaleza.
Como al elevarte sobre tus puntas pareces una pluma que mece el viento. Cuando eres tú quien hace cada movimiento. Tan delicado, tan único. Como tú.
Porque así tu eres bailarina. Que con tus brazos y pies nos cuentas tu historia. Y con tus gestos nos trasmites tus sentimientos.
Y para ti nunca baja el telón. Aun cuando descansas y ya no llevas puestas tus zapatillas de punta. Porque, aun durmiendo, tu sigues siendo bailarina.
Eso lo escribió ayer en la noche pensado en ella. Por lo menos pudo pegar el ojo mucho antes que de costumbre; porque hoy no solo ha quedado con ella, también piensa entregarle ese poema. Una parte de él le dice que está haciendo la peor cursilada del mundo, no solo por darle algo que escribió pensando en ella, sino porque hasta lo guardo en un bonito sobre joder. Y aunque pareciese un crio intentando entregarle una carta a su amor secreto, es algo que le importaba menos. Porque se había dejado guiar por una vocecilla, esa vocecilla que lleva escuchando desde hace días. Diciéndole que lo haga, que se arriesgue. Ah algo que no está acostumbrado y, aunque cree que puede terminar un fracaso como con el libro, también puede suceder algo como aquella vez.
Así que se lavó el rostro para poder despertarse de una vez, se alisto, y después de tomar un corto desayuno salió rumbo al instituto; con aquel sobre en manos y su contenido especial. La mañana de aquel día parecía estar de su lado, solo faltaba que apareciesen el sol con una sonrisa de oreja a oreja para que creyese que el día era perfecto y le desease suerte. Y sin darse cuenta, había llegado a la entrada del instituto. Cuando ayer se quedó esperando faltando menos de diez minutos para que cerraran el enrejado, decidió venir un poco antes. Además, supuestamente ella iba a llegar antes que él.
Y ahí estaba, al igual que ayer, esperándola en la entrada. Nadie sabía lo nervioso que se encontraba Víctor, aunque los alumnos que pasaban por su lado lo viesen igual de intimidante y sombrío como de siempre. Por si fuera poco, Alex y sus amigos ya habían llegado mucho antes que él y así no tendría que lidiar con ellos. Tampoco Manu no aparecería hasta más rato, así que tampoco corría el riesgo de que tanto él como Hanna se enterasen de su plan y comiencen hacerse ilusiones. Solo está haciendo eso como un amigo ¿Pero ya son amigos? ¿O compañeros?
Mientras se debatía en su cabeza, no se percató de que un auto negro se había detenido frente a la entrada. Pero cuando lo hace, ve que de la puerta del copiloto sale París. Una media sonrisa aflora en sus labios y aprieta no tan fuerte la carta que lleva en sus manos. Hasta hace unos segundos ella no ve que él está ahí, pero, cuando lo hace, sonríe tímidamente...pero luego su sonrisa desaparece y aprieta sus labios. Víctor no lo comprende, ¿Qué ha visto? ¿Había alguien detrás de él? Entonces se da la vuelta y ve que no hay nadie. Y cuando se vuelve, ve que París ha pasado por su lado y entra al instituto sin voltear a mirarlo.
Son unos segundos en los que se le queda mirando mientras ella entra a las instalaciones, hasta que por fin reacciona y va detrás de ella. Pero cuando se acerca lo suficiente como para poner su mano sobre su hombro. Pero rápidamente París se gira un poco y le pega un poco la mano para que se aparte.
– No te me acerques. – Dice casi en un susurro y en un tono casi gélido. Entonces Víctor se detiene y deja de intentar acercarse más a ella. Viéndola entrar y perderse por los pasillos. Algo que también él debe hacer.
Esta en clase de literatura, el tema que están viendo hoy es el mundo de Dante Alighieri y casi no presta atención. Creo que es algo normal de un lector, que en literatura sepas demasiado bien las obras. Eso le da la posibilidad a Víctor de procesar lo que ha pasado en la entrada del instituto. Sigue sin asimilarlo; mejor dicho, no está aceptando el repentino desaire de París hacia él. Ha querido creer que la chica que le hablo no era París, pero era una idea tonta. Claro que era ella. ¿Pero acaso era la misma chica tierna y divertida con la que ha estado hablando ayer anoche? Porque hoy pareciera que lo último que quisiese fuera estar con él. También ha tenido la tentativa de escribirle antes de que iniciasen las clases, pero tras meditarlo un poco decidió que no.
Su mirada se desvía de la pizarra a la carta que esta junto a su blog.
– León, ya que estas tan empapado sobre el tema. ¿Nos podrías contar que encontramos en el purgatorio? – Dice el profesor.
– Claro. En el purgatorio...
Y empieza a explicar lo que sabe, y lo último que dice coincide con la campana del receso. Como siempre, ese sonido chillón es un alivio para todos los alumnos que no dudan en recoger sus cosas y salir del salón. Víctor se vuelve a sentar y guarda sus cosas con pesar, y vuelve a tomar la carta en sus manos y la mira mientras sus dedos juegan con él papel.
