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Bulbos de tulipán

|28|

EDÉN

La nieve estaba apelmazada, formando pequeños cúmulos que se atravesaban con mis pisadas. Me gustaba la sensación de cómo mis botas se hundía con dificultad entre ellos, saliendo cubiertas de una capa blanca.

El camino, por el cual seguía estaba un poco empinado, comenzaba a pensar que era mucho más fácil caminar teniendo a Allen, quien había sostenido mi mano.

Intenté que mis pasos fueran firmes, no quería caer y lastimarme por haberme aventurado a alejarme de los demás, pero de igual manera, estar en un lugar como ese no era algo que alguien quisiera.

Los árboles se alzaban, lúgubres, cubiertos de nieve. Y entre ellos, las lápidas descansaban, algunas cubiertas de hojas secas, parecían que tenían años sin ser visitadas. Otras más con recuerdos cubriendolas.

Mi madre no descansaba en ese lugar, había sido sepultada cerca de la casa del lago pero de igual manera sentía un nudo en la garganta sabiendo lo que era tener a alguien tan lejos, alguien que jamás podría regresar.

Me preocupé por un momento, creyendo que me había perdido. Pero, de entre los árboles pude ver la silueta de Sky.

De pie, inmóvil. Observando en silencio mientras mantenía las manos dentro de su chaqueta y su único acompañante era el silbido del viento congelando la escena.

—¿Sky? —cuestioné con miedo de perturbarlo.

Me di cuenta de que él no había sentido mi presencia, porque se había exaltado levemente al escuchar mi voz.

—¿Edén?¿Qué haces aquí?

Percibí su voz más que sorprendida, distante. Como si no tuviéramos un lazo tan estrecho como el que habíamos desarrollado durante años.

—Vine con Allen —respondí con cautela, porque no me correspondía hablar de más y sabía que de igual manera él no me iba a cuestionar —. ¿Viniste solo?

Aún sentía vergüenza de verlo tan cerca.

Sky había sido como un hermano mayor para mí, y aunque no quería aceptarlo estaba consciente de que él sentía algo por mí y yo me aprovechaba de ello. Había ignorado por completo sus sentimientos porque estaba presa dentro de mí propio dolor.

—Sí, vine a hacer una visita —dijo con una sonrisa. De esas que iluminaban a cualquiera pero era imposible que sus ojos ocultaran el destello de tristeza que inundaba su mirada azul.

Me acerqué con cuidado, como si temiera que él huyera de mí; sin embargo, se mantuvo en el mismo lugar esperando a que me posicionara a su lado.

Sabía que tal vez me estaba entrometiendo en algo que desconocía pero de igual manera me pesaba ver a Sky triste.

Fue cuando pude ver una lápida que parecía no tener tanto tiempo como tantas otras. Sobre ella reposaba una pequeña maceta con apenas un pequeño brote, pero sin flores.

ANYA STERLING SIMONS

AMADA HIJA. EL ÁNGEL QUE LLEGÓ A ILUMINAR NUESTRA EXISTENCIA.

1998-2017

Me azoré intentando indagar dentro de mí cabeza aquel nombre, intentando recordar si había salido de los labios de Skyler, pero me daba cuenta de que jamás había hablado de ella. Pero por la fecha sabía que tenía diecinueve años cuando murió, la misma edad que yo tenía en ese momento. El mismo año en que yo había conocido a Skyler.

Dirigí nuevamente mi vista hacia Sky, mantenía una expresión serena, como cuando se encontraba concentrado haciendo cualquier cosa.

—Anya —habló rompiendo el silencio, tomando una gran cantidad de aire —. Te presento a Edén.

Guardé silencio porque me encontraba un tanto desconcertada. No sabía que decir al respecto.

—Es un poco salvaje algunas veces, y hace berrinches descomunales —dijo añadiendo un poco de diversión a su comentario —. Pero también me ha enseñado muchas cosas. Ella y el energúmeno que tiene por novio, me hicieron darme cuenta de cómo el amor puede sobrevivir a cualquier cosa. —La voz de Sky comenzó a tornarse ronca, como si algo obstruyera su garganta —. Incluso a una enfermedad.

