Capitulo cuatro
Otra vez lunes. Como decía el gato Garfield: "odio los lunes." Y se podría decir que se aplica a la mayoría de personas, incluyendo a Víctor. Por lo menos a dormido un poco más la noche anterior y no despertó con el mismo humor de siempre. Y tras tomar un café mañanero y una tostada, va camino al instituto. Ah este puede ir caminando y no como el otro que tenía que ir en bici si quería llegar a tiempo a la primera hora. Cruza el ultimo semáforo y al doblar a la izquierda llega a su destino. Siente que tiene una agujeta suelta y se agacha unos segundos para atarla. Cuando se para, ve que en la entrada del instituto se encuentran amigos, parejas y grupos para entrar juntos al edificio, mientras se cuentan lo que hicieron el fin de semana y empiezan ya a planear el que se viene.
<< ¿Ya habrá llegado?>> Se pregunta a la vez que vuelve a pensar en ella. Algo que ha hecho todo el fin de semana entre horas. Y, sin que se dé cuenta, se queda parado frente a la entrada del instituto. Esta vez no tiene ninguna agujeta suelta.
<< ¿Qué haces?>> Se dijo a si mismo al comprender que estaba en media calle estático como un poste. Y aunque intenta mover sus pies, estos parecen no obedecerle ¿Qué está pasando? No lo sabe. Hasta que escucha una vocecita decirle que no se mueva y que va a esperar a que ella llegue. ¿Ella?
– París. – Dijo. Y cuando se percata que dijo su nombre, tapa su boca y mira a todos lados asesorándose de que nadie lo ha escuchado. ¿Va a esperarla? Eso ni siquiera lo tenía planeado. Aunque le cueste reconocer que lo iba a hacer en un principio.
¿Pero habrá llegado ya? ¿O llego antes? Y si aún no llega, ¿Estará bien esperarla? ¿Y si nunca llega y él se termina quedando afuera? ¿Y si enfermo? No sabe dónde vive y tampoco puede preguntarle. Teniendo ayer para preguntarle su número ¿Pero se lo hubiese dado?
Y cuando se estaba formando otra pregunta, siente como una mano le da una palmada en la nuca sacándolo de sus pensamientos.
– Hey V. No te quedes parado en media calle que no eres un poste. – Dijo Manu colocándose a su lado – ¿Qué estás haciendo?
– ¿Eh? – Dice mirándolo sin comprender nada. Luego se da cuenta de que estaba haciendo – Ah, nada.
– Mejor vamos entrando. Que no falta nada para que suene esa campana. – Dice entrando al edificio. Víctor lo sigue y, por un momento, mira hacia atrás con la esperanza de ver a cierta persona llegar. Aunque el sonido de la campana mata toda esperanza.
Tal vez llega tarde o ya está en su pupitre lista para la primera hora. Como el también debería hacerlo. Pasa rápidamente por su casillero para recoger un libro y sigue andando junto a Manu hasta que ambos llegan a sus salones. Nada más se sienta y ya aparece el profesor de mates. Qué bonita forma de iniciar un lunes que pudo haber sido diferente.
El clásico sonar de la campana interrumpe al profesor de historia y su tan interesante clase sobre la Ilustración. Algunos alumnos salen a la cafetería a completar el desayuno perdido, otros a tomar un poco de rayos UV y otras prefieren quedarse en el salón revisando apuntes y cualquier otra cosa. Normalmente Víctor se queda leyendo en el salón o revisando uno que otro apunte, pero durante la clase ha decidido hacer algo diferente esta vez. Se cuelga su mochila y sale del salón en dirección al salón de Manu. Aunque quiso negarse cada segundo, en el fondo quería comprobar si había venido a clase. Ahora que estudian juntos, pero en diferentes salones, quiere conocer como es ella dentro de los muros del instituto. ¿Pero cómo hará para mirar sin parecer muy obvio? Fácil, los baños están cruzando por su salón y el mirar como si estuviese pasando por casualidad no será un problema. Cuando ya ésta cerca, acorta el paso y mira a todos lados para no ser ya más obvio su intención, hasta que mira hacia su salón y la busca con la mirada como la otra vez. Ya mas o menos ubica su pupitre, así que no es tan difícil encontrarlo. Pero cuando lo hace, este está vacío. No hay ningún libro encima, ni una mochila colgada y tampoco hay rastro de una chica de piel blanquita pasándose un mechón detrás de la oreja.
