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Capítulo 8
¡Te veías tan gracioso!

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Gumi se acostó de espaldas en su cama mirando el techo y cerró sus ojos, desde el incidente en donde se cortó las cuerdas vocales sus padres la evitaron casi como plaga durante un año, simplemente demasiado culpables y horrorizados como para acercársele demasiado, llegando al punto en que pareciera que ella ni siquiera existía y ni comida le hacían, por lo que terminó haciéndose su propia comida y saliendo a entrenar con Zoro durante parte del día y de la noche, ya que de vez en cuando tomaban siestas en tiempo de entrenamiento.

La adolescente sonrió divertida mientras abrazaba a su pequeño preadolescente, como ella era mayor, era más alta que Zoro y justamente la cabeza del peliverde quedaba por un poco debajo de sus pechos, teniendo ella ya catorce años y él once, ambos eran incluso más unidos por los años que se conocían.

Zoro rodó los ojos mientras dejaba escapar de sus labios un sonido quejumbroso, pero no evitó el abrazo de la castaña mientras su cabeza quedaba entre los pechos de la mujer.

—¡Ya verás! Algún día seré más alto que tú, así que deja de burlarte de mi altura —bufó el peliverde mientras su mejilla estaba siendo estirada y pellizcada, haciendo que una venita de irritación apareciera en su frente.

"Claro que sí, mi pequeña esmeraldita será más alto... ¡Mas alto que una hormiga!"

Zoro sintió como la vena en su frente crecía de tamaño al ver como su mejor amiga se reía silenciosamente hasta las lágrimas de él, por lo que terminó mordiendo el dedo que le pinchaba la mejilla y la vio retorciese de dolor en el piso agarrándose el dedo con dolor y lagrimitas en sus ojos.

"¡Bestia! ¡¿Acaso no sabes lo duros que son tus dientes ni el agarre de tu mandíbula?! ¡Maldito chucho mal educado!"

Una sonrisa cruel apareció en el rostro de Zoro mientras se limpiaba la oreja con el dedo meñique y miraba el cielo con una cara de aburrimiento, pero su sonrisa burlona decía otra cosa.

—¿Eh? ¿Creo que un pájaro se está muriendo? Que feos son sus chillidos —habló perezosamente el chico mirando hacia los árboles y sintió suaves golpes en su cabeza.

"¡Desgraciado! ¡¿Cómo te atreves?!"

Zoro ignoró rotundamente la serie de silbidos maliciosos que escapaban de su amiga de infancia mientras una sonrisa de suficiencia aparecía en sus labios, totalmente divertido por la situación hilarante en la que se encontraban. Habían pasado dos años para que Zoro pudiera comprender a la perfección el "lenguaje" que estaba ocupando Gumi, pero cuando lo entendió, no pudo evitar empezar a burlarse y meterse un poco con ella por lo exasperante que podía llegar a ser escuchar silbidos todos los días.

Pero bueno, tampoco esperaba que su amiga se callase, si eso sucediese, él simplemente no sabría cómo lidiar con tanto silencio a su alrededor, hace poco tiempo se había empezado a dar cuenta de que sin ella a su alrededor se ponía de bastante mal humor, necesitaba tenerla cerca para asegurarse de que estuviera al alcance de su oído en caso de cualquier situación inesperada, ya no confiaba en que la chica viviera con sus padres, no cuando luego de ignorarla durante un año completo, empezaran de nuevo su asqueroso rol desesperado de casamenteras.

¡Esos adultos le daban tanto asco! ¡Quería matarlos irremediablemente! ¿Acaso no aprendieron nada de que su Gumi se cortara las cuerdas vocales? ¿No aprendieron nada de que ella les diera una paliza? ¿Eran tan imbéciles, eh?

Ah, Zoro los maldecía tanto, los maldecía demasiado por ser tan malditamente imbéciles un montón de mierdas más.

¡Simplemente no había insultos que sean lo sufrientemente adecuado para ellos! ¡Todos eran demasiado livianos! ¡Ah!

"¡Hagamos un sparring, esta vez si te patearé el trasero! ¡Ya verás, nadie me llamara pájaro agonizante!"

—Bien por mí, disfrutaré patearte el trasero nuevamente —el chico sonrió con sorna antes de ponerse en posición con sus tres bokkens mientras que su contrincante tomaba sus dos bokken.

"¿Listo para que te pateen el trasero, esmeraldita?"

