Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

La vida que nos habían arrebatado.

|26|

ALLEN 

El sonido de un par de rejas siendo selladas detrás de mí, del frío metal asegurado, llevándome a recuerdos amargos. De un encierro.

—Ten cuidado al caminar —dijo el hombre frente a mí portando ese uniforme al cual yo no le tenía respeto ya que los hombres que habían sido pagados para golpearme portaban la misma placa de autoridad.

Nuestros pasos producían eco, guiándonos entre los rostros violentos que gritaban maldiciones y amenazas, era un lugar duro. Yo había estado en el y pensaba que jamás regresaría, que ni aunque me pagaran volvería a transitar por esos pasillos mohosos, nefastos.

Era la parte superficial de la prisión, en donde los recién llegados eran encerrados para ser interrogados. A pesar de eso la luz era escasa, el color de las paredes oscuras y el aroma a humedad y suciedad atrapaba por completo mi sentido del olfato.

Salimos del lugar internándonos en unas pequeñas habitaciones aisladas. El oficial me dio el pase para que entrara  dentro de un cuarto que tenía una pared dándome la vista completa del interior, en donde varios más se encontraban observando en silencio. Rider yacía sentado en una silla con las muñecas inmovilizadas por un par de esposas  y un hombre sin uniforme se le plantaba enfrente mientras que otro veía con detenimiento la situación recargado desde la puerta, aguardando cualquier inconveniente para intervenir.

—¿Desde cuando estás metido en el negocio? —cuestionó el hombre frente a él con la voz bastante dura.

Una risa tétrica salió de los labios de quien una vez creí mi amigo logrando que un escalofrío me recorriera la espina dorsal al hacerme recordar aquel momento de desesperación en su habitación.

—Ni siquiera lo recuerdo —contestó con soltura.

—¿Estas consciente que te esperan muchos años tras las rejas si no nos ayudas a dar con la red principal de quien maneja el negocio? —amenazó el oficial encarnando una ceja.

Pero los minutos de silencio no le robaban su expresión burlona, su sonrisa llena de sorna como si de verdad no le importara lo que le deparara el destino.

—Te he hecho una pregunta —insistió bastante alterado el hombre que representaba a la justicia en ese lugar.

—¿A caso crees que eso me importa? —escupió —. Todo aquí es una maldita farsa. Es tan sencillo pagar a los tuyos para que hagan lo que queramos. Ustedes mismos están envueltos en el negocio, son quienes cobran regalías por cada gramo que se vende. No me vengan con hipocresías fingiendo que la autoridad es recta cuando no son más que una institución corrupta.

El rostro del oficial se endureció al instante y en un impulso tomó por el cuello de la camiseta a Rider quien seguía sin borrar su sonrisa socarrona.

Mi expresión era neutra, era tan cierto lo que decía. Yo mismo lo había experimentado, había vivido en carne propia lo que Rider relataba.

—¡No sabes lo que dices! —Se adelantó a responder aquel hombre ya bastante exasperado.

—Basta —intervino aquel que se había mantenido de pie junto a la puerta ahora  tomando los antebrazos de su compañero.

—No va a cooperar —escuché detrás de mí a otros espectadores que no se habían impacientando.

—Le esperan muchos años de prisión.

Poco a poco comenzaron a abandonar la habitación dejándome con el custodio que me había guiado hasta ahí. La puerta se había quedado abierta pero yo no dejaba de clavar mis ojos en la mirada bicolor de Rider quien ahora observaba en mi dirección como si supiera que me encontraba ahí.

Como si con sus ojos pudiera ver más allá de de lo que la pared le permitía, como si pudiera distinguir mi aroma a pesar de la barrera que nos separaba.

Tan lleno de odio.

—Te he traído por petición de tu abogado —habló el hombre detrás de mí, mis ojos no perdían la expresión cínica de Rider —
¿Qué era aquello de lo que te querías asegurar?