Suspira. Bueno, ya hizo lo que había querido hacer. Y aunque albergaba eso como una última oportunidad para verla y, tal vez, hablar con ella. Quedo descartado.
– Hey marginado, ¿Ah quien esperas? – Dijo alguien detrás de Víctor. No hacía falta darse la vuelta para saber que se trataba de Alex. Eh igual lo hizo, porque no pensaba quedarse ahí. Ya había hecho lo que tenía que hacer así que lo único que le quedaba era irse de ahí. Lo miro con una cara de pocos amigos y paso por su costado sin molestarse en lo que hiciese. Ese no era su problema. Pero no conto con que este lo siguiera hasta colocarse a su altura – Habla León, entre amigos, ¿a quién estabas esperando? ¿Sera la blanquita esa de mi clase? – ¿Desde cuándo él es su amigo? No piensa responderle ¿Ah él que le interesa si la estaba esperando a ella? No es de su incumbencia. Así que camina más rápido hasta bajar las escaleras y llegar a donde está su casillero. Cuando lo abre ve que Alex se ha recostado en una de las paredes.
– ¿Es que no tienes a nadie más a quien molestar? – Dijo medio cabreado.
– Tranquilo, no te enojes. Solo quería comentarte algo sobre la blanquita. Mejor dicho, la putita de París. – Dijo. Aquello descoloca a Víctor, que deja de hacer lo que está haciendo para tomar a Alex de la camisa y golpearlo contra los casilleros.
– ¿Quién crees que eres para faltarle el respeto? – Dijo ya cabreado y con unas inmensas ganas de partirle el rostro. Algunos alumnos se colocan alrededor de ellos, pero no lo suficientemente cerca con el temor de que uno de ellos caiga o salga volando.
– ¿Y tú?, ¿Eres su novio? ¿O es que acaso te interesa la putita? – Lo desafía con cada pregunta. Víctor atienta con molerlo a golpes ahí mismo por llamarla así. Hay dos cosas que tiene clara: que Alex no tiene derecho alguno de llamar así a París. Y que esta vez le partiría la cara. Pero antes de poder dar el primer golpe, algo lo detiene... Entonces baja su puño y vuelve a agarrar fuerte de la camisa a Alex.
– Nunca la vuelvas a llamar así. Tiene un nombre, y no es putita. – Dijo con un gran odio en su voz al igual que su mirada. Para luego soltarlo dejándolo caer junto a los casilleros- También búscate a otra persona a quien joderle la vida. – Dijo cerrando su casillero de golpe y abriéndose paso entre los chismosos que esperaban ver una pelea. Y esta vez se quedaron sin una.
Camina hacia un rincón solitario del instituto en donde hay un viejo árbol que da un poco de sombras, para luego sentarse a los pies de este. Y cuando lo hace, bota todo el aire que ha estado conteniendo desde que se enfrentó a Alex. Hoy casi vuelve a perder los papeles y le iba a dar su verdadero merecido. Que va, ya los había perdido y solo buscaba molerlo a golpes. La había llamado puta a París. Su París... Aquella última frase fue lo que evito todo. Se estaba refiriendo a ella como su...París.
– Que tontería. – Pensó en voz alta.
– ¿Qué es una tontería? – Pregunto alguien. Víctor mira en dirección de donde provino la voz, y al hacerlo ve a París. Hace un gran esfuerzo de su autocontrol para ocultar el asombro de verla ahí y que haya escuchado lo que dijo; quedándose viéndola como un idiota sin voz y sin respuesta. Hasta que ve que sonríe y se acerca hasta donde esta él – ¿Te parece si me siento?
– Claro. – Responde tras una breve pausa, y se mueve un poco para dejarle espacio a la recién llegada. París ocupa aquel lugar y cruza las piernas cuando se sienta.
– Entonces... ¿Sucede algo? – Volvió a preguntar.
– Pues. – Alargo mientras pensaba en alguna excusa creíble y buena. No piensa decirle, ni en un millón de años, que estaba pensando en ella. Hasta que mira con disimulo el libro que estaba en su mano, formando una verdadera excusa – Que al final el escritor de Hazel era un ermitaño malhumorado y no el gran escritor de una obra maestra.
– Creo que las apariencias engañan. – Opina.
