
Amor Silencioso, eso era lo correcto
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ALLEN
La primera vez que la vi había quedado perdido en su belleza.
Con tan solo quince años de edad ella era el ser más hermoso que mis ojos habían visto; su sonrisa parecía iluminar cada pasillo del hospital, su cabello revuelto revoloteaba de un lado a otro mientras caminaba en dirección a su habitación, sus ojos… Esos ojos expresivos, llenos de bondad, de inocencia; de curiosidad por comerse el mundo entero.
¿Cómo era posible que después de su diagnóstico ella pudiera transmitir tanta paz con su mirada?
¿Cómo era posible que su sonrisa no se borrara incluso después de perder a la mujer que le dio la vida?
Eso era lo que yo pensaba.
Que su mirada bondadosa y su sonrisa jamás desaparecerían de su rostro.
El tiempo sigue su paso, los cambios son inevitables. Estaba tan seguro de eso en ese momento porque ahora no podía pensar en nada coherente. Ella había cambiado, eso era lo que todos decían, lo que murmuraban sobre sus acciones, sobre su comportamiento. Pero, Edén también había cambiado por fuera. Después de un poco más de tres años era más hermosa que antes.
Tal vez el hecho de que en todo ese tiempo no había dejado de pensar en ella tenía mucho que ver, despues de tantos años seguía soñando con sus ojos verdes con destellos de esmeralda, con su voz, con su sonrisa.
De igual manera la situación en la que nos reencontramos no era como lo hubiese imaginado.
Su vestimenta no era la adecuada para recibir la primera nevada del año. Una ramera de manga larga en color negro, pegada a su cuerpo, contorneando su delicada figura, parte de su abdomen plano era visible; sus jeans del mismo tono negro y un par de botas para nieve, no quedaba nada de su cuerpo de niña. Mi manzana de adán hizo un movimiento vertical al pasar saliva, me encontraba perdido en las curvaturas de su silueta. Una vez más mi mirada se posó en la suya.
El tiempo se detuvo de la misma manera en que lo hacía antes.
Sus ojos me devoraban, esos ojos que superaban los escenarios más bellos, todavía podía admirarlos en mis sueños y algunas veces en mis pesadillas.
—¿Eres tú? —cuestionó más para ella misma, el eco de su voz resonó en mi cabeza —. Realmente eres tú. —Esta vez en una afirmación se llevó la mano a la boca.
Un intento de sonrisa se formó en sus labios, era el brillo lleno de ilusión que se asomaba por el reflejo de sus ojos.
Habían transcurrido años desde que escuché su voz por última vez, una tormenta de emociones llenó mi cuerpo reaccionando al sonido afable, recordándome cuanto tiempo había estado sumido en un vórtice de desolación.
Sus ojos a punto de derramar lágrimas, los espasmos comenzaron a invadirla. Había esperado tanto tiempo para volver a verla, para escuchar su voz y mi nombre ser pronunciado por sus labios.
Sus cambios físicos eran demasiado evidentes. Ya no era la niña de la que me enamoré, sin embargo estaba seguro de que la amaba tanto como cuando la vi por última vez.
Con pasos dudosos se acercó a mí tal vez atraída por los recuerdos de un pasado dulce y tortuoso. El viento helado lograba que su cabello danzara, estaba temblando; sin embargo, no sabía si temblaba por el frío o por la impresión de verme. Se detuvo a escasos centímetros de mi cuerpo logrando que pudiera detallarla más profundo que el calor de su cuerpo fuera perceptible por la cercanía.
Las pecas casi invisibles adornaban su nariz y parte de sus mejillas, tenía esa belleza angelical; su cabello mantenía el color castaño con toques dorados siendo todo opacado por el color verde de sus ojos, de sus pestañas tupidas. De un segundo a otro estaba recordando el toque de sus labios, su tacto frío y ese aroma dulce que me embargaba siempre que sus brazos rodeaban mi cuello. Edén me había proporcionado una esperanza cálida en aquel invierno, ella había sido la causante de mis dudas.
Estaba frente a mí, con lentitud elevó la mano tratando de tocar mi mejilla, como si en cualquier momento me fuera a desvanecer, como si se tratara de un espejismo. Tal vez una alucinación por su inestabilidad emocional.
Y antes de que su tacto me invadiera giré mi rostro rechazando su acto. Mis ojos estaban faltos de emoción, era un experto en ello, en ocultar la verdad; en guardar mis sentimientos en lo más profundo de mi ser, pero realmente quemaba. Todas las palabras que no podía decir que una a una se atoraron en mi garganta como fuego quemando mi interior luchando por salir.
