Capitulo catorce
Agradece que hoy no tiene que pasar por París, no quiere darle explicaciones. O, mejor dicho, no está listo para decirle que no puede dormir por culpa de sus pesadillas. Si, suena igual como si lo dijera un niño pequeño. Pero para Víctor esto es más complicado...
Tras finalizar las clases, no se ha vuelto a ver con París y mucho menos le mandó un mensaje. Y fue el mismo Manu quien se acercó a él y le dijo que vio a su "Julieta" con una cara de preocupación durante las siguientes clases y que ha intentado simpatizar con ella, lográndolo con cierto éxito. Hasta intercambiaron números. Víctor arquea una ceja cuando dice "su Julieta" a París y espera que este payaso no se haya ido de lengua otra vez.
– Ella no es mi Julieta y yo no soy el Romeo de nadie. – Aclara por el teléfono – Solo... somos amigos.
– Si claro. – Le responde – Por cierto, ¿ya estas llegando?
– Estoy a dos calles. ¿Hanna ya llego?
– No, me dijo que llegaría un poco tarde y que luego vendría directo a aquí.
– Esa tardona. – Dice por la línea – Te cuelgo, estoy por llegar.
– Vale. Grita o toca el timbre, como gustes. – Dice para luego reír. Víctor pone los ojos en blanco y cuelga antes de que Manu suelte otra cosa. Cuando está por llegar a casa de Manu, su teléfono vibra.
¿Es un mensaje de París? Espera que sí. Alto, ¿Por qué esta tan impacientemente esperando un mensaje de ella? De seguro ahora debe estar en sus clases. Y ahora que lo piense bien, después de lo que hizo hoy...
Se rasca la cabeza y se propone no pensar en eso. Aparte, acaba de llegar a casa de Manu.
Toca el timbre y la madre de Manu le abre. Es una mujer con un cabello lacio largo y de mediana estatura, siempre es amable con todos.
– Hola Víctor. Hace mucho no te veía. – Dice dejando pasar al vestíbulo para luego abrazarlo de los hombros.
– Vine la otra vez, y creo que ese día había salido. – Dice mientras la madre de Manu le peina los cabellos con las manos.
– Cierto. Había salido hacer unas compras. – Dice cuando por fin cree que Víctor ya no tiene ningún pelo fuera de lugar. Siempre ella ha tenido ese tipo de tratos con Hanna y con él, como si fueran también sus hijos – Tienes que venir mas seguido.
– Lo intentare. – Dice encogiéndose de hombros – Manu está en su habitación, ¿no?
– Si. Parece que no ha escuchado el timbre.
– No se preocupe, yo voy. Con permiso. – Dice adentrándose por el pasillo hasta llegar a la habitación de Manu. La cual abre con una ligera patada, para luego llevarse con la sorpresa de ver a su amigo en el suelo y con los pies sobre la cama – Hey... ¿Qué sucede?
– Nada... solo... me dio un bajón.... Solo eso. – Dice con pesar. Víctor lo mira y suspira. No se esperaba eso.
– ¿Puedo unirme? – Pregunta. Manu hace un gesto con la cabeza y Víctor lo toma como un sí. Así que se acerca a donde esta él y toma la misma posición que él.
– Me jode no poder controlar mi propio cerebro.
– ¿Tu mamá sabe?
– Algo así. Pero esto es algo que intento controlar, y siento que puedo hacerlo.
Víctor lo mira y luego vuelve a mirar al techo. Este no es color blanco, en este está pintado como si fuese una noche estrellada. Solo una vez se quedó a dormir y pudo ver como todas esas estrellas en miniatura brillan cuando se apaga la luz. Manu le conto que esas estrellas existen desde que él duerme ahí, al parecer sus padres lo pintaron pensando en su pequeño hijo. Y lo bueno, es que no piensa pintarlo. Ya que el simple hecho de tener su propia constelación, le hace sentir bien; y le ayuda cuando tiene bajones como este.
– Pero mira... Ya se me paso. – Dice estirando los brazos con cierto rastro de ánimo en la voz. Víctor sonríe a medias y el sonido de sus teléfonos le hacen centrar su atención al nuevo mensaje. Y otra vez, espera que sea un mensaje de esa persona.
– Es Hanna. – Dice Víctor – Dice que está en camino y con una aventura que contar. – Dice cerrando el chat del grupo, y Manu puede ver desilusión en su amigo.
– Te noto algo desilusionado. – Le dice, pero Víctor no le presta mucha atención – ¿No me digas que estas esperando un mensaje de París? – Pregunta burlonamente, y esta vez Víctor si se pone alerta.
– No. – Dice nerviosamente, y cuando no siente la mirada de su amigo baja la guardia. Va a su galería hasta encontrar la foto de París. Fue inevitable que cuando estaba bailando le tomara una foto, parece una mariposa.