– Mucho. – Responde. Pero entonces su cerebro reacciona a algo que había pasado por alto: ¿Cómo sabía que él estaba ahí? Nadie suele venir a este lugar y solo lo conocen Manu y él. Así que se anima a preguntar – Oye, ¿Cómo sabias que estaba aquí? – Dijo. Y al notar por su expresión, la pregunta la había tomado por sorpresa. Pero solo tardo unos responder.
– Resulta que escuche a Alex, maldecir al aire porque lo golpeaste con los casilleros cuando...te estaba hablando de algo. – Entonces ahí es cuando recuerda el sobrenombre que le había puesto a París. Y otra vez esa pregunta volvió a aparecer en su cabeza. ¿Por qué le dijo puta?
– Si, sobre eso. Él... me dijo que. – Se le forma un nudo en la garganta, no pensaba llamar de esa forma.
– Soy una putita, ¿no es así? – Y termina la frase. Víctor abre un poco los ojos y voltea a mirarla. Viendo a París tranquila con su cabeza sobre sus brazos. Pero antes de que pueda decir algo más, ella se voltea a verlo y añade una confesión que no se lo esperaba – Si, soy consciente de que me llaman así.
– ¿Desde cuándo ellos te llaman así? – Se atrevió a preguntar.
– Desde... que inicio el curso. – Dice. Víctor hace un recuento mental y no falta nada para que se cumpla cuatro meses desde el primer día – Ellos llevan tiempo llamándome de esa manera y la verdad no entiendo por qué. Pero como no me importa mucho, no me afecta. – Confiesa pasándose un mechón detrás de la oreja. ¿Pero que les ha hecho esta chica a Alex para meterse con ella?
– Me parece una tontería que ellos te llaman así sin motivos. Y, sobre todo, porque yo nunca pienso en esa palabra cuando pienso en ti. – Dice. Fue la última oración lo que hizo que París abra los ojos del asombro. Y, tras procesarlo un poco, Víctor se da cuenta de lo que ha hecho.
Idiota. Le ha dicho que piensa en ella. Y aunque parezca estar tranquilo, siente un gran alboroto en su interior. ¿Ahora que le dice? ¿Qué le responde? Otra vez está siendo un idiota. Que no lo piense tanto y que responda de una vez y ya – Perdón. Eso que. – Pero una risilla lo interrumpe. Ella está riendo.
– Está bien. No te preocupes, en serio. – Dice regalándole una de sus tiernas sonrisas. En cierta forma, agradece que aquella palabra le haya devuelto la sonrisa. Aunque la próxima vez tendrá mas cuidado al decir las cosas. Ve como París se pasa un mechón rebelde y se humedece lo labios – Entonces... Si no es esa palabra ¿En cuál piensas entonces? – Pregunto con timidez. Aquella pregunta lo toma a Víctor desprevenido. ¿En qué palabra piensa?
– Bueno. – Dijo posando una mano sobre su mentón dándole un aspecto de un pensador, lo cual provoca otra risilla a París. Hasta que chasquea sus dedos. Ya sabe cuál usar – Diría que poesía.
– ¿Poesía? ¿Por qué?
– Porque eres varias palabras hermosas en una sola composición. – Responde. Ve que aquella respuesta no se la esperaba y sus mejillas rojas son prueba de ello.
– ¿Qué-que dices? – Tartamudea bajando la mirada pasándose otro mechón detrás de la oreja. Víctor no pretendía ponerla nerviosa, la ha incomodado.
– Perdón por lo que dije... en serio. Tú me preguntaste y. – Y te respondí con la verdad. Pero no va a decir eso. Esta vez no. ¿Ahora que hace? – Y dime, ¿Qué palabra usarías si pensaras en mí? – Pregunta. Ve que alza la mirada hacia él. Duda que ella piense en él. Y si lo hiciera, seguro que violento y callado seria lo primero en lo que pensara.
– Pues. – Dice poniendo su dedo índice sobre sus labios, pensativa. A Víctor le da ternura – Diría que príncipe. – Víctor tose unas cuantas veces para evitar soltar la tremenda carcajada que le había provocado la respuesta de París. Él ¿Un príncipe?
– ¿Segura que no has equivocado de persona o de palabra?
– ¿Por qué me habría equivocado?
– Digamos que hay personas que, al pensar en mí, se les viene una palabra en especial a la cabeza. Y si no es esa, una parecida. Pero siempre haciendo referencia a que soy una especie de bestia. Y príncipe...creo que no me pega.