Me acerqué lentamente al cristal, no quería olvidar el odio que sentía por él, quería recordar esa expresión que estaba al borde de la locura para no pasar por alto mis razones, para pensar antes de tomar mis decisiones.

Todo trae consigo consecuencias.

Sus labios dibujaban una perfecta sonrisa siniestra y en un siseo pude leer a través del movimiento lento y pausado claramente cuando dijo en silencio:

—«Te voy a hundir»

Me di la media vuelta ignorando su amenaza y caminé en dirección a la puerta de salida, antes de perderme por donde habíamos llegado hablé.

—Solo me aseguraba de que siguiera aquí.

Porque alguien como él no debía salir nunca de ese lugar. Alguien como Rider merecía pudrirse tras las rejas por el resto de su vida. Después de todo el daño que había hecho, después de que casi termina con la vida de Edén en dos ocasiones. Era algo por lo cual se había ganado mi odio eterno.

—Aún no se decide que es lo que se hará con él —dijo antes de que saliera de la habitación.

¿Era una maldita broma?

Tenía cargos por dos intentos de homicidio, por distribución ilegal de drogas, uno más por secuestro, se había hecho pasar por otra persona y aún así no sabían qué hacer con él.

—¿Aún tienen dudas de su culpabilidad? —cuestione con la voz áspera.

—No es por eso. —El hombre junto a mí desvío su vista hacia el cristal —. No saben si encerrarlo en una prisión de alta seguridad o en un sanatorio. Le han diagnosticado esquizofrenia.

—Mientras lo mantengan a kilómetros de distancia de nosotros no me importa en lo más mínimo lo que suceda con su vida.

Sin mirar atrás me alejé de ese lugar, saliendo por la misma puerta que había entrado, regresando sin observar a los presos tras las rejas de ese largo pasillo. Alcanzando la libertar al ser selladas las rejas tras de mí una vez más.

—Por fin podrá regresar a casa —dijo mi ahora acompañante indeseado mientras caminaba a mi lado.

Me había encontrado con Skyler antes de llegar al piso en donde Edén se encontraba. En cuanto  me vio sonrió y se acercó para saludarme como si fuera mi amigo de hace años, aunque eso aún me incomodaba.

Las personas caminaban de un lado para otro por los pasillos blanquecinos, no odiaba ese lugar. Pese a que su comida era horrible y el aroma a antibióticos me producía malestar estomacal, porque era ahí en donde la había conocido a ella. El lugar que tantas veces la había ayudado a recuperarse y todas esas personas con batas y uniformes quirúrgicos quienes se encargaban de su salud.

—¿Sabes si desayunó bien? —cuestioné intentando hacer una platica que no resultara incómoda.

—No te preocupes por ello, yo mismo me encargue de que se comiera todo.

Una mueca de desagrado se formó en mi rostro en donde mi boca se había torcido dando a entender que no me gustaba mucho la idea de lo que me acababa de relatar Skyler.

Hasta cierto punto no podía ponerme celoso por la cercanía de aquel chico con Edén, aun recordaba su rostro de concentración mientras maniobraba RCP para traerla a la vida. Era tanta mi desesperación que en ese momento no me importó que sus labios se juntaran porque era él quien le daba aliento de vida y aunque no quisiera admitirlo ahora que lo pensaba por alguna razón me entraban unas ganas tremendas de estampar mi puño en su rostro de idiota sonriente.

Detuve mis pasos, no se lo había agradecido, un par de pasos después él se detuvo observándome con extrañeza.

—Jamás te di las gracias por lo que hiciste por ella.

Realmente me costaba trabajo  ser amable con aquel chico, pero sabía que era un paso para que pudiera seguir con mi vida.

—No tienes porque, ella… —Guardó silencio y una expresión nostálgica arrasó con su sonrisa estúpida —. Es alguien importante para mí.

—Realmente admiro la forma profesional en cómo te comportaste. Yo estaba muerto de miedo, no tienes idea.