– Desde que entre al salón, me percate que algo te tenía distraído. – Dijo el profesor de literatura – ¿Sera el contenido de ese sobre? – Pregunta. Víctor alza la mirada hacia el adulto que se ha acercado y ve como ocupa el sitio que esta delante de él. Muy aparte de que él sea el tutor de su clase, ese hombre son uno de los pocos que le agrada del instituto. Él conoce un poco su historia, y lo comprende y a veces le da uno que otro consejo. Siempre ha creído que él puede cambiar y puede hacer muchas otras cosas mas si se lo propone, pero en ese aspecto Víctor siente pena al decepcionarlo.
– Pues... Escribí algo. – Dice sonando no tan cortante y amable a la vez.
– Así que el contenido es un escrito tuyo. – Reafirma – ¿Puedo? – Pregunta extendiéndole la mano. Víctor lo mira unos segundos en lo que decide si mostrarle el poema. Pero al final se lo entrega. El profesor lo mira por unos segundos, para luego abrirlo con sumo cuidado y extraer su contenido. Toma el papel y deja el sobre a un lado en lo que se dedica a leer el poema. Víctor lo mira expectante a su respuesta y a cada una de sus gestos. Hasta que ve por sus ojos que llego al último párrafo.
– Siempre te he dicho que deberías dedicarte a la escritura León. – Dice mientras dobla el papel y toma el sobre para volverlo a guardar. Y era cierto, él siempre le había dicho que debería dedicarse a la escritura. Lo ve en sus trabajos de lenguaje, y no duda que le vaya ir fenomenal. Pero mas convencido está el que lo cree, menos quien que debe creérselo no mucho.
El profesor le devuelve la carta a su dueño y Víctor la toma mirándolo embobado como hace unos minutos – Por cierto, ¿Ese poema está inspirado en una bailarina en especial?
Aquella pregunta toma desprevenido a Víctor, quien se tensa y aprieta un poco la carta. ¿Qué si el poema está inspirado en una bailarina en especial? Si. En una sola. Una que se pasa un mechón de pelo rebelde detrás de la oreja cuando está nerviosa, una que tiene unos ojos grandes color jade y tiene las heridas en los dedos mas bonitas. Y que hoy, no ha querido saber de él y muchos menos sobre la carta que era para ella.
– No. El otro día vi el ballet por la televisión y de la nada surgió. – Dice sonando lo mas convincente posible. Por mas que le agrede ese profesor, no piensa contarle este capítulo de su vida y mucho menos decirle quien es la musa de este poema. Porque lo más probable es que sepa quién es, ya que él también le dicta clases a ella. El profesor lo examina disimuladamente y se ajusta sus gafas.
– Bueno. Me ha gustado tu poema, pero la próxima vez que eso no impida que prestes atención a la clase. – Dice tomando su maletín y parándose del sitito donde estaba sentado. Víctor solo asiente a lo que dice y el también termina de guardar sus cosas, dejando la carta otra vez en la carpeta. Hasta que el profesor lo llama, y desvía su mirada de la carta hacia donde estaba el profesor – Solo recuerda que los mejores poemas han sido inspirados en la musa de un amor imposible.
Tras guardar unos cuadernos en su casillero, se va a la biblioteca a leer un rato antes de que acabe el receso. Nunca para en el mismo sitio durante los recesos, creo que ese es el punto por el que Manu nunca lo encuentra. Pero hasta ahora, solo una persona lo ha encontrado... Alguien a quien en muy fondo quiere ver y espera que lo encuentre otra vez.
Cuando entra a la biblioteca ve que hay algunos alumnos estudiando o terminando los deberes en una de las mesas de estudio. Otros están leyendo o buscando algún libro que necesitan. Así que Víctor se aleja de todos ellos y va a la parte trasera, donde solo hay varios estantes con libros que casi nadie busca y esta el gran ventanal. Es un viejo lugar al que solo recurre cuando esta lloviendo afuera y quiere disfrutar de una buena lectura mientras las gotas golpean la ventana. Pero cuando llega a su lugar de lectura, ve que hay otra persona ahí. La ve sentada en el suelo abrazando sus rodillas y su cabeza recostada sobre estas mientras mira por el ventanal. Ahora él la ha encontrado a ella. No sabe qué hacer, si acercarse o quedarse donde esta. Pero si sabe que tiene que decir.
– París. – Dice. Solo pronunciar su nombre ha hecho que ella reaccione y haga ese gesto tan característico. Para luego girar su rostro y fijar la mirada en él. Tiene los ojos un poco mas grandes y sus mejillas mas sonrojadas. ¿Qué ha pasado?
– Hola. – Dice sonriendo a medias, ni siquiera desprende ese brillo que siempre logra transmitir. Otro detalle que no le pasa desapercibido a Víctor.