– Yo creo que sí. – Afirmo, para luego añadir – Y, creo yo, que le gente se equivoca al cómo piensa de ti. Porque...te miro y, eres todo lo contrario a una bestia. – Dice sin apartar en ningún momento sus ojos de los de él. Y pensar que ayer lo miraba con miedo tras golpear a Alex. Y hoy, lo mira con ternura y sin un rastro de temor. También, aquellas dudas que tenía sobre como París piensa de él han desaparecido. Para ella, él no es ninguna bestia. Y, aunque le da gracia, es un príncipe.
Ve que aparta su mirada hacia abajo a un lugar en específico. Víctor no entiende a que, y al mirar al mismo lugar que ella ve que su mano esta sobre la de París. Lo ha hecho inconscientemente, claro está. Pero era algo que llevaba tiempo queriendo hacer y sin querer ha sucedido. Ahora que vuelve a sentir su tacto, regresa aquella sensación que cuando la tomo por primera vez.
Entonces ambos vuelven a mirar al otro al mismo tiempo. No saben qué hacer. Víctor está perdido en los ojos de ella y ella también en los de él. Se escucha algo sonar cada vez más fuerte ¿De quién estaba sonando su corazón?
Y sin querer... sus ojos se posan en sus labios. París se da cuenta y hace lo mismo. ¿La va a besar? La va a besar. Y ella... ¿También a él? ¿Va a dejar que la bese? Eso es lo que está haciendo. Está totalmente inmóvil sin saber que hacer mientras que Víctor se está acercando cada vez más a su rostro, con el objetivo de juntar sus labios con los suyos.
Pero cuando Víctor ya estaba por rozar la comisura de sus labios. El estrepitoso sonido de la campana lo detiene en seco, sacando a su vez a París de su pequeño estado de inmovilización y poder pasarse un mechón detrás de la oreja.
Víctor también reacciona y ve lo que estaba a punto de hacer. Y cuando París gira su rostro hacia otro lado, el también hace lo mismo. Él...Estaba a punto de besarla. ¿Ahora que le dice?
Pero antes de que le dé tiempo de pensarlo, es la misma París quien rompe ese silencio incomodo que acababa de pasar.
– Creo que va siendo hora de regresar a clases. – Dice París, pero no obtiene una respuesta por parte de Víctor. Pero solo es cuestión de unos segundos hasta que él se para, se sacude la parte trasera de sus vaqueros y se acerca a París ofreciéndole su mano para que pueda levantarse.
Alza su rostro y ve a un Víctor con un detalle en su rostro ¿Acaso esta sonrojado?
Y sin pensarlo dos veces, toma su mano y él la ayuda a incorporarse. También se sacude la parte trasera de sus vaqueros y ambos emprenden camino hacia las instalaciones del instituto para su próxima clase. Durante el corto trayecto nadie dice nada y caminan uno al lado del otro, sin ser ni uno consciente de que el otro lo mira de reojo cada que puede.
Cuando ya están por los pasillos ven que solo hay algunos alumnos rondando por ahí yendo a su próxima clase. Ellos también deben hacer lo mismo. Entonces París, antes de ingresar a su clase, voltea a mirar a Víctor por última vez y lo ve despidiéndose con la mano. Ella también hace lo mismo y entra a su salón, desapareciendo de la vista de Víctor. Que luego hace un puño con la mano con la que ha saludado.
¿Pero en que estaba pensando? ¿Tantas ganas tenia de hacer lo que la campana había interrumpido?
– ¿Qué sucede Víctor?
– ¿Ah que te refieres?
– Estas más raro de lo normal.
– Dime una vez que haya sido normal. – Dice sin detener el paso en ningún momento. Isabel resopla y se acerca hasta estar a la misma altura. Víctor no entiende de que se sorprende, siempre fue y será así. Ha tenido un día muy fuera de lo usual. Para él, un chico que siempre intenta pasar desapercibido, pero fracasando en el intento, lo ve así. Ah salido con Isabel para dejar pasar todo lo que ha pasado hoy. A la vez que tuvo un buen detalle con ella. Pero otra vez, cuanto mas quiere dejar de pensar en las últimas horas desde que esta despierto. No puede.
– Ya, bueno. Cambiando el tema. Gracias por pasar por mí a la universidad. Y ¿qué te parece si vamos a almorzar?
– Isabel. Sabes que
– Anda hombre. Acéptame un almuerzo. No quiero comer en casa y sé que a tu tampoco. – Dice pasando su mano por su mejilla hasta que uno de sus dedos se desliza hasta sus labios. Parece que no le queda de otra; además, no quiere ir a casa y explicar donde estuvo en toda la mañana.
