ALESSIA.

Decidimos comer allí mismo, en esa misma terraza, pero apenas hemos probado un bocado. Nos sentimos algo tontos y no sé qué podemos decir para romper esta opresión que nos vence.

—Bueno— decido hacer acopio de valor y coger al toro por los cuernos. —¿Has pensado en lo que hablamos por teléfono? — Intento que mi voz suene tranquila, pero mientras se lo pregunto no puedo mirarlo a los ojos.

Desearía borrar aquella conversación de nuestras memorias, dejarme llevar por los instintos y pedirle que me lleve a un hotel y me haga el amor toda la noche.

Como leyéndome el pensamiento comienza a decir casi en un susurro:

—Sí, lo he pensado...supongo que tienes razón, todo esto que sentimos es sólo humo y dejarnos llevar por ello sólo nos causará dolor; si me dejara llevar por mis ganas ahora mismo te estaría haciendo el amor, pero creo que nos diferenciamos de los animales porque nosotros podemos reprimir o controlar esos impulsos.

Me sentí decepcionada, aliviada, triste, contenta, no lo sé, era un cúmulo de sentimientos que me abrumaba. Y aun así, le hice recordar la promesa del beso.

Todo lo demás, fue un sueño que mantengo en mi memoria vívido y hermoso.

                                                                           **********

OSVALDO.

Intenté probar un bocado, pero me fue imposible, me excusé diciendo que el calor era muy fuerte y que no me apetecía, pero en realidad tenía un nudo en el estómago que me lo impedía.

Ella sacó el tema. Siempre he dicho que es más valiente que yo.

Anhelaba que lo dejara pasar, que no saliera, que no tuviéramos que decidir nada en ese instante, pero sé que es una postura poco madura.

Me preguntó qué opinaba de lo hablado días atrás. No sé por qué no me miró a los ojos, hubiera visto lo que me dolía todo aquello.

No me miró y entendí que deseaba escuchar cuánta razón tenía.

—Tienes razón— atiné a murmurar— no somos animales guiados por instintos.

La vi sonrojarse, mirarme con ojos vidriosos y después palidecer. Me pareció que se quebraba su voz cuando la escuché decir:

—Pero recuerda que me prometiste un beso.

Me dejó desconcertado, la verdad...

Me puse de pie, le pedí la mano que extendió sin duda, la puse a mi lado, sujeté su carita con mis manos y la besé dulcemente en los labios.

Sin prisas, con deleite y dulzura, sabiendo que no era probable que ese instante se volviera a repetir en mi vida. Después la abracé por la cintura, entre abrimos nuestras bocas y saboreamos nuestras lenguas con algo más de urgencia.

La apreté a mi cuerpo, para que jamás pudiera olvidarme de él, de su aroma, de toda ella en mí. Hubiera deseado quedarme así por el resto de mi vida, prendido a su boca, saborearla y beberla eternamente.

Así nos separamos, así nos dijimos adiós. Entre sonrisas y lágrimas.

Con la promesa del —Nos vemos.

Y con un enorme dolor en mi corazón.

FIN.

Nota de Autor: Si llegaste hasta aquí como siempre muchas gracias por leerla. Besos y abrazos.