Devorame
Recosté los codos sobre la mesa, soltando el tenedor en el plato.
—¿Cuánto tiempo llevan saliendo?
—Una semana…
—Eso no… — mis palabras se vieron silenciadas cuando su mano se adentró hasta el final, presionando suavemente mi zona íntima a través del pantalón.
¿Cómo se atreve? Lo peor de todo es que mis pezones se endurecieron y me molestaba el sostén. Es un atrevido. Quería retirar su mano, pero mi mamá se podría dar cuenta muy rápido. Aparte de eso, no se sentía mal en lo absoluto. Sé que no debía permitirlo, mucho menos frente a mi mamá, pero a él no le importó.
—De conocidos llevan más tiempo, ¿cierto?
—Unos cuantos meses, señora — él estaba intentando hablar sin separar mucho los labios.
—¿Cuáles son tus planes futuros con mi hija?
—¿Planes futuros?
—Sí. Quiero saber si tus intenciones son las mismas que ese muchacho con mi hija. Ese tal Aníbal sacó a mi hija de su casa, prometiéndole sueños en Estados Unidos y sin intenciones de formalizar su relación. Se la llevó sin pedir siquiera su mano. Uno como padre quiere que su hija sea feliz al lado de alguien que la merezca y esté dispuesto a dar lo mismo por ella. En aquel entonces, mi hija dejó su trabajo, sus amistades, sus padres, su país, su casa, por ir detrás de alguien que, ahora mismo, ni siquiera sé dónde está. Ese muchacho era mucho menor que ella, pero tú te ves más maduro. ¿Cuántos años tienes?
—Tengo 38 años.
—Te ves maduro, pero no aparentas de tanto. Pensé que no pasabas de los veintiséis.
—Me halaga, señora. Entonces me encantaría mantenerme así.
—¿Y tú por qué no hablas? — mi mamá me miró, y todo mi cuerpo se tensó.
—Hace mucho calor. Encenderé el abanico — lo usé como excusa para levantarme de la silla.
Su mano me transmitió mucho calor en esa zona.
—Estás más lenta que una caravana de cojos. Date prisa. La comida ya debe estar fría.
Volví a unirme a la mesa y al menos esta vez mi mamá se centró en el plato y no en hacer tantas preguntas. Cuando terminamos de comer, quise preguntarle sobre mi papá.
—Está trabajando como una bestia, pero está bien. Hoy romperá noche.
—¿Significa que no podré verlo?
—¿Por qué no? ¿Acaso se van tan pronto?
—Podemos quedarnos hasta mañana, pues solo trajimos muy pocas cosas. Solo veníamos de paso.
—Entonces voy a preparar bien tu cuarto para que se queden. Tu papá no te va a perdonar si eres capaz de irte sin dejar que te vea.
—No me iré sin verlo, mamá.
—¿Y tu hermana qué? ¿No has sabido nada de ella? Tal vez si sabe que estás aquí sea capaz de visitar a sus padres, porque parece ser que se ha olvidado también de nosotros.
Miré a Dereck, pero no vi ninguna reacción en él. ¿Qué pensará sobre ello?
Esperamos en la sala mientras mi mamá alistaba la habitación. Luego de eso, estuvimos conversando más tiempo hasta que fue cayendo la noche. Como hay dos baños en la casa, mientras Dereck se bañaba en el de mi cuarto, yo me bañé en el otro. La idea de que dormiré con él, me tiene muy nerviosa. Ayer dormimos juntos, pero fue en otras circunstancias. Además de que me quede dormida muy rápido. En cambio ahora estaba muy despierta.
Cuando estábamos en la cama, los dos estábamos igual de despiertos. Parecíamos dos búhos. Luego de lo que pasó en la mesa del comedor, aún no puedo sacarlo de mi cabeza.
—¿Qué te pareció mi mamá?
—Me agrada mucho. Es muy directa, pero a su vez, dulce. ¿Qué pasaría si se entera que soy hermano de ese mendigo ignorante? Creo que me botaría de la casa.
—Que sea tu hermano no significa que seas igual a él.
—No quiero hablar de ese idiota — se acostó de lado para mirarme mejor—. Tu y yo dejamos algo pendiente. ¿Ya lo olvidaste?
—No sé de qué hablas — me hice la desentendida, y en sus labios se formó una sonrisa—. Se ve muy linda tu sonrisa.
Sus colmillos son muy finos y puntiagudos.
—Pues a mí no me gusta. Es incómodo. Se siente como si tuviera un corazón en cada uno de ellos.
—¿No se te hace extraño?
—¿Qué cosa?
—Que no hayamos tenido ningún episodio hoy.
—No hemos tenido ninguna estimulación. Tal vez ha sido por eso.
—¿Estimulación?
—Bueno, tú sí la tuviste. Tu calor era palpable en el aire. Mi mano se calentó bastante estando en esa zona tan cómoda.
—Que bueno que hayas sacado el tema. ¡Eres un aprovechado! ¿Cómo te atreviste a tocarme de esa forma?
—Pudiste haberme retirado la mano, pero no, preferiste abrir y cerrar tus piernas para calentar mis manos. Tus muslos son un tremendo calentador. Si ahí se concentra tanto calor, ya imagino por dentro.
—Sinvergüenza… — contemplé sus hermosos ojos verdes, sintiendo unas extrañas palpitaciones.
—Tu cuerpo está enviando unas bandas de calor. ¿En qué estás pensando para ponerte tan caliente de repente?
Mis labios se vieron atraídos por los suyos. Fue algo tan de repente que ni yo misma esperaba que sucediera. Nuestros labios se juntaron como un imán, al igual que nuestras lenguas enredadas. Me costó un poco acostumbrarme a sus besos debido a sus colmillos, pero a medida que se intensificaba el deseo, las ansias, el calor, esas cosas se volvían insignificantes. No podía separar nuestros labios, sentía por dentro la necesidad de más.
Levantó mi pierna, colocándola por su cintura y acerqué mi cuerpo al suyo, rozando mis pezones en su pecho. Su mano acarició mi muslo, adentrándose por dentro de mí pantalón y deslizándose despacio hacia mi nalga, la cual apretó entre su mano. Su mano es tan grande que puede cubrir parte de ella sin problema. Cada vez que sus manos entran en contacto con mi cuerpo, es como si una electricidad corriera por mi piel y se concentrara en mi intimidad.
Mi mano se deslizó por el pequeño espacio que había entre nosotros, hasta alcanzar su palpitante erección. Oí su sensual gemido y succionó mi labio inferior antes de apartarse y hundir su cabeza en mi cuello. Me robó un suave gemido de sorpresa al sentir sus labios pasearse de esa manera tan delicada por mi cuello. Su mano deslizó el manguillo de mi blusa y besó mi hombro pausadamente, usando a su vez la lengua. Mi mente estaba casi en blanco por sus atenciones. Tanto así que, cuando abrí de vuelta mis ojos, su cuerpo estaba sobre el mío. Su mirada feroz, su respiración agitada como la de un animal salvaje, hizo vibrar todo mi cuerpo. Me sentía tan diminuta, tan indefensa, tan dispuesta a dar lo que me pidiera. Ese olor era tan potente, tan delirante y exquisito, que era inevitable no tener la sensación de derretirme cada vez que su piel hacía fricción con la mía. Mi interior lo esperaba con ansias de devorarlo. No creo que haya vuelta atrás, tampoco quiero que se detenga.
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