—Realmente también tuve miedo —reveló —. Quizá no se notó pero estaba temblando, por un momento pensé que mis intentos eran en vano.

—Pero lo hiciste —aseguré —. Trajiste de vuelta a Edén.

Skyler volvió a sonreír, pero no era como si la felicidad embargara su expresión, el dolor por el que atravesaba en ese momento era algo que yo había experimentado cada vez que la veía con él, cada vez que no podía acercarme a Edén.

—Espero esta vez hagas las cosas bien —dijo de manera taciturna —. De lo contrario iré por ella, y esta vez será para no dejarla ir.

—Ni pienses que tendrás una oportunidad —sentencié dejando que mis celos afloraran.

Él en respuesta soltó una risa y negó un par de veces por la cabeza.

—Solo si tú prometes que la harás feliz.

Me detuve, eso era un hecho. Después de todo lo que había pasado para estar con ella no podría volver a alejarla de mí.

—Jamás volveré a alejarme de ella.

Seguí mi camino dejándolo atrás, Skyler no me siguió. Se quedó de pie en la mitad del pasillo. Entendía ese sentimiento, de querer estar con alguien y no poder, de obligarse uno mismo a mantenerse lejos de la persona que amas.

Y entendiendo todo me di cuenta de que no quería volver a estar en su lugar.


Entré a la habitación sin avisar, Edén se encontraba sentada en una silla terminando de anudar las agujetas de sus tenis, su cabello caía por en frente de sus hombros. Estaba bastante entretenida con la acción ya no portaba la tan distinguida bata azul.

—¿Estas lista? —pregunté aún sintiéndome nervioso por su reacción.

Seguía con el miedo de que ella aún mantuviera su hostilidad. Estaba consciente de que la había lastimado demasiado y aún podía recordar su rostro con esa expresión de rechazo cada vez que nos topabamos de frente.

Sus palabras.

Sus lágrimas.

Sus groserías que terminaban siendo toda una osadía para mí.

Se puso de pie acomodando su cabello, tomando su mochila de la silla. En silencio avanzó hacia mí ocultando su sonrisa tras una línea recta, un par de orbes difíciles de descifrar.

Era inevitable.

Había cambiado en gran manera su forma de ser, la niña pequeña de ojos llenos de añoranza había sido sustituida por una mujer con una mirada de desconfianza.

Detuvo sus pasos frente a mí, tan cerca que podía percibir el fragante aroma que desprendía su cabello, no podía dejar de observarla, de sentirme dichoso y a la vez culpable cada vez que nuestras miradas hacían conexión. Pero incluso así, aun con todas las dudas y miedos acaricié la línea de su mandíbula con mi pulgar, enganchando mis dedos en la parte posterior de su cuello.
Logrando que mi pulgar pudiera presionar su labio inferior con vehemencia, sintiendo como aquellos labios se encontraban esperando por mí.

Y siendo tan impertinente dejé que todo aquello que llevaba arrastrando se quedará fuera de mis pensamientos. En el olvido, alejado de mi mundo que representaba ella ahora. Porque era Edén quien era todo, en quien quería pensar. Por quien quería vivir.

Quién me entregaba con cada beso una oportunidad para recuperar su confianza, los años perdidos.

Y era su cuerpo temblando en mis brazos, el movimiento lento y profundo o sus manos buscando mi cuerpo lo que me permitía saber que llegaría el día en que su sonrisa predominaía en su expresión y todo aquello no sería más que un recuerdo difuso de un desliz sin sentido.

Sonreí aún sobre sus labios.

Quité la mochila de su  hombro y tomé su mano, de inmediato sus mejillas tomaron ese color rosado con el que siempre me recibían en el pasado.

—¿Te sientes mejor? —pregunté, quería escuchar su voz.

—Eso creo.

Nuestros pasos a través del pasillo de aquel hospital que nos había visto entre tantos encuentros, en donde nuestro reflejo en los cristales, de un chico y una pequeña niña que se paseaban intentando escapar para recibir una primera nevada se podían apreciar a través de los recuerdos.

