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No quiero mancharme las manos con su sangre


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ALLEN

Mis manos no pudieron evitar sacar aquellas cosas que seguían guardadas en el cajón de la mesa de noche junto a mi cama.

La luz de la lámpara era lo único que iluminaba una pequeña porción de la habitación, fijándose en mi acción; iluminando mi rostro y el movimiento  de mis manos, tantas cosas, tantos recuerdos olvidados en un espacio tan reducido.

Las persianas yacían cerradas impidiendo que la luz de afuera pudiera colarse. Eran alrededor de las cuatro de la tarde, Aaron estaba fuera de casa y mi madre se encontraba en su habitación descansando antes de comenzar a preparar la cena.

Algunas cuantas fotografías salieron, de antes que empezara a comportarme como un completo idiota.

Antes de conocerla a ella.

Era un chico feliz, tenía una vida fantástica, llena de facilidades; no conocía la crueldad de la vida, del mundo visto desde los ojos de un distribuidor ilegal de drogas. Mi sonrisa, aunque no se veía en todo su esplendor denotaba satisfacción, mientras ahora mi semblante serio y desconfiado predominaba en mi expresión.

Una sonrisa intentó salir a flote cuando tomé una fotografía en donde Evan me abrazaba por los hombros, ambos con nuestro uniforme de instituto. Y, aunque en esa foto tenía cara de desagrado ahora me causaba gracia.

Removí un poco más en aquel cajón dando con el pase de acceso total que había recibido por parte de Elizabeth, se suponía que ese papel no tenía fecha de expiación pero dudaba que el formato siguiera igual a hace tres años.

El rechinido de la puerta de mi habitación me alertó, ya no estaba solo.

—No puedo creer que esto siga igual a hace algunos años. —La voz inconfundible de Evan llamó mi atención.

Tal vez ahora era un poco más gruesa de lo que recordaba, pero tenía ese toque de diversión sin pasar a burla. Me quedé en el mismo lugar, no había vuelto a ver a mi amigo, no desde que él fue a mi audiencia. No sabía nada de él y me causaba vergüenza la situación a la que yo había llegado a pesar de sus vanos intentos de que me reivindicada y dejara a un lado mi venganza.

Yo mismo había sido arrastrado por mi propia imprudencia.

Me quedé en el mismo lugar, sin poder articular palabra alguna, con la lengua pegada al paladar y la culpa haciendo  acto de presencia.

—¿Ni un hola? —cuestionó encarnando una ceja para después sonreír de esa forma tan abierta como siempre lo hacía —. Aunque debería de sentirme ofendido, me ha dicho tu hermano que regresaron hace algunas semanas y tú ni siquiera te has dignado a hacer una llamada o aparecer por mi casa.

Me había vuelto más serio de lo normal, no era bueno externado sentimientos, la prisión me había vuelto frío, más frío de lo que ya era. Pero sabía que a pesar de todo eso tenía que disculparme por todo el daño que había hecho.

—Lo siento —musité alejando la mirada de mi antes mejor amigo.

Alcancé a ver cómo sus ojos se abrieron con incredulidad.

—¿Tú? Allen Anthore, ¿disculpándose? No sé porqué no saqué mi celular para grabar el momento. —Una risa estruendosa por parte de él estalló.

Nuevamente dirigí mi mirada al pase en mi mano, quizá podría servirme en caso de alguna emergencia, si no salía castrado por Elizabeth una vez me viera pisar el hospital.

—¿Qué haces aquí? —cuestioné poniéndome de pie al tiempo que metía aquel papel en mi billetera, volviéndola a introducir en la bolsa trasera de mi pantalón.

—Tu madre me llamó —respondió —. Al parecer cree que necesitas salir de aquí, pensó que tal vez una «cita de juegos» con tu amigo de la infancia te levantaría el ánimo.

Encarne una ceja confundido.

¿Mamá había llamado a Evan para obligarme a salir de mi habitación?

Antes, siempre recibía súplicas por parte de ella para que regresará a casa, ya que había días y noches enteras en las cuales ni siquiera me dignaba a aparecer.

Y ahora rogaba a mi amigo para sacarme a «pasear» como si de un cachorro se tratase.

—Vamos, estoy seguro de que te divertirás —musitó. Como si el tiempo no hubiera  pasado y nuestra amistad siguiera tan fresca como hace algunos ayeres.

Lancé un suspiro resignado, intentar huir de Evan sería imposible.

Un silbido salió de los labios de mi amigo al ver aquella motocicleta que Aaron me había regalado en navidad.

—Hermano, es hermosa. —Sus ojos escrutaban cada parte de aquel vehículo.

Muy al estilo motociclista matón, en color negro y cromo. No tenía nada que ver con aquella deportiva roja que había hurtado por orden de Rider.