Por alguna razón también mi garganta se comenzó a cerrar y sentí mis ojos picar, no sabía quién era ella, no entendía por qué una chica de diecinueve años estaba enterrada frente a nosotros, o por qué Sky había dejado caer unas lágrimas que llegaron hasta la nieve que estaba junto a sus pies.

Sky cayó sobre sus rodillas dejando que se enterraran en la nieve, estaba llorando. Así que no pude hacer más que colocarme a su lado y proporcionarle un abrazo como esos que él solía regalarme cuando sentía dolor en mi corazón. De esos que me ayudaban a conciliar el sueño, que me hacían sentir segura.

Jamás lo había visto llorar, como si fuera un pequeño niño perdido. Sus cuerpo se contraria entre espasmos silenciosos. Acaricié su cabello y lo dejé desahogarse.

—Lo lamento —musitó irguiendo el tronco un poco, obligando a mi abrazo a ceder —. No pensé que te encontraría por aquí.

Restregó con el dorso de su mano su rostro antes de voltear a verme.

—Tampoco imaginé que te encontraría  en un lugar como este —admití aún perpleja.

Mis brazos cayeron a mis costados, terminé sentándome a su lado en silencio, luciendo quizá un poco nerviosa, tampoco quería que se sintiera juzgado por mi mirada.

—Ella… ¿Era algún familiar tuyo? —pregunté  con cautela.

Sky negó con la cabeza.

—Anya era la chica de la que estaba enamorado cuando tenía diecisiete años de edad —dijo como quien ve un recuerdo alejarse —. Antes de que decidiera que iba a estudiar medicina.

—Sky…

Mi corazón se oprimió ante sus palabras.

—Tenía unos ojos tan bonitos de un verde parecido a los tuyos. —Me miró fijamente y sonrió —. Su cabello era de un tono tan oscuro que parecía casi negro, pero más espeso que como lo tienes tú.

—Qué… ¿Qué le pasó? —La pregunta se me había escapado de la boca, la duda ya me había consumido.

Me di cuenta de que había tocado una herida que no podía curar, porque aunque quisiera no podía ser ese apoyo que Skyler merecía.

Con cuidado extendió su mano fría y acarició mi mejilla, una sonrisa dulce se dibujaba en su rostro.

—Tenía neuroblastoma —musitó con dolor cambiando la expresión.

Mi corazón se estremeció ante tal revelación. El neuroblastoma es un tipo de cáncer en el sistema nervioso. Los pacientes con este tipo de padecimiento pueden perder sus habilidades motrices y existe un deterioro en sus habilidades cognitivas.

—Aún recuerdo la primera vez que sus movimientos fallaron —dijo perdido en la imagen de la tumba solitaria —. La había invitado a un baile escolar. Se veía muy hermosa, su vestido se ondeaba y aunque ambos éramos bastante torpes como para saber bailar bien, ella estaba feliz y eso era lo único que me importaba. De un momento a otro las piernas le fallaron y terminó en el suelo —dijo amargamente —. Anya había comentado días atrás que tenía dolores descomunales de cabeza, mareos, y vómitos repentinos. Pensamos que era quizá alguna comida que le había caído mal. Jamás imaginamos que tenía un tumor maligno haciendo metástasis en el cerebro.

No sabía que decir al respecto, porque me daba cuenta de que realmente no conocía al chico que estaba frente a mí.

Jamás me había preguntado sobre la vida de Sky, mucho menos porque él siempre sonreía y se mostraba confiado. Como si no conociera el dolor.

Un silencio prolongado nos embargó, sus ojos no se apartaban del epitafio como si no estuviera realmente viendo la piedra lisa, quizá veía más allá.

—Jamás hubiera imaginado que escondidas una historia como tal —hablé llamando su atención levemente.

—No es algo de lo que hable con todos.

—Sucedió cuando me conociste, ¿verdad? —cuestioné refiriéndome a la fecha en que Anya había fallecido.