—¿A dónde vamos? —preguntó con una expresión inocente.

—Hablé con tu padre. Al parecer piensa que lo mejor es buscar otro apartamento. Te quedaras en mi casa en lo que él arregla eso.

—¿¡E-En tu casa!?

Encarne una ceja, quizá me estaba tomando demasiados atrevimiento, pero era verdad.

Después del mal momento que había vivido Edén le dije a su padre que ella necesitaba olvidar, y ese lugar solo le recordaría aquel encuentro. Él pensaba de igual manera.

—¿Tiene algo de extraño?

Claro que lo tenía. Pero yo no quería verlo así. Necesitaba regresar al ayer. Y no era como si fuera actuar indiferente a todo lo que había pasado durante todo ese tiempo.  Lo que realmente quería era borrar ese pasado, hacerle saber que ella podía continuar con su vida, con la vida que nos habían arrebatado.

—Me da un poco de pena, tu hermano y tu madre estarán ahí.

Una pequeña sonrisa apareció en mis labios cuando ella desvió su rostro bastante apenada.

—Ellos te adoran.

—No los he visto es años. —Se escudo.

—Pero ellos han estado al pendiente de ti. Mi madre siempre le pregunta a Elizabeth sobre tu estado de salud, ella fue la que me contó que no estabas siendo muy obediente a las indicaciones médicas. Y Aaron, bueno, él y tu padre siguen en contacto. El día que te encontré en el lago fue a causa de que él me dijo que habías desaparecido.

Estaba hablando demasiado, revelando cosas que pensé jamás serían descubiertas.

—¿Me buscaste ese día? —cuestionó bastante confundida.

No me gustaba recordar ese momento. Pese a que fue un alivio para mí el volver a verla, el dolor de aquella noche no dejaba de recordarme las palabras crueles que dije.

—Llegué hasta ese lugar por ti —dije zanjado el asunto —. Pero no quiero hablar de eso.

—Esta bien.

Porque también era doloroso para ella y lo que menos quería era revivir el dolor que le habían ocasionado.

Salimos del hospital sin volver a coincidir con nadie. Había tomado el auto de Aaron prestado para poder llevar a Edén de manera segura hasta la casa.

Le abrí la puerta y dejé que se acomodara para asegurarla con el cinturón.

—Puedo hacerlo sola.

Ella podía.

Pero yo quería hacerlo.

Solo le sonreí.

Me introduje al auto por el otro lado para poder ir a casa de mi madre.

—¿Entonces no estuviste en Europa? —cuestionó en cuanto lo puse en marcha.

Con tranquilidad negué.

—Algo me dice que sabes más de la cuenta —aseguré con los ojos en el camino.

—Puede ser. Él me dijo algunas cosas. —Su voz poco a poco se fue apagando.

—Pregunta lo que quieras.

En ese punto de mi vida ya no tenía nada que ocultar.

—Qué… ¿Qué fue lo que sucedió?

Exhalé con fuerza, veía el camino fijamente pero a ratos observaba su expresión atenta.

—Aquella noche. La noche que diste tu vida por la mía. Lo que creo fue algo realmente estúpido. —Mi tono de voz se había elevado durante un segundo, pero tenía que guardar la compostura, no iba a perder los estribos y terminar regañándole por su imprudencia —. Aunque lo agradezco —aclaré —. Esa noche Skyler fue quien nos ayudó. Él nos trajo a ambos al hospital y en ese lugar me aprendieron por llevar conmigo un pequeño paquete con cocaína en su interior. —Su mirada estaba atenta en mi perfil —. Yo había hecho algo muy estúpido. Me había metido en el negocio turbio de Rider porque quería vengarme de mi padre, por esa razón fue que empecé a distribuir droga de manera ilegal. —Era una confesión que nadie sabía, algo de lo que hablaba con alguien por primera vez.