—Aunque creo que moriremos congelados si viajamos en ésta cosa— dijo. Y eso era verdad, el clima frío no había cedido, pero no tenía la intención de ir por las calles de la ciudad caminando —. Vayamos en mi auto, además, no creo que quieras que vaya abrazado a tu cintura todo el trayecto — Evan no perdía su sentido del humor, una expresión de burla apareció en su rostro—. Aunque, tal vez si fuera una bella chica otra cosa sería. Quizá una chica de ojos color...

Gruñí antes de que terminara su frase y él de inmediato entendió que era un tema que no estaba dispuesto a tocar.

—Pensé que lo habían arreglado. —De un momento a otro la expresión de Evan eufórica pasaba a reflejar arrepentimiento, Edén era un tema delicado para mí. Un tema que no estaba dispuesto a abordar.

Salimos de la cochera y caminamos en silencio, su auto se encontraba estacionado frente al portón de mi casa.

No estaba dispuesto a hablar sobre ella.

Y no era por el dolor que me causara recordarla, era simplemente por el hecho de saber que no era merecedor siquiera de pensar en ella, o de pronunciar su nombre. Mis labios habían dicho palabras llenas de odio y repudio siendo manchados para siempre, revocando tal derecho.

Entramos a su auto, y él de inmediato encendió la calefacción.

—Joder, cada verano olvido lo crudo que es el invierno en esta ciudad —pasó sus manos por su boca e intentó calentarlas con su aliento —. ¿Cómo está tu madre?

—Bien— respondí de manera fría —, está contenta de que vuelva a casa.

—Eso es evidente, no tienes idea de lo mucho que sufrió cuando estuviste lejos.

Mis cejas se juntaron e inmediatamente Evan  se dio cuenta de que ese tema era otro del cual no quería hablar,  una risa nerviosa salió entre sus labios. Sin duda alguna, Evan seguía siendo el mismo bocón.

—No quise decir eso, me refería a que... Arg... —no tenía idea de como arreglar su comentario falto de tacto.

—Olvidalo, ahora solo quiero hacer las cosas bien— aseguré.

—Eso espero, no quiero decir: «te lo dije». Solo me abstendré de mis comentarios.

El resto del camino fue en silencio, no había salido de casa, solamente esa vez cuando había ido a buscar a Edén.

Las calles seguían con pequeños vestigios de nieve en la acera, aunque el conducir no era un problema ya que el pavimento estaba limpio.

—¿El lunes será tu primer día en la universidad? —comentó Evan sacando un tema a colación, uno que no resultara incomodo para ambos.

No estaba emocionado por regresar a la escuela, había recibido clases en prisión, y esas materias me las harían válidas ahora que entrara.

—Se supone que no tendré que pasar el primer año, quizá pueda revalidar hasta el tercero.

—¡Eso es estupendo! No te atrasaras tanto— exclamó con emoción.

—Ni que fuera tú —sonreí ligeramente, esa facilidad que tenía para hablar con él seguía ahí.

En invierno el sol se oculta con más premura, eran tan solo las seis de la tarde y ya habían desaparecido los rayos del sol. Evan seguía conduciendo, no tenía idea de hacía donde nos dirigíamos pero por el lugar concurrido con restaurantes y bares me imaginé que tenía que ser a algún lugar en donde pudiéramos conseguir algo de comer.

Mi amigo se estacionó fuera de un  restaurante/bar, tenía años sin beber alcohol, mi última borrachera me había costado una mirada de la chica que amaba llena de decepción y eso era algo que hasta ese momento tampoco podía olvidar.

Me mantenía sobrio, por salud mental  había desarraigado ese vicio de mi vida.

Las puertas se abrieron el lugar era tranquilo,

«Black» de «Pearl Jam» se escuchaba al fondo.

Seguí a Evan caminando entre las mesas de comensales, algunos charlando, otros simplemente degustando de algún platillo. Las pláticas amistosas y bromas entre amigos se hicieron presentes, sin embargo yo seguía con mi rostro inexpresivo, quizá a la expectativa de la situación.

Evan solía ser demasiado sociable, lo vi saludar con camaradería a un par de chicos, imagino que amigos de la universidad y sin hacer mucho hincapié con ellos seguimos nuestro camino más al fondo del lugar.

Mi cuerpo se tensó al ver rostros familiares observandonos.

—Estaba seguro de que si te decía que nos reuniríamos con los chicos rechazarías mi propuesta —masculló sin dejar de ver hacia el frente, dirigiendo un saludo con la mano —. Ellos creen que estuviste estudiando fuera del país, que después de lo de Melissa y Edén decidiste irte por salud mental.

No dije nada, ya no podías dar simplemente la vuelta y fingir que no había ido a ese lugar, tarde o temprano tendría que dar la cara.

—Tarde como siempre, Evan —habló Gabrielle dirigiéndome una sonrisa. Su cabello seguía indomable como atrás, con unos rizos demasiado definidos.

Evan se rascó la barbilla  y sonrió con nerviosismo.