– ¿Te encuentras bien? – Pregunta mientras se sienta frente a ella y se recuesta en el estante que tiene atrás. Al ver que no responde comienza a sacar sus propias conclusiones, y todas giran en torno a Alex y compañía.
– Si, todo bien. – Afirma con una sonrisa tímida, y tras unos segundos vuelve a tomar la misma expresión que de la mañana. Solo que esta vez niega con la cabeza – Bueno, tal vez no tanto como quisiera.
– Ya veo... ¿Quieres hablar de eso? – Le propone. Si algo aprendió de sus citas con el psicólogo, es que siempre hablar del problema ayuda. Y ahora, sin importarle lo que paso en la mañana, quiere ayudarla.
París medita un poco su propuesta, pero luego asiente con la cabeza.
– Haber... ¿Por dónde empiezo? – Dice desviando su mirada de la de él y abraza un poco más sus piernas – Me siento mal porque... las cosas no han salido como he esperado y...he tenido una actitud horrible.
– Vale. Y, ¿a qué te refieres con lo primero? – Pregunta Víctor. Y si uno lo oyese bien, parecería un psicólogo.
– Empecé la mañana, por así decirlo, con el pie equivocado. Y a causa de eso, he tenido una actitud horrible con alguien que no lo merecía... Y no se si esa persona me va a disculpar por eso. – Confiesa. Víctor la escucha con atención, y aunque quiere preguntar lo que hizo que tuviese una mala mañana, no piensa hacerlo. A menos que ella quiera contarlo, y no piensa forzarla.
– ¿Por qué no lo intentas? – Sugiere – A lo mejor no sabía que estabas teniendo un mal día.
– Tal vez. – Dijo a lo bajo – Entonces... ¿Me disculpas Víctor?, ¿por mi actitud de la mañana? – Dice. Víctor la mira con comprensión y se acerca a ella
– Por supuesto. – Dice quedando frente a frente – Ya paso y, te entiendo. También cuando estoy teniendo un mal día... quiero desaparecer. – Dice haciendo algo que nadie esperaba.
París mira como la mano de Víctor le toma uno de sus tantos mechones rebeldes y se lo pasa detrás de su oreja, y como después de hacerlo se desliza hasta llegar a su mejilla. El simple roce de la mano de Víctor en su mejilla le hace contener el aire y las siente enrojecer; y cuando vuelve su mirada hacia él, ve que sus mejillas han adquirido el mismo color. Solo que más leve. Negro y Jade se encuentran otra vez quedándose así por unos minutos eternos. Solo un movimiento por parte de ambos pondría fin a todo, y solo bastaría un roce por parte de alguien para que haya fuegos artificiales. Pero otra vez el chillido de la campana los despierta. Y la mano de Víctor deja la mejilla de París. Víctor mira hacia la ventana y París hacia abajo, hasta que es Víctor quien rompe el silencio.
– Sera mejor que... vayamos a nuestra próxima clase. – Dice poniéndose de pie. Y cuando esta por irse, unas manos lo toman del brazo. Cuando se voltea ve a París con la cabeza baja. Víctor, mas allá del asombro de su reacción, le gustaría saber que está pensando y por qué hizo eso.
– Oye, Víctor... ¿Te parece si nos salteamos esta clase? – Pregunta. Y alza un poco su rostro dejando ver sus mejillas iguales a dos tomates. Víctor la mira abriendo un poco los ojos del asombro. Porque no lo está invitando a saltearse una clase, sino también a que se quede con ella – Sino puedes, lo comprendo y puedes. – Pero antes de seguir hablando, ve que Víctor se sienta a su lado y se recuesta en el mismo estante al que ella esta recostada.
– Esto responde a tu pregunta. – Dice. Ve que como una sonrisa tímida aflora en sus labios y le contagia a hacer lo mismo – ¿Y no tienes miedo de perder tu clase y manchar tu historial con tu inasistencia?
– Bueno. – Dijo entornando los ojos para luego volver a fijarlos en su compañero – Digamos que no tengo tantos ánimos de ir y...
<< ¿Y qué?>> Piensa Víctor
– Y creo que no hay nada de malo saltearse por una vez una materia. – Dice con inocencia en la voz. Comprendiendo que esta es su primera travesura escolar.
– Si supieras cuantas materias me he salteado durante los últimos meses. – Dice, lo cual provoca una risa a París.
– Por cierto. Cuando te vi en la entrada del instituto, llevabas un sobre en tus manos ¿no? – Dice mirándolo con curiosidad. Se refiere a la carta - ¿Qué era?
– Hum, pues. – Dice llevándose las manos al bolsillo de su chaqueta y encontrando en una de ellas la carta. Piensa sacarla de su escondite y dársela ahí mismo, pero algo pasa por su cabeza y detiene a su mano de sacarla – Algo sin importancia.
<< No. Todavía no>>
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