Sky movió la cabeza despacio en una afirmación.

—La noche que te llevamos al hospital, hace tres años en febrero. Esa noche me enteré de que Anya había muerto días atrás. —Una vez más cambió la expresión de Sky, intentaba no desmoronarse.

—Lo lamento.

No tenía palabras. Había vivido tres años teniendo a Skyler a mi lado y nunca me había cuestionado sobre su vida, creía que él no tenía idea de lo que implicaba perder a alguien, así como yo había perdido a Allen.
Pero estaba completamente equivocada, él había pasado por un dolor más intenso que el mío y aún así me regalaba sus sonrisas.

Por un momento me detesté a mí misma por no haber podido corresponder a sus sentimientos.

En otras circunstancias, quizá en otra vida.

—No deberías de estar a la intemperie —dijo tomando compostura —. Está haciendo mucho frío.

Hasta ese momento me di cuenta de que lo que decía era verdad, estábamos los dos sentados en la nieve con las mejillas rojizas.

Realmente sentía mi trasero congelado.

Sky se puso de pie y me extendió la mano para ayudarme a mí. Batallé un poco, ya que mis piernas se habían entumecido pero traté con todas mis fuerzas mantenerme estable.

Él dio un par de pasos hacia el lugar en donde descansaba el cuerpo de Anya. Se colocó en cuclillas.

—Creo que este es el adiós —musitó pasando los dedos sobre el nombre grabado. Una sonrisa estaba plasmada en sus labios. Creía firmemente que le hablaba a la solitaria tumba pero mi nombre entre sus labios dicho con vehemencia me produjo escalofríos —. Edén, fue un placer ser tu niñera.

Algo obstruía mi garganta. Las palabras de Skyler me parecían tan lejanas, ausentes como si narraran un final.

Se puso de pie y se acercó a mí, era tan alto. La profundidad de sus ojos azules esta vez no me producían tranquilidad porque veía en ellos un cielo infinitamente lejano que cada vez se perdía  detrás de espesas nubes.

—No tiene por qué ser así —aseguré.

Quizá pronto no me necesites.

Recordé sus palabras y por un momento sentí ganas de llorar.

Quería a Sky, pero no lo amaba.

Él había sido un gran apoyo para mí, si él no hubiera estado conmigo durante esos últimos años muy probablemente yo estaría muerta.

Pero aún así, pensar en que no lo volvería a ver me dolía.

—Me decidí por rehabilitación neurológica. Haré mi especialidad en España —dijo manteniendo una expresión tranquila.

España… Eso estaba muy lejos.

Sin darme cuenta mi labio inferior había saltado y un nudo obstruía mi garganta.

—No sé cómo voy a sobrevivir sin tu pasta a la carbonara —solté porque no podía pedirle que se quedara. Sin poder evitarlo mis brazos se cerraron alrededor de su cuerpo. Y él, como cada vez que lo necesitaba me abrazó acariciando mi cabello, recargando su mejilla en mi cabeza —. Gracias por todo Sky, perdoname por todo lo que te hice pasar.

—Te lo dije verdad enana, que todo estaría bien.

Asentí aún contra su cuerpo.

—Edén —dijo en tono bajo. Me despegué levemente de su cuerpo e intenté enfocarlo —. ¿Podría pedirte un beso de despedida? —Su dedo índice pasó por mis mejillas arrastrando los rastros de lágrimas. Me había quedado congelada ante su petición.

Era algo que no podía hacer, porque si lo hacía me iba a sentir como si hubiera traicionado a Allen.

No podía…

Pero tampoco quería negarle algo así a Sky, sabiendo que después de eso no lo volvería a ver.

Tal vez Allen entendería, después de todo.

—E-Está bien… —susurré.

Como si fuera un reflejo mi cabeza descendió intentando ocultar la vergüenza que me causaba hacer algo así con él. Sky tomó mi barbilla con delicadeza para elevar mi rostro.