—Vaya, cuando nos enteramos de que habías regresado a la ciudad nos sentimos indignados porque no nos buscaste —dijo Matt con un poco de sarcasmo en sus palabras. Matt ya no vestía como aquel chico despreocupado amantes de las bandas de «punk», su cabello se encontraba pulcro, y había cambiado las playeras por camisas.

—Es bueno verte de nuevo Allen. —Esta vez fue Abigail quien habló, mostrando esa sinceridad que solía regalar a diario. Su cabello había crecido tanto, llegandole a la espalda.

Pase mi vista por el lugar, mis cuatro amigos se encontraban ahí, sin mostrar rechazo a mi presencia.

Del otro lado había unas cuantas mesas de billar, era demasiado espacioso y tranquilo, ideal para pasar una tarde de ocio y reencuentros.

En silencio tomé asiento junto a Evan quien de inmediato comenzó a sacar platica sobre la universidad y esa clase de temas.

Me sentía incómodo entre ellos, tenía mucho sin saber lo que se sentía entablar una conversación amena con un amigo.

—¿Qué tal Inglaterra? — preguntó Matt, mostrando la misma parsimonia con la que solía cargar.

Su mirada estaba clava en mí, así que deduje que la pregunta iba para mí. Había ido un par de ocasiones a Reino unido, por cuestiones de negocios de Anthony, conocía España e Italia. Así, que no me costaba tanto imaginar o recrear un viaje de estudios.

—Húmedo —hablé sin cruzar la mirada con ellos, mi vista estaba puesta en las gotas de agua que escurrían en las paredes externas de mi vaso de agua mineral, y en cómo los hielos chocaban entre sí rompiendo las burbujas del líquido claro.

—¿Seguro que no quieres algo de vodka o alguna cerveza? —cuestionó Gabrielle fijando sus ojos en mi refresco.

Negué para proseguir a tomar un poco de aquella bebida.

—Jamás imaginé que llegaría a ver el momento en el que rechazarías un poco de alcohol —había dicho Matt con una ceja elevada.

Y no lo culpaba, mis fines de semana siempre estaba llenos de fiestas y borracheras, peleas y unos cuantos acostones con chicas desconocidas.

Pero ahora quería hacer las cosas bien.

Mi escarmiento no fue en vano.

Me encogí de hombros restándole importancia al asunto.

—Allen ahora es un hombre de bien. — Evan  me abrazó por los hombros y sonrió.

La noche avanzó entre platicas sobre las carreras que estaban desarrollando, Evan como había dicho estaba estudiando leyes. Abigail siempre tuvo aquel don para las artes, así que había optado por hacer una licenciatura en música, como pianista principalmente. Matt había entrado a estudiar  negocios, y su novia Gabrielle —con quien seguía después de tantos años de noviazgo— gustaba de la contaduría. Al parecer tenía un plan para hacer crecer el negocio de su padre, y claro, Matt sería su inversionista principal.

Las botellas y vasos de bebidas daban la vuelta por la mesa, pero no al grado de dejarlos alcohólicos, ni perder la conciencia; solo sonreían más de la cuenta.

«Kurt Cobain» sustituyó a «Axel Rose». Ninguno de mis antiguos amigos  dio rodeos a mis años lejos de la ciudad, pero sí repetían que se alegraba de verme.

De las seis pasamos a las diez de la noche, tan rápido se me había ido el tiempo.

Evan contaba unos cuantos chistes y todos reian de los cuentos que podía llegar a inventar con tal de ser el foco de atención de la mesa. Y, aunque antes hubiera rodado los ojos hastiado de su comportamiento infantil, ahora agradecía que desviara las conversaciones hacia él.

Ni siquiera habían sacado el tema de Edén a colación.

Una sonrisa se plasmó en mi rostro sintiéndome a gusto en ese lugar, rodeado de los que habían sido mis amigos. Comenzaba a involucrarme en las pláticas, mayormente molestando a Evan.

—No puede ser —habló Gabrielle pausando las palabras, agrandando los ojos. De inmediato, Abigail enfocó lo que la morena observaba y se llevó una mano a la boca mostrando sorpresa.

Evan y Matt se quedaron con la boca abierta con la vista en dirección a la puerta, no pude evitar voltear ya que yo le daba la espalda a la entrada principal del establecimiento.

Sentí mis pupilas contraerse y mi cuerpo tensarse cuando la imagen de Edén cruzó la puerta siguiendo a un chico alto de cabello rubio. Desde el punto en el que me encontraba no podía ver bien su faz. Era muy delgado, bastante alto; su ropa negra, una chaqueta de motociclista lo cubría. Caminaba de manera acechante.

Tampoco distinguía con exactitud el rostro de la chica debido a la distancia, pero estaba seguro de que era Edén, conocía a la perfección su forma de caminar y ese hermoso cabello, sedoso con destellos dorados ocultos.