Y mientras más mira la foto, se la imagina en el salón estirando y bailando la danza del hada de azúcar. Tampoco puede evitar dejar volar su imaginación al imaginársela bailando en el teatro con un hermoso tutu, y él, ¿dónde está? En primera fila. Y cuando termina de bailar, es el primero en pararse de su butaca y aplaudir con emoción... Pero solo esta imaginándolo, ya que duda que después de la discusión con su padre este le dé el dinero para comprar una entrada.
– ¿Qué te parece esa foto? – Le pregunta Manu sacando a Víctor de su burbuja. Este voltea y ve que Manu le ha tomado una foto viendo la foto de París.
– Borra esa foto. – Dice mientras se para de golpe del suelo.
– Estoy pensando mandárselo. Y poner algo como: esta es una prueba de que mi amigo no solo habla, sino también piensa demasiado en París. – Dice mirando la foto y conteniendo la risa de ver a su amigo tenso y nervioso. Pero cuando ve la mano de Víctor se acerca a él, rápidamente se incorpora del suelo y se va a un extremo de la habitación.
– Dame tu teléfono. – Dice volviendo a acercarse a su amigo, pero este es más rápido y se aleja hasta su cama.
– ¿Por qué? Es una buena foto y a la vez un buen recuerdo. – Dice, hasta que Víctor le tira una almohada y cae a su cama. Entonces Víctor aprovecha para tomar el teléfono, pero otra vez Manu es más rápido y logra evitarlo. Y la lucha por tener el control del teléfono se vuelve una pelea de jalones al aparato.
– Anda, admítelo. Te gusta esa chica. – Dice mientras sigue jalando el teléfono.
– ¿Qué hablas? – Dice haciendo lo mismo – Eres igual que Hanna. Hablando disparates sobre que me gusta París.
– ¿Entonces por qué te pones nervioso con solo escuchar su nombre? – Le echa en cara. Víctor aprieta los dientes y, poniendo toda su fuerza en sus brazos, jala con fuerza el teléfono y a su vez a Manu.
Cuando prácticamente está cantando victoria, una tercera mano que no es de ninguno de los dos aparece y toma el teléfono. Víctor y Manu ven como Hanna observa la foto con determinación y una sonrisa pícara aflora en sus labios; y ven como rápidamente teclea en el teléfono y luego lo apaga. Manu ahora canta victoria cuando Víctor siente que ha perdido la peor batalla de su vida.
– No te preocupes. – Dice Hanna mirando a Víctor mientras le devuelve su teléfono a Manu – Me la he mandado a mí y la borre del teléfono de Manu. Por si a este loquillo se le ocurre cometer una locura.
– Vale. – Dice soltando un fuerte suspiro. Aliviado.
– Bueno... Siento llegar tarde chicos.
– ¿Qué es lo que te ha hecho demorar tanto?
– Digamos que... tenía que verme con alguien. – Dice mientras se sienta en el regazo de la cama.
– ¿Con tu pretendiente? – Dice Víctor burlonamente.
– Idiota. – Dice Hanna tirándole la misma almohada que le había tirado antes a Manu.
– Milagro ¿Y quién es el desafortunado? – Dice Manu.
– Tu igual. – Dice y le tira otra almohada – En fin. Eso no es lo importante ahora. ¿Ah que no mueren por que les cuente mi aventura y sobre mi nueva amiga? – Dice igual que un niño que muere por contarle a sus padres lo que hizo en su primer día de clases.
– ¿Hiciste una nueva amiga en esa "gran aventura? – Pregunta Manu mientras se sienta en la silla de su escritorio.
– Así es.
– Wow. Que gran aventura. – Dice sarcásticamente.
– Búrlate si quieres. Pero es la forma como sucedió lo que lo hace una gran aventura. – Responde.
– Dale, cuéntanos tu "gran aventura". – Dice burlonamente Víctor. Hanna lo fulmina la mirada y vuelve sonreír para sí misma.
– Bueno... hoy quede con alguien que "no" es mi pretendiente. – Dice aclarando.
– Eso ya lo sabemos.
– Pero tengo que contarlo bien. – Dice protestando la interrupción de su historia – Sigo. Y resulta que después de despedirme de esa persona, estaba por ir a tomar el metro para venir a tu casa. Cuando sin querer choque con alguien, y cuando vi quien era no pude menos que decirle: ¡Madre mía, eres tú!
– ¿Quién era tú? – Pregunta Víctor.
– Espera, que ahí llego. – Le responde a Víctor – Era la chica que se volvió mi amiga. Al principio estaba muy confundida, pero cuando le conté quien era lo entendió y tampoco pudo evitar decir "Madre mía. Eres tú." Parece que alguien ya le había hablado de mí. Luego empezamos a andar y a conversar, fue tan rápido que nos hicimos amigas. Pero luego me dijo que tenía que irse a su casa, y yo también le dije que había quedado con ustedes.
– ¿Le dijiste a una completa desconocida que habías quedados con nosotros? – Dijo Manu.