Su aliento hacía cosquillas en mis mejillas, era tan cálido y contrastante con el viento helado que seguía soplando, moviendo las ramas secas de los árboles.

Cerré los ojos esperando el contacto.

Porque solamente sería eso.

Un beso de un contacto tan limitado.

Pero no fue así.

La calidez, de la presión de sus labios sobre mi frente logró que me sintiera aún más avergonzada.

Como si no hubiera pensado en las probabilidades, sabiendo que Skyler había sido tan dulce y respetuoso.

No pude evitar reír de la situación.

—¿No me digas que pensaste en la posibilidad de que podría ser de otra forma? —preguntó elevando una ceja, mostrando una pequeña sonrisa llena de sorna —. No creo que a nuestro amigo le hubiera gustado ver eso.

Su cabeza se movió dándome hincapié a que volteara a ver detrás de mí. Mi corazón había dado un brinco con fuerza al entender que alguien nos había observado durante todo ese tiempo.

Los pasos pesados, de alguien caminando entre la nieve hacia nosotros hizo que mi rostro se pusiera más rojo de lo que ya estaba, era Allen. De eso estaba segura.

—No puedo apartar los ojos de Edén por un segundo porque tomas provecho de ello. —La voz profunda de Allen me hizo dar un pequeño salto. No quería que él estuviera molesto conmigo por eso. Pero a pesar de la situación su voz denotaba diversión.

Su mano tomó la mía, no me observaba a mí. Allen veía a Skyler con una sonrisa tranquila pero mi corazón no dejaba de palpitar con fuerza.

—Pensé que tal vez sería mi última oportunidad de llevarla conmigo —contestó Sky sonriendo. 

—Ni lo sueñes —espetó Allen rápidamente.

El agarre en nuestras manos se había vuelto más intenso al punto de resultar posesivo.

Pero ni esa expresión en Allen perturbó la sonrisa de Sky.

—Confío en que cuidarlas de ella —dijo Sky ofreciendo su mano, como si de esa manera sellaran un pacto.

Allen dudó al momento de darle su mano, pero al final lo hizo estrechandola con mucha fuerza.

—Tenlo por seguro.

—¿Cuándo te irás? —pregunté cuando se separaron.

—Si todo va bien me iré en primavera —contestó Sky.

Quedaban pocos meses para eso, de verdad me sentía triste por la noticia. Aunque sabía que no sería un adiós definitivo.

Mis ojos estaban fijos sobre la pequeña maceta.

El viento era helado como para que pudiera sobrevivir y no entendía porque en ese momento me preocupaba algo tan insignificante como una planta.

—No deberías de dejar ahí esa maceta —dije intentando hablar de otra cosa, como todos los días cuando íbamos a la escuela.

Hablando de todo y de nada.

Sky volteó y observó el lugar que mis ojos veían fijamente.

—Ah eso. No te preocupes, son bulbos de tulipán.

No entendía qué tenía que ver una cosa con otra pero no solamente había llamado mi atención, también Allen observaba atento.

—¿Y? Se va a morir si lo dejas aquí.

Skyler sonrió, iba a abrir la boca pero la voz de Allen se lo impidió.

—Los bulbos de tulipán se plantan en invierno, las flores comienzan a brotar en febrero.

No tenía conocimiento de ello, pero me resultaba interesante.

—Así es, es una planta que resiste al frío, pero su mejor momento empieza cuando está cerca la primavera —complementó Sky.

En invierno.

Cuándo el frío es más intenso.

Esa era su fortaleza.

Sobrevivir al invierno.

Después de unos minutos Allen decidió que era momento de irnos.

Sky se quedó en ese mismo lugar, observando el nombre de Anya. Quizá hablando sobre lo mal que la había pasado conmigo, aunque dudaba que ese fuera el caso. Quizá solamente sufriendo en silencio.

El silencio nunca había sido mi fuerte.

Hablar era lo que hacía cuando estaba nerviosa. Últimamente gritaba para desahogarme y había aprendido a maldecir para poder sacar toda la impotencia de mi pecho.