Mi cuerpo reaccionaba a su presencia, como si mi propio registro olfativo pudiera asegurarme que se trataba de ella. Cada uno de mis sentidos tenía grabado el patrón de ella, mi tacto en contacto con su piel suave. El sabor de sus labios, y la temperatura acrecentando a pesar del frío exterior. El recuerdo de su voz reproduciendose en mi cabeza una y otra vez. Su cabello lo llevaba suelto, unos jeans deslavados y zapatillas converse en color blanco; una chaqueta de cuero cubría su tronco. Sus ojos viajaban por el lugar, observando con curiosidad.

Sin poderlo evitar, entre tantas miradas sus ojos chocaron con los míos, alimentándose de mi alma, causando en mí sensaciones indescriptibles.

Como si todos desaparecieran y solamente estuviéramos ella y yo, dejando a un lado los ruidos de las botellas chocando o las pláticas ajenas a nuestro encuentro.

Se veía hermosa.

Eso no podía negarlo.

—¿Quién es el chico? —habló Gabrielle logrando que me  desprendiera de sus ojos para poner atención a la respuesta de su pregunta.

—Jamás lo había visto. —Fue Abigail quien respondió sin perder de vista a ambos recién llegados.

—¿En dónde está Skyler? —cuestionó nuevamente la morena, y no pude evitar encarnar una ceja, ¿a caso, Skyler Seyffert era su guardián?

Los seguí con la mirada. Habían ido directo a las mesas de billar quedando ahora en un ángulo en el cual podía verlos sin necesidad de girarme; saludaron a varios chicos a los cuales no les había prestado atención hasta ese momento. Varios de ellos mayores, con una pinta muy diferente a las personas que creía Edén debía de frecuentar, vestidos de colores oscuros, tatuajes en varias partes de sus cuerpos. Ellos no paraba de fumar y beber.

Sin poder evitarlo había realizado una expresión de molestia notable ante la escena, ella no tenía porque andar con ese tipo de personas. Edén era luz, y ellos no tenían muy buena pinta, no parecían buenas personas.

La conversación en nuestra mesa, aunque trató de ser desviada se volvió más incomoda, yo no podía apartar mi mirada de Edén  y aquellos chicos. La punta de mi pie daba golpes constantes en el piso, estaba demasiado ansioso.

Uno de los chicos, de cabello negro algo largo pasó su brazo por los hombros de Edén y ella no hizo más que dirigirle una sonrisa leve y nerviosa.

Vi al chico con quien había llegado reclamarle a su amigo, quizá exigiendo que se alejara de ella, logrando que el otro solamente elevara las manos en señal de rendición deshaciendo el agarre en los hombros de Edén.

Estaba bastante lejos, no podía escuchar nada  de lo que hablaban.

Edén y el de cabello rubio charlaban. Él estaba recargando en la mesa de billar bebiendo una cerveza, y ella demasiado cerca, algo en mí se removió cuando lo vi ofrecerle de su bebida; ella había quedado estática sin alejar las manos de sus costados, quizá dudando en tomar lo que el extraño le ofrecía y yo por dentro estaba tratando de no ser imprudente.

No era mi problema, o de eso intentaba convencerme. Pero, cuando Edén poco a poco elevó una de sus manos aceptando aquello que le había sido ofrecido, me sentí decepcionado. Una mueca de disgusto pasó por su rostro al tomar de aquel líquido, extendió su brazo, regresando de inmediato la botella a su dueño; sin embargo el chico negó, dándole señal de que se la quedara.

—No sabía que ella bebiera —hablé quizá pensando en voz alta, pero pidiendo una explicación por medio de quienes me acompañaban.

—No lo hace, Edén no sale mucho si no es con Sky. —Abigail se veía nerviosa, jugando con sus dedos sin poder fijar sus ojos en mi mirada oscura y penetrante.

—No son la clase de personas con las que ella saldría. —Esta vez Evan había tomado la atención.

—¿Mantienen contacto con ella? — pregunté como si me molestara esa cuestión, sin embargo prefería que ella saliera con los chicos a que estuviera con aquellos desconocidos.

Una risotada por parte de aquellos extraños llamó mi atención, seguían en lo suyo, jugando billar.

—Intentamos convencerla de salir con nosotras, pero Edén no es la misma chica que nos presentaste aquel día. Eso está claro, aunque tampoco sabíamos que tuviera amistades de ese tipo —aclaró Gabrielle claramente preocupada por Edén.

Vi a la mujer de la que seguía enamorado caminar en dirección al baño de chicas, alejarse de todos aquellos que eran potencialmente peligrosos para ella. Esperé unos minutos. No me agradaba que estuviera con esos chicos, la palabra peligro desprendía de su presencia.

Me puse de pie sin dar explicaciones, y nadie cuestionó mi acción, no tenían porqué.

Un pasillo se extendía hacia los sanitarios. Cuadros de bandas de rock estaban en la pared decorando, en ese espacio las luces eran más tenues. Me detuve frente a la puerta en donde estaba el letrero que decía que era el baño de las chicas y esperé. Estaba nervioso, no iba a negarlo, no sabía la razón de mi reacción ni siquiera había planeado una excusa.

