VI. Infancia
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Capítulo 6
Convicción
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Zoro sentía sus nervios crispados, ya habían pasado dos semanas desde que no veía a su mejor amiga y alumna. En la primera semana había recibido una amenaza de parte de los padres de su amiga, pero el niño decidió que lo mejor era ignorarla como los delirios de unos viejos pedos y seguir entrenando mientras buscaba como contactar con su amiga desaparecida, la cual parecía que la tierra se la había tragado.
Se sentía algo ansioso, recordando como cuando la conoció ella dijo que la encerrarían sin comida y agua en algunos periodos de tiempos indefinidos siempre y cuando los desobedeciera.
Sus padres no podían ser tan bastardos, ¿Verdad?
El peliverde ahora entendió lo bastardos que eran los adultos, ¿Qué demonios hacían amenazando a un niño solo por juntarse con su amiga y ayudarla a cumplir su sueño? ¿Por qué ninguno de esos idiotas mayores intentaba ayudarlo cuando claramente estaba siendo golpeado hasta convertirlo en pulpa sangrienta por esos bastardos? ¿Nadie intervenía por un huérfano como él? ¿Nadie haría nada porque todos pensaban con esa tonta mentalidad de que una mujer debería servir obedientemente al hombre en vez de luchar por sus sueños?
Zoro se burló con amarga diversión y desprecio en sus ojos limpiándose la sangre de la comisura de sus labios, ah, que se jodan los adultos, cuando sea grande haría que todos se arrepintieran.
Porque si, sentía que la culpa de la desaparición de su amiga era por culpa de los estúpidos adultos y también pensaba firmemente que la muerte de Kuina fue provocada por ellos, ¿De qué otra manera una gran espadachina como Kuina moriría por unas estúpidas escaleras? ¡Él era más débil que ella y había sobrevivido cosas peores, por el amor a dios! ¡Kuina era más fuerte que eso!
Ahora entendía porque Gumi sentía casi tanto desprecio a los adultos, ¡Esperaba que jamás se convirtiera como esa panda de inútiles complacientes como esos!
Refunfuñando por lo bajo Zoro ignoró en dolor en su estómago y siguió entrenando hasta dejar su alma en ello, aún tenía una promesa que cumplir y sabía que Gumi era lo suficientemente fuerte como para no doblegarse a lo que sea que tuvieran planeados sus estúpidos y malvados padres.
Un mes pasó antes que Zoro pudiera ver a su amiga la cual le sonrió felizmente y lo abrazó con fuerza, antes de despotricar sobre la mierda que eran sus padres y que necesitaba el quíntuple de entrenamiento ahora por quedarse atrasada, Zoro sonrió al ver como ella no había cambiado en nada en ese mes.
Secretamente se sintió aliviado.
Puede que sus horas de entrenamiento hayan cambiado, pero seguían siendo tan unidos como siempre, aunque ahora la mayoría del día dormían y en la noche entrenaban hasta los huesos, desde las once de la noche hasta las cinco de la mañana, ambos niños entrenaban más y más duro, sonriéndose el uno al otro, complementándose a la vez que encontraban consuelo en la compañía del otro.
Ambos siguieron con su vida y rutina hasta que un día fueron atrapados por los padres de la niña y ella apretó sus dientes al verse retenida por las manos de su madre, sintiendo como sus afiladas uñas se hundían en su tierna carne a la vez que veía a su padre gritarle y golpear a Zoro en mitad del mercado, observando como nadie se dignaba a ayudar al joven niño, todos observando con ojos atentos, pero no soltando ni un murmullo ante la brutal escena.
Gumi se mordió el labio hasta que sangró y finalmente mordió la mano de su progenitora con tanta fuerza que desgarró parte de su piel, sintiendo la sangre en su boca y la escupió, pisando fuertemente con su talón los dedos de los pies de la mayor y escapó de su agarre mientras la mujer detrás de ella soltaba un aullido adolorido y maldiciones.
—¡Jódanse malditas perras! ¡¿De verdad creen que seré una imbécil más que se rinde a sus sueños y metas porque bastardos como ustedes niegan que sea capaz de hacer algo?! —gritó enojada Bubblegum— ¡Escuchen, pueblillo de mierda! ¡Seré una gran espadachina, ya lo verán! ¡¿Creen que por unos cuantos golpecitos e insultos Zoro y yo nos rendiremos en nuestras metas?! ¡Pues se equivocan! ¡Nuestros nombres resonarán hasta en los cielos!
Bubblegum miró rápidamente el mercado y observó como el carnicero había dejado descuidadamente sus cuchillos a la vista, por lo que corrió hacia el puesto de carne y robó dos cuchillos antes de subirse a una pila de cajas, observando las miradas afiladas que le dirigían, viendo como su padre enojado había dejado de golpear a su amigo.