– Que no es una desconocida. Es mi nueva mejor amiga. – Dice como una niña pequeña – Además, antes de que se fuera y yo también, le di algo que tenía en mi mochila y que era para ella.
– Espera. – Dice Víctor – ¿Me estás diciendo que esa chica que conociste apenas hoy tu llevabas algo que era para ella?
– Hum... sí. – Responde segura – Y no entiendo que te sorprende. Después de todo, la carta la escribiste para ella. ¿No?
– ¿Qué? – Es lo único que alcanza a decir Víctor, ya que las últimas palabras de Hanna resuenan en su cabeza cada vez más fuerte. "La carta" ... "La carta que escribiste para ella" ... La carta que supuestamente le iba a entregar ayer a París. ¿Cómo diablos Hanna supo de la carta que era para París?
– Si. Ayer la encontré en mi sofá y me la guarde, pensaba devolvértela, pero sin querer me cruce con ella. Y sucedió. – Dice tranquilamente. Que es lo último que siente Víctor, que tiene que recostarse en la pared para no tener que caerse. Sus pensamientos e ideas están por todos lados, ni siquiera puede enojarse con Hanna. Lo único que puede pensar es en París abriendo el sobre y encontrando ahí su poema. El poema que escribió pensando en ella.
– Así que también tú te hiciste amiga de París. – Dice Manu
– Si, y ciertamente es algo tímida. Pero eso no impide que sea una chica muy linda.
– Ahora tenemos una nueva amiga, y ella también.
– Cierto. Y la podemos invitar a salir con nosotros. – Dice chocando los puños con Manu – ¿Qué opinas Víctor? – Pregunta Hanna cuando Víctor abre la puerta de la habitación y sale con prisa sin volverse a responder. Cuando por fin sale a la calle, comienza a andar con prisa en dirección a la casa de París mientras busca su número. Y cuando lo hace, no duda en llamarla.
Un beep. Dos beep. Hasta que por fin contesta.
– Hola.
– París. – Dice con cierto rastro de agitación en la voz – Hola... eh, ¿estas ocupada?
– No. ¿Qué sucede?
– Estoy... en camino a tu casa. – Se le entrecorta la voz cuando llega a la estación.
– ¿Qué? – Dice sobresaltándose – ¿Por qué?
– Si. Suena loco, pero tengo que... decirte algo.
– Espera. Víctor. – Dice y Víctor se para en seco – No vengas a mi casa. Mejor, te veo en la calle principal.
– No te preocupes. Estoy ya en cami
– Víctor León. – Dice y Víctor se para en seco. Parece que Hanna y ella hablaron mucho – Nos vemos en la calle principal, ¿vale?
– Vale. – Dice volviendo a ir con prisa hasta llegar al metro. Y tiene que saltar a adentro del tren antes de que este cerrara sus puertas. Víctor aprovecha en sentarse en un asiento libre mientras espera llegar a la estación, pero lo que antes se le hacían segundos ahora parecen ser horas llenas de tortura. Y cuando el tren llega a su estación, se sumerge en el mar de gente que sale para ir corriendo hacia las escaleras e ir al encuentro con Paris. Rápidamente corre hasta llegar a la calle principal, pero ha llegado a hora pico. Hay demasiada gente que viene y va por todos lados, y el que su cabeza este por explotar empeora. Mira por todos lados y no puede encontrar a París... París... París...
Hasta que siente dos toques en su espalda, y siente que todo a su alrededor se detiene y sus pensamientos desaparecen, Para luego girarse sobre sus talones y verse con la persona que, sin querer, le ha devuelto el aliento.
– Hola.
– Solo algo me desconcertó un poco.
– ¿Qué cosa? – Pregunta Manu.
– Me dijo que al parecer Víctor no dormía bien. Y me pregunto si algo le estaba preocupando. – Cuenta Hanna. Recordando cuando París saco el tema y la preocupación en sus palabras. No se esperaba eso. Y mucho menos cuando le pregunto si sabía que tenía. A lo cual Hanna solo pudo decir que eso no se lo puede contar, y que la única persona que le puede decir es el mismo Víctor – Y es normal que, ahora que los dos son cercanos, se diera cuenta que algo le está pasando.
– Si. – Afirma Manu – Y no hace falta que ese lector compulsivo mienta al decir que no siente nada por ella. Que con solo escuchar su nombre se pone nervioso.
– Me preocupa. – Dice Hanna recostando su cabeza sobre el hombro de Manu
– ¿Por qué? Aunque no parezca, me alegra ver a ese lector compulsivo tener un nuevo chip en el sistema. El tío este por fin intenta llevar una vida normal.
– Nunca fue una opción para nadie intentar llevar una vida normal. Y claro, me hace feliz verlo así. Pero...
Hannatenia razón al preocuparse. No es estudiante de psicología, sino de derecho. Peroes muy observadora por naturaleza y tiene miedo a que Víctor crea que París esquien va a salvarlo.
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