Sí, era un hecho de que la seguía amando, pero no tenía derecho sobre sus decisiones. Aunque el verla en ese ambiente detonaba en mí una alarma.

La puerta fue abierta, su mirada desde abajo me recorrió y por justa razón casi se pega a la pared a causa de la impresión de verme de pie frente a ella. Tan cerca, en un espacio reducido.

—¿Qué haces aquí? —exigió con desagrado, relajando un poco la postura, cambiando su mirada nerviosa a una fría.

Su aroma tan dulce me embriagaba aunque el aroma del alcohol se había colado de su aliento, invitándome a tomar sus labios como si se tratara del vino más fino existente.

—Solo he venido a usar el baño —contesté   como si le restará importancia a mis palabras, con mi rostro inexpresivo.

—Bien, ojalá y te atores en el inodoro —dijo ella haciendo una rabieta infantil que logró casi arrancarme una sonrisa torcida, no conocía a «esta» Edén, tan impertinente.

Sus pies se movieron con premura dándome la espalda, pero antes de que pudiera alejarse del pasillo la tomé del brazo sin llegar a presionar con fuerza. Cuidando de no ejercer demasiada presión; ella se dejó hacer, cambiando la cara de niña berrinchuda a una de sorpresa.

Su cuerpo quedó paralizado, hipnotizado por mi mirada, dejando que el tiempo volviera a detenerse. Y, como una pequeña luciérnaga cegada por la luz de un faro se dejó guiar, dejándome acercarla nuevamente a mí.

Una expresión molesta cruzó por su rostro cuando se dio cuenta de que volvía a caer ante mi presencia, tensando su brazo, apretando los dientes.

—¿Qué mierda crees que haces? —cuestionó intentando zafarse una vez se dio cuenta de que en el reflejo de sus ojos aún podía ver el amor inocente que me mostró hace mucho tiempo atrás, más aquella palabra ajena a su vocabulario me tomó por sorpresa.

—¿Entonces ahora bebes y aparte eres una chica con una boca sucia? —Elevé una ceja, mi voz, aunque molesta había intentado dizfrazarla con burla a su reacción.

Su rostro se puso rojo, iba a explotar del coraje, estábamos tan lejos del comedor que estaba seguro de que nadie estaba escuchando nuestra discusión.

Con un movimiento repentino se soltó jalando su brazo con fuerza, caminado un par de pasos hacia mí.

—¿Y eso por qué tendría que importarte?—preguntó quedando tan cerca de mi rostro, desafiandome con la mirada. Quizá colocándose sobre sus puntas para intimidarme.

Podía ver sus pecas, y esos ojos de esmeralda que me parecían alucinantes ahora irradiando un sentimiento que jamás pensé observar en ella, o quizá no hacía mí. Sus labios con un tenue brillo en ellos  me estaba volviendo loco.

—Tienes razón, no me importa —le di la vuelta, alejándome, tratando de conservar mi cordura —. Pensaba que tenías clase, pero ahora veo que eres como cualquier otra chica.

No era muy bueno con las palabras, esperaba quizá hacerla reaccionar, que pensara bien si quería convertirse en eso realmente.

Y antes de que yo pudiera salir del pasillo pasó a mi lado, empujando mi brazo con su hombro logrando detener a mi paso.

—Eres un idiota —me dirigió una mirada por el hombro y añadió —: Por cierto, tu vejiga sigue llena, ¿o solamente era una excusa para cabrearme?

Cuestionó logrando que me quedara estático.

Edén me había insultado, dos veces para ser más preciso.

No podía procesar que la niña dulce llena de esperanza ahora fuera ésta chica «agresiva» y altanera. Aunque en lugar de provocarme disgusto me causaba gracia, me recordaba a un pequeño gato arisco.

Después haber enfrentado a Edén regresé a la mesa con los chicos, ellos seguían hablando, comiendo y algunos bebiendo de manera moderada. Y, aunque quisiera actuar como si nada pasara no podía apartar mi mirada oscura de sus movimientos.

Una.

Dos.

Tres cervezas.

Tal vez  para muchos esa cantidad podría resultar insignificante, pero me daba cuenta de que «mi chica» no tenía resistencia al alcohol; sin embargo, el chico con quien había llegado estaba en sus cinco sentidos después del doble de lo que ella había consumido.

Controlé mis reflejos cuando él la acercó a su cuerpo, tomándola de la cintura y diciéndole algo en el oído, haciéndola sonreír. Edén asintió con las mejillas arreboladas de carmín. El extraño abandonó su puesto en donde seguía recargado, sobre la mesa de billar y dijo algo a sus amigos, halando a Edén de la muñeca para sacarla fuera del lugar.

—Se la está llevando —susurró Evan a mi lado, pensaba que yo era el único al tanto de los movimientos de Edén, hasta ese momento caía en cuenta de que no era así —. No dejes que se la lleve, no sabes que puede hacerle.