Todavía mi cuerpo me pedía su calor, mi corazón corría desbocado dando golpes fuertes contra mi pecho; pero mi cabeza se mantenía fría, estaba silenciando una vez más lo que quería gritar, estaba dándole uso a la razón por primera vez, dejando de ser tan impulsivo y estúpido como para no saber qué era lo que realmente le causaba daño.
Esta vez lo haría.
Esta vez...
El amor que sentía por ella sería en silencio.
Mi mentón se elevó con prepotencia huyendo de su tacto, con esa soberbia que sabía que permanecía en mí pero qué jamás había sido dirigida a Edén. Sus ojos reflejaban el dolor contenido de años en espera, una mirada completamente diferente a la que recordaba en donde los colores de la luz sobre el hielo se reflejaban como destellos en sus ojos, llena de vida, meramente feliz.
Dio un par de pasos hacia atrás, la sonrisa que se había formado en sus labios había decaído hasta pasar a una expresión vacía.
—Qué... ¿Qué haces aquí? —preguntó con miedo, cambiando la dirección de su mirada.
—Es lo que debería de preguntarte yo a ti —respondí.
—Solo necesitaba pensar —dijo estremeciéndose ante una ventisca leve.
Se abrazó a sí misma, sus mejillas y nariz estaban enrojecidas y los labios rosados comenzaban a tornarse violeta.
No era estúpido como para no saber lo que iba a hacer antes de que llegara.
Edén pretendía saltar, eso era demasiado evidente.
Ella quería terminar con su vida.
—No ha sido muy sensato de tu parte salir con este clima. —Mi voz era neutra, sin ninguna emoción por transmitir.
—¿Cuándo has regresado?— preguntó arrebatadamente cortando mi frase, su curiosidad iban más allá que la razón de mis palabras.
—Un par de semanas.
Coloqué las manos dentro de mi chaqueta, restándole importancia a esa información.
Ahora no era aquella expresión de ilusión la que se dibujó en su rostro, apretó los dientes con fuerza antes de mirarme como nunca lo había hecho, con reproche e ira.
—¿Y ni siquiera pensabas buscarme?—arrastró cada letra en su boca.
—No había razón para hacerlo.
Mis palabras eran duras, como cuchillas afiladas, pero al mismo tiempo desinteresadas dándole a entender que ella no era mi prioridad.
Si quería mantener segura a Edén debía de hacer que me odiara.
—¿¡Por qué desapareciste!? —exclamó apretando fuertemente los puños —. ¿¡Porqué me dejaste cuando más te necesitaba!? —reprochó con pasos firmes, su cuerpo se estremecía entre espasmos, el vaho de su boca salía con cada palabra que me dirigía.
Yo no contestaba a sus preguntas, no como ella quisiera.
Y sin darle una respuesta concreta añadí:
—Ve a casa.
Me encontraba haciendo un gran esfuerzo por mantenerme firme, quería tirar todo a la mierda, Edén no tenía ni la más mínima idea de todo el auto control que estaba necesitando en ese momento, de cómo mis dientes mordían mi lengua para evitar que alguna palabra de amor o esperanza escapara entre mis labios. O el miedo de mis ojos, de la añoranza mezclada con culpa.
Sin querer mi vista viajó a su abdomen y pequeños fragmentos de memorias regresaron a mí, en donde su sangre como granada corría a través de sus dedos, había quedado impregnada en mi ropa, en mi rostro. El aroma a metal, del cántico dulce de sus labios y aquel miedo abrasador de ver como a cada segundo la consciencia abandonaba su cuerpo tan delicado como una hoja de papel a punto de ser rasgada.
Ella se dio cuenta de la dirección de mis ojos porque de inmediato miró su abdomen.
—¿Te preguntas por ésto? —cuestionó tocando por encima de la tela oscura con una mueca de tristeza, estaba seguro de que una cicatriz permanente se encontraba desentonando con su hermosa piel.
No pude decir nada.
Ni siquiera un «lo lamento», eso significaba dejarme ver débil, se daría cuenta de lo mucho que me importaba. Deseaba suplicarle por perdón, caer de rodillas frente a ella aferrándome a su cuerpo y dando gracias al cielo porque estaba viva, de pie frente a mí.
Pero eso significaba romperme por el pasado y aunque de a momentos sentía mis piernas flaquear retomé mi expresión seria.
—He dicho que vayas a casa —repetí ordenando con más fuerza esta vez.
—Dime algo Allen. —Edén caminó hacia mí con una expresión completamente interrogatoria, con más coraje que tristeza —. ¿En algún momento signifique algo para ti? —preguntó acorralandome como un felino a su presa.
—Deja de comportarte como una chiquilla y haz lo que te he ordenado—«¿Que sí significó algo para mí?» Ella era mi vida, era su voz, su esencia lo que me mantuvo en pie.
De un momento a otro cuando hubo terminado con la distancia entre nosotros impactó sus manos en mi pecho en un movimiento que no pude predecir, no me moví más que pocos centímetros pero había sido más por la impresión de su acción que por la fuerza que pudiera ejercer sobre mí. Por primera vez veía el rostro furioso de Edén, y aún así pensaba que seguía hermosa.
Sus pequeñas manos tomaron mi camiseta con fuerza arrugando la tela entre sus dedos, era tanta la presión de su agarre que podía sentir sus uñas casi clavandose en mi piel, estaba tan cerca de mí, su aroma dulce me invadió, eso solamente lograba que pensara en dejar a un lado mi miedo y besarla por todos los años que no pudimos estar juntos. Eran las mismas sensaciones que causaba en mí, mi cuerpo reaccionaba a su cercanía, mi piel se había erizado.
—¡Todo era mentira! —exclamó con una mezcla de profundo odio y dolor causando un pinchazo en mi pecho —. Eres un maldito mentiroso, me hiciste creer que de verdad me amabas.
Mi corazón dolía por sus palabras.
«Te amo Eden»
«Te amo de una manera que no puedes imaginar, tanto que cada palabra que sale de mi boca es como si se tratara de una espada de doble filo cortando la piel de mis labios». Eso era lo que quería decir, sus ojos destellaban una furia genuina nada comparada a mis intentos infantiles de molestarla.
Pero ante cualquier cosa que ella siguiera haciendo, aún a pesar de las sensaciones que llenaban mi piel, mi interior; me mantuve firme.
Yo no era bueno para ella.
Y era el momento adecuado para hacer que ella siguiera con su vida, que se olvidara de mí de una vez por todas.
Nunca pudimos tener una despedida, el destino cruel nos había arrebatado a uno del lado del otro, por culpa de cada uno de mis errores. Lo había pensado durante tanto tiempo, ¿qué haría para poder alejarla de mí?
No dudaba de su amor, pero tenía la esperanza de que ella se hubiera olvidado del tiempo que pasamos juntos diciendo promesas que jamás verían la luz, pensaba que tal vez no era verdad lo que los demás decían. Porque muy en el fondo quería creer que su estado de inocencia había mermado.
Pero sus ojos, su actos, todo en ella me indicaba que realmente aquel amor dulce que profesaba por mí seguía estancado en su corazón y yo no quería eso. No lo merecía, ni siquiera una muestra de preocupación. No merecía que ella demostrara lo mucho que le importaba. Porque era su expresión rompiéndose, la falta de brillo en su mirada lo que más me dolía en ese momento.
No había salida.
El odio te da razones para seguir.
Aún cuando eso significaba herirla.
—Jamás te amé —aseguré —. Solamente te usé porque sabía que tú padre era abogado del mío, porque de esa manera podría destruir a Anthony y tomar venganza —escupí con dolor en cada una de mis palabras. Todas y cada una de ellas eran mentiras porque incluso cuando sabía la relación que existía entre mi padre y el de ella elegí a Edén por sobre todas las cosas —. Solo fuiste parte de mi plan para vengarme de Anthony.
Su expresión se congeló, sus ojos seguían inundados de dolor, había lastimado a Edén en donde más le dolía, en negar que la amé, y que aún la seguía amando. En guardar silencio, un amor silencioso, eso era lo correcto.
El agarre en mi camiseta fue desvaneciendose por un par de segundos pero antes de que sus fuerzas cedieran retomó aquella brusquedad con la que me había asaltado. Su rostro se tiñó de ira, de frustración más que de dolor.
—Mentiroso —deletreo con rabia en sus palabras —. ¡Mentiroso!¡Eres un maldito mentiroso!¡Nunca dijiste la verdad!
Una risa cínica brotó de mis labios, una burla fingida a su dolor.
Necesitaba culminar con algo que realmente la hiciera odiarme, y yo sabía exactamente con qué.
Aunque me arrepintiera enteramente de mis palabras durante toda la vida
—Jamás podría estar contigo, Edén —aseguré sintiendo como mi estómago se retorcía y mi pecho se oprimía. Sería un maldito, me iría al infierno. De eso estaba seguro, pero tenía que decirlo. Sonreí de esa manera en que solamente yo lo hacía, elevando una comisura de mis labios de forma arrogante, y de la manera más gélida afirmé —: Eres defectuosa.
En un instante la repulsión se apoderó de mi cuerpo, como si hubiera sido vómito verbal. Sus manos me soltaron, como si el contacto conmigo le quemara y dio un par de pasos hacia atrás cayendo de rodillas en la nieve. Desplomándose nuevamente con el cuerpo lánguido.
Todos mis sentidos se elevaron, pero evité reaccionar al verla tan vulnerable, su expresión denotaba que realmente acababa de romper todas sus ilusiones, que ahora jamás iba a perdonarme porque acababa de terminar con ese delicado hilo que nos mantenía unidos.
—Ahora regresa a casa, si quieres hacer algo trascendente enfócate en ti misma, deja de esperar que yo no regresé por ti.
La nieve seguía cayendo, necesitaba hacer que regresara a su casa, de lo contrario terminaría con una pulmonía. Edén se quedó ahí en el suelo, observando la nieve frente a ella, con los brazos sin fuerza, con el rostro bajo, con la mirada perdida.
—Avisaré a tu padre que estás aquí —anuncié sin emoción, cuando el ladrido imponente de un perro se escuchó entre la noche.
Me giré levemente y efectivamente un Husky siberiano que se perdía entre la nieve a causa de la blancura de su pelaje, corría de manera majestuosa en nuestra dirección.
Pasó de mí, llegando hasta Edén. Quien seguía aturdida, perdida. De inmediato lanzó un ladrido y pasó su lengua por el rostro de Edén. Ella levantó la mirada y observó al animal con los ojos sin brillo.
—Nie-bla —articuló pausadamente con lentitud —Sky...
No recordaba que Edén tuviera una mascota.
Me giré levemente a causa de que escuchaba a alguien aproximándose, con mi semblante tranquilo, me sentía aliviado de que alguien más nos hubiera encontrado, así podría llevarla salva y segura a su hogar.
Pero de todas las personas que pudiera esperar, era él a quien jamás imaginé encontrar.
Estaba totalmente aturdido viendo llegar agitado a aquel chico que conocí en el hospital, quien me había ayudado a salir del encierro de la prisión al dar su testimonio de aquella noche fatídica.
Skyler Seyffert acababa de llegar, con el rostro ligeramente enrojecido a causa de la nieve, se detuvo del otro extremo del puente respirando con fuerza.
—Skyler —escuché a Edén pronunciar pasando mi atención a ella, sus ojos se llenaron más de lágrimas y una expresión de dolor atravesó su rostro.
¿Ellos se conocían?
¿Por qué demonios él había ido por Edén?
¿Por qué ella pronunciaba su nombre con tanta familiaridad?
—¡Sky! —exclamó en un grito desgarrador poniéndose de pie precipitadamente, corriendo entre la nieve, pasando a un lado de mí. Solamente alcancé a percibir el rastro de su cabello revoloteando trayendo a mí recuerdos dolorosos. Las lágrimas en sus mejillas seguían su trayecto, y antes de que pudiera observar la escena el sonido del choque de sus cuerpos me estremeció.
Edén lloraba desconsoladamente en los brazos de Skyler Seyffert.
Me quedé ahí, ella no podía ver mi expresión ya que se abrazaba con fuerza al pecho de aquel chico, pero estaba seguro de que esta vez el dolor de mis ojos era visible.
¿Esa era la razón de la mirada triste de aquel chico cuando declaró a mi favor?
Él estaba enamorado de Edén, de mi Edén.
Fue hasta que el llanto dulce de la chica a quien pertenecía mi corazón me trajo al momento, ella lloraba a causa de mis palabras crueles. Y no podía hacer nada por consolarla.
En cambio alguien más había tomado ese derecho.
Me sentía al borde de morir, mi corazón palpitaba con tanta fuerza que parecía que en cualquier momento se saldría de mi pecho, un calor emanó de mi interior. Apreté los puños con fuerza sintiendo mis uñas enterrarse entre la piel curtida de mis manos, necesitaba todo el auto control del mundo para no ir tras de él y pedirle respuestas a mi manera.
¿Todo éste tiempo él había estado con ella?
Estúpido.
Me sentía tan estúpido, había confiado en él, quería agradecerle por haberse tomado la molestia de ayudarme en mi juicio y ahora él era alguien que parecía ser tan cercano a ella.
—Estás helada. —Lo escuché afirmar con voz tranquila mientras frotaba sus manos en la pequeña espalda de Edén. Pero ella seguía llorando, hipeando.
Los ojos del chico se dirigieron a mí y aunque tenía un sin número de preguntas decidí que lo mejor sería hacerlas cuando ella no se encontrara en medio, ella no necesitaba saber lo importante que era para mí.
No necesitaba enterarse de que no soportaba ver que alguien más la tocara, que alguien que no fuera yo limpiarán sus lágrimas como él lo hacía, con tanto cuidado y esa expresión tranquila llena paz.
Skyler retiró su chaqueta y se la colocó a Edén con cuidado, tomó su rostro y dijo algo en voz baja a lo que ella respondió con un asentimiento, siendo él quien caminara esta vez hacia mí.
El ritmo de la nieve había aumentado, también comenzaba a subir en densidad. Skyler caminó tranquilamente con dificultad entre la nieve acumulada hasta la mitad del puente en dónde yo me encontraba y, después me observó con una expresión serena al quedar ambos uno frente al otro.
Él era ligeramente más alto que yo, quizá un par de centímetros solamente, pero su complexión era más esbelta y delicada, la diferencia de masa muscular era demasiado evidente. Mis biceps estaba aprisionados en mi chaqueta y mi camiseta se encontraba adherida a mi abdomen, en cambio la sudadera azul oscuro que portaba Skyler parecía quedarle un poco suelta.
—La llevaré a su casa —anunció sin intención de entablar una larga conversación —. Gracias por encontrarla.
Elevé una ceja.
¿Él me agradecia a mí?
Era irónico, fui yo quien necesitó de su ayuda aquella noche, era yo quien estaba con Edén. Él era un completo desconocido que a mí parecer se había aprovechado de la situación.
—Sé que tendrás varias preguntas —volvió a hablar, quizá mi expresión lo obligaba a ello —, pero ahora no es el momento. Necesito llevarla a su casa para que no enferme, después podremos reunirnos para responder tus dudas.
Emprendí mi paso, por un lado de él. Estaba furioso. Me sentía estúpido por haber confiado en alguien como Skyler, por sentirme agradecido cuando me ayudó, porque no había sido solamente una vez, él lo sabía desde que me vio en la habitación de Edén compartiendo sonrisas. Me había otorgado su ayuda, mostrado palabras llenas de hipocresía.
—«¿A qué le temes?»
—«Tal vez a lastimarla»
Pero de igual manera mi decisión de alejar a Edén ya había sido tomada. Mis palabras no tenían vuelta atrás, y si yo le había dejado el camino libre a Skyler era porque no lo había planeado.
—Lo que tengas que decir me tiene sin cuidado —espeté al pasar junto a él, deteniendo mi paso a la par de su hombro —. Ella no significa nada para mí.
Más mentiras de mi parte, más dolor a mi alma.
Ella era todo, a quien más amaba, por quien vivía, y por esa razón me estaba alejando de ella.
No hubieron más palabras, ni de parte de Skyler, ni de parte de Edén.
Pasé también a su lado, contenidome por dentro, inhalando su aroma una vez más.
Edén…
Aún cuando desapareciera de su vida, estaba seguro de que seguiría cuidando de ella, porque jamás podría borrarla de mi cabeza. Jamás podría desarraigar los recuerdos llenos de dicha que me había otorgado.
Ella sería la única dueña de mi corazón, la única a quien amaría en silencio por el resto de mi vida.
Notas del autor
OK eso estuvo super triste…
Se que todos esperaban besos abrazos y ese tipo de cosas pero debo de recordarles que Allen se encuentra renuente, si bien ya no en problemas él sigue con la culpa de lo que le sucedió a Edén .
Ahora ha roto todas sus ilusiones — o eso es lo que cree— pero a su parecer lo ha hecho por el bien de ella, para alejarla del peligro que según él cree que significa para su vida.
¿Porqué hago esto?
Porque quiero mostrarles una historia en donde Edén será ahora quien necesite ayuda para salir del hoyo en el que se encuentra.
Allen debe de darse cuenta de que él es el único que puede sacarla de ahí, y hacerla feliz.
También creo que conozcamos la historia Allen los ayuda a no odiarlo, si fuera Edén quien hubiera contado la historia desde el principio creerían que él es un maldito, pero no lo es, él la ama tanto que quiere protegerla de él mismo.
Amo esta historia y me encanta escribir sobre las emociones de cada uno y que ustedes sientan esos sentimientos como suyos.
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