Pero definitivamente, mucho más que las palabras o los reclamos no sabía cómo lidiar con el silencio.

Mucho menos sabiendo que era Allen quien mantenía los labios presionados y la mirada fija en el camino como si yo no estuviera a su lado muriendome de nerviosismo.

—Entonces… ¿Estás molesto conmigo? —pregunté logrando que mis palabras se perdieran poco a poco.

Su vista dejó por un momento el camino, su expresión no podía ser interpretada.

—¿Debería de estarlo? —cuestionó con neutralidad.

Y yo maldecía internamente porque no me gustaban ese tipo de contestaciones.

Era como si me dijera: «Vamos Edén, tú sabes que lo estoy pero quiero que me digas el por qué»

Mordí mis mejillas por la parte interna y me contuve analizando bien mi próximo movimiento.

—Ya sabes, por lo que iba a hacer.

No podía siquiera mirarlo a los ojos porque no quería que se exaltara.

Una exhalación profunda salió de su boca, como si estuviera cansado, algo que me perturbó aún más.

—Pasé tres años encerrado en una celda pensando día y noche en ti —dijo alternando la mirada entre mí y el camino —. Y cuando por fin pude ser libre hice algo tan estúpido como intentar alejarte de mí. A pesar de eso elegiste seguir aquí conmigo. No dudaste de tu amor por mí, yo tampoco lo hago pero igual entiendo como se siente Skyler. No es que ahora me caiga muy bien, sigue molestandome que esté cerca de ti, pero creo que ha hecho demasiado como para dudar de su complicidad. Ahora tú y yo estamos juntos y eso es lo que importa.

Fijé mi vista en el camino. Y como si las palabras escaparan de mi boca dije:

—No he besado a nadie más que a ti. Bueno, no en los labios.

Le lancé una mirada furtiva, Allen estaba sonriendo con diversión.

—Estoy seguro de que no.

El dolor que deja una persona cuando deja este mundo no se puede comparar a nada.

Ver sufrir a alguien para perderse dentro de un final inminente.

Existen diferentes tipos de enfermedades, algunos nacemos con ellas. Otros las desarrollan en silencio hasta que es demasiado tarde como para hacer algo al respecto; otros más se las provocan tomando malas decisiones.

Pero cualquiera sea el caso nadie quiere ver como esas vidas se pierden poco a poco, como su existencia abandona los suspiros.

Aunque son aquellas personas. Las que permanecen a nuestro lado quienes hacen que nuestra enfermedad sea más llevadera, aquellos que nos regalan al sonrisas, palabras llenas de buenos deseos.

Los que lloran por nosotros en la soledad de una habitación pero tratan de ser fuertes aunque no puedan más.

Es la fortaleza de ellos la que nos da esperanza y nos ayuda a vivir.

Era algo que agradecería por siempre a Sky.



Hola personitas bellas.

Lamento haberlas dejado con la duda, después de tantos capítulos llenos de estrés y sufrimiento emocional estoy segura de que se quedaron perturbados por el final tan extraño del capítulo anterior.

Esta historia está llegando a su fin.

No sé si se han dado cuenta pero hemos resuelto todas las dudas que habían quedado sueltas en el libro I.

Les dimos un final a Anthony y otro a Rider, nuestros principales antagonistas.

Y para ser sincera también quería darle un final a Sky, odiado por muchas, amado por muchas más.

Este personaje a mi parecer fue un personaje secundario que hizo grandes cosas y se merecía un final bonito.

He estado pensando, no sé a quién le interese, pero después de terminar «Promesas Silenciosas» me gustaría escribir una historia de amor para Sky.

Ojalá y alguien quiera apoyarme con ese proyecto C:

No se asusten, no hemos cambiado el foco de atención de esta historia sobre Allen Y Edén; pero quiero que esta vez no quede ninguna incógnita como en el primer libro.

Quizá nos queden uno o dos capítulos por delante. Aún no lo decido.

Muchas gracias por toda esta travesía que pasaron a mi lado. ¡Un año publicando esta historia!

Tengan un bonito día C:



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