Me quedé en mi lugar petrificado, pensando en todo lo que aquel sujeto podía hacerle a Edén, sentí miedo de mis propios pensamientos, pero ni aún así estaba seguro de que debía de hacer algo al respecto. Dudaba que yo fuera mejor, que ella estuviera mejor a mi lado. Reaccioné cuando los perdí de vista al salir. Me puse de pie seguido de Evan.

La mayoría no se habían percatado de la situación, salvo Evan y yo, el resto seguía charlando sin poner atención a mis movimientos.

—¿Qué piensas hacer? —preguntó mi amigo dandome alcance.

—No permitiré que se la lleve, está ebria y no tiene idea de lo que hace. —Cruzamos la puerta siendo invadidos por el viento frío del exterior.

Busqué con la mirada encontrando de inmediato el lugar en el que estaban, ambos ya sobre la motocicleta del sujeto, el cual usaba un casco con máscara oscura, mientras ella intentaba colocarse uno igual con movimientos torpes en sus dedos.

Tratando de calmar mi corazón, y serenar mi voz caminé en dirección a ellos.

—No es una buena idea que te lleves a una chica en ese estado sobre una motocicleta —hablé alto para que ambos me escucharan.

Evan seguía detrás de mí dándome apoyo moral. Sin embargo, el chico ni siquiera me habló, sí había llamado su atención y eso lo sabía porque volteaba hacía el lugar en el que me encontraba, de igual manera Edén me observaba  fijamente.

—Si no te importa me haré cargo de ella —aclaré otorgandome tal derecho.

Me acerque a Edén y con cuidado la ayude a bajar, de inmediato el chico imitó el acto bajando con parsimonia.

—Ella llegó conmigo amigo, lo más correcto es que sea yo quien la lleve a su casa.

Su voz me parecía conocida. Intenté buscar en mis recuerdos pero mi cabeza punzó por el esfuerzo. El sonido era amortiguado, sofocado por el casco, no podía ver su rostro claramente.

—¿Estás consciente de que ella está enferma? — hale a Edén hacia mí, colocándola a mis espaldas intentando protegerla.

—Algo así sé sobre ello, pero a mi parecer no veo que tenga ningún defecto.

Eres defectuosa

Mi mirada se se volvió intensa.

—Y a todo esto, ¿quién te da el derecho a elegir por ella? —preguntó cruzándose de brazos.

¿Qué era yo de ella?

Era quien más daño le había ocasionado.

Era quien la seguía amando después de tanto tiempo.

Era el mismo que la había dejado ir con palabras hirientes.

No tenía ningún derecho.

Pero tampoco dejaría que alguien la lastimara.

—Allen —escuché detrás de mí, ella me veía con tanto amor, no estaba del todo consciente.

—Vamos nena —interrumpió el chico frente a mí, ella dio un par de pasos pero yo le impedí seguir avanzando  colocando mi brazo en su camino.

—No lo hará.

—Yo voy con él —dijo Edén formulando una frase torpe por primera vez.

—No estás en condiciones para tomar una decisión —refuté observándola por mi hombro ella hizo una mueca de disgusto y movió mi brazo con brusquedad.

—Déjame pasar, tú no tienes derecho sobre mí, no te importo. —Aún cuando intentaba huir mi brazo se mantuvo inmóvil.

—Edén, no lo hagas difícil, deja que te llevemos a tu casa. —Evan la intento convencer sonando comprensivo. Pero ella le dirigió una mirada severa.

—¿Y a ti quién te preguntó? Eres igual a él, también tú me diste las espalda cuando buscaba respuestas.

Mi amigo realizó una expresión de arrepentimiento. Edén tomó su cabeza con su mano. El alcohol que acababa de consumir le estaba cobrando factura. Pero antes de que cayera la tomé por los hombros, sus ojos casi cerrados, me observaba en silencio; con las mejillas sonrojadas.

—Llevala a su casa —dijo el chico subiendo a su motocicleta logrando que alejara mi mirada de los ojos esmeraldinos de Edén —. Puede desmayarse en medio del camino y no quiero mancharme las manos con su sangre.

Podría parecer un comentario irónico, sin embargo yo sabía lo que se sentía tener las manos cubiertas de la sangre de Edén.

El sonido del motor alejándose era demasiado intenso por la distancia en la que nos encontrábamos, y fue, hasta que se perdió entre la espesura de la noche que relajé mi estado tensó.

—Hermano —escuché a Evan sacándome de mi letargo —, Edén ya se durmió.

Mi brazo seguía alrededor de sus hombros,  su expresión tranquila me hacía ver que así era justo como lo había dicho mi amigo, ahora ella estaba dormida tranquilamente en mis brazos.

La cargué con delicadeza, podría estar más alta y el cuerpo escuálido que tenía a los quince años había cambiado por uno más voluptuoso y formado, pero para mí seguía tan ligera.

Me quedé así un momento, observando cada parte de su rostro, grabando en mi memoria su nuevo aspecto. Ya no era una niña, pero su aroma era el mismo que recordaba. El aire que salía de su pequeña nariz era tibio, sus pestañas permanecían ocultando los ojos que me dejaban sin aliento. La extrañaba tanto, cada parte de ella.