—Sabía que no estabas del todo bien —interrumpió, pero no dijo nada más.

Las calles poco a poco me comenzaron a parecer conocidas.

—No. Fui demasiado estúpido y egoísta —musité. Tenía más adjetivos para describirme, pero no era de lo que quería hablar realmente —. Tenía un único objetivo en mente, quería vengarme de Anthony por todo el daño. Él era un héroe para mí y toda esa imagen se había ido a la basura. Antes de conocerte me enteré de que le era infiel a mi madre con una prostituta. —Hasta cierto punto me daba pena confesar aquello —. Todo iba bien. Rider rápidamente me ofreció su ayuda, me gustaba ver como mi padre se llenaba de cólera al verme llegar en mal estado, el cómo no podía hacer nada contra mí. Había aceptado mi decisión sin titubear. —Sus ojos y los míos se cruzaron durante unos segundos —. Pero conocí a una pequeña niña en un hospital —dije. Mi expresión se había ablandado al recordar a la pequeña Edén de quince años —. Esa niña se convirtió en mi amiga, y no me di cuenta en qué momento había quedado profundamente enamorado de ella.

Edén me veía fijamente. Sus mejillas se mantenían rojas y sus ojos reflejaban un brillo especial, un brillo que no había visto en años.

Acaricié nuevamente su rostro sin dejar de poner atención en el camino.

—Fuiste aquella luz que me pudo sacar del océano en el cual me encontraba hundido, pero a cambio de eso te arrastré junto conmigo.

Un nudo se formó en mi garganta, merecía irme al infierno por haberle robado su vida, porque si yo hubiera reaccionado a tiempo ella no habría pasado por todo aquello.

Pero no había sido Io suficientemente listo. No me alejé a tiempo de Rider y cuando quise hacerlo ya era demasiado tarde.

Orillé el auto, no podía continuar conduciendo, necesitaba saber que ella no me odiaba.

—Perdoname por todo el daño que te hice —dije con arrepentimiento entre mis palabras —. Solo quería lo mejor para ti, y yo… No me podía perdonar por haberte lastimado.

—Todo este tiempo me obligué a creer que de verdad habías jugado conmigo. —Edén comenzó a jugar con sus manos de manera nerviosa —. No tienes idea de cuánto me dolió el que te alejaras. Fuiste quien me enseñó lo que era amar a alguien porque antes de ti yo no entendía ese tipo de sentimientos. Por eso no entendí porqué te habías ido de un día para otro.

—Lo último que quería era dejarte sola —aseguré sin dejar de ver sus ojos.

—Por años creí que eras un mentiroso pero aun así esperaba tu regreso. Jamás hubiera imaginado que estabas en prisión, nadie me dijo nada.

Eso también había sido cruel, pero entendía las razones de todos. También querían protegerla.

—Todos creyeron que era lo mejor para ti. Yo les pedí que ocultaran mi paradero.

—Ahora lo entiendo. Pero aún duele. —Edén colocó su mano a la altura de su corazón como si con eso todo lo que estaba experimentando en ese momento fuera a desaparecer.

—Edén. —Tomé su mano alejandola del contacto con su cuerpo y la coloqué sobre el mediastino del mío —. Jamás te lo dije de frente porque no tuve tiempo de hacerlo. —Se había quedado a la expectativa, estática con los labios ligeramente abiertos —. Pero quiero que creas firmemente. Te amo tanto que daría todo para que fueras feliz, tanto que tuve que dejar de ser egoísta. Porque al principio, cuando sabía que era malo para ti, aún así me aferre a mantenerte a mi lado. Pero con el tiempo me di cuenta de que no merecía ni siquiera sentir todos esos sentimientos que atravesaban por mi cuerpo cada vez que pensaba en ti. Cada vez que te veía y me resultabas un ser inalcanzable. Por eso me mantuve en silencio, callando el amor que pensaba era inmerecido.