—¡Ustedes, seres indignos que se hacen llamar mis progenitores querían una muñequita a la cual manejar! ¡Querían un perfecto caparazón vacío desprovisto de emoción que solo vive por vuestra ambición! ¡Ustedes son seres egoístas y despreciables, arrogantes de mierda que solo saben hacer lo que sus grandes egos mandan por sobre vuestro vacío cerebro! ¡Aquí les demostraré que una sola niña, tiene más convicción que todos ustedes, basuras!
—¡Bubblegum, bájate de ahí ahora mismo! —gruñó el padre y soltó a Zoro caminando pasos pesados y peligrosos a su hija, con un aura amenazante que prometía una advertencia silenciosa de una golpiza inminente, pero se desvaneció cuando ella le lanzó uno de los cuchillos en su mano y le rozó su mejilla, dando un corte limpio en su oreja, haciendo que sangrase y el hombre detuviera sus pasos en shock.
—¡¿Querían una muñeca que no hablase y les obedeciera silenciosamente?! ¡Pues la tendrán! ¡Tendrán su muñequita sin palabras que tanto deseaban?!
—¡Gumi! ¡¿Qué piensas hacer?! —gritó alterado Zoro, tenía un terrible presentimiento de lo que sucedería a continuación.
—¡Es una lástima que nunca podrán controlar a la bestia salvaje que soy, pero si no quieren escuchar mi voz nunca más, pues que así sea!
Zoro tembló aterrado, Gumi estaba riendo alocadamente y él no temblaba por miedo hacia la niña que parecía completamente fuera de sí, sino que temblaba por como sus ojos dolían al igual que el puente de su nariz, ¿Por qué sentía tantas ganas de llorar?
¿Por qué sentía que lo que sucediera a continuación lo marcaría de por vida?
—¿Mis últimas palabras a esas basuras que se hacen llamar mis padres? —se burló la niña con el cuchillo en sus manos apretado tan fuertemente que sus nudillos se volvieron completamente blancos— ¿Quieren una niña que sea obediente y callada, que dé hijos a su esposo y lo complazca para ser solo su juguetito de decoración? ¡Jamás! —gritó completamente enrabiada en sus palabras, con fuego venenoso cubriendo sus ojos de flor de cerezo— ¡Mis últimas palabras serás hacia la única persona que no despreció mi sueño ni me subestimó! ¡Zoro!
Zoro sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral, ella jamás lo había llamado sin el honorifico e inconscientemente se sentó recto en el suelo.
—¡Si tú te convertirás en el mejor espadachín del mundo! —jadeó ella, había gritado demasiado en muy poco tiempo, su garganta ardía de tanto gritar—¡Entonces mi sueño será que mi nombre resuene por el mundo! ¡Todos escucharán mi nombre al menos alguna vez! ¡Zoro, seamos dos espadachines que sus nombres queden grabados en la historia de este mundo! ¡Seamos los mejores en cuanto manejo de la espada! ¡Sumerjamos nuestros corazones y almas en el camino del espadachín!
Zoro sintió que su garganta se secaba y las lágrimas caían por sus ojos en shock, el cuchillo de carnicero en la mano de su amiga se balanceó como en cámara lenta para él y no pudo evitar maldecir lo descuidado que era el carnicero como para dejar sus cuchillos a la vista y alcance de todos. Los delgados dedos de la niña de ojos rosas se apretaron en el mango firme del cuchillo mientras la hoja de este cortaba la carne y dejaba que hilos de sangre de deslizaran por el viento y la carne abierta.
Y entonces, Zoro miró como su mejor amiga cortaba sus cuerdas vocales con la sonrisa más arrogante que había visto en su vida mientras que sus ojos rosados brillaban como volcanes que lo consumirían todo a su paso.
Zoro ni siquiera pudo escuchar el grito horrorizado de los padres de su amiga, ni siquiera pudo reaccionar cuando ella le robó las bokken de sus manos y golpeó a sus padres hasta dejarlos inconscientes y solo pudo mirar en shock como niña de sonrisa ensangrentada tomaba una de sus manos y lo guiaba por las calles de la silenciosa aldea que miraba con horror la situación.
Parecía que ni siquiera le importaba la sangre cayendo de sus labios o el corte abierto que no dejaba de sangrar, sus ojos seguían brillando ardientemente en determinación con esa sonrisa imborrable de su rostro.
Un rostro con una cara de come-mierda para todos lo que la veían.
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¡Oh no! ¡Gumi se cortó la garganta dejando traumatizado a bebé Zoro! ¡¿Cómo se lo tomará nuestro pequeño marimo?! ¿Es acaso este el desencadenante final? ¿O acaso algo más apretará el gatillo hacia su locura?
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