—Llevemosla a su casa— hablé ignorando mis instintos, creyendo que burlaba mis deseos.

El edificio en donde residía Edén me hacía sentir tan pequeño, ver los pisos dirigiéndose al cielo, uno tras otro lograban que rememorara el ayer.

—Tienes alguna llave de su apartamento —preguntó Evan observando fijamente el edificio.

Edén se removió en el asiento trasero del automóvil, un suspiro dulce llamó mi atención. La observé dormida, yo no tenía ninguna llave pero estaba seguro de que ella sí.

Me bajé del auto y abrí la puerta trasera para buscar en su chaqueta, quede suspendido sobre ella ya que el espacio del asiento trasero del auto era reducido, me resultaba imposible alejarme de su cuerpo.

Una de mis manos entró en los bolsillo de su chaqueta mientras con la otra me detenía de no caer sobre ella.

No había nada.

—No trae una maldita llave —gruñí irritado.

Evan, quien ahora estaba parado al pie de la puerta dirigió su vista a sus pantalón.

—Quizá...

Dijo observando los bolsillo de sus caderas.

Tragué grueso cuando me di cuenta que para poder buscar tendría que meter mis manos en sus bolsillos.

—Ya es tarde lo más probable es que Carter  se encuentre adentro. —Me convencí para no ceder ante la tentación de tocar más de lo que yo mismo me podía permitir.

La cargué nuevamente, pegándola en mi pecho, el viento helado logró que se removiera una vez más y como si fuera un instinto la acerque aún más a mi corazón. Tratando de conservar el calor de su cuerpo.

—Espera aquí, regresaré pronto. —Evan no respondió ante mi orden, solo escuché la puerta del auto cerrarse antes de cruzar la entrada al edificio.

La recepción estaba vacía, así que subí por el elevador, recordaba cual era su piso, el último, el piso diez. No pude apartar mi vista de su rostro en todo el tiempo que estuvimos ahí adentro. Quería grabar nuevamente cada parte de ella, desde la textura de su piel, hasta sus suaves cabellos acariciando mis manos.

—Nunca pensé que llegarías a causar tantos problemas —musité casi en un susurro, ella como respuesta volvió a suspirar.

Se veía tan pequeña e indefensa, muy diferente a la chica grosera que acababa de ver en el bar. Edén no podría dañar ni siquiera a un pajarillo. No era esa clase de persona.

Las puertas se abrieron al llegar al lugar destinado. Salí de ahí y el elevador bajó una vez más a la planta baja en cuanto las puertas volvieron a cerrarse. Caminé por el pasillo, recordando cual era la puerta de su hogar. Como pude toqué el timbre de su apartamento pero nadie respondió. Dejé pasar un par de minutos, sin embargo la respuesta  del interior no llegó.

—Lo que faltaba.

Edén dormía plácidamente, no sabía qué hacer.

No podía simplemente dejarla inconsciente a causa de un par de cervezas fuera de su apartamento. No sabía cuál sería la reacción de su padre y también estaba peligrando, era eso o llevarla conmigo.

Cerré los ojos, no tenía otra opción. De inmediato regresé a esperar el elevador, era lo más sensato que podía hacer.

Una vez más la pantalla indicó que subía.

Piso siete.

Piso ocho.

Piso nueve.

Y las puertas se abrieron, pero en lugar de dar un paso hacia adentro tuve que retroceder. Como un animal macho que cuida a su hembra, con la mandíbula tensa y una mirada de odio.

Skyler estaba con una expresión de sorpresa dentro del espacio reducido.

Pero en lugar de prestar atención a mis ojos que casi lo asesinan dirigió su mirada a mis brazos.

—¿Qué le has hecho? — cuestionó con preocupación más que con cualquier otro tipo de emoción. Antes de que pudiera arrebatarla de mis brazos la jalé hacia mí. Dejando que todo ese instinto protector se arraigara a mis acciones.

—No le hice nada. —No fingiría que me caía bien, ni ocultaría lo mucho que me desagradaba —. Fui con unos amigos, ella llegó con un chico al cual jamás he visto y él la hizo beber.

—¿Un chico? —rodé los ojos, solo faltaba que dijera que no tenía idea de quién se trataba.

—Debes de conocerlo, alto, cabello algo largo y rubio. Motociclista. —Su rostro mostraba confusión total.

—No tengo idea de lo que hablas, ella no sale de su hogar, tengo que sacarla arrastrando para que vaya por su tratamiento.

—¿Entonces no tienes idea de quién puede ser? —encarne una ceja y él negó con la cabeza.

Había bajado la guardia por completo, bastante intrigado de que él no tuviera conocimiento de lo que yo acababa presenciar.

—No conozco a nadie —hizo una pausa, como si recordara algo—. A menos que… —ahora estaba pensativo.

