—Ian, así tampoco pueden ser las cosas — le dije.

—Los respeto, los admiro y los amo mucho, pero no pienso apartarme de ella y de mi hijo. 

—¿En qué momento ustedes…? ¿Cómo sabes que es tu hijo? — le cuestionó Dereck. 

—Yo no lo sé… — Ian no me dejó terminar de decirlo, cuando respondió. 

—Porque lo veo y lo siento. Fue él quien nos guió ese día para que diéramos con ella en el laboratorio. Si no lo dije antes es porque no quería ser una carga más. Han pasado muchas cosas en un mismo día. No sé qué hizo el abuelo con ella, pero no dudo que le haya realizado una… 

—Inseminación… — terminó mi hermana—. Ese viejo estaba enfermo. 

Todo cobró sentido. Entonces esa fue la razón por la cual me dijo que Ian y yo íbamos a estar unidos para siempre.

—No debí haber venido. Les pido disculpas por ponerlos en una situación tan difícil como esta. Regresaré a Puerto Rico y de mi no sabrán más. 

—¿Se dan cuenta? ¿Qué tipo de padre u hombre sería si la dejo ir y no me hago responsable de esa criatura que viene en camino? Ustedes pasaron por algo parecido y permanecieron unidos, incluso me han sacado adelante juntos y es algo de lo que viviré eternamente agradecido. Principalmente por darme el derecho a la vida y hacerme el hombre que soy. Sé que debe ser difícil de entender y aceptar esto, pero quiero que entiendan que no la puedo ver cómo mi tía. 

—Me duele mucho esta situación. Más que porque ella sea mi hermana, es por ti. Jamás imaginé que tu tiempo con nosotros sería tan corto y fugaz. Has crecido y madurado tanto en tan poco tiempo que me cuesta todavía soltarte. Siento esa necesidad de protegerte, engullirte y seguir tratándote como mi bebé. Perdóname por ser tan egoísta y tan mala madre. 

—¿Qué dices? Mejor madre no has podido ser — la abrazó, y solo me limité a contemplarlos. 

—Tu mamá tiene razón. Es difícil aceptar que de ese niño tan pequeño y frágil ya no queda nada — Dereck los abrazó a los dos—. No vamos a interferir en esto más, hijo. Lo único que queremos pedirles, porque sí, es a los dos, es que hablen y traten de llegar a un acuerdo por el bienestar de los dos. Bueno, de los tres. Piensen en ese bebé, y póngalo a él por encima de todo, de la misma manera que nosotros lo hicimos cuando nos tocó. 

Fue muy conmovedor verlos tan unidos. Pensé que las cosas se saldrían de control y terminarían mal. Mi hermana y Dereck han cambiado mucho. Lucen irreconocibles. 

—Tú no irás a ninguna parte. Tu lugar está aquí, con nosotros y cerca de mi hijo. Pediremos comida. Debes alimentarte adecuadamente para que ese bebé pueda nacer sano y fuerte. 

Ordenaron comida para todos, cada uno comió por su parte, y tomaron su turno para darse un baño. Cuando pude relajarme en la ducha, descargué esa opresión tan fuerte que me hacía difícil respirar. Estuve mucho tiempo alejada de mi familia, viviendo completamente sola, pasando vicisitudes en silencio, aterrada por lo que estaba ocurriendo y nadie sabía; esta calidez hace mucho no la sentía. Ahora de repente todo ha caído junto. No había sentido calma con respecto a mis malestares, e Ian consiguió la forma de aliviarlos; desde esa primera vez que lo vi, e incluso hoy. No sé cómo las cosas llegaron a esto, estoy llena de dudas, de miedos, de inseguridades. No sé cuál será mi próximo paso, qué haré al respecto, dónde voy a terminar, o con quién. 

Usé los artículos de aseo y la ropa de dormir que me prestó mi hermana. Me queda mucho más ancha y suelta, pero es cómoda. Iba a hacerle compañía a Aníbal en la habitación, pues habían colocado un segundo colchón, pero me topé con Ian frente a la puerta. Se cruzó en medio, evitando que pudiera entrar. ¿Cómo puede ser tan despreocupado como para andar en bóxer por la casa sabiendo que tiene visita? 

—Será mejor que hablemos mañana. Hoy necesito pensar y aclarar mis pensamientos.

—No estoy aquí para hablar— me tomó la mano y me llevó detrás suyo hacia otra habitación, la cual no supe que era suya hasta entrar. 

—No se supone que esté aquí. Mi hermana nos ve en esta habitación solos y se volverá loca. 

—¿No escuchaste lo que ellos dijeron? 

—Una cosa no tiene que ver con la otra. Debemos llevar esto con calma. Esto es difícil para ellos.

—Y para mí también, pero no hablaremos de eso ahora. Luego de todo lo que pasaste, necesitas dormir cómoda y plácidamente. Mi hijo te lo agradecerá. Acuéstate. 

Tenía el corazón en la garganta. Se supone que no haga esto, pero mi cuerpo siguió su orden. 

—Si intentas algo me iré. 

—¿Algo de qué? — se acostó al lado, girándose hacia mí y llevando su mano a mi vientre. 

—Acabo de decirte algo. Me voy — intenté levantarme, pero sus brazos se enrollaron alrededor de mi cintura y me tumbó de nuevo a la cama. 

Permanecí inmóvil, sintiendo el roce de su cuerpo en mi espalda. Por unos instantes olvidé hasta cómo respirar. 

—No me huyas. No quiero hacerte nada malo, solo quisiera compartirte un poco de mi calor y energía — plasmó un delicado beso en mi hombro, y cerré los ojos, intentando calmar esos latidos tan desenfrenados que produjo.