Culpa
La empleada salió corriendo de la casa, gritando como una demente y sujetando el traje que llevaba puesto.
—¡Sr. Dereck, es su papá!
—¿Qué pasó con mi papá?
—No sabemos, pero su máquina comenzó a sonar.
—¡Llama al médico de inmediato! — Dereck salió corriendo hacia la casa.
¿Qué habrá pasado? La curiosidad me llevó a entrar a la casa y subir a la habitación del señor. No me atreví a entrar, solo me quedé en el pasillo frente a la puerta abierta, observando la oscuridad que había en esa habitación. Escuchaba la voz de Dereck hablándole a su papá, pero no lo veía. Unos segundos después, apareció Aníbal y entró a la habitación. No sabía qué estaba ocurriendo, pero hasta el doctor llegó rápido. No entiendo por qué no encienden las luces. ¿Cómo pueden ver ahí dentro?
Estuve en el pasillo, ansiosa e inquieta, esperando que alguno de ellos saliera. El primero que salió fue Aníbal, pero del empujón que le dieron de ahí dentro. Fue tan fuerte que su espalda chocó con la pared.
—¿Estás bien? — pregunté preocupada.
—Fuiste tú quien lo desconectó, ¿verdad? — Dereck se abalanzó sobre Aníbal, y lo acribilló contra la pared, por lo que me aparté.
Su expresión era espantosa.
—¿De qué demonios estás hablando, imbécil?
—¿Realmente crees que soy idiota? Claro, viniste a terminar el trabajo que no pudiste hacer meses atrás.
¿De qué están hablando?
—¡Eso no es cierto! ¡Aquí el único culpable de lo que le pasó a papá tiempo atrás fuiste tú!
—¿El culpable? — Dereck enarcó una ceja.
—Ahora entiendo tu miedo. ¿Qué se siente perder la única esperanza que te quedaba para tener una vida normal?
—Con eso demuestras que tuviste algo que ver.
Sus uñas se enterraron en el cuello de Aníbal y tuve que intervenir de inmediato.
—¡Por favor, deténganse! ¡Son hermanos, por Dios!
Dereck me miró de reojo y dejó ir el cuello de Aníbal.
—Te conviene no estar detrás de esto, porque vas a arrepentirte. Te lo digo desde ya, a mí no me importa la sangre; solo me encanta verla correr.
Mi mente se transportó al sueño que tuve anoche y lo seguí con la mirada mientras se alejaba por el pasillo.
—¿Por qué miras a mi hermano?
—¿De qué estaba hablando tu hermano?
—De lo único que sabe hablar; pendejadas. Siempre echándole la culpa a los demás de las cosas que hace. Él tuvo que haberle hecho esto a mi padre — Aníbal se veía muy molesto.
—No lo creo — solté sin pensar.
—¿Lo estás defendiendo?
—No, es solo que lo vi. Él estaba en el jardín.
—¿Y tú cómo sabes eso? ¿Lo estabas siguiendo?
—No. Es solo que coincidimos y...
—¿Te tocó?
—¿Tocarme? ¿Qué dices? Claro que no.
—Estoy harto de repetirte que no te quiero cerca de mi hermano. Ya viste lo que es capaz de hacer. Mañana mismo te vas.
—¿Irme? ¿A dónde? No creo que sea el momento adecuado para hacer eso.
—Pues ya lo decidí. No te quiero más aquí.
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