– Si pagas tú...
– Obviamente que pago yo. – Dice reemplazando sus dedos por sus labios. Víctor muestra una sonrisa seca y sigue a Isabel hasta un bar que parece ser de comida rustica. Ambos entran y se sientan en una de las mesas que están pegadas a la pared. Una simpática chica se acerca a ellos y les cuenta de que consiste el menú del día. Él pasta de carne molida y ella un puré de espinaca con una tortilla vegetariana. Y para compartir, una jarra de limonada de fresa. La chica lo apunta con rapidez y se despide, para después irse.
Los dos chicos no hablan mucho, aunque ese sea Víctor que solo responde con monosílabos. Isabel cuenta que las clases en la universidad se le están haciendo muy cargadas, la carrera de comunicación es algo difícil. Y que hoy un tío de último año se quiso sobrepasar con ella intentando tocarle su culo y que ella se encargó de ponerlo en su lugar. Eso algo que es admirable de Isabel, ella no arma ningún escandalo cuando algo así sucede y lo hace de una manera impecable. Al cabo de unos minutos llega su comida que da un buen aspecto. Y cuando están a punto de hincarles el diente, el teléfono de Víctor suena.
– ¿Y ahora? – Dice murmurando. Mira y ve que se trata de Rose. Hace una seña a Isabel que se trata de su madre y que tiene que hablar en privado. Una vez que esta algo lejos de ella, contesta el teléfono – ¿Hola?
– Víctor, pero que si uno no te llama no contestas. Te escribí a tu whatsapp preguntando donde estabas y si venias a almorzar. – Su voz es una mescla de regaño y preocupación. Como si llevase frente al teléfono horas esperando una respuesta.
– Estoy bien. Salí a tomar aire fresco y ya estoy almorzando por aquí.
– Ok. Pero... ¿Vienes a cenar? – Pregunta. Se está volviendo algo pesada.
– No sé. Dependen como se den las cosas. Yo te aviso. Adiós. – Responde. Escucha un suspiro tras la línea. Y, después de despedirse, cuelga la llamada.
Víctor se guarda el móvil en un bolsillo del pantalón y se vuelve a la mesa donde esta Isabel esperándolo con los platos ya servidos. Isabel ve por la expresión de su rostro que esta aburrido. Ella no sabe mucho de la relación de Víctor con sus padres, pero sabe que ellos se han empeñado en estar pendiente de cada uno de sus movimientos. Lo cual le irrita a él demasiado.
– ¿Qué te dice tu madre?
– Estaba preocupada porque me había desaparecido todo el día y preguntando si iré a cenar.
– ¿Y tú le has dicho?...
– Que no sé. No entiendo por qué se preocupa tanto, ya cumplí la mayoría de edad y....ya cumplieron con su obligación.
– Oye Víctor, ¿No has pensado...no sé...en irte? – Dice. Es una pregunta muy poco peculiar. La idea de irse no había rondado por su cabeza desde hacía mucho tiempo. Pero luego meditándolo, la consideraba una idea desesperada.
– ¿Qué ganaría si me voy? Nada.
– Claro que ganas algo. Tu libertad. Ya no mas padres, no mas repetir instituto y solo tienes que buscarte un trabajo para mantenerte y un piso.
– Lo haces sonar fácil. Igual, no es una gran opción.
– Tal vez. Pero con respecto al piso, no estaría mal tenerte como compañero. – Dice sonriendo. Víctor se detiene antes de llevarse el tenedor a la boca- ¿No te gusta la idea?
– Isabel, gracias por la oferta pero
– Pero dime tú Víctor, ¿Cuántas veces vas a volver a repetir el curso? – Aquella pregunta lo hace cuestionarse. Y es que es cierto, hasta que no termine el instituto no puede hacer nada. Pronto cumplirá los diecinueve años, y no espera tener veinte cuando sea el próximo curso. Y como van las cosas, parecen que va a ser así.
– Mejor sigamos comiendo.
– Vale. – Dijo partiendo su tortilla – Disculpa por insistir.
– No, para nada. – Otra vez miente, es demasiado insistente. Pero solo quiso hacerlo con la intención de ayudarlo. Pero eso lo ha desesperado – Se que tus padres no están en casa. Así que, ¿Te parece si vamos después?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro