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26

Nuestra primera discusión. Cómo olvidarla.

Estábamos en el sillón, acabábamos de cenar. Mi cabeza se hallaba apoyada en su pecho, su mano entrelazada con la mía. Mis piernas estaban encima de las suyas. Emiliano todavía vestía el uniforme de doctor. Ese uniforme que me descolocaba. 

El televisor encendido, transmitiendo una película que habíamos visto en otra ocasión. En cualquier momento se iba a quedar dormido. Siempre lo hacía. No era capaz de terminar de ver una película. El sueño le ganaba, y lo comprendía, pasaba mucho tiempo en el hospital. Las jornadas largas. El turno doble. 

—Kelly… 

¿Uhm

Me encontraba tan cómoda, tan feliz… Ni siquiera estaba preparada para su pregunta. 

—¿Alguna vez has deseado tener un bebé? 

No me alarmé. Claro que no. A pesar de lo repentino me resultó normal que quisiera saberlo. 

—Sí… lo soñé muchísimas veces. Sin embargo, todo eso quedó de lado con la enfermedad de mamá. 

—Y ahora… ¿Te gustaría tener un hijo? ¿Uno tuyo y mío? 

Me tuve que enderezar para poder verlo a los ojos. Quería saber si estaba bromeando. Quería conocer su gesto. Se hallaba serio. 

Me sorprendió. No lo había considerado. Y no me interesaba convertirme en mamá. No todavía. 

—Emi… Eh… No, no lo tomes a mal, pero… no creo que un bebé ahora sea una buena idea. 

—¿Por qué? Ambos somos adultos. Económicamente estamos bien. Nos queremos. ¿Por qué no quieres? 

—Porque yo no me siento capaz de ver por otra vida que no sea la mía. Ahora mismo me encuentro luchando por mantenerme a flote y un bebé… No es buena idea. 

Se le arrugó la frente. Me apartó con cuidado y se puso de pie. 

—Lamento informarte, Kelly, que lo que más anhelo en esta vida es convertirme en papá. 

—Exacto. Es lo que tú anhelas. No yo. 

—Y si tú no puedes hacerlo, lo entenderé, pero no me pidas que lo acepte; porque no lo acepto. Se supone que somos una pareja. Se supone que queremos un futuro juntos. 

—¿Futuro? ¿Cuál futuro, si ni siquiera hemos formalizado esto? —Nos señalé a ambos—. Emiliano, ¿Qué somos nosotros? ¿Qué es esto? Aclárame porque me tienes confundida. 

Había formulado la pregunta en mi mente muchísimas veces, solo me faltaba el valor para hacerla en voz alta hasta ese momento que se dio la oportunidad. Antes no quería parecer urgida por ponerle nombre a la relación que manteníamos, por idiota quizás. Gran error. 

—Creí que estaba claro. —dijo con gesto decepcionado. 

—Ya ves que no. 

—Pensaba que éramos una pareja.

Guardé silencio, sin saber qué responder. Él seguía parado frente a mí expectante, queriendo —quizás— escuchar que sí lo éramos, que sí tendríamos un futuro juntos. O tal vez, nada pasaba por su cabeza. 

—No puedes venir a imponer tus deseos cuando apenas estamos iniciando esta relación —dije por fin, al cabo de unos minutos—. ¿Cuántos meses llevamos saliendo? ¿Dos, tres? Y si por salir te refieres a mantener nuestra relación escondida en las paredes de este apartamento, pues vaya qué relación. 

Me dejé llevar por la furia que sentía. De lo contrario, no habría tenido el valor para enfrentarlo y exponer todo lo que me molestaba de "nuestra relación". 

—Y me parece que hemos estado muy bien así. —Su respuesta solo incrementó mi ira. 

¿Por qué afirmaba algo que yo no pensaba? No, no estaba cómoda con eso. No, no me gustaba ser la chica a la que ocultaba. Quería salir con él, tomarlo de la mano. Conocer a sus amigos. Presentarlo como mi novio. 

—Claro, escondidos del mundo para que nadie se de cuenta de que estás conmigo. ¿Es ese tu miedo? 

Un pesado y abrumador silencio. ¿Por qué no lo negaba? ¿Por qué no me decía que nada tenía que ver con eso y mataba mis dudas de inmediato? Si Emiliano hubiese abierto la boca y dicho lo que yo quería escuchar, las cosas habrían resultado fáciles. El tema habría muerto allí. 

Busqué algún gesto en su rostro. No había nada. Lucia serio. Indescifrable.

Me sentí pésimo, acababa de confirmar lo que ya sospechaba: su ex tenía razón. Emiliano solo estaba jugando conmigo. 

Cerré los ojos, dolida. Respiré profundamente para intentar calmar mis emociones.

—Y aún así me pides que tenga un hijo tuyo. Ay, por favor, Emiliano, no me creas tan estúpida —Me puse de pie—. ¿Por qué le pides un hijo a la mujer que ocultas de todos? 

—¿De qué hablas? Jamás te he ocultado de nadie. 

—No, pero tampoco has tenido el interés en presentarme ante nadie importante. 

—¿Sabes qué, Kelly? ¡Déjalo así! ¡Terminemos con esta conversación ya mismo! —La tranquilidad que vi antes se había esfumado. Ahora solo irradiaba furia—. Olvida lo que te pedí. Olvida siquiera que una vez estuvimos juntos. 

—¡Pues bien, Emiliano! ¡Se acabó! 

Entonces se dió media vuelta y avanzó hacia la salida. Se quedó un momento parado bajo el umbral de la puerta, me miró. Fue como si él no quisiera marcharse. Cómo si hubiera estado esperando que se lo impidiera. Y, aunque quería evitarlo; aunque quería seguirlo, abrazarlo, besarlo…, mi orgullo fue más fuerte. 

 —¿Qué esperas para irte? 

Y esas palabras fueron suficientes para que cerrara la puerta tras de sí y se marchara. Solo hasta que estuve sola me permití tirarme al sofá. Impactada. 

¿Que acababa de suceder? ¿Cómo habíamos terminado de ese modo? 

Dentro de mí rogaba que Emiliano apareciera. Pedía que volviera a buscarme, a hablarme. No quería que la relación acabase de ese modo. No me sentía preparada para decirle adiós. Necesitaba continuar a su lado.

Sin embargo, no sería yo quien lo buscara. Él tendría que volver pidiendo disculpas y si no lo hacía, las cosas habrían llegado a su fin, por muy doloroso que me resultara la idea. 

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