—¿Debería preguntarte lo mismo, pozo se sakuras? —contraatacó el peliverde.

"¡Serás hijo de...!"

Ambos empezaron a chocar sus espadas de bambú a un ritmo impresionante, la velocidad, agilidad y astucia se mostraba en cada feroz ataque que tenían una fuerza sorprendentes, ambos eran como dos bestias peleando por su dominio, intentando someter al otro para que pudieran demostrar su valía a través de sus feroces dientes en forma de espadas.

El choque de madera entre las espadas resonaba por el bosque y la presión del viento sacudía las hojas de los árboles, ninguno parecía dar su brazo a torcer en cuanto a su tenacidad por el dominio del combate, ambos dispuestos a darlo todo con tal de salir victoriosos y evitar la derrota a manos de su contrincante.

Horas de pelea, ambos bañados en sudor sin que se apagase el fuego de la determinación en sus ojos voraces hasta que finalmente la espesura del abismo consumió el poso estancado de flores de sakura y dos espadas de bambú volaban por el basto espacio, dejando desarmada a su portadora, haciendo que no pudiese evitar el ataque que iba al costado de su cabeza y que la espada de bambú de su contrincante se enterrase en el suelo al lado de su cabeza, dejando una imperceptible señal de humo.

—Nuevamente, mi victoria —jadeó Zoro mientras cerraba un ojo agotado, en estos cinco años de entrenamiento Gumi había crecido a pasos aterradores, no podría pensar menos de su mejor amiga y su estudiante.

"Bueno, ¿No es esto abuso de poder? Eres mi profesor, ¿No se considera esto intimidación?"

Zoro soltó una pequeña risita divertida ante las palabras de la mujer debajo suyo que todavía era amenazada por la bokken de madera en sus manos.

—¿No eres grande para quejarte como un niño pequeño, eh, Gumi? —se burló el peliverde— ¿No te da vergüenza ser derrotada por un niño tres años menor que tú?

"¿Por qué me daría vergüenza? ¡Serás algún día el mejor espadachín del mundo! ¿No debería ser un honor para mí ser derrotara por ti?"

Zoro blanqueó los ojos ante los silbidos que tenían el claro tono de "¿Eres imbécil o te haces?", sinceramente, hasta él se sorprendía de lo mucho que podía entender el extraño vinculo que compartían ambos.

—Si, seguías siendo derrotada en mi punto más débil.

"Bueno, no todas pueden decir que tuvieron al mejor espadachín del mundo sentado casi en sus pechos".

—¡¿Q-qué clase de idioteces dices?! —Zoro no pudo evitar sonrojarse y mirar que, de hecho, estaba extremadamente cerca de los pechos de su amiga y que sus piernas estaban a cada lado de estos, haciendo que la situación se pudiera malinterpretar mucho.

Zoro terminó alejándose tan rápido que terminó cayendo de espaldas y sus piernas se elevaron en un ángulo extraño, haciendo reír a Gumi la cual, si no fuera por sus cuerdas bocales cortadas, estaría riendo a carcajadas mirando a su amigo completamente rojo y en una mala posición por un comentario burlón.

—¡D-deja de reírte! —exclamó avergonzado el espadachín mirando como su amiga convulsionaba como si fuera una langosta frita, riendo con los ojos en blanco, apuntándolo, agarrándose el estómago y con lágrimas en sus ojos de tanto reír— ¡Oi! ¡Bastarda! ¡Deja de reírte! —gritó completamente enojado el chico y empezó sacudir a la chica por los hombros.

Mientras Zoro estaba cada vez más enojado, Gumi no paraba de reír y salían jadeos incomprensibles hasta que al final Zoro refunfuñó enojado al ver como su amiga pareciera que se iba a morir por un ataque de risa.

—Tks, aprende a controlarte, idiota —gruñó el peliverde destapando una botella de agua y lanzándola a su amiga haciendo que ella dejase de reír y le mirase con gratitud.

"Gracias, ya sebes, un ataque de risa es bastante abrumador de vez en cuando.... ¡Pero te veías tan gracioso!"

—¡Ay por dios! ¡Nuevamente no! —gimió Zoro llevándose las manos a la cara mirando a su amiga nuevamente en el piso agarrándose el estómago— ¡Si existe un Dios, que me salve de esto!

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Zoro, ten cuidado con lo que deseas 😞👊