No quería seguir sintiendo esa distancia, necesitaba sentir que ella estaba en ese lugar, junto a mi. Mis labios buscaron los suyos con desesperación, añorando que el tiempo se detuviera una vez más para nosotros. Porque era lo que necesitábamos. Sanar todas las heridas.

—Perdoname por ser tan inmadura —dijo entre los besos que le daba, sus lágrimas se mezclaban como un sabor dulce entre nuestros labios —. Por pensar solamente en lo que yo estaba sufriendo y no buscar razones para entender.

—Solo creíste lo que te dije, o las cosas que veías. Era lo que quería. Que me odiaras para que pudieras seguir con tu vida sin mí.

Me alejé de ella para poder quitar las lágrimas de sus mejillas.

—Vamos. Deja de llorar. —intenté persuadirla mientras dibujaba una sonrisa —. Dejemos todo esto a un lado.

Ella asintió repetidas veces, se veía adorable intentando contener el llanto, la acerqué a mi cuerpo y la abracé contra mi pecho.

Nos quedamos así durante un par de minutos y fue hasta que los espasmos de su cuerpo desaparecieron que nos separamos.

Edén volvió a acomodarse sobre el asiento, y sin que me lo pidiera tomé su mano, la que tenía a mi alcance, dirigiendo mi vista hacia el frente para continuar con nuestro camino. Para poder sentir sus dedos entre los míos como si no quisiera soltarla ni un segundo.

La manga de su suéter de la mano libre terminó por arrasar con lo que quedaba de sus lágrimas y como una ilusión, como una imagen que jamás creí ver nuevamente. Su sonrisa había aparecido, aún con las mejillas sonrojadas. Pero era esa sonrisa. La de la niña del hospital de la cual me había enamorado.

Los rayos del sol que luchaban por atravesar las nubes ahora blancas en casi su totalidad se filtraban por la ventana del auto y su silueta se iluminaba. Era verdad, después de cada tormenta siempre aparece un arcoiris.

Esa tarde llegamos a mi hogar.

Mi madre recibió a Edén estrechadola entre sus brazos con fuerza y Aaron de igual manera la recibió como un hermano mayor.

Ellos la amaban también, de la forma en que una familia lo hace.

—Siempre tienes que entrar en razón a la mala —dijo mi hermano dejándose caer en el sofá  a mi lado. Mamá se había llevado a Edén mientras hacía la cena, para platicar con ella.

—Y tú siempre tienes que meterte en lo que no te importa —espeté fingiendo molestia, pasaron unos segundos cuando cambié mi rostro a uno más tranquilo —. Gracias por ser tan irritante.

—De nada, es deber de los hermanos mayores molestar a sus pequeños hermanitos.

Reí de las cosas que mi hermano decía.

Estaba bastante feliz por el momento, sintiéndome tranquilo por primera vez en cuatro años, sin tener miedo de que alguien le hiciera daño a Edén.

La veía desde el sofá charlando con mamá, quizá un poco apenada. Volteando a verme en segundos fugaces.

El teléfono de la casa comenzó a sonar y fue Aaron quien se puso de pie con tranquilidad para contestar.

Mientras yo seguía contemplando a la persona que más amaba en el mundo.

—Él habla.

Escuché a lo lejos, sin darle  importancia a la plática que mi hermano estaba sosteniendo.

Pero fue el sonido sordo del teléfono inalámbrico chocado contra el suelo lo que no solamente llamó mi atención sí no la de todos.

Aaron estaba de pie, con una expresión de incredulidad, poco a poco me enfocó. Me pusé de pie porque parecía que él se iba a desvanecer; sin embargo pasó saliva con dificultad e intentó volver a respirar.

—¿Qué sucede? —exigí con la voz bastante grave.

Sus pupilas vacilaron, su piel estaba más pálida de lo normal y en cámara lenta, con el movimiento pausado de labios reveló.

Papá ha muerto.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro