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🏵️🌼🌸🌺💮Nuevo hogar y nueva familia 🏵️🌺🌸💮🌼

El sol apenas asomaba por el horizonte cuando Sumiko terminó de preparar sus cosas. Su madre había insistido en ayudarla, asegurándose de que cada prenda y objeto que llevaba estuviera bien doblado y ordenado. Aunque Sumiko mantenía una sonrisa tranquila, no podía evitar sentir un nudo en el estómago. La idea de dejar su hogar y su familia para mudarse con los Rengoku, y especialmente con su prometido, Kyojuro, la llenaba de nervios.

Sumiko dio una última mirada a su habitación, ahora extrañamente vacía. Tomó aire y salió al pasillo, donde ya la esperaban sus padres y sus dos hermanos menores. Su madre la miraba con ojos brillantes, conteniendo las lágrimas mientras le entregaba un pequeño amuleto protector.

Kie: Para que siempre te acuerdes de nosotros -dijo suavemente, apretando las manos de Sumiko entre las suyas- Eres nuestra mayor joya, hija. Y confiamos en que los Rengoku cuidarán de ti como te lo mereces.

Su padre, con una sonrisa y muy orgulloso, la abrazó brevemente. Era un hombre de de aspecto débil y gentil, pero Sumiko sabía que ese abrazo llevaba toda la bendición de su corazón.

Tanjurou: cuida de ti misma, Sumiko -le dijo- Y sé siempre valiente.

Por último, se arrodilló para despedirse de sus hermanitos, quienes parecían no comprender del todo lo que ocurría.

Rokuta: ¿Volverás a visitarnos pronto, onee-chan? -preguntó su hermano menor, mirándola con ojos grandes-

Sumiko sonrió y revolvió el cabello de su hermano con cariño.

Sumiko: Sí, volveré a visitarlos cada vez que pueda. Y les escribiré cartas para que sepan todo lo que ocurre en la casa de los Rengoku.

Nezuko: ¿Y prometes que nos escribirás seguido onee-chan? -dijo Nezuko jugando-

Sumiko: Claro que si Nezuko

Los demás hermanitos de Sumiko: ¿Lo prometes? -como cachorritos-

Sumiko: jajajaja claro que si -acariciando las cabeza de sus hermanos-

Con la última despedida hecha y los buenos deseos de su familia aún resonando en su mente, Sumiko salió de su hogar y se dirigió a la residencia Rengoku.

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Al llegar a la casa de los Rengoku, Sumiko fue recibida por la madre de Kyojuro, una mujer cálida y con una energía que la hizo sentirse bien recibida desde el primer momento. La señora Rengoku le dio un fuerte abrazo.

Ruka: Bienvenida a la familia, querida. Espero que te sientas en casa aquí -le dijo con una sonrisa amable- Hoy, serás nuestra invitada especial, y Kyojuro se encargará de mostrarte cada rincón de la casa.

Sumiko sonrió, aunque su corazón latía con fuerza. Sabía que pronto se encontraría cara a cara con Kyojuro, su prometido, alguien a quien había admirado desde lejos, pero con quien apenas había compartido palabras.

Casi como si sus pensamientos lo hubieran invocado, Kyojuro apareció en el umbral de la puerta principal, con su habitual expresión llena de energía y confianza. Su presencia llenó el ambiente, y Sumiko no pudo evitar quedarse sin palabras al verlo de cerca. Su cabello rojizo, sus ojos intensos y su sonrisa cálida pero decidida le daban un aire imponente.

Kyojuro: ¡Sumiko! -dijo Kyojuro, acercándose a ella con paso firme- Es un honor recibirte en nuestra casa. Espero que encuentres aquí un hogar tan acogedor como el que dejas atrás.

Sumiko inclinó la cabeza en una reverencia respetuosa, tratando de mantener la compostura.

Sumiko: Gracias, Rengoku-san. Estoy muy agradecida y emocionada de tener la oportunidad de conocerlos mejor.

Kyojuro rió, una risa contagiosa que iluminó el ambiente.

Kyojurou: No tienes que ser tan formal. Después de todo, ahora somos... bueno, prometidos, ¿no? -la palabra sonó extraña en sus labios lo que lo hizo sonrojarse, pero se desvaneció rápidamente, reemplazada por su entusiasmo de siempre- ¡Te mostraré la casa y luego podemos practicar juntos! ¿Te interesa?

Sumiko asintió, sorprendida pero aliviada al ver que él intentaba hacer que se sintiera cómoda. Se dejó guiar por él a través de la casa, observando los detalles y la calidez que rodeaban cada habitación. Mientras Kyojuro la guiaba por los pasillos, le mostraba las diferentes habitaciones, contando historias con una calidez contagiosa.

Kyojuro: Y aquí -dijo deteniéndose frente a una puerta que llevaba al jardín- es donde entreno casi todas las mañanas. Es un buen lugar para despejarse, y creo que te gustará pasar el rato aquí.

Sumiko miró hacia el jardín; era amplio, con un aire sereno y lleno de vegetación. Los árboles y plantas estaban cuidados con esmero, y había un espacio especialmente dedicado a prácticas de combate. Se imaginó a Kyojuro entrenando allí, perfeccionando su técnica para proteger a los inocentes, y sintió una profunda admiración.

Sumiko: Es hermoso, Kyojuro-san -comentó, sonriendo- Me siento muy afortunada de poder estar aquí.

Kyojurou: ¡Me alegra que te sientas así! -respondió Kyojuro, sonriendo con su habitual entusiasmo- Y no necesitas llamarme "san" ni ser tan formal. Después de todo, estamos comprometidos, ¿no?

Sumiko se ruborizó aún más, pero asintió.

Luego, Kyojuro la llevó a la cocina, donde Ruka ya había comenzado a preparar el desayuno.

Ruka: Espero que tengas hambre, Sumiko -dijo con una sonrisa hacia la joven de manera dulce-  Aquí los días empiezan temprano y con una buena comida.

Mientras Ruka cocinaba, le ofreció a Sumiko una taza de té. Ella aceptó y, en silencio, observó el entorno, tomando cada detalle: el aroma a madera, la disposición de los utensilios y las decoraciones que reflejaban la historia y el espíritu de los Rengoku.

Al sentarse para desayunar, Sumiko sintió que los nervios que había traído consigo se desvanecían poco a poco. La calidez de esa familia, a pesar de su fama como guerreros, era palpable.

Luego de compartir la comida, Kyojuro se volvió hacia ella.

Kyojuro: Bien, Sumiko, ¿te gustaría ver el cuarto donde te quedarás?

Sumiko asintió, y ambos fuero al segundo piso. La habitación era acogedora, decorada de forma simple pero con un toque de elegancia.

Kyojuro: Espero que te guste. Si hay algo que necesites, sólo dímelo -dijo él-

Sumiko sonrió y, al ver su expresión tan atenta, sintió un pequeño destello de confianza. Quizás la idea de convertirse en su esposa no sería tan complicada como había imaginado.

Cuando Kyojuro se despidió para darle privacidad, Sumiko se sentó junto a la ventana, observando el jardín y sintiendo que, de algún modo, su vida estaba a punto de cambiar de una forma que aún no comprendía del todo. Sin embargo, en ese primer día, rodeada de amabilidad y respeto, la incertidumbre parecía un poco menos intimidante.

Con cada rincón que descubrían juntos, Sumiko comenzó a sentirse un poco más relajada. La casa de los Rengoku era acogedora y vibrante, llena de recuerdos y detalles familiares. Y, aunque la idea del compromiso seguía siendo algo extraña para ambos, en el fondo, Sumiko sentía que tal vez no sería tan difícil encontrar su lugar allí.

💗💗🌸🏵🌷🌺🍁Y pues aquí les tengo la actualización la historia, espero que les haya gustado. Un disculpa si me estoy tardando en actualizar pero es que luego no me llegan ideas y cuando llegan se me olvidad de inmediato. Pero bueno espero que lo hayan disfrutado. Nos vemos en el siguiente capitulo bye. Una pequeña disculpa sin querer anule el capítulo y ahorita lo volví a publicar 💗💗🌸🏵🌷🌺🍁

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