Observó el elevador y se quedó estático un par de minutos.

—¿Sabes quién puede ser? —pregunté ya que no veía intención por parte de él de decir algo al respecto.

—Tengo una ligera sospecha —giró su rostro dejando de ver las puertas del elevador. Su demora acababa con mi paciencia. Skyler se había quedado con una expresión pensativa pero en un segundo entorno los ojos, aquellos que tiempo atrás me habían mostrado una mirada amistosa, llena de entendimiento para ahora ser de repulsión a mi presencia —. De igual manera no entiendo cuál es tu interés en el asunto, por lo que Edén me contó tú la rechazaste. —ahora era él quien me veía a mi con una ceja en alto.

Este chico me irritaba grandemente.

Apreté los dientes, no estaba de humor para tener una discusión y tampoco era el lugar adecuado para ello. El hecho de tener a Edén en mis brazos me dificultaba hacer algún movimiento, y tampoco quería que ella saliera perjudicada por otra imprudencia mía.

—Tienes razón, no es de mi incumbencia— Dije haciéndome el desentendido. Tratando de mostrar una máscara de indiferencia y cinismo.

Como si haberla llevado ahí solo fuera por mera labor social.

—Excelente —canturreo —. Porque no permitiré que vuelvas a lastimarla. —solté una risa ahogada, detestaba que se tomará la libertad de abogar por Edén.

—Y pensar que fui yo quien te pidió ayuda. Nunca pensé que tomarías provecho de la situación —recordé aquel instante, aquella noche. Y también todos nuestros encuentros en los pasillos del hospital.

Él asumía que Edén y yo estábamos juntos, nos había observado por un cristal compartir momentos durante su recuperación, mi rostro de culpa cuando me preguntó que si a que le temía y todo ese dolor cuando ella… Cuando Edén casi pierde la vida por mis estúpidas decisiones.

Comenzaba a cabrearme, si no fuera porque Edén seguía en mis brazos dormida ya lo hubiera golpeado.

—No tienes idea de cómo sucedieron las cosas —se excusó, pero yo sí sabía exactamente lo que sucedía. Él se había enamorado de la mujer que yo amaba. Había tomado mi lugar, usurpando mis privilegios.

—Da igual. —corté la charla de manera tajante. Edén se removió ya que el tono de voz que empleabamos era un tanto elevado.

Skyler exhaló profundo.

—Olvidalo, lo que importa es llevarla adentro para que descanse —musitó. Sus ojos azules la observaron de una forma bastante extraña, con anhelo y recelo —. Mañana me va a escuchar. Por dios, no puedo creer que haya caído inconsciente por beber.

Dio un par de pasos y sacó una llave de su chaqueta.

¿Hasta una llave tenía?

Maldito intruso.

—La llevaré a su habitación —anunció con la intención de arrancarla de mis brazos.

Mi agarre en ella aumentó.

No quería dejarla.

Pero tampoco podía quedarme.

Con mucho esfuerzo la deposité en sus brazos, alejando su calor de mi cuerpo, sintiéndome vacío una vez más.

Skyler la contempló un par de segundos.

—Aún la amas —aseguró, tal vez fue mi agarre tensó o quizá la expresión de dolor al alejarme de ella.

Y aunque sus ojos delataban que Edén era la luz de su vida al igual que de la mía no percibí tristeza en sus palabras, tampoco enojo o posesión.

Les di la vuelta, no podía seguir más tiempo ahí.

—Cuida bien de ella —pedí. Y en silencio, sin contestar o refutar su afirmación me adentre al elevador.

Con un hueco en mi pecho, y esa sensación de vacío que me acompañaba día a día.

Ella no solamente corría peligro a mi lado, no era el único que podía dañarla, pero estaba seguro de que podía protegerla.

Recordé las últimas palabras de aquel chico y  por un segundo me cuestioné, si realmente me alejaba por el mal que yo representaba para ella o si tampoco quería mancharme con su sangre nuevamente.

Notas del autor

¡Hola personitas bellas que me leen!

Capítulo algo extenso.

Espero que lo hayan disfrutado.

Estamos en un punto en el cual Edén se ha cansado de ser la niña buena. Está buscando una salida, está dejando de luchar y es momento que empiece a ceder ante la corriente.

Allen ahora comienza a dudar, ya que ha visto que no es el único que «puede» lastimarla.

No sabe si tiene miedo a lastimara, a no protegerla o quizá a salir  lastimado él nuevamente.

La ama, sí.

Es bastante obvio, todavía está confusa la trama, porque no sabemos el papel del chico nuevo ni su nombre —que será revelado en el próximo capítulo — y tampoco entendemos muy bien el papel de Sky, ¿quiere conquistarla?, ¿la ama?, ¿por qué la cuida?

Yo quiero saber, sé que el primer libro fue narrado por Allen y la historia se centra en él. Pero, ¿todas están de su lado?

A ver:

#TeamAllen(?

#TeamSky(?

—Luutulip muere ignorada—

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